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Chapter 70 - 69

Tiempo después me di cuenta de que me estaban siguiendo.

—Veo que nuestra alianza la has tirado a la basura, Shiro. Así que pude herirte como quería. Es solo un poco de tu propia medicina, infeliz. — reí como una demente.—Veamos si pueden atraparme, idiotas. — aceleré más el auto.

—Se ha dado cuenta de que la estamos siguiendo. Acelera.

—Si, Señor.

Miré por el retrovisor y me di cuenta de que estaban acelerando más.

—Vamos, acérquense. Vengan con mami.

No es la primera ni la última vez que me siguen y si es un solo auto es porque piensan que pueden conmigo. Shiro me está subestimando y eso me hace enojar mucho. Saqué mi .40 y la cargué mientras manejaba. Fui disminuyendo insignificantemente la velocidad para que pudieran alcanzarme. Necesito darle a la goma delantera. Ese es mi objetivo. Estuvieron en mi trasero por varios minutos, aún estaba por una calle desolada; la misma que me trae recuerdos, pero esta vez la víctima no seré yo. Estuvieron hasta que trataron de cuadrarse al lado mío. Bajé el cristal y me di cuenta de que solo eran dos hombres.

—Disminuye la velocidad.— ordenó el que trató de apuntarme.

Antes de que disminuyeran la velocidad le disparé a la goma. El auto se sacudió de lado a lado, casi se sale de la carretera. Lo único que se escuchaba era el sonido de las gomas y solo se podía apreciar el humo. No los quiero muerto, quiero que les vayan a contar a Shiro de su fracaso. Si quiere guerra, guerra va a tener.

—Maldita, zorra.

—¿Cómo le diremos esto al jefe? Nos cortará el cuello.

—Tenemos que decirle. Esa puta nos sorprendió. ¡Maldita sea! Nos hemos dejado coger de pendejos por una mujer.

.....

Llamé por teléfono a Shu.

Llamada telefónica:

—Necesito que saques a todos de la casa y los envíes a la casa de seguridad.

—¿Pasó algo?

—Haz lo que te digo y luego nos encontramos allá.

—De acuerdo. — colgué la llamada.

Llamada telefónica #2:

—Hotaka, necesito un favor para ya. Quiero que me busques información de Kenta Aomori, creo que ese es su apellido. Necesito que me consigas un número de teléfono donde pueda contactarlo directamente y planos del banco que Aomori ubicado aquí en Tokio. Necesito todo para ya.

—Listo, preciosa. Te llamaré cuando tenga la información.— colgué la llamada.

Esto te va a salir caro, Shiro.

Llegué a la casa de seguridad a las afueras de Tokio y aún no habían llegado. Me da tiempo a darme un baño, quiero dejar de oler a su perfume. Me fui a bañar y me quedé en mi habitación hasta que Shu llegó.

—¿Estás bien? — entró al cuarto sin tocar. Se veía inquieto y agitado.

—Tranquilo. Todo está bien.

—¿Qué fue lo que sucedió?

Le conté todo lo que había sucedido y se vio molesto.

—Te lo dije, Rui. Ese tipo no es de confiar y tú quisiste ir sola. Te arriesgaste demasiado.

—Yo estaba preparada para todo. Lo mejor del asunto es que ahora tengo una forma de acercarme más a ese banco. Tengo el plan perfecto para ponerlo en marcha lo más pronto posible. Ya hablé con Hotaka, a la que encuentre el plano del banco, podemos hacer la vuelta.

—Rui, no es así de fácil como lo haces ver.

—Yo sé lo que digo. Ese viejo estará desesperado y va a ser el cebo perfecto para quedarnos con todo.

—¿Qué tienes en mente?

—Te lo diré todo.

.....

—Se nos escapó, Shiro.

—Son unos inútiles. — Shiro le dió con la empuñadura en la cabeza a uno de ellos.

—Lo sentimos, Shiro.

—No han sentido nada.

Debí matarla cuando pude. Soy un imbécil.

