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Chapter 75 - EXTRA

Años atrás

Sachi Yoshida

Mi nombre es Sachi Yoshida; tengo 17 años y vivo en el barrio Toshima en Tokio. Mi nombre significa afortunada, pero es una falsa, lo único que tengo de afortunada es el nombre. Estoy viviendo una pesadilla de la cual quisiera despertar; quisiera creer que nada de lo que he visto, está sucediendo realmente.

Horas atrás…

—¿A qué hora regresas, Hou?— le pregunté a mi hermano, que estaba con las mismas amistades malas de siempre.

—Iré por algo de alcohol y regresamos rápido. No salgan de aquí — nos dijo a los tres.

Estábamos celebrando el cumpleaños de mi hermano Kian, quien apenas cumplía 7 años. Solo mi madre y mi hermano nos quedamos en nuestra humilde casa. Hemos pasado necesidades desde que tengo uso de razón. Hemos vivido toda la vida en este mismo barrio. El único que puede ir a la escuela es mi hermanito, pues no tenemos suficiente dinero como para estudiar mi hermano Hou y yo. Siempre hemos buscado la forma de mantenerlos como podemos. Somos los mayores y mi madre no puede trabajar porque está muy enferma. Yo hago cualquier tipo de trabajo simple, cómo limpiar otras casas, autos o ir hacer el mercado. Mi hermano hace algo diferente a eso; a él no le gusta la idea de trabajar para alguien que te pagará una miseria. Él consigue el dinero por su parte. Lo que comentan en el barrio es que está en malos pasos, por esos amigos con los que se pasa. Siempre que lo he enfrentado lo niega y he querido creer en él.

Escuché unas voces en la puerta y me pareció que fue la de mi hermano. Al caminar hacia allá se escucharon varios disparos. No sabía lo que estaba ocurriendo afuera, solo sé que agarré a mi mamá, junto a mi hermanito y nos agachamos por el lado de la cama. Se escucharon unas quejas de dolor y la puerta de la entrada se abrió, cuando vi a mi hermano con su camisa llena de sangre y presionaba su abdomen con mucha fuerza. Cuando planeaba levantarme del suelo y caminar hacia él, Hou me miró y negó con su cabeza. Me mantuve agachada, cuando la puerta se abrió bruscamente otra vez y tres hombres vestidos de negro entraron. Nunca los había visto en mi vida, pero con la pinta que tenían y las armas que llevaban, se podía notar a simple vista que eran matones. Le tapé la boca a mi hermanito, quien estaba tan asustado con lo que estaba ocurriendo, que su ojos se llenaron de lágrimas en un instante; necesitaba que guardara silencio. Mi madre intentó asomarse y la bajé.

—El jefe ya no te necesita. Tú y tus amigos ya no serán un problema — le dijo uno de ellos apuntando el arma a mi hermano.

Vi cuando le dispararon en la cabeza y su cuerpo cayó al suelo. Mi madre comenzó a gritar al escuchar el disparo. Se imaginaba lo que había ocurrido. Ellos caminaron hacia nosotros y abracé a mi hermanito fuertemente.

—No sabía que teníamos acompañantes — comentó el que le disparó. Mi cuerpo estaba temblando al tener a esos hombres cerca.

Sabía que no perdonarían nuestra vida y menos luego de lo que le hicieron a mi hermano, pero aún así estaba dispuesta a rogar por la vida de mi hermanito y la de mi mamá.

—No les hagan nada, por favor— les rogué en lágrimas.

—Eres una niña muy bonita, ¿Cuántos años tienes?— acercó el arma a mi mentón y me hizo mirarlo.

—17 — respondí temblorosa.

—Diecisiete años bien repartidos — soltó una risita traviesa, y miró a mi mamá—. Ya saben qué hacer con esos dos — le dijo a otro de los hombres.

—No le hagan nada, por favor, se los ruego.

—Tú vienes con nosotros. Tu mamita y tu hermanito se quedan.

—Está bien, pero no le hagan nada — solté a mi hermanito y me levanté lentamente. El hombre me jaló bruscamente hacia él y sonrió.

—Buena chica. Para que veas lo buena persona que soy, dejaré en paz a tu hermanito y a tu mamá.

—No se lleven a mi hija, por favor — rogó mi madre en lágrimas.

—Que en paz descansen — dijo uno de ellos, simulando dibujar una cruz en el aire y escuché un disparo. Miré a mi madre y su cabeza cayó en el hombro de mi hermanito. Mi hermanito soltó un grito del susto y de pánico, pero esos demonios no tuvieron compasión de él y le dispararon en la cabeza también. Todo pasó tan rápido, que no pude actuar a tiempo para salvarlos. Caí de rodillas en el suelo y me arrastré hacia ellos. No podía creer lo que había presenciado. Estaba en shock. Mis lágrimas no dejaban de bajar por mis mejillas. Los tocaba con la esperanza de que estuvieran haciéndose los dormidos, era claro que eso no era así, pero no quería creer que no iban a responderme.

—Nos vamos— el mismo hombre que habló conmigo, fue el mismo que me agarró por el brazo bruscamente y me arrastró hasta la puerta.

—No, no los puedo dejar — forcejeaba para regresar a donde ellos, pero no me lo permitían. Empujé a uno de ellos y el otro me golpeó fuertemente en la cabeza. Mi visión se tornó borrosa y luego de eso no recuerdo nada más.

