Con el pasar de los años me he ido acostumbrando a esta vida pacífica, llena de desafíos, de pruebas, de felicidad, pero sobre todo de mucho amor. Koemi llegó a nuestra vida para cambiarla por completo. No pensé que merecía tanta felicidad, como la que he tenido hasta ahora. La etapa de ser padres fue difícil, pero la hemos disfrutado cada segundo.
Kenji ha sido un padre y esposo ejemplar. Es adoración con nuestra hija, y ella con él. Nos cuida, nos protege, nos demuestra con hechos lo mucho que nos ama. Siempre ha puesto nuestra familia por encima de todo. Continúa trabajando, algo que me preocupa mucho son los operativos que últimamente ha estado teniendo. Reconozco que su trabajo es muy importante para él, pero el riesgo que implica, es lo que más me inquieta. En el último operativo, tuvo un enfrentamiento en el casi le cuesta la vida.
Por otro lado, Shu es el padrino de nuestra hija. Es otro que es locura con Koemi. No quiere cuentas con ella. Últimamente ha estado algo perdido, pero es porque está saliendo con una chica; algo que me alegra muchísimo. Él merece ser feliz y tener una persona que lo ame. Creo que todos merecemos eso.
En las vacaciones de la escuela nos quedamos en la casa de la isla. Decidimos comprar una casa que estuviera cerca de su escuela para que así fuera mucho más fácil y cómodo. No cabe mencionar que abrí una pequeña boutique de prendas y accesorios. Deseaba invertir y generar más dinero, más no quedarme de brazos cruzados. Quiero que el día que yo falte, a mi hija no le falte nada, así que decidí ir ahorrando para depositar dinero limpio en la cuenta de mi hija. Sería una vergüenza muy grande que ella algún día se entere de mi pasado, así que he hecho todo para que nada de eso ocurra.
Me encontraba frente al armario de mi habitación, cuando salió Kenji del baño.
—¿Cómo te sientes, preciosa?— venía abotonando la chaqueta del uniforme.
—Me siento muy bien. ¿Quién no estará así luego de lo de anoche? — me acerqué para ayudarle a abotonar la chaqueta, y sus manos se posaron en mi cintura.
—Te voy a echar mucho de menos, mi cielo.
—Y yo a ti. Ten mucho cuidado, ¿Si?
—Siempre lo tengo.
—Asegúrate de regresar, cariño— acaricié su mejilla.
—No me gusta cuando dices esas cosas. Sabes bien que tengo millones de razones para regresar; y sabes bien que hablo de mi hermosa hija, y mi bella esposa— me besó, y entrelacé las manos en su pelo para profundizar el beso, cuando la niña entró a la habitación sin tocar, y los dos quedamos derechos.
—¡Los he sorprendido! ¿Dándose amor desde temprano? — corrió hacia nosotros y se subió en los brazos de Kenji.
—Tu mamá fue quien me atacó primero— se defendió.
Ella nos miró a los dos y sonrió.
—¿Ya decidiste lo que quieres para tu cumpleaños mañana?— preguntó Kenji, dándole varios besos en la mejilla.
—Quiero una muñeca.
—Oh, ¿Y qué tipo de muñeca?
—Quiero escogerla yo misma, papá.
—Bueno, está bien. Mamá y papá te llevarán a la tienda mañana, ¿De acuerdo, mi princesa hermosa?
—Sí— sonrió, y lo abrazó.
Ya tenemos una fiesta sorpresa preparada para ella mañana, era algo que veníamos hablando y planeando desde hace varios meses.
Él la llevó a la escuela para luego seguir a su trabajo y yo me dirigí al mío. Estuve toda la mañana haciendo varios trámites y realizando varias compras, para que los productos que he estado esperando desde hace cinco días, nos lo envíen en la tarde de hoy y el sábado. Es lo único estresante de todo esto. Tener que lidiar con personas difíciles y descuidadas, que no están al pendiente de las cosas.
Estuve mirando cada vez el reloj porque ya me tocaba ir a buscar a mi niña a la escuela, pero debía hablar con las empleadas primero; por lo tanto, las reuní en mi despacho y les mostré los recibos.
—Los productos del Sr. Pilliph llegarán en la tarde, así que necesito que se queden ustedes aquí y cierren bien la tienda. Debo ir a buscar a mi niña a la escuela— sentí un pequeño desbalance, y me incliné sobre mi escritorio.
—¿Se encuentra bien? Se ve muy pálida — Kiara se acercó, y asentí con mi cabeza.
—Sí, no se preocupen. Omití el almuerzo y creo que eso me tiene algo mareada. Ya se me pasará.
—Se ve muy cansada, debería descansar y dejarnos el trabajo a nosotras, señora.
—Les dejo ese encargo. Tan pronto cierren, no olviden darme una llamada para notificarme.
—Lo haré, no se preocupe.
Pasé a buscar a mi hija, y se subió tarareando una canción. Me di cuenta de que llevaba una rosa blanca en sus manos. Se veía muy feliz y risueña como de costumbre.
—¿Podemos detenernos en la heladería, mamá?
—¿Tienes ganas de comer helado, mi amor?— la miré por el retrovisor.
—Carla y su papá me invitaron a celebrar mi cumpleaños por adelantado, y quedamos en encontrarnos allí. ¿Será que puedo ir?
—Entiendo que quieras ir, pero no puedo dejarte sola, princesa.
—No, quiero que conozcas a Carla.
—¿Y esa rosa que tienes en la mano, pequeña?
—Me la dio ella.
—¿Carla es tu amiga?
—Sí, es mi mejor amiga.
—Supongo que un rato no está mal. Llamaremos a papá y le avisaremos, por si acaso llega antes que nosotras a la casa.
—Pero papá siempre llega tarde a la casa.
—Es solo por si acaso.
Nos detuvimos en la heladería que solíamos visitar con Kenji, y mientras caminábamos dentro, le marqué a mi esposo, pero no respondió. Debe estar muy ocupado, por lo regular siempre responde. Le envié un mensaje, y mientras escribía, mi hija me guiaba hacia la mesa.
—Mamá, ella es Carla y su papá.
—Lo siento, estaba atendiendo algo importan… — levanté la mirada y quedé impactada, o mas bien, paralizada. Hasta por unos momentos sentí que se me acortó la respiración, al ver que quien estaba sentado en la silla con una niña, era Shiro.
—Un placer conocerla— su maliciosa sonrisa me provocó un escalofrío en la espina dorsal, y temblores en las manos e incluso en las piernas.