—¿Estás consciente de lo que estás pidiendo, Rui? A la que entre a esa cama no habrá marcha atrás. Aún así, ¿Estás de acuerdo en que lo haga? Luego no quiero lamentos.
—¿Seguirás haciendo más preguntas innecesarias? Si te dije que me ayudes, es para que lo hagas y no sigas haciéndome esperar. No tienes ni puta idea de cómo me siento ahora, como para tener que repetir lo que dije.
—Llego a saber que nuestro primer encuentro sería por necesidad, hubiera buscado la forma de cambiarlo. No me gusta ser usado, bueno, creo que a nadie le gustaría sentirse así.
—¿Te cuesta hacérselo a una mujer? ¿Acaso no eres hombre? Un verdadero hombre ya estaría entre mis piernas hace rato.
—Un verdadero hombre no se acostaría con una mujer drogada. Eso solo lo haría un cobarde oportunista.
—Eso no dijiste cuando me trajeron aquí.
—Ese día no te puse una mano encima. Mi idea en ningún momento fue que te drogaran. Mis órdenes fueron traerte aquí. Si te ofrecí mi ayuda ese día, fue porque de alguna forma, me sentí culpable por contar con alguien tan imbécil que no siguió mis indicaciones. En cambio ahora, quien se buscó todo esto fuiste tú. Estás pidiéndole ayuda a alguien de quien decidiste huir horas atrás. Aún así esperas que sea un idiota y te ayude con tu problema.
—¡Pues no lo hagas!
—Tal vez tienes razón— me arrancó la sábana de un halón dejándome por completo al descubierto—; soy lo suficiente idiota y terco, como para ayudarte en esta situación que me necesitas— colocó su rodilla entre medio de mis piernas y sus manos a ambos lados de mi—. Pero debes tener claro que a la que seas mía, tienes prohibido ser de alguien más— me besó y todas mis hormonas volvieron a descontrolarse.
Mis labios se encontraban sensibles, fue cuando comprendí la conexión e influencia que tienen ellos, con lo que estaba experimentando en mi cuerpo también. No pensé que solo un beso, pudiera ocasionar tanto.
Pude sentir sus manos alzar la fina camiseta que era lo único que llevaba puesto. En el estado en que mi vagina se encontraba, no iba a poder tolerar tener ropa interior puesta.
En otras circunstancias estaría algo avergonzada de hacer esto con alguien ajeno a Shiro o a Shu, pero no podía sentir nada de eso. Ese calor y ardor que mi cuerpo estaba experimentando, me tenía al borde de perder la razón.
Ascendió con su lengua desde mi ombligo, hasta llegar al centro de mi pecho. En ese camino que su lengua recorrió, se había impregnado la humedad a mi piel, provocando temblores en todo mi cuerpo. No podía tolerar que jugara conmigo de esa manera, porque deseaba incontrolablemente sentirlo dentro de mi.
Sus manos acariciaron mi cintura, cada una desviándose hacia direcciones opuestas. Mientras que una había descendido más allá de mi cintura, hasta posarse en mi entrepierna, la otra ascendió hasta aferrarse a mi seno.
El masaje que hacía su mano en mi seno, me tenía jadeante y temblorosa. Mi respiración se acort��, al momento en que dos de sus dedos estuvieron en contacto con los labios de mi vagina, y jugaron ardientemente con ellos abriéndolos y cerrándolos.
—¿Aquí es donde deseabas que te tocara? — su pregunta vino acompañada de una sonrisa.
—Sí— afirmé jadeante.
Repentinamente sus dedos se adentraron en mi interior, y un cosquilleo se adueñó de mi. Fue una sensación totalmente distinta a la que haya alguna vez experimentado. Solamente con la presión que ejercían al entrar, creí que terminaría en sus dedos.
Ver como su boca cubrió mi pezón derecho, y sentir como succionaba, mientras jugaba con su lengua, terminó por desbordar ese fuego que ardía dentro de mi. Mis piernas se tensaron y mi interior se contrajo. Todo mi cuerpo temblaba como nunca. Mis jadeos no cesaban, tampoco mi fatiga.
Kenji no pronunció palabra alguna, solo removió sus dedos y abrió mis piernas de par en par. No podía hablar por la agitación. Al verlo inclinarse y sentir su lengua en esa área que tan sensible estaba, un escalofrío me invadió y traté de cerrar las piernas, pero él no me permitió hacerlo. El exceso de excitación, me tenía fuera de sí.
