Shiro reservó una habitación y subimos al cuarto piso.
—¿Por qué este lugar, Shiro?
—¿No quieres divertirte un poco? Llevamos años sin vernos, ¿Por qué no hacemos más recuerdos entre nosotros?
—Te dije que vendría para negocios, no para complacerte.
—¿Y crees que en este lugar donde hay una gran cama, podríamos hacer negocios? ¿No me extrañas? — Shiro trató de tocarme, pero retrocedí.
—No me acerques tus asquerosas manos.
—Antes deseabas tenerlas y ahora te quejas. ¿Quién entiende a las mujeres?
—Tu mismo lo dijiste, eso era antes.
—Sigues siendo la misma de antes. Me miras de la misma forma y tiemblas igual cuando te toco. ¿Seguirás fingiendo no quererme?
—¿Para esto me trajiste aquí?
Shiro sonrió y caminó a la ventana.
—No, en realidad estoy aquí por un trabajo.—¿Estás desilusionada?— me miró de reojo y sonrió.
—¿Qué trabajo? ¿Matarme?
—Ven aquí.
Caminé lentamente hacia él y abrió la puerta del balcón. Repentinamente me agarró la mano.
—¿Qué mierda haces?
—Cállate. — me acercó a él y me besó. Lo traté de empujar y me sujetó más fuerte. —Mira discretamente al balcón del lado.
Hice lo que dijo y vi a una pareja teniendo intimidad. No sé quiénes son.
—¿Podrías actuar un poco, linda?
—No creo que haya necesidad de que me beses, estúpido.
—Eso fue opcional. Ya sabes, creando un buen ambiente entre los dos.
—¿Quiénes son?
—Es el padre de mi prometida.
—¿Y qué haces espiandolo?
—Es por negocios. Esa no es la esposa.
—Esto me va a servir de mucho. — Shiro sacó el teléfono y les tomó fotos y videos. —Ya quiero ver la cara de la vieja.
—¿Ya terminaste?
—Podemos aprovechar el tiempo y usar la habitación.
—¿Ya me usaste para lo que me necesitabas?
—No, necesito que los interrumpas y armes un escándalo.
—¿Qué?
—Sí, socia decrépita.
—Vete a la mierda, Shiro.
—Aún pones la misma expresión cuando te molestas.
—¿Para qué debo armar un escándalo? ¿No es suficiente con las fotos?
—No, necesito grabarlos cuando hagan el espectáculo. Robaré su ropa mientras tú los entretienes en la puerta.
—¿Y cómo harás eso?
—¿Para qué crees que reserve esta habitación, estúpida?
—No voy ayudarte. Hazlo tú solo. ¿En qué me beneficia eso a mí?
—Sigues igual de necia que siempre. Qué divertido. ¿No me harás caso?
—No.
—Entonces no tengo por qué dejarte respirando, ¿Verdad?
—¿Crees que puedes manejarme como antes, Shiro? No voy ayudarte en nada. Si quieres hacer esto, hazlo tu mismo. — traté de caminar a la puerta y Shiro me agarró el brazo.
—Yo que quería divertirme contigo como lo hacíamos en los viejos tiempos, pero veo que entre más vieja, más aburrida te pones.
—Este problema es ajeno a mi. Suéltame. — le quité la mano de mi brazo y él me jaló hacía él.
Lo peor es que a pesar de poder soltarme e irme, no quiero.
—¿Por qué me miras con esa expresión? ¿Me extrañarás si me voy y por eso quieres que me quede?— pregunté sarcástica.
—Si y eso me molesta. — Shiro me empujó a la pared y se acercó.
—Maldito salvaje.
—Esto siempre he sido. Somos tal para cual, pequeña.
—¿No me digas? Ya déjame en paz, Shiro. Ahora te haces el más interesado luego de que me dejaste.
—Fíjate que me molesta tener que admitir que me equivoqué.
—¿Te equivocaste?
—Si, no debí dejarte viva. Ahora eres un puto dolor de cabeza.
—Lastima por ti.
—Me molesta tener que desearte tanto en un momento como este.— puso su mano en mi cuello.— Me molesta que me sigas confundiendo, pero ¿Sabes que más me molesta? Qué sigas siendo una puta debilidad aún cuando te odio tanto, perra. — Shiro enterró su cuchilla en la pared y me quedé petrificada porque no me había dado cuenta de sus intenciones. No sabía en qué momento sacó esa cuchilla. Estaba tan concentrada en sus palabras que olvide protegerme. Si hubiera querido matarme, lo hubiera podido hacer sin problema.
—Has bajado la guardia conmigo, perrita.
—¿Por qué no lo haces? Tienes la oportunidad de terminar con tu dolor de cabeza y eres tan cobarde que no puedes. —Shiro se quedó en silencio observándome y acaricié su mejilla. — ¿Qué sucede? ¿Tan débil te has vuelto?
