Pasaron unos minutos y Shiro se acercó a la mesa con una mujer. Nunca la había visto. Me levanté al verlo. Se veía muy diferente a las demás. Realmente es muy bonita. Tenía el pelo largo castaño, ojos café, tez blanca, delgada, un cuerpo de ensueño. Venía vistiendo un traje muy elegante. Supe que era su prometida por el anillo en el dedo. No sabía que ella conocía de sus negocios. Fue una punzada en el pecho lo que sentí, pero no quise demostrarlo. Sonreí amablemente como si nada estuviera pasando.
—Cuanto tiempo, Shiro.
—Mucho tiempo. Les presento a mi prometida Sai, ella es Rui, mi socia. — doble golpe en la cara. Sabía que algo estaba tramando, pero no sabía qué era esto.
—Un placer conocerlos. —sonrió amablemente y sentía esas ganas de cortarle la garganta y sacarle los dientes, pero disfracé todas esas ganas en una sonrisa.
—El es Hotaka, mi acompañante.
—Que fría. ¿No se dice pareja? — comentó Hotaka sonriendo y me agarró la cintura acercándome a él.
Este imbécil, ¿Qué cree que hace?
—Es lo mismo para mí.— respondí indiferente.
—Creí que traerías a Shu.— Shiro se quedó mirando a Hotaka y me miró de vuelta.
—Está atendiendo unos negocios, pero no importa. Pueden tomar asiento. — me senté de vuelta en mi silla.
—Gracias. — ambos se sentaron y miré a Shiro.
—Cuéntame, ¿Para qué me citaste aquí?— traté de hablar lo más calmada posible. Aunque por dentro dolía.
—Ya había hablado de eso contigo, ¿No es así?
—No entiendo nada, Shiro.
—Shiro quiere ofrecerle algo, señorita.— comentó Sai.
—Vaya, ¿Qué podría ser?
—Quiere que asista a nuestra boda.
Apreté mi traje por debajo de la mesa.
—¿Y a qué debo el honor?
—Bueno, somos socios de hace muchos años. ¿Por qué no invitarte? Podrías ser incluso la madrina. ¿No te gusta la idea?
—Eso suena estupendo, mi amor. — añadió Sai.
Maldito desgraciado. Se nota que lo hace para molestarme. Quiero matarlo.
—¿Qué vas a tomar, linda?— me preguntó Hotaka.
—Un Whisky doble, por favor.
—Estás de buen humor hoy.
—Si, así es. Hay que celebrar esta gran invitación.
—¿Vas a tomar algo, linda?— le pregunté a ella.
—No, no puedo tomar. — sonrió y miró a Shiro. Él no dejó de mirarme.
Ya creo que saber lo que está pasando. Mi pecho dolía demasiado y quería irme de ahí, pero tengo que poner mi mejor cara. No puedo dejar que esté infeliz se salga con la suya.
—No puedes tomar, pero nosotros podemos sin problemas. — comentó Hotaka.
Al llegar la copa me la tomé de un golpe.
—¿Cómo puedes hacer eso?— se quedó sorprendida al verme.
Se ve muy inocente la estúpida está. Es inrritante.
—Es la costumbre.
—Crei que solo los hombres harían eso.— comentó ella y casi me levanto a golpearla.
—Será que dentro de mí habita un hombre. Me paso rodeada de muchos, no es lo único que aprendí de ellos. ¿Cierto, Shiro? — Shiro se me quedó viendo y esbozó una sonrisa.
—¿Y qué más aprendiste?— preguntó curiosa.
—A cortarle la lengua a quienes preguntan demás. — abrió sus ojos de par en par. — Fue una broma, pequeña.
—Realmente me asusté. — puso su mano en el pecho.
—Lo siento, suelo hacer bromas pesadas. No es para tanto. — sonreí inocentemente.
Aunque ganas no me faltan…
—Y cuéntame, ¿Cuándo es la boda?
—La adelantamos y será en una semana.
—Vaya, están muy deseosos de casarse.
—Si, queremos hacerlo antes que se note. Mi papá nos mataría si se entera de esto. — tocó su barriga y entendí a lo que se refería.
—No solo él haría eso. — pensé en voz alta y Shiro me miró. — Lo que quise decir es que cualquier padre tomaría esa noticia algo fuerte. — sonreí inocentemente.
—¿Cree que lo tome muy mal?
—No conozco a su papá para saberlo, pero quién debería dar la cara debe ser tu prometido. Al final de cuentas él fue quien te lo hizo.
—Él lo hará luego de casarnos.
Me acerqué a su oído para hablarle en voz baja.
—Deberías amarrarlo y obligarlo a que lo haga. No dejes que se haga el de la vista larga. Tengo entendido que tiene muchas mujeres, debes amarrarlo de una vez antes que una zorra venga y te lo quite.