Al despertar me encontraba atada de piernas y manos, algo tapaba mi boca. No era la única que estaba así; en la habitación había varias mujeres que al igual que yo, estaban atadas y amordazadas. Solo podía escuchar sus quejas y ver sus ojos llorosos. Mi cabeza me dolía, pero no podía presionarla como quería. El ambiente en ese cuarto oscuro no era el más agradable, sentía mucho miedo y ganas de salir de ahí. Por más que forcejeaba con las cadenas, no encontraba forma de soltarme. Todas trataban lo mismo, pero no había forma de hacerlo.

Un rato después, abrieron la puerta bruscamente y un hombre vestido en gabán, se acercó a mí y a la chica que estaba a mi lado.

—¿Así que ustedes son las nuevas? Vendrán conmigo. Pórtense bonito — me agarró por el brazo haciéndome parar e hizo lo mismo con la otra chica, pero ella hacía fuerza para que no la levantaran. El hombre la soltó y sacó un arma de su pantalón —No soporto a las chicas desobedientes — le disparó en el mismo centro del pecho y todas las demás se pusieron como locas y no era para menos. Sus llantos eran lo que se escuchaba en toda la habitación —. Tu si vas a portarte bien, ¿Verdad? — me preguntó a mí, y asentí con mi cabeza asustada.

Caminé con él a un tipo de escenario. Una cortina color oro estaba al frente de mi. El hombre me tiró de un empujón al suelo y caí de rodillas. Me dolían, pero el miedo que sentía no permitía que me importara eso en ese momento.

—Sé obediente si quieres salir de aquí — dijo el hombre, antes de agarrar un micrófono.

Me quedé viendo sus movimientos, hasta que la cortina se movió a un lado. Habían muchos hombres sentados y no entendía qué estaba ocurriendo. Todos se veían sonrientes y había demasiado bullicio. Solo podía escuchar sus risas y veía cómo tiraban el dinero por los aires.

—Caballeros, hoy tenemos una muñequita dulce, que hará sus mejores fantasías una realidad. ¿Quién pagará más por la bonita? — preguntó el señor por el micrófono.

La sala se puso más revuelta y los gritos de cada uno de ellos, hacía eco en mi cabeza.

¿Esto de qué se trata?

No entendía nada de lo que estaba ocurriendo, y sentía miedo al ver que nadie de los que estaban ahí buscaba ayudarme, todos solo reían.

¿Dónde estoy?

Ryo

—Esa niña es mercancía nueva, Sr. Ryo.

—¿Es virgen?

—No lo sé, Sr. Ryo.

—Busca la forma de saber, y si lo es, ya sabes que hacer.

—Como ordene, Señor.

Sachi

Un hombre alto se paró frente a todos y se acercó al escenario.

—¿Esa mercancía no ha sido usada? — preguntó. El viejo que estaba conmigo me miró.

—Responde, niña — ambos me miraron y me puse más nerviosa—. ¿Eres virgen o no? —preguntó serio, y al recordar lo que le había ocurrido a la otra chica me puse peor. Asentí con mi cabeza temblorosa.

—Espero sea cierto o de lo contrario, mi jefe te cortará el cuello.

Sacó aparte al viejo y se quedaron hablando. Tiempo después, trajeron un maletín y se lo dieron. Al terminar el hombre alto se acercó.

—Muévete— ordenó. No podía moverme. Mis pies estaban atados y yo no me atrevía hablar con miedo de que me hicieran algo. Al notar que no podía pararme, me agarró por el brazo y me bajó bruscamente del escenario. No podía casi caminar a su paso y las cadenas me estaban lastimando los pies. Me sacaron del lugar y me llevaron a una camioneta. Según abrió la puerta me tiró al asiento.

—Ahí la tiene, Sr. Ryo.

—Hola, bonita. Mi nombre es Ryo, ¿Cómo te llamas? — un hombre de tez blanca, cabello largo negro, con unos ojos negro azabache estaba en el asiento trasero conmigo. Me ayudó acomodarme y sonrió amablemente.

—Ya no estarás más ahí, ¿Estás feliz?—asentí con mi cabeza y la bajé.

—No tengas miedo. Todo estará bien — acarició mi cabeza y volvió a sonreír.

¿Quién es este hombre?

Llegamos a una mansión, muy lejos de donde estábamos. Había muchos hombres afuera con armas y no me atrevía a bajarme. El Sr. Ryo me ayudó a bajar y entré con él a la casa.

—Quítale las cadenas y muéstrale dónde está el baño. Después la llevas a mi habitación — le dijo Ryo a la empleada.

—Si, señor — ella se veía nerviosa con su presencia. Me quitó las cadenas y al fin pude sentir un alivio. Me llevó a un baño y se quedó en la puerta.

—Le dejé una toalla dentro y lo necesario — me dijo antes de irse.

Me di un baño para quitarme ese olor a sangre que tenía. Mis muñecas y pies estaban marcados. Mi cuerpo estaba lleno de moretones y no paraba de temblar. Dejé el agua recorrer mi cuerpo para así sentir algo de mejoría. Al terminar salí del baño y la empleada estaba esperándome.

—No tengo ropa, Señora. ¿Cómo se supone que salga así?— le pregunté.