.....

Transcurrió una semana. Estuvimos planeando todo lo que haremos en la vuelta mañana. No he sabido nada de Shiro desde entonces, por suerte.

Llamada telefónica:

—Oh, está libre. ¿Qué hizo con el cadáver de esa mujer que mató en la habitación 409? — le pregunté al Sr. Kenta.

—¿Quien habla?— preguntó nervioso.

—Una amiga que quiere ayudarte. Tengo el vídeo de lo que ocurri�� en ese lugar. ¿A quien desea que se lo envié primero, a las autoridades o a su esposa?

—No lo haga, por favor.

—Escúcheme bien, Sr. Kenta. Hay alguien detrás de su cabeza, alguien muy cercano a usted y quiere perjudicarlo. Créeme, no soy yo. Estoy dispuesta a darle la información, pero quiero que nos encontremos mañana mismo en el banco. Si hace una estupidez y le avisa a alguien más, no respondo de lo que haré. El banco me parece un buen lugar, ya sabe, un sitio público; así ambos nos sentimos seguros, ¿Le parece?

—Me parece bien.

—Yo lo contactaré mañana a eso del mediodía. El tiempo se acaba, Sr. Kenta. — colgué la llamada.

—Bien, ya tiré el anzuelo, ahora falta que el pececillo haga su parte.

—¿Y qué te asegura que lo hará? — preguntó Hotaka.

—El miedo puede controlar a quien sea y ese viejo se nota que es un cobarde. Lo menos que quiere es ir a la cárcel.

—¿Realmente vas a delatar a Shiro? — preguntó Shu.

—No, no voy a decirle nada a ese viejo. Voy a estropear por completo los planes de Shiro. El no ha actuado con el vídeo todavía, eso nos da una gran ventaja.

—Tienes toda la razón.

—Mañana ese dinero será nuestro. No quiero fallas.

Al día siguiente…

Llamada telefónica:

—Todo sigue en orden con la hora, Sr. Kenta.

—La espero en mi oficina y pregunté por mi.

—Entendido. — colgué la llamada.

.....

—¿Están todos listos?

—Sí, señora.

—Nada puede fallar. Estamos arriesgando nuestras cabezas y nuestra libertad por esta vuelta. Grupo A; Recuerden, no quiero ningún aparato que emita radiación. Estaremos incomunicados, pero no olviden que según transcurran los 3 minutos, entrarán y van arrasar con todo. Nadie sale, todos los rehenes deben estar en el suelo, van a rebuscar y evitar que ningún llamé a la policía y el que lo intente tienen la orden de volarles los sesos. ¿Estamos claros hasta ahí?

—Sí, señora.

—Equipo B; no olviden el trabajo más importante que tienen. Van a llamar la atención de la policía creando el pánico en otra área para ganar algo de tiempo, mientras nosotros nos encargamos del resto.

—Sí, señora.

—Equipo C; las tres camionetas las quiero listas para cuando nos toque sacar el dinero. Los quiero preparados y pendientes a la hora. Si ustedes se atrasan, nos atrasamos todos. ¿Entendido?

—Sí, señora.

—Si algo sale mal, la retirada es una opción. Los veo como parte de mi familia y no quiero perderlos a todos. Tenemos 33 minutos para entrar y salir. Si lo hacemos en menos, mejor. Esperemos que el viejo coopere.

—Sí, señora.

—Estaré desarmada y Shu se encargará de entrar después de mi con el grupo A. ¿De acuerdo?

—Sí, mi señora.

—El experto que abrirá la bóveda a no ser que el viejo nos ayude, vendrá contigo, Shu. Hotaka, te vas a encargar de dirigir las camionetas al punto que acordamos.

—De acuerdo, preciosa.

—Mucha suerte, chicos.

—¿Aún estás segura de lo que vas hacer?— preguntó Shu.

—Sí, más que nunca.

—Pase lo que pase quiero que sepas que…

—Que nada… Vamos a salir de ahí bien. Recuerda tumbar las cámaras según entres.

