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Chapter 99 - 97

Estaría mintiendo si digo que no. Claro que moría por eso. Nada más de recordar todo lo que Kenji ocasiona en mí, era inevitable no desearlo.

Nos dimos un ligero baño, y nos dirigimos a la habitación. Luego de acostarme en la cama, vi que estaba buscando algo dentro de la gaveta, fue cuando alcancé a ver una pequeña botella de aceite en su mano.

—¿Eso para qué es?— pregunté curiosa.

—Solo relájate, sé que te gustará, princesa.

Entró a la cama y me hizo colocar de costado, vi que derramó en su mano el aceite y lo frotó entre ambas, para luego pasarla gentilmente en la zona alta de mi espalda con movimientos circulares y delicadas caricias. El olor a Sándalo era muy relajante, pero no más que la forma en que sus manos masajeaban cada parte de mi espalda.

Se quedó así por un largo rato, pero luego sus manos fueron lentamente descendiendo hasta posarse en ambos muslos, para repetir sus masajes circulares; aunque podía percibir la presión que la yema de sus dedos iban ejerciendo, causando escalofríos en todo mi cuerpo. Fue adentrándose a la parte interna de mis piernas, y acaparando cada centímetro de ellas. Estaba hechizada por la suavidad de sus manos y la delicadeza en que me tocaba, que cuando sentí un dedo precipitarse a mi vagina, gemí ante el cosquilleo que provocó.

Él no dijo nada, solo se detuvo y me hizo acostar boca arriba, no puedo negar que me sentía un poco avergonzada. Kenji se mantuvo a los pies de la cama, y volvió a derramar aceite en sus mano para esta vez a masajear la planta y los talones de mis pies. Pensé que me daría cosquillas, pero de la forma que lo hacía era estimulante. Se coló entre mis dedos e individualmente los masajeó. Mi temperatura se iba elevando con cada caricia y masaje que sus manos hacían en mi piel.

Una vez se detuvo, ascendió por mis piernas entre besos y caricias, pero se detuvo por unos instantes frente a mi parte baja y luego saltó hacia mi vientre con una sonrisa maliciosa. Su intención era dejarme con las ganas, y a decir verdad, lo consiguió; estaba deseosa por más.

Fue dando suaves besos subiendo por el camino del ombligo hasta mi pecho, acercó su boca deleitándome con sus suaves y tiernos besos; luego alternó los besos con ligeras lamidas eróticas y acercándose cada segundo más a mi pezón. Los acarició y los masajeó suavemente, mientras los lamía con la punta de su lengua. Podía ver claramente todo lo que hacía con ellos y la mirada perversa que me daba. Estaba ardiendo por dentro solo con eso.

Abrió y besó suavemente mi entrepierna, estaba tan sensible, que mi cuerpo estaba temblando y moviéndose para que finalmente llegara a mi vagina. Su dedo se deslizó por entre medio de mis labios y gemí ante esa sensación de hormigueo. No esperaba que hubiera llegado al fin el momento, cuando su lengua se aproximó a mi vagina y la lamió de abajo hacia arriba, hasta detenerse en mi clítoris. Mis manos se aferraron a la sábana, al sentir como su lengua acaparó fogosamente cada parte de mi vagina. Esas técnicas que utilizó fueron maravillosas. Estaba cautivada, hechizada, casi perdiendo la cordura. El perfecto ritmo, y la atención brindada al devorarme, me tenía alucinando; y es que no solo se concentró en lamer, sino en succionar y a penetrarme intensamente con su lengua.

—Quiero que te corras en mi lengua— su perverso pedido, me causó una vergüenza indescriptible, pero inevitablemente en lo más profundo de mi ser, una corriente se concentró en esa área, haciendo que al Kenji continuar, un hormigueo me invadiera.

Mis gemidos ya eran incontrolables, tanto como mis espasmos y temblores. La mirada que me dedicaba mientras lo hacía, me tenía muy excitada; es como si conociera todas las partes que más caliente me ponen.