—¿Realmente crees que tenga a alguien más?
—Lo digo porque hay muchas mujeres fáciles y ven hombres comprometidos y las piernas se les aflojan. De igual forma estoy segura que te ama o de lo contrario no te hubiera pedido matrimonio. — sonreí y me alejé.
—¿Qué tanto hablaban ustedes dos?— preguntó Shiro molesto.
—Nada importante. — respondió Sai sonriendo nerviosa.
Shiro me miró molesto y me hizo seña para que fuéramos a otra parte.
—Ahora no puedo, Shiro. Estoy hablando, ¿Qué no ves?
—Permíteme un momento, princesa. — Shiro se levantó de la mesa y me agarró el brazo.
—¿A dónde la llevas? — preguntó Sai levantándose de la silla.
—Tenemos un negocio que aclarar. Espérame aquí.
—Esta bien.
—No te preocupes, regresarán pronto.— añadió Hotaka.
—¿Ellos tienen algo?
—No, no tienen nada. Solo son socios.
—Ojalá sea verdad lo que dices.
Shiro me trajo al callejón por el lado del Pub.
—¿Te divertiste?
—Si, no tienes idea.
—¿A ti qué te pasa, estúpida? ¿Estás celosa?— arqueó una ceja.
—¿Por qué debería estarlo?
—Eso no parecía allá dentro. Estabas siendo muy obvia. Ya ni siquiera sabes actuar.
—¿No eres tú quien no sabe actuar ya?
—¿De qué estás hablando?
—¿Crees que no te ví mirando a Hotaka? ¿Estás celoso, o es que tras de viejo te volviste marica?
—¿A quién llamas marica, perra? — me acorraló a la pared y puso sus manos en mi cintura. — Si tan marica me ves, ¿Por qué no lo compruebas?
—¿Acabo de herir tu hombría? Si necesitas que alguien te abra las piernas, ahí tienes a tu mujer.
—Una acostadita no se le niega a nadie y menos cuando estás tan ofrecida.
—Al único que veo que anda muy desesperado eres tú. ¿No te alimentan bien en la casa, que andas buscando comer de platos ajenos?
—Como de dónde se me dé la gana. No te olvides de quién eres. — puso su mano en mi mentón.
—¿Y de quién dices que soy según tú?
—Mía.
—No me hagas reír. Hace mucho dejé de ser tuya.
—Eso no me dicen tus ojos, ni mucho menos tu cuerpo. Trata de ser más convincente.
—¿Me dirás para qué me trajiste aquí? — quise cambiar el tema.
—Para comerte. ¿Para que más?
Shiro me besó el cuello y mi cuerpo se estremeció. No puedo dejar que me controle como se la antoja.
—Déjame, Shiro.
—No se me da la gana. Solo cállate y no te resistas.
—Tu a mi no me das órdenes. Si estás tan apurado ve a buscarla.
—Cállate. — entrelazó su mano en mi pelo y lamió mi cuello.
—Si ella te ve vas a perderlo todo, Shiro. Deja tus calenturas y respetala por lo menos.
—Tu cállate y sé tú quien me cumpla ahora. ¿Vas a decirme que no lo quieres?
—No quiero nada que venga de ti.
—Lastima, porque lo vas a recibir todo. — esbozó una sonrisa maliciosa.
—No estoy bromeando. No me hagas golpearte.
—Antes no avisabas. ¿Qué pasa ahora? Dijiste que me odiabas. ¿Donde dejaste el odio?
—Tu también me dijiste lo mismo y me echaste a un lado, ¿Por qué tanto interés en hacérmelo ahora? ¿Qué quieres demostrar? ¿Qué puedes tenerme cuando se te antoje? Yo no soy un juguete, Shiro.
—Para mi lo eres.
—Pues busca otro juguete, porque estoy cansada de serlo para ti. — lo empujé a un lado y traté de irme.
—No vas a ninguna parte, Rui. — me agarró el brazo.
—Te dije que me sueltes. — le tiré un codazo con el otro brazo y lo sujetó.
—Si que eres muy necia. — me jaló el brazo y me volvió a pegar a la pared. —Eres muy estúpida si piensas que dejaré que te vayas otra vez. — puso mis manos contra la pared y pegó su cuerpo al mío.
—¿Qué es lo que quieres, Shiro? — no pude terminar de decirlo cuando me besó. Un beso tan intenso que sentía ganas de más.
Maldito sea. ¿Por qué vuelve a confundirme?
Puedo soltarme, puedo golpearlo, puedo escapar si quiero, pero no puedo. Shiro tiene razón, soy una estúpida.
—¿Shiro? — escuchamos la voz de Sai y Shiro se detuvo. — ¿Por qué, Shiro? — su rostro se llenó en lágrimas en un milésimo segundo. Shiro no se mostraba culpable, triste, ni nada por el estilo.