—De acuerdo.

—¡Nos vamos!

Ya me había cambiado. Me puse una peluca y me arregle diferente. No me interesa que me reconozcan, en realidad eso me conviene.

—Ten mucho cuidado, Rui.

—Siempre lo tengo.

Miré mi reloj por última vez asegurándome de estar a tiempo. Me bajé del auto y caminé a la entrada. La seguridad de la puerta no detectó nada en mi. Ahora solo debo extender mi conversación con el Sr. Kenta por 3 minutos.

—Tengo una cita con el Sr. Kenta.

—Permítame. — llamó a su oficina y me dejó pasar.

—Por aquí, Señorita.

Me llevó a la oficina y me dejó a solas con el.

—¿Y tú quién eres?

—Eso no importa. Lo que debe importarle es la información que le tengo.

—¿Por qué quiso reunirse aquí?

—Le seré honesta, no me gusta que quieran jugar sucio conmigo. — me incliné sobre la mesa y agarré su teléfono. — No hay necesidad de grabar nada. Eso sólo le traería problemas a usted mismo. — apagué el teléfono y me senté en la silla. — Se que debe tener alguna cámara escondida en esta oficina, es por eso que voy a ir directo al grano. ¿Su esposa sabe sobre su romance? ¿Qué pensaría si le envío ese vídeo? o peor aún, ¿Qué pasaría si lo publicó en las redes? Creo que se vería en un aprieto, ¿Me equivoco? Si está libre debe ser porque escondió el cadáver de esa pobre mujer. De otra forma no me explico el que esté aquí.

—¿De qué estás hablando?

—De tu amante, viejo imbécil. ¿Lo mandó a desaparecer para no ser acusado de ser un asesino? ¿Su reputación es más importante que la vida de esa mujer?

—No sé de qué hablas. Ella está viva.

—¿Y dónde está? — se quedó en silencio. — Lo que me sospechaba. Le tengo una propuesta, pero debe ser bueno conmigo. ¿Está dispuesto a negociar?

—¿Qué es lo que quieres?

—Es muy simple. Quiero que desactive las alarmas de seguridad de la entrada y apague las cámaras. — me levanté de la silla y caminé le lentamente a su silla.— De lo contrario, puede irse despidiendo de su reputación, de su libertad y de todo su dinero.

—¿En otras palabras me estás queriendo decir qué planeas robarme?

—¿Y si es así qué?

Comenzó a reír.

—¿Sabes dónde estás, jovencita? Estás desarmada, este lugar está custodiado y hay cámaras por todas partes. Si muevo un solo dedo, serás tú la que estará en graves problemas. ¿A quién crees que van a creerle? — llevó su mano por debajo de la mesa y empujé su silla con mi pierna. Me fui a la espalda de la silla y puse mi brazo alrededor de su cuello.

—Nunca subestimes a una mujer. No necesito de un arma para aniquilarte, viejo. Te advertí desde un principio que no me gustan las jugadas sucias. — forcejeaba con sus dos manos para sacar mi brazo, pero no podía lograrlo. —Vas a ir conmigo y harás todo lo que te ordené, de lo contrario, voy a matarte aquí mismo. ¿De acuerdo?

—Si. — musitó casi sin aire. Giré la silla hacia mí y lo hice levantar. —Tenemos que ir a la habitación del lado.

—No quiero otro juego. Afuera están mis hombres y si algo me pasa tienen la orden de matarte a ti y a tu querida hija Sai.

—¿Cómo conoces a mi hija?

—Digamos que tenemos algo en común. ¿Eso nos hace amigas? — se quedó en silencio y caminó. Se asomó por la puerta y me miró.

—No hay nadie en el pasillo.

—Sal y ve a ese cuarto. Estaré detrás de ti por si intentas algo.

—Hay varios guardias de seguridad.

—Gracias por avisarme. Ya lo sabía.

Mierda quedan solo 55 segundos para que entren.