Entrelacé mi mano en su húmedo pelo, de alguna forma eso me estimulaba más. En especial, el hecho de que él intensificaba los movimientos circulares y daba varios chupones en mi clítoris cuando lo hacía. No podía soportar un segundo más de todas esas sensaciones juntas. En el momento que mi vientre se contrajo, sentí su lengua penetrarme y eso fue lo que me llevó al cielo, y más allá de el. Un escalofrío y calor invadió todo mi cuerpo, estaba húmeda, pero era del sudor y la intensidad del momento. No pudé tener ni un segundo de respiro, él se aseguró de continuar, y mis espasmos no se detenían. La corriente me estaba enloqueciendo, en especial el hormigueo que recorría mi interior. Mis gemidos de satisfacción se oían claramente en la habitación. Lo que en otras circunstancias me hubiera causado vergüenza, ahora ya nada me importaba.

Perdí la cuenta de cuánto tiempo permaneció entre mis piernas, devorándome como solo él sabe hacer. Definitivamente estaba hambriento y sediento de esto.

Aún estaba activa, cuando retomó su postura. Una de mis piernas estaba estirada, pero la otra se encargó él de doblarla, y se sentó encima de la que tenía estirada para luego penetrarme de golpe. Solté un quejido por su repentina acción. No puedo negar que con lo sensible que estaba en esa área, esa embestida alborotó hasta la última hormona.

Era fascinante esa posición, ya que llegaba justamente a donde debía, haciendo todo mi cuerpo retorcerse de placer. Creía que me rompería en sus manos, a pesar de no ser rudo. Tenía la leve sensación de que por dentro me derretía. La humedad era la culpable eso. Mi vagina estaba bien estimulada, podía sentirlo cada vez que su pene se deslizaba sin problemas dentro de mí. El hormigueo se podía percibir en las paredes de mi interior, haciendo que su pene lo aliviara al entrar y salir.

En todas las posiciones que elegimos, en cada una de ellas podía sentirme llena y satisfecha. Ya de por sí, para mi él siempre ha sido el mejor. Estaba segura que él no quería lastimar a nuestro bebé, y por eso no fue igual de agresivo como ese día. Tomó su tiempo de prepararme, me relajó, me complació, me hizo sentir sumamente cómoda y bien. En todo momento buscó la forma de acariciarme, de besarme, de transmitir a través de todo eso, el verdadero interés y amor que siente hacia nosotros. No cabía duda de que entre estos brazos que me cubren y me abrazan sinceramente, es donde quiero estar de ahora en adelante y para siempre. La felicidad sí existe, ahora puedo dar fe de eso.

Acaricié su mejilla al tenerlo tan cerca de mí, y sentir su suave y caliente piel rozando con la mía. A pesar de estar dándole la espalda, su rostro quedaba por arriba de mi hombro, y tener sus labios cerca me llevó a besarlo nuevamente. Nuestras manos se entrelazaron por arriba de mi cabeza y él aceleró sus movimientos, mientras continuaba con mi pierna recostada de su antebrazo.

—Te quiero, Kenji— me salió de lo más profundo de mí, en su rostro se mostró la sorpresa ante mi confesión. Estaba segura de lo que decía, mi corazón acelerado también lo confirmaba.

—Yo te quiero más, Rui —murmuró con su voz agitada cerca de mi oído, antes de darle una juguetona mordida al lóbulo de mi oreja.

Me encontraba muy sensible, pero él mucho más, lo confirmaban sus tiernos y lindos jadeos. Esa confesión fue como pulsar un botón en su cuerpo, ya que se intensificaron sus movimientos y lo llevó a culminar dentro de mí.

La felicidad, la emoción del momento, el calor de nuestros cuerpos bañados en sudor, nos hizo mantenernos así por unos instantes. A pesar de mis jadeos y mi respiración agitada, no podía dejar de sonreír. ¿Esto es lo que se siente al estar verdaderamente enamorada? Quiero seguir sintiendo esa calidez y felicidad, que solo siento cuando estoy con él.