—¿Cómo no pude pensar en eso? Olvidaba lo cerdo y despreciable que eres. ¿Así que para ti, las cosas de mi hija se deciden en la cama?
—Eres tú la que insiste en apartarla de mi.
—No te equivoques, es ella la que no quiere estar cerca de ti. Si te doy lo que tanto quieres, ¿Me dejarás llevarme a mi hija a la casa?
—Las cosas no son así de sencillas. La dejaré ir, pero la visitaré todos los días. Además de que las tendré vigiladas todo el tiempo. No debo mencionarte cuáles serán las consecuencias si tratas de apartarla de mí, ¿O si? No solo eso, vas a ser mi mujer cada vez que se me plazca. Si no estás de acuerdo con lo antes mencionado, entonces no hay trato.
—Eres un ser despreciable.
—Lo tomas o lo dejas, tú eliges.
Jamás podría estar de acuerdo con algo así, pero se trata de mi hija y debo hacer todo por alejarla de este demente.
—Está bien, estoy de acuerdo con tus condiciones. Mañana mismo me iré con mi hija a la casa.
—¿Lo ves? Ya nos estamos entendiendo. Ahora, desnúdate y cumple con lo acordado.
Cerré los ojos tratando de sacar las fuerzas de donde sea que estuvieran para hacer esto. Quité mi ropa sin protesta y entré a la cama. Quise permanecer en todo momento con los ojos cerrados. La humillación era nada, comparado a ese sentimiento de culpa; el sentir que le estaba fallando a mi hija, a Kenji, e incluso a mi misma. Nada era lo mismo; ni lo besos, ni esas manos que me tocaban con deseo y desespero, como un animal hambriento que solo buscaba saciar su hambre. Tener recuerdos de Kenji en un momento donde otro hombre estaba entre mis piernas, me hacía sentir la mujer más sucia, desgraciada y despreciable del mundo. Lágrimas brotaban de mis ojos sin cesar, cuando sentí que Shiro le dio un golpe a la cama.
—¿Has visto lo patética que luces llorando? No soporto ver que la Rui que conocía, se haya vuelto una maldita llorona. Antes hacías todo para no llorar y mostrarme un carácter fuerte, en cambio ahora te has vuelto muy frágil. ¿Eso es lo que te enseñó ese maldito muerto?
—¿No te has dado cuenta que ya las cosas no son como antes, que ya no causas nada más en mi que no sea asco? Dijiste que solo debía ser tuya cuando quisieras, pero en ningún momento dijiste que tenía que fingir que me gusta ser violada por ti.
—¿Así que de eso se trata? — me agarró las dos manos por arriba de mi cabeza—. Con él imagino que no te ocurría.
—¿Quieres la verdad o prefieres la mentira?
—Deberé trabajar un poco más con esa actitud. ¿De qué vale hablar de un muerto, que jamás volverás a ver? Para este momento, ya los tiburones debieron haber hecho un festín con él. Podrás haber tenido una aventura muy buena con ese tipo, pero tú me perteneces. Y ahora que ese hombre no existe, te va a tocar conformarte con lo que te toca. Serás obediente, abrirás tus piernas y vas a recibirme como te corresponde. Iba a detenerme por ese drama que habías montado, pero al ver que tienes energías para provocarme y mencionar a un muerto en pleno acto, supongo que debes tenerlas para terminar de cumplirme.
—Podrás hacer lo que quieras conmigo; violarme, humillarme, menospreciarme, pero eso no hará que te ame, Shiro. A decir verdad, nunca lo he hecho y jamás lo haré. Ahora termina, quiero ir con mi hija— mi comentario no le agradó del todo, y se levantó de encima de mi.
—Lárgate, antes de que cambie de opinión.
Me levanté de la cama y recogí mi ropa para ponermela y salir; luego llegué a la habitación con la niña y me di un baño, no quería su olor encima de mi.
A la mañana siguiente le pidió a uno de sus empleados que nos llevara a la casa. Mi auto estaba estacionado al frente de la casa, significa que lo mandó a traer. Él no nos dio la cara y fue lo mejor que hizo. La niña al llegar subió las escaleras corriendo y fui detrás de ella. La vi entrar a mi habitación, y se dobló por debajo de la cama.
—Papá dejó las maletas, mamá.
No se me cruzó por la cabeza que ella iba a rebuscar, y me puse nerviosa por su descubrimiento.
