—Vamos a la casa. — suspiró molesto y caminó hacia ella. — Te llamaré luego para hablar sobre lo que acordamos, Rui.
Shiro se fue con ella y Hotaka se acercó a mi.
—Te lo tenías bien guardado, socia.
—No estoy para tus burlas.
—¿Hay algo entre los dos?
—No. Vámonos a la casa.
—De acuerdo.
*
—¿Por qué, Shiro?
—Cállate y súbete al auto.
—¿Es tu amante?
—Súbete al auto.
—No voy a subir a ese auto hasta que me expliques.
—No tengo que explicarte nada, es justo lo que viste.
—¿Y lo dices tan tranquilo?
—Eres mi prometida, pero solo eso. No tengo que darte explicaciones de nada.
—¿Cómo puedes ser tan infeliz? No sabía que tenías semejantes gustos. Creí que realmente te gustaba, pero veo que eres igual a todos.
—Soy peor de lo que piensas, muñeca. Súbete al auto. — Shiro le abrió la puerta y Sai salió corriendo.
*
Estaba caminando al auto cuando escuché unos pasos cerca de mi y una mano agarró mi brazo.
—Eres una zorra. — Sai trató de darme una bofetada y yo la sujeté en el aire.
—¿Y a ti qué mierdas te pasa, estúpida? ¿Quién te crees para levantarme la mano?
—Eres una zorra. ¡Te voy a matar!— trató de tirarme una patada y le di una patada de vuelta.
—Cuidado con lo que dices. No te metas conmigo o no respondo. No me importa que estés embarazada.
—¿Cómo pudieron hacerme esto?
—Le estás reclamando a quien no debes, tonta. Si no puedes mantener a tu prometido, ese no es problema mío. Quizás si le dieras lo que él quiere, no andaría buscando a otra. ¿Te lo dije o no te lo dije?
—Eres una cualquiera. ¿Hace cuanto me ven la cara de estúpida?
Shiro se acercó y le agarró la mano bruscamente.
—Te dije que te subas al auto.
—No voy a ninguna parte contigo. Los odio a los dos.
—¿Y yo que tengo que ver? Ponle un buen collar a este perro, quizás así no se te escapa a los brazos de otra.— sonreí divertida.
—Me las vas a pagar, puta.
—Cuando quieras, linda. Me pregunto qué parte debería arrancarte primero. — hice una pose pensativa.
—A mi no me amenaces. ¿Tú no dirás nada, Shiro? — miró a Shiro y él se quedó en silencio.
—Solo es un consejo, bonita. El que no escucha consejos no llega a viejo.— sonreí y Shiro le jaló el brazo.
—¡Esto no se va a quedar así!
—Shiro. — le tiré un beso en el aire y sonreí.
—Te gusta ver el mundo arder eh. — comentó Hotaka.
—Arderá cuando mate a esa perra. A mí nadie me habla de esa forma.
—¿Vas hacerle algo?
—¿De qué hablas? ¿He dicho algo yo? — le hice un guiño y sonrió.
—Eres una estúpida. ¿Cómo se te ocurre hacer una escena delante de todo el mundo?
—¿No es lo que estabas haciendo con ella? No tienes vergüenza, Shiro.
—¿Y eso con que se come? Escúchame bien, espero sea la última vez que te atrevas hacer este tipo de espectáculos en público.
—¿Por qué? ¿No quieres que sepan que tienes una amante?
—A quien no le conviene que sepan eso es a ti. Te recuerdo en la posición que estás, querida. No me hagas perder la paciencia.
—¿Quién es ella? ¿Desde cuando te revuelcas con esa mujer que parece un hombre? ¿Qué tipo de gustos son esos?
—A ti qué te importa. Fue una tontería amenazarla.
—Y tu la defendiste. ¿Te importa más esa tipa que tu hijo?
—No mezcles una cosa con la otra o te arrancaré la lengua.
—¿Ella es una prostituta?
—Quien sabe. Solo te advierto que si ella viene por ti, no voy a detenerla. Tú misma te metiste en ese lío, ve ahora como sales.
—¿Cómo puedes decir eso, Shiro? Estoy embarazada de ti.
—¿Y? No pensaste en eso cuando la amenazaste. Ese ya no es asunto mío.
—¡Eres un infeliz!— golpeó el pecho de Shiro y este la empujó.
—Te callas la maldita boca o en este momento te llevo a la clínica. Tú decides.
—Maldito.
—Buena chica. — Shiro se fue y la dejó sola.