—¿Qué te ha dicho a esa mujer? Me interesa saber la historia y las mentiras que te dijo.
—Me dijo la verdad. No tiene que seguir mostrando esa falsa máscara delante de mí. Cuéntame, ¿Venía a matarme para evitar que todo salga a la luz? Déjame decirte que estás muy tarde. Shiro ya sabe la verdad, y no por mi boca, sino por la de su propia madre.
—¿Shiro se vio con ella?
—Aún si tratas de matarme, ya la verdad ha salido a la luz. Shiro debe estar muy ardido y furioso contigo. Es extraño que no te haya encontrado ya. Conociéndolo, debe estar a punto de atraparte y esta vez yo no voy a interferir. Dejaré que la despedace viva, por víbora, mentirosa, y manipuladora. Criaste a Shiro de esa forma para tenerlo en tus manos y usarlo como herramienta para quedarte con lo que le pertenecía a Jang, pero me temo que este teatro ha llegado a su fin. Deberías resignarte y entregarte a la buena. Tarde o temprano, te tocará dar la cara por tus malos actos.
—Tú no sabes nada, Rui. No sabes todo lo que he pasado para llegar hasta aquí. No dejaré que una maldita como ella me quite el lugar. Ahora sabiendo que te has visto con ella, y sabes cómo luce, debo traerte conmigo. Tú me ayudarás a encontrarla.
—No voy a ayudarte. Estás perdiendo el tiempo, Fumiko. Ya nada que los involucre a ustedes dos me interesa. Solo te estoy avisando de lo que te espera, nada más ni nada menos. Te pido que te vayas de mi casa y no me hagas verte la cara más, mala madre.
—¿Mala madre? — soltó una carcajada, y arqueé una ceja—. No sé de qué estás hablando, si las dos somos iguales. Usaste ese bebé que tenías en tu vientre para manipular a mi hijo y lavarle el cerebro. Ya ves que hizo hasta lo indecible para tenerte bien, para luego tú darle la puñalada por la espalda, y él tan imbécil que cayó en tu juego. Los hombres se dejan manipular fácilmente por una mujer.
—No sabes lo que dices.
—Por supuesto que sí. Tu no querías ese bebé, lo viste como una forma de que Shiro no te matara. Sabías que tenías todas las de perder, porque mi hijo no hubiera estado contigo, si no hubiera sido por ese renacuajo que tenías en tu vientre. Querías amarrarlo para sacarle lo que tenía y luego irte con ese otro hombre. El tal Shu, con el que aún ahora tienes una relación.
—Estás desinformada, pero no me interesa aclararte nada. Lárgate, antes de que vuele la cabeza.
—Voy a irme, pero tú vendrás conmigo, Rui.
No tuve tiempo de reaccionar, cuando sentí un fuerte golpe en la cabeza y mi vista se fue a negro. El haberme concentrado solo en ella, olvidé por completo cuidar mi espalda.
No sé cuánto tiempo transcurrió, cuando desperté en una habitación extraña. Estaba amordazada, acostada en una cama y amarrada con mis dos manos en el espaldar. Mis piernas estaban amarradas a ambos extremos de la cama. Una sábana fina de color verde estaba cubriendo parte de mi cuerpo desnudo. Me dolía mucho la cabeza, y sentía mi parte baja muy húmeda. Mis párpados pesaban, y mi vientre estaba experimentando una especie de ardor y quemazón. No sé dónde estaba, no había nadie conmigo y tampoco había nada más en la habitación, excepto por la cama en la que estaba.
Cada segundo que transcurría, me sentía más y más mareada. Mi cabeza estaba dando muchas vueltas.
No sé a ciencia cierta cuánto tiempo pasó, cuando abrieron la puerta y alcancé a ver a Fumiko, acompañada de un hombre. Traté de hablar, pero la mordaza no me lo permitía.
—Que alivio. Ya has despertado, Rui. Debes estarte preguntando en dónde estás, ¿Cierto? Este lugar es muy parecido al que esa mujer estaba. Quise traerte para que explores por tu cuenta lo que ella pasó. A diferencia de ella, tu si tienes más para ofrecerme. Eres joven, más aquí te cuidarán bien. Podrás dar a luz un bebé fuerte y sano, mas que pondrá fin a esta guerra sin sentido que han montado.
Sacudí la cabeza y mordí la mordaza con todas mis fuerzas. ¡Esta mujer está loca! ¿De qué demonios está hablando?
—No esperemos más. Luego que termines, búscame en mi despacho— le dijo al hombre que la venía acompañando antes de dejarme sola en la habitación con él.
No sé quién era, pero en apariencia lucía mucho más joven que yo. Lo vi entrar a la cama desnudo y acomodarse entremedio de mis piernas. Yo seguí sacudiendo la cabeza y tratando de quejarme, de gritar, de hablar, de defenderme, pero no podía. El morder con desespero la mordaza, llevó a que me mordiera sin querer y el sabor a sangre pude percibirlo en mi boca.