—No la necesitará. Venga conmigo— no entendía a lo que se refería, hasta que me trajo a una habitación. Estaba el Sr. Ryo con una bata blanca en la cama. Me tapé fuertemente con la toalla y él se levantó.

—Ven, bonita. Es el momento de pagar tus deudas — traté de retroceder, pero la empleada cerró la puerta. —. ¿A dónde vas? ¿Piensas irte sin pagar?— puso sus manos alrededor de mi cintura y me acercó a él —. Eso no me gusta. ¿Sabes todo el dinero que gaste en ti?

—¿Qué quiere? —pregunté entre lágrimas.

—Acabo comprarte, por ende me perteneces y puedo hacer lo que yo quiera contigo. Ahora sé una niña buena y coopera conmigo, quizás así no te mato antes de tiempo —lo empujé para querer salir de ahí. Sentía miedo de lo que quería hacer. Le daba golpes a la puerta y forcejeaba para abrirla, pero estaba cerrada-. Que malagradecida me saliste. Quería hacer las cosas bien, pero supongo que te gustan las cosas a la mala —me jaló por el pelo y me tiró sobre la cama. Traté de levantarme y coger la lámpara que estaba en la mesa de noche, pero él me agarró la mano y me la torció un poco. El dolor fue horrible. Se lanzó sobre mí y me agarró ambas muñecas—. Te daré una última oportunidad. Si cooperas te trataré bien, pero si no, vas a desear no haber nacido —puso su mano en mi cuello y sonrió —. ¿Nos entendemos? — mis lágrimas no se detenían, no encontraba qué más hacer. No sabía lo que pretendía y no tenía forma de escapar de ahí. Preferí dejar de luchar y me quedé quieta-. Buena chica —su mano descendió por mi pecho y me quitó la toalla. Me observó con una sonrisa maliciosa, mientras quitaba su bata y dejó visible su cuerpo totalmente desnudo. Tenía mucho miedo por lo que estaba haciendo. Quería correr e irme de ahí y el no poder me estaba desesperando.

Acercó su miembro a mi entrepierna y traté de cerrarlas.

—No, por favor— le pedí en llanto.

—¿La virginidad es demasiado sagrado para ti o es que tienes miedo de que duela?

—No quiero, por favor.

_Esto no se trata de que quieras o no. Tú no eres quien decide las cosas aquí — me dio una bofetada inesperadamente, tan fuerte que esa área de sentía caliente. Me tapé la cara y el aprovecho para abrir mis piernas. Al sentir cuando me penetró, puse mis manos en sus hombros empujándolo. Quería sacarlo de encima de mí. Me dolía demasiado. Lo hacía bruscamente y por más que lo empujaba no se detenía. Traté de tirar la mano a la mesa de noche y él la sujetó contra la cama—. Espero hayas aprendido la lección, para que así no confíes en nadie ahora, bonita. Me penetraba como si quisiera matarme. Mis gritos y mi llanto no le importaron.

Estuvo hasta satisfacerse él mismo. Eso era lo que repetía en cada estocada que daba. Quería salir de ese infierno. No sé cuánto tiempo transcurrió luego de terminar, me amarró de la cama y antes de caminar a la puerta sonrió.

—Eres la elegida. Eres afortunada.

"Afortunada"...

No entendía la razón hasta que transcurrió el tiempo. Todos los días venía a la habitación a violarme. Luego de terminar dentro de mí, el ciclo seguía y se repetía una y otra vez. No sabía lo que era la luz del día. Esa habitación para m�� estaba siempre oscura, era el infierno en la tierra. Cada día que pasaba era una eternidad. Mi barriga comenzó a crecer y cada vez tenía náuseas. Todos los días me alimentaban a la fuerza, me bañaban dos empleadas y ninguna me miraba a la cara cuando lo hacía. Entendí el miedo que sentían de ese ser despiadado. Entendí muchas cosas al estar en cautiverio. Aún embarazada venía diariamente y continuaba su macabro ciclo. Un día estaba sintiendo mucho dolor, sentía que el bebé iba a salir. Trajeron un médico para atenderme y tuve a mi bebé. Creí que estaba completamente muerta en vida, pero al ver a mi hijo, yo volví a sentir que había una razón para no darme por vencida. No duró mucho mi felicidad. Ese hombre dejaba a mi bebé en la habitación y me hacía verlo mientras lo cargaba. No podía tocarlo, pues todo el tiempo estuve atada. Reía cada vez que veía en mí las ganas de tener cerca a mi bebé. Nunca me lo permitió. Un día mientras el bebé estaba en la cuna, una mujer extraña entró, no parecía empleada de la casa. Al ver que se acercó al bebé y lo cogió al hombro, me quedé viéndola.

—Déjame ver a mi hijo, por favor — le supliqué, con la esperanza de que lo acercara.

—No puedo. Este bebé ahora es mío — tapó al bebé con una manta y se lo llevó. Gritaba y forcejeaba con mis cadenas para que alguien hiciera algo, pero nadie me hizo caso.

Cuando llegó Ryo el bebé ya se lo habían llevado.

—¿Dónde está mi hijo?—me preguntó molesto.

—Una mujer se lo llevó — respondí en llanto.

—¡Mentira! Aquí nadie puede entrar sin autorización. ¿Dónde está el bebé?

