Esto no puede ser cierto. ¿Cómo puede estar él aquí? ¿Cuándo, o cómo salió? ¿Cómo supo dónde estaba? Es como un maldito fantasma, que me persigue a donde quiera que vaya. Por más que huya, siempre termina encontrándome. Yo que pensé que por fin había sido libre, pero esto no parece acabar hasta que uno de los dos no exista.
—Acompáñame al baño, pequeña— le coloqué mis manos en los hombros a Koemi, tratando de sacarla de ahí.
—¿Has hablado con tu papá, princesa Koemi? — su pregunta fue una indirecta para mí, más bien una amenaza, lo supe de inmediato.
—Mi papá está trabajando— ella le respondió, y le presioné más el hombro.
—Le agradezco la invitación, pero he recordado que tengo algo que hacer. Tendrá que ser en otra ocasión— alejé a mi hija de la mesa, y él sonrió.
—Comprendo. Supongo que debe estar cansada del trabajo y quiere llegar a la casa a descansar— su comentario me causó escalofrío.
Significa que él ya sabe dónde trabajo también. En este momento debe saberlo todo. ¿En qué momento tuvo que ocurrir esto? ¿Por qué tuvo que volver a aparecer en mi vida?
—¿Qué te pasa, mamá? Me duele lo que estás haciendo— Koemi chilló al haberle pellizcado muy fuerte, y Carla se levantó.
—Deje quedar a mi amiga un rato, por favor. Mañana es su cumpleaños y queríamos celebrarlo, ya que no tenemos clase los sábados.
Él no se inmutó a decir nada, porque sabía que no me atrevería a hacer nada al respecto, con tal de no involucrar a mi hija. Mi arma está en el auto, ahora mismo estoy desarmada. Para completar, Kenji no responde las llamadas. ¿Y si ese desgraciado tiene algo que ver? ¿Y si le hizo algo? Me invadió la preocupación y la inquietud. Él no puede estar solo, deben estar sus hombres por alguna parte.
—Nos quedaremos unos minutos.
Carla le agarró la mano a mi hija y la hizo sentar a su lado, yo no tuve de otra que sentarme al lado de Shiro. No me atrevía ni a mirarlo, solo estaba buscando la forma de marcarle de nuevo a Kenji por debajo de la mesa, pero esta vez por la aplicación de emergencia, que es donde quedamos en comunicarnos en cualquier situación que surja. La llamada en la aplicación se quedó congelada por unos segundos, para mí sorpresa, cuando el conteo comenzó, el timbre que Kenji había seleccionado para mí número, sonó justo al lado mío. Del susto, el teléfono mío se me cayó al suelo y mi hija me miró.
—Mamá, ¿Realmente te encuentras bien?
Me levanté de la mesa de prisa y agarré el celular. Si ese maldito tiene su celular, significa que también debe tener a Kenji.
—Vayamos a otro lugar a hablar…— le dije, pero él no se levantó de la mesa.
—No es correcto dejar a nuestras hijas solas. Existen muchas personas malas en el mundo, capaces de secuestrar niñas— su comentario fue otra amenaza, y apreté el teléfono entre mis manos.
No quería preocupar a mi hija con la situación que estábamos enfrentando, ni mucho menos con lo de su padre, tampoco quería ponerla en peligro con este maldito loco, pero ¿Qué opciones tengo? Si trato de huir con ella, él no dudará en hacernos daño. Me encontraba entre la espada y la pared. No me queda de otra que hacer lo que diga, al menos por ahora.
—¿Qué le parece si llevamos a las niñas a mi casa? Mi hija tiene un cuarto de juegos, donde podrán jugar cómodamente y divertirse.
—¡No!— respondí automáticamente, y mi hija en su inocencia y ajena a la situación, bajó la cabeza.
—No debería ser tan dura con ella, es una niña y solo quiere divertirse— asomó el celular de Kenji por el bolsillo, y apreté mi traje.
No puedo actuar de la misma forma que lo haría si estuviera sola con él.
—Lo siento, mi niña. Iremos con él y tu amiga para que se diviertan un poco, ¿De acuerdo?
