Desperté por un ligero toque en la puerta y quedé sentada en la cama tapándome con la sábana. Mi cuerpo se sentía pesado, pero mentalmente estaba sumamente relajada. Miré al lado de mi, pero Kenji no estaba. Acaricié involuntariamente mis labios al recordar lo que había ocurrido anoche. No podía creer todavía lo que pasó.
—¿Quién es?
—Soy la empleada, señora.
—Adelante.
Ella entró con una bandeja a la habitación y se acercó a la cama.
—Buenos días. ¿Cómo ha amanecido? Le he traído su desayuno y unas vitaminas para que recupere las energías— colocó la bandeja encima de la cama, y sonrió.
—Gracias. ¿Y tú patrón?
—Lo solicitaron de urgencia en la base esta mañana. Él no quiso despertarla, y me pidió que a no más tardar de las 9 le tuviera su desayuno listo.
—Ya veo. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando para él?
—10 años, mi señora.
—¿Por qué me llama así?
—Le pido disculpa. No pensé que le molestaría. Pensé que ahora que el señor la ha encontrado y la trajo a aquí, debía tratarla como mi patrona.
—No lo entiendo. ¿Como que me ha encontrado?
—¿No es usted la Sra. Rui, la mujer de mi patrón?
—Yo no soy su mujer.
—Lamento haber metido la pata. Espero perdone mi atrevimiento.
—Si tiene tanto tiempo trabajando para él, debe haber algo que me puedas contar. ¿A qué te refieres con que me ha encontrado? ¿Y quién te dijo esa farsa de que yo era su mujer?
La puerta la abrieron y ambas miramos a esa dirección. Vi a Kenji entrar y me mordí la lengua. Espero no me haya escuchado averiguando sobre este tipo de cosas. Estaba uniformado y con su cabello amarrado. No podía negar que se veía muy atractivo en uniforme.
—Sal de aquí, Cassandra— le pidió, y ella cabizbaja salió de la habitación—. ¿Descansaste?
—Sí— no encontraba cómo mirarlo. No sé por qué estaba tan nerviosa con haberlo visto. Quiero pensar que fue por lo que pasó anoche.
—¿Por qué no me miras?
—Me dijo la empleada que estarías en tu trabajo. ¿Por qué regresaste tan pronto? — le cambié el tema, y él sonrió.
—Ya solucioné lo que tenía pendiente, así que quise regresar a la casa antes de que despertaras. ¿Por qué no has desayunado?
—Acabo de despertar. Necesito usar el baño primero— me traté de levantar, pero mis piernas tenían calambre.
—No deberías levantarte de esa manera. Creo que debes tomar algo de tiempo para hacerlo— trató de acercarse, pero negué con la cabeza.
—Puedo hacerlo sola— me tapé bien con la sábana y caminé despacio.
—¿Por qué estás tan coja? — su pregunta en voz alta me hizo detener.
—No hagas preguntas de las que sabes muy bien la respuesta.
—Tal vez quiero oírlo de ti.
—¿Eso te hará sentir orgulloso?
—Quizá te traiga buenos recuerdos— sonrió, y desvié la mirada.
Caminé hacia la puerta del baño, y lo escuché añadir algo más.
—Lo que te dije ayer, lo dije en serio. Espero no lo olvides.
Recordé las palabras que me dijo antes de acostarnos y aligeré los pasos para entrar al baño. Me recosté del otro lado de la puerta y toqué mi pecho. Estás muy vieja para sentir el corazón acelerado de esta manera solo por unas palabras.
Logré reponerme luego del baño y regresé a la habitación en toalla. Salí casi huyendo de él y olvidé traer una muda de ropa.
—¿No puedo tener algo de privacidad? — le pregunté al toparme con él cerca de la puerta.
—¿Puedo saber por qué me estás huyendo ahora? — me acorraló contra la pared, y en mi defensa, coloqué mi mano en su hombro.
—No te estoy huyendo, solo quiero vestirme.
—Te has vuelto muy mala para mentir. Antes no estabas así de nerviosa conmigo, ahora incluso tus manos están temblando. ¿Puedo saber qué tienes? ¿Qué tanto pasa por esa cabecita que te tiene tan pensativa y distante?
—Solo quiero dejar claro que lo que sucedió anoche, solo ocurrió porque estaba drogada. En mi sano juicio, jamás me hubiera acostado contigo.
—¿Así que se trata de eso?— se acercó a mi oreja, y mi respiración se agitó—. Dime algo que logre convencerme de lo que dices— toda mi piel se erizó al escuchar su voz tan cerca de mi oído.
¿Por qué no puedo empujarlo o golpearlo por su atrevimiento? Es como si mi fuerza se drenara al tenerlo frente a mi. Esto no me estaba ocurriendo con él antes.
—Supongo que aún queda algo de esa droga en tu sistema— su mano ascendió por mi muslo, con destino a subir mi toalla, pero la detuvo justo antes de hacerlo—. ¿Necesitas de mi asistencia, pequeña Rui.
—¿Por qué tienes mi arete? — le pregunté directamente, no solo para cambiar el tema, sino porque la curiosidad me estaba matando—. No te había visto con el puesto antes.
—¿Cómo ibas a verlo antes, si no me habías visto desnudo?
—No me contestes con otra pregunta.
—¿Qué esperas que responda?
—¿Por qué lo tienes tú?
—Es lo único que tengo de la chica que me enamoré.
—¿Qué?
—Eres demasiado lenta para captar las cosas, ¿Eh? ¿No me digas que hasta ahora no te has dado cuenta de lo loco que me traes?