—Date prisa. — lo empujé y abrió la puerta con las llaves. Habían cuatro guardias en el cuarto donde estaban las cámaras. Se quedaron viéndome. Puse mi brazo alrededor de su cuello y los miré.

—No hagan ninguna estupidez. Apaguen las cámaras y la alarma de la entrada.

—¿Está seguro, Sr. Kenta?

—No te atrevas a presionar ese botón o mataré a su jefecito.

—Hagan lo que dice. — les ordenó Kenta.

No tuvieron de otra que hacerlo.

—Párense y caminen a la esquina. No intenten una tontería o les saldrá caro.

Se escucharon varios disparos, pero no entendía qué demonios estaba pasando. Me quedé vigilando a los cuatro guardias mientras se levantaban.

—¡Todos al suelo!— escuché la voz de Shu a lo lejos.

—Tu me ayudarás abrir la bóveda.

—Eso no.

—Démosle una llamada a tu hija entonces.

—¡Rui!

—¿Te encargaste de las cámaras, Shu?

—Si. Toma. — empujé al viejo contra los guardias y agarré el rifle.

—Encárgate de los guardias. Solamente me interesa el viejo. Venga Sr. Kenta. — dejé a Shu en el cuarto y se escuchó los disparos. Terminó rápido con ellos para luego seguirme.

Caminamos al frente y vimos a todos los rehenes en el piso.

—Asegúrese que no haya ningún empleado suelto y revisen que nadie tenga un teléfono encima.

—Sí, señora.

—Vas abrir la bóveda. Es tu banco debes saber cómo abrirla, ¿Cierto?

—No van a salir libre de esto.

—Y tú tampoco. Así que abre y guarda silencio. — me miró de reojo y nos dirigimos a la bóveda.

Se quedó un tiempo en la puerta de la bóveda y me quedé vigilando que no tratará de hacer algo estúpido. Tenemos poco y tiempo y él está tomando su tiempo. Le di un golpe en la espalda para que se diera prisa. Al abrir la bóveda la alarma comenzó a sonar.

—¡Maldita sea! Eres un viejo cabrón. — lo empujé contra el piso y le disparé en la cabeza. —¡Hay que sacar el dinero ya, Shu!

—Las camionetas están afuera.

—Que traigan todas las mochilas y que todos los que puedan ayuden.

—De acuerdo.

No tenemos mucho tiempo. Si la policía logra llegar antes de sacar el dinero estaremos acabados. ¡Maldito viejo! Sabía que no todo iba a ser tan fácil.

La bóveda estaba llena de dinero y era demasiado como para que nos dé tiempo a llevarnoslo todo. Tenía a la mayoría de mis hombres llenando y llevándose las mochilas a las camionetas. Dos de las camionetas ya se fueron, pero aún falta una por terminar. Se escucharon las sirenas de la policía, no les tomó mucho tiempo para llegar. Mis hombres se encargaron de dispararles a las patrullas y las camionetas blindadas que llegaron.

—Tenemos que irnos, Rui. No nos darán tiempo a tomarlo todo.

—¡Maldita sea! Lo sé.

—¿¡No te pusiste chaleco?!

—No, pero no importa. Salgamos de aquí. ¡Retirada, chicos! Lleven esas últimos mochilas a la camioneta.

—Rui, van a enviar a los helicópteros. Tienes que salir de aquí antes de que lleguen.

—No voy a dejar a mis hombres solos. Necesito que los ayudes. Olvídate de mí.

—¡Eres necia!— lo empujé para que los cubriera hasta la camioneta. Estaban heridos y no iba a dejarlos ahí.