—Sí, el viaje fue de imprevisto, mi niña. Ve a darte un baño para que estudiemos.
Ella cabizbaja se fue de la habitación, y busqué en las gavetas otro celular que había dejado Kenji para llamar a Shu. Me encerré en el baño para contarle todo, y de paso, para que me ayude a sacar a la niña de aquí. Yo no puedo irme, pero debo sacarla a ella. Me quedaré a ajustar cuentas con el supuesto traidor y con Shiro. Le dije que la llevara a la casa de la isla, es un lugar seguro y apartado. Por debajo de la casa hay un pasadizo subterráneo y la sacará por ahí. Kenji tomó todas las medidas pertinentes por si debíamos abandonar la casa en algún momento. No dejaré que se le acerque a la niña, asi sea lo último que haga.
Busqué los contactos allegados a Kenji, en especial el del tal Jack. Él ya había estado en nuestra casa e incluso asistió a nuestra boda. ¿Quién iba a imaginar que ese infeliz iba a traicionar a mi esposo?
—Mamá...— escuché la niña entrar a la habitación, y salí del baño.
—Pequeña, necesito que hagas tu maleta. Shu vendrá a recogerte en unos minutos y debes estar lista.
—¿De verdad?
—Sí, tiene una sorpresa esperando por ti. Date prisa a recoger todo.
—Sí, mamá— salió corriendo a su habitación.
Busqué el arma que Kenji había guardado en la caja fuerte y la guardé en mi pantalón. Voy a proteger a nuestra hija, Kenji. Cueste lo que cueste.
Cuadrando la hora, decidí llamar a Jack y citarlo en mi casa. No ha de ser extraño, ya que otras veces ha venido a la casa. La excusa perfecta eran las vacaciones que iba a tener Kenji en unos meses, era algo que aún no se había cuadrado. Aun si Shiro sabe de su presencia aquí, no hará la diferencia, porque voy a asegurarme de que los dos paguen por lo que le hicieron a mi esposo.
Minutos después, Shu me llamó avisándome que estaba esperando a la niña por el subterráneo, y le di un beso en la frente antes de despedirme de ella. La hice bajar, y Shu se aseguró de llevársela. Era el momento de darme un buen baño, y recibir a ese infeliz.
Estuve mirando por la ventana, ya que la camioneta de los hombres de Shiro estaban cerca de la entrada. Esos empleados y ese viejo serán la carnada para llamar la atención de Shiro.
A la hora que llegó, fui a recibirlo en la puerta. Me dio tiempo a preparar todo. Me puse el mejor traje que tenía dentro del armario, ya que debía hacer las cosas bien. Todos los hombres de su clase son unos cerdos, ven a cualquier mujer y no disimulan. Lo senté en el sofá de la sala y le ofrecí el té que ya había preparado. Al ver que accedió, serví la taza de té frente a él y lo observé mientras se la tomaba.
—¿Qué puedo hacer usted, Sra. Ogawa? — ¿Aún tiene el descaro de llamarme por el apellido de mi esposo?
—Primero que todo, gracias por haber venido. Verá, mi esposo ayer me envió un mensaje diciéndome que había un operativo que le habían encargado a él, y estoy muy preocupada porque considero que es muy peligroso que se siga exponiendo de esa manera. Los últimos cuatro operativos que hubieron, él fue quien estuvo a cargo. ¿No se supone que luego de todo lo que ha hecho, le den al menos unas vacaciones tempranas? Él está trabajando muy duro y creo que se merece esas vacaciones.
—Sra. Ogawa, las vacaciones no funcionan así… — no lo dejé hablar, solo crucé las piernas y llevé mi mano a mi muslo.
—Sé que no es así de fácil, por eso le llamé a usted.
Lo vi sacudir la cabeza y soltar la taza encima de la mesa.
—¿Qué está tratando de decir? — desajustó su corbata, se notaba que ya estaba presentando los primeros síntomas.
En dos minutos aproximadamente, ya su cuerpo no podrá moverse. Me levanté, y me acerqué a él.
—Que usted es muy fácil de manipular, ¿No lo cree? — saqué el cuchillo de mi traje, y lo acerqué a su barbilla—. ¿Cuánto te pagaron por haberle tendido una trampa a mi esposo? Dime, porque será la misma cantidad de cortes que te haré en los huevos, cabrón.