Por la salida que fuimos, no nos cruzamos con Shiro. De hecho, salimos a otro lado donde había otro auto. Pasé trabajo para lograr subirme, ya que este idiota no quiso soltarme. Estuve tan ida en pensamientos, que ni siquiera me había dado cuenta de que llegamos a su casa.
—Suéltame de una vez, K.
—Eres una malagradecida. Tras que te ayudo a golpear con la realidad, mas te saco sin un rasguño de ahí, sigues siendo una ingrata y ni siquiera agradeces.
—No te pedí que hicieras nada. Tal parece que habías preparado todo con anticipación.
—Las salidas de emergencia siempre deben ser preparadas con anticipación, y más en estos casos— buscó la llave y abrió la esposa—. No trates de huir.
—He estado considerando entregarme.
—¿Qué? ¿No me digas que tú ruptura amorosa llegó a este extremo?
—¿Por qué cuestionas tanto? ¿No eras tú quien me amenazó con eso desde un principio? ¿No me digas que estás dudando en hacerlo?
—¿Qué ganas entregándote? Serías presa facil para Shiro. Puede que contrate a alguien de adentro y te saquen de circulación.
—¿Estás preocupado por mi, K? Creí que no te importaba lo que me pasara.
—No malinterpretes, fea. No me interesa en lo más mínimo lo que te pase, pero considero una estupidez hacer eso ahora. Además de que tengo curiosidad por saber en qué piensas. Ahora que te has dado cuenta de que no te quieren, de que no le importas a Shiro, ¿Cuál será tu siguiente movida?
—Tarde o temprano, mi destino será ir a la cárcel y pagar por todo lo que he hecho, o morir. Así que prefiero adelantarme a los hechos. Después de todo, tal vez si me sirvas para algo. Desde un principio me diste las dos opciones y las tuve al alcance de las manos. Dijiste que las que tengo son: entregarme o matarme. La respuesta a tu pregunta ya la tengo, así que espero cumplas con ella. No voy a huir más. Me cansé de vivir huyendo, saliendo de un infierno y entrando a otro.
—¿Verdaderamente es esa tu conclusión o lo dices para despistarme y huir a la primera oportunidad que tengas? Me está muy extraño que Rui Himura se haya rendido tan fácilmente.
—No es la primera vez que me encuentro en una situación compleja. Ya una vez tuve que tomar una decisión que me cambió la vida, pero para mal. Esa mala decisión no funcionó, así que debo optar por una totalmente distinta. La vida normal que tanto había querido tener la perdí por ir detrás de Shiro. No tuve muchas opciones que digamos.
—¿Por qué me dices todo esto? ¿No ves que puedo usarlo en tu contra? Estás demostrándome debilidad, ¿no te molesta, niña rebelde y orgullosa?
—No importa. Ya viste que no te sirvo de nada. A quien querías, lo tenías allí y no hiciste nada para atraparlo. No comprendo tus planes, pero ya eso no importa. Ahora bien, toma las cartas en el asunto y aprovecha que me estoy entregando sin darte muchos problemas— le extendí mis dos manos, y negó con la cabeza.
—Hagamos una cosa. Cuando sea mañana me lo vuelves a pedir. Por hoy, tómate el tiempo de pensar.
—Que considerado eres. Me confunde tu actitud.
—Sube a la habitación.
—¿Me dejarás ir por mi cuenta? ¿No te estás confiando demasiado, idiota?
—¿No estás dependiendo mucho de mi? ¿Quieres que te escolte a tu habitación, te ayuda a ducharte, y te cubra con la sábana antes de dormir? — lo dejé con la palabra en la boca y me bajé del auto.
Miré a la entrada y no me sentía ni siquiera con ánimo de correr. He pasado toda mi vida huyendo de todo y he sido una cobarde en no enfrentar las cosas. Ya no quiero esto.
Le di la espalda a la entrada y caminé a la casa. Subí a la habitación sin problemas y sin hablarle a nadie. Necesitaba estar sola. Definitivamente, necesitaba estarlo.
Entré al baño y dejé que el agua recorriera todo mi cuerpo. Deseando que eso aliviara esa opresión de mi pecho, y disminuyera esas ganas de estallar.
Había pensado que luego de todo que ha pasado, me había convertido en alguien fuerte, pero no. Juré tantas veces que no iba a sentir nada, deseé poder contra todo, pero volví a caer en sus garras, dándole la oportunidad de rematarme de nuevo y de pisotear lo que siento.
¿Por qué amar a la persona incorrecta tiene que doler tanto? Lo odio a él, pero más me odio a mi misma.
Mientras estaba en la ducha, escuché una melodía muy agradable, algo que me resultó sumamente familiar. Es como si lo hubiera escuchado en alguna parte, pero no sé de dónde.
Las ganas de oírlo más de cerca, de averiguar quién estaba tocando esa guitarra, me llevaron a salir del baño. Me coloqué la primera muda de ropa que encontré en el armario y salí de la habitación.
Localicé la melodía al otro lado de una puerta, la cual abrí sin pensarlo. Alcancé a ver a K tocando una guitarra y tan concentrado, que ni siquiera se había percatado de mi presencia. Tenía las ojos cerrados y la forma en que su pierna se movía a la par de que sus dedos se deslizaban por las cuerdas, me trajo un sinnúmero de recuerdos. Muchas de ellos muy vagos, pero a la misma vez bastante claros.
Recordé a ese amigo de mi hermano, quien solía visitarnos durante la tarde a realizar tareas, pero que siempre traía consigo una guitarra. Mi madre solía guardarle comida para que también cenara con nosotros. La gran parte del tiempo me molestaba, diciendo que él era mucho más alto que yo, pero cuando se trataba de estudiar, siempre me ayudaba. Tocaba la guitarra como los dioses, y alegraba nuestras tardes. Luego de la muerte de mis padres, por alguna razón, él dejó de visitarnos. No pasó mucho tiempo cuando mi hermano y yo nos mudamos, para supuestamente tener una vida mejor, y lejos de esos recuerdos que nos atormentaban.
Al tener todos esos recuerdos juntos, fue cuando todo cobró sentido para mí. Recordé que ese niño también tenía el mismo sueño de mi hermano en convertirse en militar y que para completar, su nombre era Kenji. Haber llegado a esa conclusión me llevó a interrumpirlo y pararme delante de él.
—¿Qué haces aquí?— dejó de tocar la guitarra, y me miró fijamente.
—Eres tu, ¿Cierto? Tú eres… Kenji— pronunciar ese nombre lo llevó a dedicarme una sonrisa.
Entonces he dado en el clavo.