—¡Ella no es tu hija! Esto debe ser algo montado por Fumiko. ¿Has tenido contacto con ella? Tu y yo habíamos terminado cuando yo quedé embarazada. ¿No te das cuenta que es imposible? Ella me secuestró cuando tú y yo nos habíamos dejado, y no solo eso, me drogó para que abusaran de mi, pero por suerte, no le salieran bien las cosas.
—Ella me explicó lo que sucedió, y a decir verdad, no me importa el método que usó, Koemi es mi hija, y por lo tanto, ella debe estar conmigo.
—¿Y lo dices como si nada? ¿Qué te explicó ella? ¿Tú estuviste detrás de lo que pasó, y por eso estás tan tranquilo y no te importa lo que me hizo?
—No seas estúpida. Si quiero embarazar a mi mujer, no necesito de ningún otro método para hacerlo, que no sea llevarla a la cama directamente.
—Entonces ¿Qué te dijo para que le creas? ¿Qué fue lo que me hizo mientras estaba inconsciente? Si tú no estabas ahí, y no tuviste nada que ver, ¿Cómo es posible que sea hija tuya?
—Se llama inseminación artificial, estúpida.
—¿Qué?
—Mi madre era amiga del doctor que mataron ese día; del mismo que realizó el procedimiento. ¿Recuerdas al médico que nos atendió y nos envió a recibir tratamiento porque tú no quedabas embarazada? ¿Recuerdas todo lo que recolectaron de mi para el tratamiento? Debo admitir que ella fue muy astuta e inteligente para adquirirla con tal de que volviera a confiar en ella. Por primera vez debo agradecerle algo. No querías darme un hijo, pero terminaste dándome una hija. Debes estar ardiendo de la rabia por dentro, ¿Verdad? — su burla me hizo enfadar.
—¡Ustedes dos son unos enfermos!
—Yo no tuve nada que ver. Todo eso lo supe cuando salí de la cárcel.
—Querrás decir cuando escapaste…
—Salir es salir, no importa qué método utilicé.
Su teléfono vibró y él lo miró con una sonrisa.
—No te quiero cerca de ella. A ella no la vas a arrastrar a esa miserable vida que llevas. Me la voy a llevar de inmediato.
���Tu aquí no decides nada. Si tú quieres irte, puedes hacerlo, pero ella se quedará conmigo. La has tenido por muchos años, y yo no he podido compartir con ella más de dos putos minutos. Debo avisarte, que en el momento que te vayas, no volverás a verla nunca más.
—¿Cómo te atreves a amenazarme con mi propia hija? Aún si ella lleva tu sangre, tú no tienes ningún derecho sobre ella. No dejaré que la confundas y la vayas a poner en contra de su padre y mía. Solo haces todo esto para lastimarme. Quieres vengarte por todo lo que, según tu, hice mal en el pasado. Hazme sufrir a mi si quieres, pero no metas a mi hija en esto.
—¿Aparecer a conocer, a pasar tiempo, o a ganarme la confianza de mi hija, no es un derecho que merezca, solamente porque tú lo dices? Te diré una cosa, pequeña salvaje; a ti te detesto, y quiero ver tu cabeza en el mismo lugar donde estoy pisando, pero si te desaparezco como quiero hacer en este momento, estaría haciéndole daño a mi hija, y no es como que quiera ganarme su desprecio. Digamos que estoy tratando de controlar esas ganas de estrangularte, y más luego de lo que dijiste hace un momento. Debo recordarte y hacerte entender que, te guste o no, mi hija estará conmigo. Si quieres irte puedes hacerlo, pero nunca más regreses.
—¡¿Por qué tienes que venir a arrebatarnos la felicidad que hemos tenido hasta ahora?! — le reclamé.
Con una sonrisa se acercó, hasta quedar cerca de mi oído.
—Tu me debes mucho, y te lo dije ya una vez; te haré vivir un infierno por lo que te resta de vida. Ahora no podré matarte como quiero, pero te aseguro que vas a desear no haber nacido. Y comenzaré con tu amado y querido esposo. ¿Qué tal si le hacemos una última llamada? Te daré la oportunidad de verlo.
—No te atrevas a lastimarlo, Shiro.
—No te podré tocar a ti, pero él deberá pagar por tus errores— marcó por video llamada y le pidió a su empleado que le enseñaran a Kenji.
Al ver en el estado que estaba, lágrimas bajaron por mis mejillas. Se veía muy golpeado y su rostro estaba empañado de sangre. El uniforme estaba desgarrado y por su pecho recorría parte de la sangre que se deslizaba de su rostro. Logré ver que lo tenían sentado en el borde de una lancha, y estaba cabizbajo.
—¡Kenji!— le llamé, pero no tenía fuerzas ni siquiera para levantar la cabeza—. Kenji, perdóname. Todo esto es mi culpa.
—La salvaje se nos puso sentimental.
—Me quedaré con la niña aquí, te pediré perdón todas las veces que quieras, pero pídeles que lo suelten, por favor— mis lágrimas no cesaban. Estaba aterrada por lo que pudieran hacerle ahora.
—Ni siquiera por mi te había visto rogar o llorar. ¿Tanto te importa ese inútil?
—Suéltalo, por favor— le rogué sujetándome de su traje. Estaba dispuesta a lo que fuera, con tal de que lo dejara ir.
—Arrodíllate— me arrodillé sin protestar esperando que eso sirviera de algo, cuando lo vi agacharse delante de mí y sujetar mi mentón—. ¿Qué se dice?
—Perdóname por todo lo que te hice. Fue mi error, Shiro. Ahora, por favor, déjalo ir— le rogué, algo que jamás en mi vida pensé que haría.
—No veo arrepentimiento en tu mirada, y así no funciona esto, Rui. Me temo que tus disculpas no son aceptadas. Matenlo— su orden me hizo tratar de arrebatarle el teléfono.
—¡No, Shiro! ¡No lo hagan!— grité con todas mis fuerzas, cuando escuché el disparo por la llamada y lo último que vi de la persona que me hizo tan feliz por estos años, fue el cómo lanzaron su cuerpo al agua.
La opresión del pecho, vino acompañada de ese nudo en la garganta. Todos los recuerdos bonitos que pasamos juntos, nuestra boda, ese día especial cuando le dimos la bienvenida al mundo a nuestra hija, todo ese dolor se acumuló en mi pecho, como si se tratara de un puñal atravesado en el. Algo se había roto dentro de mí. Todo fue mi culpa. Fui egoísta. Pensé en encontrar mi felicidad, sin pensar en que lo arrastraría al mismo infierno del que no he logrado salir. La amargura, el dolor, la impotencia, la soledad, todo se juntó, haciéndome sentir más miserable.