—Yo no sé, te estoy diciendo la verdad.

—Eres una mentirosa. Si no me dices, te cortaré en pedacitos. ¿Me escuchas? — se acercó a la cama y puso sus manos en mi cuello.

—Te juro que no sé nada— al ver que estuve negándome, me dio una bofetada con toda su furia. No podía tapar mi rostro.

—Luego me encargo de tí. Ahora encontraré a mi hijo y me voy asegurar de que nunca lo veas— se fue de la habitación molesto.

—¡Ryo!— lo llamé en muchas ocasiones, pero no regresó.

¿Por qué sucede esto?

¿Dónde está mi bebé?

Estuve por mucho tiempo en cautiverio. Las cosas regresaron a ser como antes. Ryo continuó viniendo todos los días sin falta. Le preguntaba por mi hijo, pero nunca me respondía. Terminaba conmigo y se iba. Estuve todo el tiempo sola en la habitación. Me había resignado a la idea de que jamás podré salir de aquí, de que mis últimos días los pasaría encerrada en ese lugar y sin saber nada de mi hijo. Tuve dos hijos más y ese ser despreciable me los arrebató de las manos. No me dejó verlos al nacer, no me dejó tocarlos. No sé cuánto tiempo transcurrió luego de tener a mi último bebé, pero ese día llegó a la habitación y algo había cambiado en él. Se acercó a mí y acarició mi mejilla. Estuvo en silencio contemplándome por unos instantes. Me soltó las cadenas, algo que jamás había hecho. Creí que abusaría de mí como estaba acostumbrado hacer y tuve temor de su caricia. Sentía asco y miedo de sus manos. No traté de huir, mi cuerpo se sentía muy débil y aún si lo trato, lo más probable no lo logre. Mis muñecas sintieron un increíble alivio, al no tenerlas amarradas tan fuertes. Desde que me trajo aquí, no me las habían quitado. Mis brazos estaban adormecidos y sentí calambre al tratar de moverlos. Sin decir una palabra me agarró la mano y me hizo levantar. Me quedé en silencio y al poner mis pies en el piso, perdí el balance. Un calambre recorrió por ambas piernas y Ryo me agarró por la cintura al darse cuenta. Mi cuerpo estaba tan débil que me pudo subir a sus brazos sin problema. Me sacó del cuarto y me llevó al baño de una habitación. La tina estaba preparada y me sentó gentilmente en ella. El agua estaba tibia, hace mucho tiempo no me bañaba bien. Siempre fueron las empleadas quienes con un balde de agua y paños me lavaban o me preparaban para él. Él se arrodilló al lado de la tina y subió las mangas de su camisa. Al terminar acercó la manga de la ducha y mojó mi pelo. No encontraba cómo moverme o decir una palabra. Sentía miedo de que me hiciera algo en cualquier momento. Luego de mojar mi cabello, acercó el champú para lavar mi pelo. Lo hacía con gentileza y era extraño que lo hiciera. Al terminar buscó el jabón y fue lavando todo mi cuerpo. Luego de terminar de bañarme, buscó una toalla para secarme. Me ayudó a salir del baño y me llevó a la habitación. Había un traje rojo encima de la cama y unos tacones del mismo color. Él tenía la ropa interior en la mano y me la dio para que me la pusiera. Se me quedó viendo mientras lo hacía y me sentía asqueada. Cuando terminé de vestirme, Ryo me agarró por la cintura y me acercó a él.

—Tendrás un nuevo dueño y debes ser buena con él, ¿De acuerdo?

—¿Dueño?

—Si, dueño. ¿Qué hay con esa cara?

—Yo no soy un objeto, Ryo.

—Si lo eres.

—Por favor, Ryo. Déjame ir. No me hagas esto — mis mejillas se llenaron rápidamente de lágrimas.

—No llores. Te dije que debes ser buena. Quieres ver a tus hijos, ¿Verdad? Lo harás, pero cuando cumplas con tu nuevo dueño. Debes soltarte un poco y no dirás nada de nuestro pequeño secreto. Nadie puede saber que tienes hijos conmigo, ¿De acuerdo? Si abres esa boquita, me encargaré de cortarte esa deliciosa lengua que tienes. ¿Nos estamos entendiendo? —asentí con mi cabeza temblorosa. Sé que sería capaz de hacerlo. Yo no quiero pasar por lo mismo. Tenía mucho miedo de lo que iba a pasar. No quería que me toquen.

Me dio un perfume y artículos para el aseo, no me dejó sola ni un instante. Sabía que algo estaba diferente.

Una empleada entró a la habitación, avisando que había llegado un tal Jang y Ryo me hizo bajar con él a la entrada. Miré a los alrededores a ver si veía a mis hijos, pero no los vi. Solo escuché a unas empleadas leyendo un cuento, asumí que debían estar en la sala con ellos. Quería ir, pero sé que si me muevo de aquí, Ryo se molestará y quién sabe lo que haga. Un hombre joven entró y caminó hacia nosotros, estaba acompañado de varios hombres más. Era alto, tez blanca, su pelo era largo y negro, sus ojos eran de un negro azabache y una mirada muy penetrante. Vestía un gabán negro y tenía un arma dentro de su pantalón, podía notarse a simple vista.

