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Chapter 103 - 101

—¡Te odio, te odio, te odio! — le di varios golpes en el pecho, y me agarró fuertemente las manos.

—Deberías odiarte a ti misma. Al final de cuentas, esta es tu culpa. Nadie te manda a jugar conmigo y a burlarte de mí en mis propias narices. Ni siquiera por el bebé que perdimos lloraste, como lo has hecho ahora por ese pobre infeliz.

—Un pobre infeliz que me supo dar lo que tú jamás podrías darme; un pobre infeliz que ha sido más hombre y mejor padre que tú.

—Querrás decir que fue, porque ya se fue— su comentario dolió mucho, pero no estaba dispuesta a darle el privilegio de lograr su objetivo.

—Tú ganas. Espero estés satisfecho luego de lo que hiciste, porque este daño no solo me lo haces a mi, también se lo acabas de hacer a mi hija— me solté de su agarre, y me levanté del suelo—. Ya me viste humillada, tal y como me querías, pero será la última vez que lo hagas. Algún día te tocará pagar por todo lo que me has hecho, no olvides que nadie se va sin pagar— sequé mis lágrimas y salí de la habitación.

Fui en busca de mi hija por toda la casa, hasta que escuché sus risas en una de las habitaciones y entré. La habitación se veía muy colorida, llena de muñecas, juguetes, de todo tipo de cosas. La observé desde la puerta con el corazón hecho pedazos. ¿Cómo se supone que le diga? ¿En qué momento es adecuado hacerlo?

—¿Ya nos vamos, mamá?

—No, se quedarán aquí. ¿No te gustaría divertirte mucho más con Carla? — Shiro se paró detrás de mí, y me alejé.

—¿Nos quedaremos, mamá? Pero ¿Y papá no se molestará?— su pregunta fue como si me hubieran atravesado el puñal por segunda vez en el pecho.

—Ya hablé con papá y no tuvo objeción, mi amor — fingir en un momento en que estoy tan destruida y dolida era difícil, pero no quería que ella supiera sobre esto ahora.

—Se van a divertir, y más porque dormirán juntas— dijo Shiro.

—Pero ¿Y mamá?

—Ella dormirá en otra habitación— supe de sus macabras intenciones, y debía evitar a toda costa que eso sucediera.

—No, yo dormiré con mi hija.

—Sí, yo quiero dormir con mamá.

—Bueno, está bien. Vayamos a la mesa, la cena ya está servida y deben tener mucha hambre.

Las niñas salieron corriendo al comedor y me quedé a solas con Shiro. Sabía que diría algo, y como no quería escucharlo, decidí seguir caminando en dirección a las niñas. Nos sentamos todos en la mesa, y en realidad no tenía hambre. Los recuerdos de Kenji se cruzaban por mi mente, esas cenas en familia, donde siempre estaba llena de conversaciones sin importancia, pero divertidas. Mi corazón dolía, y las lágrimas estaban en el borde de mis ojos, pero el malestar que tuve me llevó a levantarme de la silla. Todos en la mesa me miraron y traté de soportar las náuseas que estaban invadiendo mi garganta.

—¿Estás bien, mamá?

—Sí, mi amor. ¿Dónde está el baño? — le pregunté a Shiro, y fue Carla quien se levantó de inmediato.

—Es en el segundo piso, yo la llevo— me agarró la mano y me llevó, luego que me dejó en la puerta se regresó.

Las náuseas eran tantas, que terminé vomitando. Tenía el estómago vacío, como que no había comido nada en todo el día. La quemazón que por mi garganta pasaba y el ardor en mi estómago era insoportable. Tuve un breve pensamiento que me llevó a cuestionarme la fecha del último período, y al reconocer los síntomas y recordar que llevaba aproximadamente cuatro semanas de retraso, pensé en la posible razón. Me miré en el espejo y acaricié mi barriga mientras miraba el anillo. Solo espero que sea por no haber comido, y no por lo que creo que es. Aunque si se diera el caso que eso es lo que está ocurriendo, sería el único pedacito que me queda de Kenji y debo protegerlo a toda costa. Salí del baño, y me asusté al ver a Shiro recostado de la pared.

—¿Qué quieres? — traté de ocultar los nervios, y él se me quedó viendo.

—Debía asegurarme de que no intentaras algo.

—Despreocúpate, no iré a ninguna parte— le pasé por el lado, y me agarró el brazo.

—¿Estás embarazada? — su pregunta hizo tensar hasta el último músculo de mi cuerpo.

—¿Por qué tanta curiosidad? ¿No crees que estás mostrando demasiado interés por mi? No lo estoy, pero créeme, si algún día tengo otro bebé, voy a asegurarme de que no sea tuyo— me solté de su agarre, y seguí caminando.

La hora de recogernos llegó, y luego de bañarme con mi niña, nos recogimos en el cuarto. Me aseguré de que la puerta estuviera cerrada con seguro, no quería sorpresas. La verdad es que no pegué el ojo durante toda la noche. ¿Quién podría dormir en una situación como esta? Varias veces me encerré en el baño a descargar el dolor que por dentro me estaba consumiendo. Saber que no volveré a verlo, que deberé seguir adelante sin él, y que tendré que aceptar en algún momento la idea de que esa persona que tanto amé y que tanto amo, ya no estará con nosotras y que debo ser fuerte por mi hija, duele y lastima.

A la mañana siguiente nos pusimos la ropa que ese infeliz había mandado a colocar en el armario para nosotras. Todo se nota que lo había planificado bien.

—Feliz cumpleaños, mi princesa— la abracé, y le di un beso en la frente.

—Gracias, mamá. ¿Papá llamó? Extraño a papá— mi corazón volvió a agitarse, y a estremecerse del dolor.

—No te preocupes, ya llamará, mi amor.

Mientras desayunábamos todos, mi hija rompió el silencio que había. Luego de lo que le dije esta mañana, la he notado ansiosa.

—Hoy volveremos a casa, ¿Verdad, mamá?

—No, hoy no volveremos, cariño.

—¿Por qué? Papá dijo que iríamos hoy a la tienda a comprar mi regalo de cumpleaños. Además, aún no me ha llamado.

—Pequeña, papá tuvo que viajar debido al trabajo y me pidió que fuera contigo a comprarla por él.

—Pero ¿cuándo te dijo eso? Hoy es mi cumpleaños y papá siempre viene a celebrarlo conmigo.

—Yo las llevaré— Shiro se metió en la conversación, y ella le miró.

—No se preocupe, señor. Es mi mamá quien me debe llevar con papá.

—No continúes mencionando a tu papá, ¿De acuerdo? — el comentario de Shiro no le agradó, y lo miró fijamente.

—Es mi papá, ¿Por qué no debo mencionarlo?

—Porque no está aquí para hacerlo.

Me levanté de la mesa por su respuesta que, aunque ella no entendía, yo sí lo hice.

—Le pido disculpas, señor. Hoy necesitaré que nos lleve a la tienda a comprarle el regalo de cumpleaños a mi hija, por favor.

Shiro me miró, y luego de unos instantes en silencio, se dignó a responder.

—Esta bien, las llevaré.