Solo se podía escuchar la balacera y el sonido de las sirenas. La alarma del banco ya ni se escuchaba por todo el tumulto que había. Habían muchos federales afuera. Los helicópteros deben estar por llegar, es un milagro que no hayan llegado primero que todos ellos. No tenemos tiempo, si logran rodearnos estaremos acabados. Salí con los muchachos disparando a todo lo que se movía. Uno de mis hombres me cubrió y vi como le volaron la cabeza. Nada me importaba, creí que nada podía sentir, pero ver qué personas sean capaces de dar su vida por mi, personas que considero parte de mi familia, me es frustrante. Todos están muriendo por mi culpa. He vivido rodeada de esto y aún siento dolor por los míos. Tengo que correr a la camioneta. Por ese descuido de no traer chaleco con tal de no arriesgarme lo estoy pagando ahora. Usé de escudo un auto y ví a uno de mis hombres en el piso sujetando fuertemente su pierna izquierda. Tengo que ayudarlo. Caminé por el lado del auto y lo cubrí hasta lograr llegar a él.

—Levántate. Tenemos que irnos.

—Váyase, señorita.

—No te voy a dejar aquí, idiota. Levántate. — llevé el arma a mi espalda para ayudarlo a levantar. —Tenemos que correr a la camioneta. Ahí podrán ayudarte. — puse su brazo detrás de mi cuello y mi mano por su espalda para ayudarlo a caminar.

Caminamos algo agachados para cubrirnos con los autos.

—Necesito que trates de correr conmigo hasta la camioneta. Sé que estás herido, pero estamos cerca.

—Sí, señora.

Traté de darme prisa y lo hice correr a mi paso hasta llegar a la parte de atrás de la camioneta. Ví a otro herido en el piso. Tengo que volver por el.

—Subanlo. — le pedí a los muchachos mientras lo empujaba para subirse.

—¿No piensa venir, señora?

—Vayan al lugar que acordamos. — Cerré la puerta trasera y traté de correr hacia él otro, cuando sentí un dolor desgarrante en mi hombro. Me tiré al piso presionando fuertemente mi hombro. Mi ropa y mis manos estaban llenas de sangre. Casi olvido lo que se siente un balazo. Hace tanto tiempo no sentía este dolor. Un calor se apoderó de esa área y de todo mi brazo.

—¡Rui! — Shu corrió hacia mí y me cubrió. —Corre al auto, Rui.

Miré al hombre que estaba en el suelo, pero ya estaba muerto. Otro más que no pude salvar. Shu me dió su mano para ayudarme a levantar y siguió disparando hasta que logramos subirnos al auto. Aceleraron el auto y Shu siguió disparando por la ventana.

—¿Estás bien, Rui?

—Si, es solo un rasguño.

—No me parece que sea un solo rasguño.

—Nos están siguiendo, señorita.

—Pierdelos. Haz lo que tengas que hacer, pero no podemos dejar que nos atrapen.

—Sí, señora.

—Déjame ver tu herida.— me pidió Shu.

—No es momento para eso.

—Estás pálida y estás perdiendo mucha sangre. Tenemos que evitar que sigas perdiendo más.

—Estoy bien. Te dije que te olvides de mi. Ahora lo importante es salir de aquí.

Presione fuertemente mi hombro tratando de aguantar la sangre y el dolor que estaba sintiendo. No es para tanto tampoco. Tengo que aguantar hasta salir de aquí. No puedo morirme ahora. Mi respiración estaba agitada y estaba algo mareada. Todo alrededor se escuchaba distante. Shu se bajó parte del uniforme y se quitó la camisa. Me di cuenta que también estaba herido en su brazo, pero no mostraba que le doliera. Sin decir una palabra amarró su camisa desde mi hombro hasta debajo de mi brazo y el dolor que eso género me hizo quejarme.

—Lo siento, pero tengo que hacerlo así. Recuestate. Yo me encargaré del resto. Ya has hecho suficiente.

—No vuelvo arriesgarme a hacer esto.

—No hace falta decir que te lo dije, pero eres necia. Descansa ahí mientras me encargo de esos policías que están en nuestro trasero.

—¿Descansar? No es momento para eso. Yo te ayudaré. — con mi otra mano agarré el arma de mi espalda. — Tenemos que salir de esta, Shu. Maneja tú.

—De acuerdo.