—Hermanito, ¿Cuánto tiempo sin verte?

—Ryo, ¿Qué ha pasado contigo? Ya no me visitas. Madre estaría muy molesta contigo por ser tan ingrato. Desde el último negocio que cerramos, no sé nada de ti.

—Han pasado muchas cosas, pero no importa, lo importante es que estamos aquí.

—¿Y esta muñequita? ¿Es mi cuñada?— me miró de arriba abajo y desvié la mirada.

—No, es tu regalo. Disfrútalo— Ryo me agarró el brazo y me empujó hacia él.

—No seas tan agresivo con la niña, Ryo. Mi nombre es Jang, ¿Tú eres?

—Sachi — respondí temblorosa.

—Una chica tímida, ¿Eh?— sonrió divertido. Me quedé en silencio y Ryo me miró de reojo.

—Lo siento, Sr. Jang — respondí.

—¿Tan viejo le parezco?

—No juegues con la comida, Jang — comentó Ryo.

—¿Cuál es tu problema? ¿Me la entregas y ahora me das órdenes?— Ryo se quedó en silencio y lo miró mal. Parece que no tienen una buena relación que digamos.

—¿Hoy te quedarás aquí?

—No, hoy no. Tengo unos negocios que cerrar. ¿No te molesta si me llevo el regalito?

—Para nada. Por mi quédate con el— que hombres tan asquerosos y machistas.

Caminamos a la mesa y Jang me ayudó a sentar. Mis piernas se veían visiblemente temblorosas y Jang sonrió.

—No voy hacerte nada— dijo sonriendo. Eso mismo dijo ese desgraciado.

Se quedaron en la mesa hablando entre ellos y cenamos los tres. Ya quería irme. No soportaba estar más aquí. Mientras estaba en la mesa, vi a una mujer pasar para el área de la sala. No sé porqué me dio mala espina. De alguna manera me recordó a esa mujer que vino a la habitación a llevarse a mi hijo. Me levanté de la mesa y Ryo me miró.

—¿Vas alguna parte? — preguntó Ryo. Me detuve y lo miré. No puedo decir nada sobre mis hijos.

—Creo que vi a alguien extraño en la casa, Sr. Ryo.

—Oh, ¿De verdad? — Ryo me miró molesto y bajé la cabeza.

—Ven aquí, Sachi — me pidió Jang. No tuve de otra que ir hacia él. Me hizo seña para que me sentará en su falda y lo hice—. Recuesta tu cabeza en mi pecho, ¿Si? Solo será un momento—. No entendía la razón por la que me estaba pidiendo eso. Me sentí extraña teniendo que hacerlo—. No importa lo que escuches, promete que dejarás tu cabeza así — me dijo suavemente en el oído. Asentí con mi cabeza y en ese instante escuché un disparo. Quedé fria al escuchar ese sonido y me tapé los oídos. Mi cuerpo era un manojo de nervios. Luego de ese día que mataron a mi familia, yo no había escuchado ese sonido tan horrible.

—Querido Ryo. ¿Cuánto más planeabas mentirme?

—Eres un traidor, Jang — escuché la voz de Ryo entrecortada.

—No, el único traidor eres tú. Has jugado mucho con mi dinero y eso no lo permito. Podrás tener la misma sangre que yo, pero en los negocios eso no es algo que cuente. Ve hacerle compañía a nuestra querida madre, a donde quiera que esté — escuché otro disparo y me puse más nerviosa—. Ya puedes levantar tu cabeza, linda — levanté mi cabeza y lo miré en lágrimas.

—¿Vas a matarme?

—No, ¿Cómo crees? — me quedé en silencio y sequé mis lágrimas.

—Gracias, Sachi. Hiciste un buen trabajo — acarició mi cabeza y sonrió cálidamente —. Ahora te vas a levantar y caminarás conmigo al auto, ¿De acuerdo?

—Mis hijos…

—¿Tus qué?

Miré hacia donde estaba Ryo y su cabeza estaba recostada de la mesa. Había un hombre detrás de él con un arma en la mano. Toda la mesa estaba llena de sangre.

—Vámonos de aquí. Prepara el auto — le ordenó al empleado y él asintió guardando su arma.

—Mis hijos— me levanté de la mesa y caminé a la sala, pero no estaban. Jang estaba detrás de mí y me asusté al sentir su mano en mi muñeca.

—¿Qué buscas, linda?

—Los hijos de Ryo estaban aquí.

—En esta casa no hay nadie ya. Vámonos — me agarró la mano y me hizo caminar con él.

Me llevó al auto y me ayudó a subirme. Se quedó hablando con una persona que iba a subirse a otra camioneta. Estaba vestida de la misma forma que la otra mujer que se llevó a mi hijo. Quise bajarme del auto, pero la puerta no abría. Toqué la ventana y forcejeaba con la puerta para abrirla, pero todo fue en vano. Jang caminó al auto y abrió la puerta.

—Ella tiene a mis hijos — le señalé al auto donde se estaba montando.

—¿De qué hablas, linda?

—Ella…— me interrumpió antes de poder terminar de decirlo.

—Ya cálmate. Aquí nadie tiene hijos de nadie— se subió al auto y cerró la puerta. Me quedé viendo el auto por la ventana.

Yo no estoy loca. Era la misma persona. Estoy segura.