Todos nos levantamos y le agarré la mano a mi hija. Quería aprovechar en la oportunidad que tuviera para salir huyendo, pero por desgracia, no vi ninguna oportunidad, ya que cuando salimos, dos hombres nos estaban esperando en la salida.
—Nos iremos en mi auto, ya que será mucho más cómodo— murmuró en un tono dónde únicamente yo pudiera escucharlo.
No protesté, porque mi hija estaba presente. De igual manera, no iba a poder hacer mucho. No quiero que le haga nada. Mientras pueda defenderla de este ser inmundo y despiadado, lo haré. Ya buscaré la forma de lidiar con él.
Llegamos a una casa, y vi el movimiento de varios hombres afuera, aunque ninguno se veía armado. Nos bajamos y las niñas se juntaron, queriendo correr dentro de la casa. Quería evitar que se alejara, con miedo a que él le hiciera algo, pero él no la observó a ella, él no dejaba de mirarme a mi.
—¿Nos vas a intentar huir? — su pregunta me hizo rechinar los dientes.
—Quiero ir con mi hija.
—Ella estará bien. Carla y ella se van a divertir jugando. Nosotros vayamos a un lugar donde podamos estar a solas.
Lo seguí hasta su habitación, mientras por el camino observaba con detenimiento cualquier cosa que pudiera ayudarme en mi defensa.
—No te atrevas a hacerle daño a mi hija, maldito— le advertí según cerró la puerta.
—¿Eso es todo lo que vas a decir, luego de haber estado tanto tiempo sin vernos? Has cambiado mucho, salvaje. Te ves muy cambiada, más madura, más atractiva. Parece que el haberte casado y convertido en una mujer de la casa, fingiendo ser una mujer decente y honesta, te ha sentado bien. Desafortunadamente, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
—¿Qué demonios es lo que quieres? ¿Por qué demonios no me dejas en paz? ¿Dónde tienes a Kenji?
—Una pregunta a la vez. Ya me había estado extraño que no mencionaras a ese pendejo. ¿No consideras que es un descaro preguntarme sobre él?
—¿Qué le hiciste?— insistí.
—¿Quieres saber? — se acercó, y me encaró—. Desnúdate, y te diré.
—Estoy harta de tus juegos. Dime, ¿dónde tienes a mi esposo?
—Debe estar pasándola muy mal en compañía de mis hombres. No dudo que para este momento, ya esté rogando para que acaben con su sufrimiento.
—¡Eres un maldito!— lo empujé, y él sonrió—. Te juro que si le haces algo, voy a matarte.
—¡Qué nostalgia, salvaje! Por supuesto que voy a matarlo. Eso es lo que se merece ese cabrón por haberse metido conmigo. Me quitó la libertad, me quitó a mi mujer, y también el derecho de estar con mi hija. Tengo suficientes razones para destruirlo.
—¿A tu mujer y a tu hija? ¿De qué demonios hablas? El único culpable de que lo nuestro no hubiera funcionado, fuiste tú. Por esas inseguridades, impulsos, y actitud. Fuiste tú quien acabó con todo; incluso con lo que yo sentía. Además, ¿De qué hija hablas? ¿Has enloquecido?
—¿Vas a negarme en la cara que Koemi es mi hija? ¿Cuánto tiempo más piensas hacerte la estúpida? ¿Cuánto más piensas mentir? — sacó un papel doblado de su bolsillo, y me lo extendió.
Al ver el resultado de la prueba de paternidad, quedé espantada al ver que había un 99.9% de probabilidad. Esto no puede ser posible. Esto no puede ser real. Tuve un sinnúmero de recuerdos, la gran parte de ellos fueron lo ocurrido con Fumiko y esas palabras que había dicho: «Podrás dar a luz un bebé fuerte y sano, más que pondrá fin a esta guerra sin sentido que han montado.» En ese momento todo cobró sentido, pero no lo quería creer.
—Ya lo sé todo, así que no tienes que seguir ocultándome la verdad. Si tú tienes derechos, yo también los tengo sobre ella. Ella es mi hija y no dejaré que ni tú ni nadie me impida estar cerca de ella.