—No es el momento, estúpida.
—¿Y cuando será?
—Cuando yo lo decida. Aquí tú no mandas nada.
—Sigues igual de patético y mentiroso que siempre, Shiro.
—Y tu igual de estúpida.
—¿Eso crees? — bajé mi mano por su torso hasta llegar a su pantalón. —Por lo visto éste no me odia y es mucho más honesto que tú, cobarde.
—No provoques si no te lo vas a comer.
—¿Y quién dice que no?
Escuchamos un sonido en la pared del lado y nos alertamos.
—Parece que le están dando bien duro a esa zorra.— comentó Shiro.
—Si, hasta contra las paredes. — ambos sonreímos. —Haré lo que dijiste, pero solo por hoy. Solo necesitas que llame la atención, ¿No es así?
—Sí.
—¿Cómo se llama el viejo?
—Kenta.
—Procura ser rápido, Shiro.
Salí de la habitación y respire hondo antes de tocar la puerta. Tardaron un poco en abrir. La mujer fue quien abrió.
—¿Qué desea?
—¿Dónde está Kenta?
—¿De qué hablas?
—¿Dónde está Kenta? No quieras ocultarmelo. Dame la cara, cobarde. — empujé la puerta de la mala gana dándole un golpe en el brazo a la mujer y logré ver al viejo verde. Estaba en ropa interior y sentado en la cama.
Al verme se paró y me miró de arriba abajo.
—¿Y tú quién eres?
—Eres un infeliz. ¿Ahora te harás el que no me conoces porque está tu otra amante aquí? Eres un descarado. — ella se acercó a él y puso su mano en el hombro.
—¿Quién es esta mujer, mi amor?
Vi a Shiro por el cristal de la puerta del balcón y estaba con su celular en mano. Forzó la puerta de cristal para entrar sigilosamente y traté de mantenerlos mirándome a mí en todo momento.
—Dile quien soy, ¿o es que no te atreves hacerlo?
—No se quien demonios seas, pero sal de aquí ya. — se acercó a mí y lo empujé.
—De aquí no me sacas hasta que me digas quién es tu nueva zorra.
—A mi tú no me llamas zorra. — me trató de abofetear, pero le agarré la mano y se la giré para empujarla. En realidad no había medido la fuerza y al haberla empujado se cayó golpeándose con la mesa de anoche en la cabeza.
—¿Qué has hecho?— preguntó Kenta viendo a la mujer. Se veía que estaba inconsciente, si es que no está muerta. El viejo se puso de rodillas y antes de que yo pudiera actuar, Shiro le dio un golpe con el arma en la cabeza.
—Te dije que hicieras un espectáculo, pero no un asesinato, salvaje.
—Es tu culpa. Si te hubieras dado prisa, no estaría pasando esto.
—Tampoco se ve que te importe. Esto también nos puede favorecer. Ayúdame a recostarlos en la cama.
Shiro guardó su teléfono y el arma para poner sus cuerpos en la cama. Shiro los coloco de una forma comprometedora y les tomó fotos.
—Con esto bastará. Ese viejo está jodido ya.
—¿Está muerta?
—Todavía no. — Shiro sacó el arma y le agarré el brazo.
—¿Qué mierdas haces? Si quieres armar un escándalo es mejor que sea de una forma que se le complique la investigación. Si le disparas podrán saber que él no fue quien lo hizo.
—Que sorpresa. Estas usando la cabeza, tonta.
—Púdrete, idiota.
—Salió mejor de lo que esperaba. Vámonos de aquí.
Shiro se fue por el balcón y yo cogí la cartera del viejo, que estaba encima de la mesa cercana a la puerta. Esto puede servir de mucho. Crucé de balcón a balcón y Shiro me ayudó.
—Debería dejarte caer. — comentó con una sonrisa.
—Morirías si eso pasa.
Salimos del Hotel lo más rápido posible.
—Sígueme en tu auto. Quiero que vayamos a tomar algo.
—De acuerdo.
Me fui a mi auto y seguí a Shiro hasta llegar a su casa. ¿Para qué mierdas me trae aquí?
—¿Para qué me traes aquí, Shiro?— le pregunté al bajarme.
—Somos socios y como tenemos mucho de qué hablar y celebrar, quise traerte. ¿Tienes miedo de que algo pase entre los dos?— arqueó una ceja y sonrió malicioso.
Me estoy arriesgando demasiado. Ya trató de matarme una vez y ahora estoy en la boca del lobo.
—Bienvenida de vuelta a mi dulce hogar.
—¿Está la perrita de tu mujer?
—No, ella no vive conmigo todavía.
Entramos al estudio y se sirvió un trago.
—¿Doble?— me preguntó mientras servía.
—Si, si es que no tratas de envenenarme.
—Me gusta que desconfíes, pero el día que te vaya a matar no será de esa forma tan estúpida, será mucho mejor.