Llegamos a una mansión y no sabía que era este lugar, tenía temor y desconfianza luego de todo lo que me ha pasado.

—¿Dónde estamos?

—En mi dulce hogar.

—¿Y qué hago aquí?

—Yo no soy mi hermano. Te tenía secuestrada, ¿Cierto?

—¿Cómo lo sabe?

—Suele hacerlo a menudo. Es extraño que me haya entregado de regalo a una niña de su propiedad.

—Yo no era de su propiedad, no soy un juguete.

—Solo decía. Relájate. Ven, vamos a bajarnos.

—¿Qué quiere de mí?

—Nada, no voy hacerte nada.

—Eso decía él.

—Si hubiera querido hacerte algo, ya lo hubiera hecho. Solo quiero ayudarte.

—¿Por qué habrías de ayudarme? Ni siquiera me conoce.

—Por lo que veo mi hermano te hizo mucho daño. ¿Cuánto tiempo llevabas con él?

—Mucho tiempo.

—No voy hacerte nada malo. Bájate— se bajó del auto y me abrió la puerta, no tuve de otra que bajarme.

—Esta es mi casa de seguridad, espero te sientas a gusto.

Caminamos dentro y habían varias empleadas saludando. A diferencia de las de Ryo, ellas se veían más a gusto con Jang.

—Preparen un baño para la señorita y arreglen el cuarto de huéspedes.

—Si, señor.

Ellas se fueron y él me dio una pequeña vuelta para conocer la casa. Le gusta presumir lo que tiene.

—Luego que te bañes quiero que vayamos a mi despacho y hablemos— asentí con mi cabeza y me fui con la empleada que me vino a buscar.

Me llevaron al baño y me dieron privacidad, me trajeron una muda de ropa, algo que Ryo nunca hizo. Me bañé y al terminar, me vestí con la ropa que me dieron, me sentía muy cómoda. Caminé con la empleada al despacho de Jang, mi cuerpo estaba temblando, no sabía que iba a pasar ahora; luego de aquella mala experiencia, no confió en nadie.

—Te ves mucho mejor.

—Gracias — bajé la cabeza.

—Se debe decir gracias con la cabeza en alto. ¿Cómo te sientes?

—Bien.

—Yo no te veo bien — Jang se acercó y retrocedí—. Te dije que no te haré nada. Se me hace difícil estar cerca de una linda mujer y no contemplarla.

—Dígame qué no me hará nada.

—Ya te lo dije, no te haré nada. Si te dije que vinieras es porque tenemos que establecer ciertas condiciones.

—¿De qué tipo?

—Ya que te saqué de las manos de mi hermano, creo que merezco que me pagues de alguna manera.

—Sabía que sería igual a él.

—Escucha, no hablo de cogerte o de dinero. Hablo de que ya que me debes, puedo pedirte un favor, en realidad es algo sencillo.

—¿Qué quiere?

—Quiero que te cases conmigo.

—¿Qué?

—Si, necesito tener una esposa para cerrar un negocio muy importante. ¿Tu tienes esposo?— negué con mi cabeza—. Bien, sería solo firmar el papel y ya. Nada de sexo, ni ningún otro tipo de acercamiento. Podrás quedarte en esta casa conmigo y te daré todo lo que necesites o pidas. ¿Entendido?— Yo… ¿casarme?— Sé que debe ser difícil para ti casarte con un desconocido, pero si quieres luego de firmar, nos podemos ir conociendo mejor. Tener una amistad o algo así. ¿Qué te parece? — al final no tengo a donde ir.

—De acuerdo— asentí y Jang sonrió.

—No te vas arrepentir. Debes tener mucho sueño. Ve a dormir. Haré los preparativos y cambiaré tu identidad, ¿De acuerdo?— asentí con mi cabeza y Jang me llevó a mi habitación.

—Buenas noches— dijo antes de cerrar la puerta.

Sentía desconfianza, aunque no haya tratado de hacerme nada, es extraño que haga esto por alguien como yo. Debe necesitar demasiado una esposa como para pedirle a cualquiera que se case con él.

Me casé con él a la semana que llegué a esta casa. Pasaron varios días y las cosas eran normales. Jang extrañamente me trataba bien, no ha intentado hacerme nada malo y las empleadas son muy buenas conmigo. Hoy salimos a comprar ropa al centro comercial y a tomarnos unos tragos.

—¿Cómo te sientes ahora de casada? Pasaste de señorita a señora— estaba un poco borracho, pero no dejaba de sonreír como siempre. Tenía temor de que tratara de hacerme algo.

En pleno bar dos chicas se unieron y se sentaron en su falda. Me sentía incómoda, ya que él las trataba con confianza. No entiendo como no se puede molestar por eso. Me quedé tranquila y tomando un poco, necesitaba matar mis preocupaciones y relajarme luego de todo lo que ha pasado.

—Ven, linda. Vamos a otro lugar. — me dijo mirándome.

Las chicas se levantaron y él también. Me ayudó a levantarme de la silla y puso su mano en mi cintura haciéndome caminar con él. Nos dirigimos a un cuarto en el mismo bar y vi una cama con varios objetos extraños en ella.

—Quiero que te sientes ahí — me señaló a una silla que estaba en la habitación y caminé hacia ella.

Al separarse de mí, las chicas se lanzaron encima de él.