Entrelacé mis dedos en su pelo, cuando ese cosquilleo se concentró en mi interior de nuevo, provocando que en instantes explotara sin tener tiempo de evitarlo, o al menos de avisarle.
Podía percibir mis fluidos al brotar de mi vagina, pero Kenji no dudó en adueñarse de ellos. Mis jadeos y su boca al comerme era lo único que se podía escuchar en la habitación. Jamás me habían devorado con tantas ganas. No sabía que se podía sentir tan bien.
Su lengua no paraba de moverse y de adentrarse en la abertura de mi vagina. Sus fuertes manos presionaban mis piernas contra la cama, evitando que pudiera cerrarlas.
Es la primera vez que había tenido tantos orgasmos; uno detrás del otro. No sabía que pudiera existir una droga tan potente, capaz de provocar esto.
A pesar del cansancio que tenía, ese calor tan incontrolable no me abandonaba. No podía pensar claramente, solo deseaba sentir esto más.
Había perdido la cuenta de cuántas veces había estallado y él continuaba como si estuviera disfrutando de esto también.
En el momento que se detuvo, se quedó de rodillas mientras se desabrochaba los botones de su camisa. Era la primera vez que veía su torso, sus brazos, su abdomen descubierto. No sabía que su cuerpo estaría cubierto de tatuajes. Una cadena colgaba de su cuello, y en ella estaba un arete que lo reconocí de inmediato. Hace muchos años culpé a mi hermano de haberlo perdido, pero no pensé que él lo había tomado.
Cuando planeaba decir algo al respecto, se inclinó sobre mi acomodándose entre medio de mis piernas.
—Esta vez llegaré hasta donde mis dedos no alcanzan— me penetró de una estocada, e instantáneamente mis uñas se aferraron a su espalda.
La sensación de haber sido empalada en ese crítico momento, me llevó a aferrar mis piernas en él también. Ese cosquilleo volvió a aparecer y casi estallo de nuevo.
Mordí mis labios fascinada por esa rudeza en la que él me embestía. Veía como la cadena acariciaba mi pecho, y se movía a la par de sus embestidas; estaba hechizada. Podía sentir claramente las palpitaciones que mi vagina estaba teniendo al recibirlo.
Él no se equivocó. Se encontraba llegando y rozando esa parte donde más sensitiva estaba; donde ese fuego y cosquilleo se había centrado. Su precisión era alucinante. Me atrevería a jurar que él ha sido el mejor amante que he tenido. Ni siquiera Shiro o Shu habían tomado el tiempo de satisfacerme, y por primera vez estaba sintiendo lo que era ser mujer.
Alguien más se había apoderado de mi. Tal vez se trataba de esa Rui que había estado insatisfecha por tanto tiempo, pero que por fin estaba experimentando algo que siempre había deseado. El verdadero placer vine a conocerlo en los brazos de la persona que jamás imaginé.
Estaba tan envuelta, que había asumido el control y era yo quien estaba encima de él ahora. Sentados en el centro de la cama, aferrada a su cuello y moviéndome con las mismas ganas e intensidad que el calor de mi cuerpo me dictaba. Sus fuertes y grandes manos aferradas a mi trasero y presionándome a recibirlo, mientras que su boca succionaba mis pezones. Parecía como si ambos estuviéramos sincronizados.
Sus húmedos besos jamás faltaron. Había perdido la cuenta también de cuántas mordidas juguetonas dio en mi cuello, en mi pecho, brazos y senos. Fue la mejor experiencia que pude alguna vez tener.
Cuando recosté mi agotado cuerpo sobre la cama, él no dudó en continuar su recorrido en las profundidades de mi interior. Podía percibir las sábanas húmedas de mis fluidos y de nuestros cuerpos sudorosos.
Entre mis nublados pensamientos, mi visión borrosa del cansancio, mis uñas enterradas en su piel y mis piernas aferradas a él, lo escuché jadear de la manera más atrayente y tierna que jamás lo haya escuchado. La emoción y excitación del momento había rebosado de mi interior.
La pesadez del cansancio ya me estaba ganando. Mis párpados estaban pesados, como para soportar un segundo más despierta. Me sentía satisfecha, y lo que hace mucho, feliz.
Sentí su delicada mano remover el mechón de cabello que cubría mi rostro, pero ya estaba casi al otro lado.
—Me gustas, Rui.