Me dio el trago y me lo tomé.
—Ahora que estamos en ambiente. ¿Por qué no recordamos viejos tiempos, hermosa?
—No pensé que te quedarías en la misma casa, Shiro.
—¿Y para qué irme?
—Bueno, si hubiera querido acabar contigo directamente lo podía haber hecho.
—Eres una cobarde, no eres capaz de matarme tampoco. ¿Me equivoco?
—Si no lo he hecho es porque me sirves mejor vivo que muerto. — me tomé el trago de un jalón.
—¿Para qué quieres esa empresa de bienes raíces?
—Ya conocemos que el gobierno son los más corruptos que existen. Entre ellos se invierten el dinero de todos. Digamos que tengo en mente este proyecto por una razón muy obvia. ¿Puedo preguntarte algo?
—Dime.
—¿Para qué quieres destruir a ese viejo?
—No tengo que discutir eso contigo, muñeca.
—De acuerdo, aún si no me dices espero no arruinar ninguno de tus planes.
—¿Cómo podrías tú arruinarlo?
Así que debe estar por lo mismo que yo. Esto será divertido.
—Lo digo por tu mujer. No eres hombre de compromiso. ¿Realmente vale la pena como para casarte con ella?
—¿Por qué tanta curiosidad? ¿Sigues con los mismos celos?— esbozó una sonrisa maliciosa.
—No, en realidad sólo me sorprende la forma en que la trataste aún sabiendo que está embarazada. Tu actitud es despreocupada; así que asumí que no te importa ni ese bebé, ni mucho menos esa mocosa. Un hombre como tú no sé fijaría en una mujer tan ilusa, a menos que no sea por un razón muy especial. ¿Me equivoco?
—¿Eso es lo que quieres hacerte creer, Rui?
—¿No es eso lo que me estás dando a entender, Shiro?
—Estoy con ella porque la quiero y porque está esperando un hijo mío. ¿Debo tener mas razones?
De alguna forma me lastimó, pero no creí en su palabra.
—Esta historia me parece muy familiar.— comenté sonriendo.
—No, a diferencia de ti, ella sí es una mujer en todos los aspectos. — comencé a reír como una demente ante su comentario.
—¿Tan mujer que me andas buscando a mi?
—No te equivoques. Te busco a ti, como busco a otras y más si andas vistiéndote tan provocativa para llamar la atención. ¿Shu no te dice nada?— arqueó una ceja.
—No, ¿Por qué me va a decir algo si él y yo no somos nada? Solo soy propiedad de Hotaka.
—¿Eso qué significa?
—Que me voy a casar con Hotaka, querido.
—¿Y de cuando acá te gustan los hombres afeminados? — Shiro me quitó la copa y me sirvió otro trago.
—A pesar de su físico, es todo un caballero. Algo que realmente te falta a ti.
—Caballero mis huevos. ¿De cuando acá a una mujer como tú le gusta ese tipo de cosas? ¿Tienes alguna razón especial para estar con él? Quizás es porque no me puedes olvidar.
—¿Qué dices? Si es todo lo contrario tuyo, cariño. No es orgulloso, me ama y me lo dice, me trata bien, es inteligente, es poderoso y me lo hace delicioso. ¿Esas eran las razones que querías escuchar, querido? — sonreí y me tomé el trago.
Justo en tu hombría, idiota.
Shiro se tomó el trago y sonrió.
—¿Por qué no hablamos de negocios? ¿No es a eso que vinimos, Shiro?
—¿Por qué no te olvidas de los negocios y resolvemos otros asuntos? — soltó la copa y se acercó.
—No me interesa ningún otro tipo de asunto. Si no vamos hablar de lo que quería, será mejor dejar el tema hasta aquí.
—No se me da la gana. — me agarró el brazo y me acercó a él.
—Uy, que agresivo. ¿Qué te pasa? ¿Por qué luces tan molesto?— pregunté sarcástica.
—¿Quién está molesto? ¿Por qué no te callas y me das un buen trabajo aquí abajo?
—Que te lo de tu mujer. ¿No que ella es una mujer en todos los sentidos de la palabra? Yo tengo a quién dárselo. Alguien que me hace sentir mujer, algo que tú jamás hiciste. — Shiro me soltó y sonreí. — Ya me iré. Date un buen baño con agua bien fría, a ver si se te quita ese calor infernal que tienes.
—Tomaré tu consejo, perra.
—Buenas noches. — le hice un guiño y salí del estudio.
—¡Hikaru!— escuché su voz a lo lejos. Se apreciaba bastante molesto.
Salí de la casa dispuesta a irme lo más rápido posible. Me subí a mi auto, encendí el motor y avance a salir de ahí.
Shiro
—¿Qué pasa, Shiro?
—Mata a esa perra.
—¿A la señorita?
—Te di una puta orden. ¡La quiero muerta ya!
—Si, señor.