—Relajénse, hay para todas.

—¿Ella se va a unir?— la chica miró a mi dirección y desvié la mirada.

—No, a ella no la van a tocar. Es mi mujer y ella no está para esto, pero ustedes sí �� besó a una de ellas, y la tiró sobre la cama. Al ver que se bajó el cierre, me levanté de la silla.

—Yo no quiero ver esto — estaba temblorosa, solo tenía recuerdos de todo lo que Ryo me hizo.

—Te quedas ahí, es una orden. A ti no te voy a tocar, pero como mi mujer debes acompañarme a todas partes y esta es una de ellas.

—Yo no quiero, Sr. Jang.

—Tómalo como una clase. Te puede ayudar para que aprendas a darle un buen trabajo a tu esposo y a mantenerlo entretenido— la chica se metió el pene de Jang en la boca y él se estremeció.

—¡Yo no quiero estar aquí! — grité caminando hacia la puerta. Salí de la habitación corriendo.

Jang

—Asustaste a la pobre niña. Vendré en otro momento, chicas.

—Está bien, querido.

Sachi

Estaba frente a la camioneta temblando.

—¿Qué sucede, señora?— el chófer me dejo entrar y me senté en la parte de atrás.

Vi a Jang que abrió la puerta y me alejé a la esquina.

—Tranquila, no es para que hagas tanto alboroto.

—¿Querías que te viera mientras hacías eso? Estás loco.

—Perdóname, no quería asustarte. Soy hombre y deseaba que estuvieras ahí, supongo que por fantasías — trató de tocarme la mano y me alejé —. No deberías tener miedo de mi, linda. Yo no te voy hacer nada. ¿Qué tal si vamos a la casa y duermes conmigo?

—Quedamos en que no iba haber nada.

—Dije dormir, no dije nada más. Estás pensando cosas sucias, ¿o qué?

—Claro que no— me avergoncé y Jang sonrió.

—Bueno, pues no hay nada que temer. Está decidido, hoy dormirás conmigo.

Pasé varios meses con Jang y no fueron tan malos como pensé, me ha tratado bien y no me ha hecho daño. No puedo dejar de pensar en mis hijos y en esa noche. Necesito encontrarlos, ¿Qué será de ellos ahora que ese tipo está muerto?

Estaba caminando por el pasillo, cuando escuché la voz del Sr. Jang. Se encontraba en el estudio hablando con un empleado. Escuché mi nombre y me acerqué a la puerta.

—��Ella es la madre de esos niños? ¿Estás completamente seguro? — preguntó.

—Si, Sr. Jang.

—Que lástima, ya me estaba acostumbrando a ella.

—¿Qué quiere que hagamos, Señor?

—Yo me encargo de ella esta noche. Reserva en el restaurante del otro día. Esa niña no puede seguir respirando.

—Si, señor.

¿Piensa matarme? Tengo que salir de aquí.

Me alejé de la puerta y volví al cuarto. No sé cómo podré salir de aquí. Hay mucha gente custodiando la casa y no me dejarán salir. Tiempo después entró Jang al cuarto y se me erizó la piel, pensé que vendría hacerme daño y caminé al otro lado de la cama.

—¿Qué pasa, linda?

—Nada, solo tengo calor.

—Ya veo. Esta noche quiero que te arregles muy bonita. Te sacaré a cenar. ¿Te parece?

—¿Por qué?

—No sales a menudo de aquí, así que pensé en sacarte a distraer la mente. Estar encerrada en esta casa, debe ser aburrido para ti. Por otra parte, quiero que salgamos juntos. Ya llevamos varios meses conviviendo, creo que es tiempo de pasar algo de tiempo los dos. ¿No te gusta la idea?— se acercó y retrocedí—. ¿Tienes miedo de mí todavía? Durante estos meses no lucías tan asustada de mi, ¿Pasó algo?

—No, claro que no, es solo que tengo calor y no puedo estar quieta.

—Pasaré a recogerte a las 8. Espero estés lista a esa hora.

—Si, Sr. Jang.

—Y no me digas Señor, solo llámame Jang.

—Lo siento— sonrió y salió de la habitación. Pude calmarme al ver que se fue.

Miré por la ventana y vi que se subió a la camioneta para irse. Era el momento de hacer algo. Bajé las escaleras y caminé por la casa, pero las empleadas estuvieron vigilándome en todo momento. Pasé toda la tarde buscando una forma de salir de aquí, pero no pude.

—Le dejé el traje listo en su habitación, Señorita— me dijo la empleada.

—Gracias.

Fui a darme un baño y me vestí lo más bonita que pude. No quería demostrarle que sabía sobre sus planes. Tengo que buscar otra oportunidad y escapar. Minutos después Jang me recogió en la casa y estaba muy tensa al ver que tenía su arma en el pantalón. No sabía que en qué momento la usaría conmigo. Mis nervios se hacían visibles por más que traté de guardar la calma. Me trajo a un restaurante muy bonito, pero no podía concentrarme en lo que estaba a mi alrededor. Reservó una mesa en un cuarto lejos de todo. Nos sentamos y mis piernas estaban temblando.

—¿Qué te sucede, linda? No me dirás esta vez que es la calor, ¿O si?

—Nada, Jang.

