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Chapter 94 - 92

—Kenji… — musité.

—Si sabes lo que te conviene, aléjate de ella.

—Ha venido tu nuevo amor a rescatarte, salvaje. ¿Ahora estás feliz? — retrocedió, y Kenji se acercó, dándole un golpe al arma que había soltado en el suelo.

Kenji se agachó al lado mío, y acarició mi cabeza.

—Cierra los ojos y descansa. Ya cuando despiertes voy a asegurarme de que todo esto haya terminado.

Vi a Shiro buscando en su traje, y le agarré el brazo a Kenji.

—Él tiene otra arma encima. Siempre carga dos— le advertí.

Kenji se levantó y le apuntó de nuevo a Shiro.

—Hablemos de cobardes. ¿Siempre tienes que recurrir a un arma para defenderte? ¿No te enseñaron a defenderte como hombre? Ah, claro, olvidaba que no lo eras. Si no tiras el arma que traes, no voy a dudar en vaciarte el cargador.

Shiro hizo caso omiso a la advertencia de Kenji, y en el preciso momento que asomó el arma de su traje, Kenji le dio una patada a su mano haciendo que se le cayera. Lo desarmó casi instantáneamente.

Vi como Kenji tiró su arma hacia mí dirección, y le dio un puño a Shiro en el abdomen. Era la primera vez que veía a alguien golpear a Shiro, y con tanta facilidad, que hacía que se viera sencillo. Tantas veces que había tratado de golpearlo de esa misma manera y nunca pude.

—Sin un arma, eres nadie — le dio otro golpe en el rostro, y Shiro retrocedió. Ese golpe sin duda le había partido el labio inferior.

—Hablas más de lo que haces, cabrón— se limpió la sangre que bajaba de su labio, y trató de darle un puño a Kenji, pero fue tan lento, que Kenji tuvo la oportunidad de sujetar su brazo y llevarlo a su espalda.

Shiro estaba en clara desventaja luego de que Kenji le hubiera disparado en el hombro, pero aún así no se rindió y siguió tratando de soltarse.

—No sabes lo mucho que había deseado hacer esto— le dio un rodillazo en el costado a Shiro, y él cayó al suelo—. A todos podrás intimidar, pero a mí un pendejo, poco hombre y escoria como tú, solo me causa gracia — presionó la puntera de su zapato en la herida del hombro de Shiro, y lo escuché quejarse.

—¡Esto te va a salir muy caro, hijo de puta! — le gritó molesto.

—No entiendo cómo has llegado tan lejos, cuando eres un inútil. No creas que no sé sobre lo que le hiciste pasar a Rui. ¿Cómo alguien como tú puede considerarse hombre? Esos cojones los tienes de adorno— dejó caer el tacón de su zapato en los genitales de Shiro, y lo más que llamó mi atención es que esta vez sí había sentido el golpe.

Se retorció como nunca en el suelo. De todas las veces que lo golpeé en esa área, jamás eso le había provocado dolor alguno. ¿Cómo es que ahora sí puede sentirlo?

El sonido de varias ambulancia se logró escuchar, no me explicaba cómo era posible que hubieran venido si no había nadie por el área, aparte de nosotros.

—Supongo que nuestra charla ha tenido que llegar a su fin. Espero esa pequeña lección te haya mostrado lo ordinario e inútil que eres. Me voy a asegurar de que te encierren en la celda más segura y distante posible. Pasarás tus últimos años pagando por todos los crímenes que hasta el sol de hoy has cometido. Debo dejarte claro que si no te mato ahora, es porque eso sería muy fácil para mí, mas no pienso liberarte tan fácilmente de tus culpas. Las personas como tú merecen experimentar lo que es estar encerrado y ser lentamente torturado hasta el último suspiro. Voy a asegurarme de enviarte uno que otro regalo para ambientar y hacer más divertida tu estadía en la cárcel. Exactamente lo mismo que le enviaste a hacer a ella en la cárcel, cerdo. Como dato curioso, me han dicho que a los guardias les encanta la carne fresca. Me encantaría ver el recibimiento que te darán por todo lo alto— volteó a Shiro, y llevó sus brazos a la espalda para colocarle las esposas.

Shiro no puso resistencia, ya que aún seguía quejándose. No podía negar que mi corazón estaba roto en mil pedazos. Se supone que me haya sentido feliz luego de haber sido testigo de esto, pero no podía estarlo del todo. Ese hombre estaba irreconocible. No parecía en nada a ese hombre que tanto tiempo quise, y que creí que había cambiado.

La ambulancia se detuvo en el lugar y Kenji se acercó a mí para ayudarme. Estaba muy adolorida como para poder levantarme por mi cuenta. Con la ayuda del paramédico y Kenji, logré hacerlo.

—Espero no verte nunca más, Shiro. Desde en hoy en adelante, para mí ya estás muerto— me las arreglé para poder sacarlo de mi pecho.

—No crean que se van a salir con la suya. Ambos acaban de firmar su sentencia de muerte.

Aún luego de todo lo que pasó, sigue con el mismo pensar. De ese monstruo he estado enamorada todo este tiempo; de ese maldito monstruo que solo destruye todo lo que toca.