Shu llegó a la casa y salí a recibirlo.
—¿Qué tal te fue, Shu?
—Como era de esperarse. — Shu sacó el maletín y lo puso sobre el bonete del auto.
—Ese es mi hombre.
—¿Quieres dar una vuelta?
—Si, ¿Por qué no?
Me ayudó a subir al auto y metió el maletín en la casa. Luego nos fuimos a dar una vuelta por ahí.
—¿Cómo te fue con Shiro?
—Bien, aunque no logramos hablar sobre el negocio.
—¿Por qué?
—Trajo a su nueva perrita faldera y ya sabes, las cosas no salieron como esperaba.
—¿Estás molesta por eso?
—No, ¿Por qué tendría que estarlo?
—Porque aún lo amas.
—Me sorprendió un poco, eso fue todo. Quiero que me ayudes a una vuelta que quiero dar en esta semana si es posible.
—¿De qué se trata?
—Nunca hemos robado un banco, pero dado el caso que es una buena forma de ganar billete, deberíamos intentarlo.
—Lo haces por ella, ¿verdad?
—Por los dos. No tienen que saber que fuimos nosotros.
—Van a saberlo y más ahora que conociste en persona a la zorra esa.
—Soy inocente a menos que demuestren lo contrario.
Shu detuvo el auto y se giró hacia mí.
—¿Sabes el riesgo en el que te estás metiendo?
—¿Qué hay con eso? Hemos hecho cosas peores.
—Hablo de tu seguridad.
—¿Me crees muy débil para lograrlo?
—No, pero algo me dice de que Shiro está pendiente de lo mismo. ¿Por qué se va a juntar con esa mujer? ¿Qué motivo puede tener? Shiro jamás a sido de tener una relación, hasta que te conoció y luego de lo que pasó entre ustedes dudo mucho que esté con ella por qué la quiere.
—Está embarazada.
—Aún así no creo que sea por eso. La hubiera mandado a matar enseguida. A Shiro no le gustan las ataduras, ni mucho menos los compromisos. Ya viste todo lo que te hizo pasar aún estando embarazada de él. Pienso que debe tener otro motivo.
—Eso es una probabilidad, pero ya que importa. Ese no es asunto nuestro.
—Te extrañé mucho, Rui. — Shu me besó y bajó su mano a mi pecho, pero el teléfono sonó.
Era el teléfono que usamos para los negocios.
—Es Shiro. — dijo Shu con una expresión molesta.
—Hablando del Rey de Roma. Dámelo.
Llamada telefónica:
—Que sorpresa, ¿Ya callaste a tu perrita barata? — reí divertida.
—Aún no. ¿Cuando te veré para callarte?
—Es extraño que me llames. ¿Qué pasa? ¿Te dejaron durmiendo afuera?
—Puede ser. ¿Quieres alojarme en tu casa por unos días?
—No hace falta.
—Quiero que nos veamos mañana sin falta.
—Si es para negocios da por hecho que estaré ahí. —Shiro soltó una risita traviesa.
—Serán buenos negocios que hay que abrir y cerrar en persona.
Shu bajó parte de mi traje en la parte del escote dejando mi sostén visible y toco mis senos por encima. Empujé su mano, pero continuó.
—¿Eso era todo? — pregunte agitada.
Shu quitó mi sostén a un lado y lamió mi pezón. Trataba de alejarlo, pero no me dejó.
—¿Estás ocupada? Te puedo ayudar telefónicamente si quieres, digo, para que puedas terminar con Shu.
—Vete a la mierda, Shiro.
¿Cómo mierda supo que es Shu?
—No sé de qué hablas.
—¿Te sientes caliente porque estás escuchando mi voz en el teléfono? Ni siquiera has cortado la llamada antes de los 30 segundos. Puedo rastrear la llamada y caer a donde estás. Que descuidada eres. Déjame escuchar tu voz.
—¿Donde nos encontramos mañana? — quise cambiar el tema.
—Te espero en Chuo-Ku.
—Yo no iré a ese lugar.
—¿Tienes uno mejor?
—Maldito seas.
—Buena niña. Ahora sigue disfrutando, pero deja la llamada activa. Quiero oírte gritando mi nombre, porque no creo que Shu te de la talla. — soltó una risita traviesa y me hizo molestar.
—Muérete, Shiro. — colgué la llamada y tiré el teléfono.
—No vuelvas hacer eso, Shu.
—¿Por qué? Te escuchabas que lo estabas disfrutando.
—Claro que no. Así no. Llévame a la casa.
—De acuerdo.
Al día siguiente:
—¿Y cuáles serán los planes, Shiro?
—Cambiaremos la ubicación. Por ahora estaremos seguros de esas persona que atacaron nuestra base.
—¿Aún no has encontrado a esa perra?
—Si, la encontré.
—Espero que te encargues de esa zorra, Shiro. No quiero tener más pérdidas o tendré que cerrar los negocios contigo.
—No te preocupes, a ese hermoso pajarito lo sacaré de nuestro camino. Espera y verás.
*
—Me contó Shu sobre tus planes y solo quería decirte que cuentas conmigo, Rui.
—Eso es extraño de ti, Hotaka. ¿Cuál es tu repentino interés?
—En realidad sabía que ibas hacer algo. Me encantaría ver una pelea de ustedes dos en ropa interior y en fango.
—Incluso en este caso no dejas de pensar en cosas pervertidas.
—Sería muy interesante.
—Ese plan no es sólo por esa mujer. Se me ocurrió a última hora y bueno, encontré muchas ventajas.
—Me parece una buena idea. Ese viejo tiene mucho poder y en ese banco debe haber mucho billete. Si logramos quedarnos con ese dinero, podríamos hacer mucho con el. Hasta duplicarlo.
—Así es, es por eso que tenemos que hacer un buen plan para quedarnos con todo.
—Me gusta cómo piensas, muñeca.
—Ya es hora, Rui. — me avisó Shu.
—Bien. Nos veremos mañana, Hotaka.
—De acuerdo. Cuídate, bonita.
—Ve a la actividad está noche por mi, Shu.
—¿Qué? ¿Vas a ir sola, Rui? ¿Y si es una trampa?
—Relájate, eso no va a pasar.
—Te estás confiando demasiado de Shiro. No olvides que ese tipo está molesto contigo. Puede hacerte daño y más si te ve sola.
—Me tratas como si no supiera defenderme. Ya deja de tratarme como si fuera una niña, Shu. Estoy bastante grandecita. Algún día voy a morir, no seré eterna.
—¿En las manos de ese tipo?
—Tu y tus celos me tienen cansada, Shu. Hablamos cuando se te pase.
—No vayas, por favor.
—Lo siento, Shu. — me subí al auto y Shu se me quedó viendo.
Me duele tratarlo así, pero me irrita cuando se pone con esos celos.
Llegué al sitio de encuentro que me dijo Shiro y me quedé en el auto para tratar de llamarlo, cuando logré verlo a lo lejos.
—Que puntual, salvaje.
—Me dirás qué es lo que quieres hacer aquí, Shiro.
—Vamos dentro.