—Llevamos meses de conocidos, creo que deberías confiar un poco más en mi. Si algo te está molestando, puedes decirme.

—¿Qué quiere conmigo?

—Es una pregunta compleja, pero ya que preguntaste, voy a responderte. Quiero muchas cosas, entre ellas, quiero que seas mi mujer— mentiroso… —. Desde que te vi me gustaste mucho y nos hemos ayudado mutuamente. Ahora respóndeme una cosa, ¿Qué piensas de mí? ¿Yo te gusto?

—Ha sido muy amable conmigo, me ha ayudado mucho y gracias a usted estoy fuera de ese infierno en el que estuve. Estoy muy agradecida con todo lo que hecho, pero nada más que eso.

—Eres muy honesta, linda. Esa es una de las cosas que me gustan de ti. Ya que estás siendo clara, quiero que me digas algo que me trae inquieto hace unas semanas. ¿Qué eras de mi hermano?

—Nada. Él me compró y me encerró.

—¿Nada más?— me quedé en silencio al recordar todo lo que había pasado—. ¿Te obligó a tener esos hijos?

—¿Cómo lo sabe?

—He estado averiguando sobre ti. No me agradaba la idea de saber que tenías hijos con ese tipo y tuve que investigar, pero si fue sin tu consentimiento, supongo que puedo perdonarte.

—¿Perdonarme?

—Si, pero para eso necesito que renuncies a la idea de encontrarlos. ¿Qué te parece?

—Pero es que yo debo ver a mis hijos.

—Fue producto de violaciones, ¿Por qué vas a querer a esos niños? No creo que realmente te importen lo suficiente como para arriesgar tu vida por ellos. No es que los hayas querido, ¿O si?

—Pero son mi sangre. Es cierto que fue porque me obligaron, pero ellos son lo único que tengo y no tienen la culpa de nada.

—No, lo único que tienes en la vida es a mi. Esos niños no vas a poder encontrarlos, y aunque suceda, no te van a ver como su madre.

—Tu los tienes, ¿Verdad?

—Si, están muy lejos de aquí y ya tienen a su mamá. Te estoy dando una oportunidad de olvidarte de todo eso y empezar de cero, no la desperdicies.

—¿Por qué me hace esto? Yo creí que eras diferente.

—Soy diferente y te estoy dando la oportunidad de seguir viviendo, de tener un mejor futuro, aunque no lo parezca. Esos niños van a traerte problemas y más si se enteran los enemigos de mi hermano. Te estoy liberando de esa carga desde ahora.

—Déjame verlos, por favor.

—¿Ese es tu último deseo? ¿No vas a pensar bien las consecuencias que esto va a traerte?

—Te lo ruego. Permíteme verlos, así sea una vez y por última— se levantó de la silla e hice lo mismo. Pensé que me iba hacer daño.

—De acuerdo, es lo menos que puedo hacer— buscó su teléfono y se acercó. Me mostró una foto donde aparecían tres hermosos bebés. Al parecer eran tres niños. Me sentí tan feliz de poder verlos por primera vez, así haya sido en una foto. Lágrimas bajaron por mis mejillas de la emoción y a la misma vez de tristeza.

—¿Están los tres juntos? ¿Cómo es eso posible? ¿Acaso tú tuviste que ver con su secuestro?— le pregunté al darme cuenta que el otro bebé también estaba ahí. Jang sonrió.

—¿Ahora te das cuenta? — sentí cuando atravesó mi vientre con una cuchillo. Un calor recorrió todo mi cuerpo y dejé caer el teléfono al suelo. Fue un dolor desgarrante e inexplicable. Jang me abrazó y el dolor se intensificó. Mi respiración se agitó y pude percibir un sabor a sangre en mi boca.

—¿Por qué?— musité casi sin aire. Lágrimas bajaron por mis mejillas y traté de calmar mi respiración agitada; era como si cada palabra que tratara de decir no iba a salir.

—Sé que duele, pero tengo que hacerlo. Es la única forma de liberarte de todo eso que tuviste que pasar. Te estoy haciendo un gran favor, aunque no lo parezca. Realmente pensaba que ibas a considerar la oportunidad que te di, pero no fue así. Me gustas mucho y es por eso que prefiero liberarte yo. No puedo asegurarte que tus hijos estarán bien, porque desde que nacieron ya están destinados a tener un terrible futuro. Al menos no estarás para presenciarlo. No tuviste la culpa de entrar a este cruel mundo, te arrastraron a esto. Perdóname, Sachi — Jang me besó y no tenía fuerza para alejarlo de mi. Mi cuerpo se estaba sintiendo muy débil y liviano. Sentí cuando sacó el cuchillo y lo volvió a enterrar en mi. Mi cuerpo estaba adormecido, ya no podía sentir el mismo dolor que en la primera. Una profunda tristeza invadía mi alma. No pude salvarlos a ellos. Perdonenme. Mi visión se tornó borrosa y ya no sentía dolor en mi cuerpo. Lo último que vi fue una lágrima bajar por la mejilla de Jang y no entendía la razón. Sentía los párpados pesados y al cerrar mis ojos, sólo pude encontrarme con esa desesperante oscuridad; la misma de esa habitación en la que me mantuvieron encerrada por tanto tiempo. Creí que mi pesadilla había llegado a su final, pero no fue así... A penas estaba comenzando.

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