Dos días después…
—Alguien les aviso, Shiro. No se encontró nada en el lugar que nos dijeron.
—Maldita perra. Se cree que puede jugar conmigo. Veamos qué pasará ahora. Estoy cerca de la dirección que me dieron. En la casa hay movimiento de varios hombres. No la he visto salir a ella en ningún momento.
.......
—Eres tan necia. Sabes que están ahí afuera y no quieres irte. Te estás arriesgando demasiado. ¿Quieres que te maten?
—Vete, Shu. Llegó la hora de enfrentarlo. No tienes que quedarte. Lo haces porque quieres.
—¿Estás demente? Yo no te voy a dejar sola.
—Pues ya no te quejes. Maldita sea. ¿Qué te cuesta solo callarte y apoyarme? Antes lo hacías y no había problema, ¿Por qué ahora tienes que ser tan difícil de manejar?
—Olvídalo. Me voy a mi posición. — Shu agarró el rifle y subió al techo.
Yo también me subí al techo de la casa y me quedé con el rifle apuntando hacia donde habían visto los autos. Estuve atenta y alerta a cualquier movimiento por esa dirección. Habían pasado 30 minutos cuando se formó la balacera.
—No te atrevas a dispararle, Shu. —Shu le estaba apuntando al hombre que estaba al lado de Shiro.
Shiro vino directo a nosotros. Todos están frente a la casa matandonse los unos a los otros. Ni siquiera se está cubriendo. ¿Tanto me subestima? Tenía a Shiro en la mira, pero no quise disparar.
—No disparen. — les grité a mis hombres.
—Rui, no hagas eso.
Shiro fijó su mirada a donde estaba yo, pero estaba con el antifaz. No estoy muy segura de si reconoció mi voz, o no. Los hombres de Shiro me apuntaron.
—No disparen. — les ordenó Shiro. — Hasta que nos vemos otra vez. ¿Qué haces allá arriba? ¿Tanto miedo me tienes?— solté el rifle a un lado y sonreí.
—Rui, ¿Qué mierda estás haciendo?
—Lo que debí haber hecho hace mucho. Quédate aquí.
Caminé dentro de la casa para bajar a donde Shiro. Me estoy arriesgando mucho, pero no puedo quedarme con esa espina dentro del pecho. Todo tiene un final y si el mío es hoy, quiero irme tranquila. Salí a la entrada donde estaban todos y me mantuve a una distancia prudente.
—Así que te dignaste a bajar, perrita. ¿Te estás entregando a la buena, o estás tramando algo? — arqueó una ceja y esbocé una sonrisa.
—No podrás saberlo si no te arriesgas averiguarlo. Pelea, perro. — me cuadre aún viendo que tenía el arma en la mano.
Pensé que aprovecharía para disparar, pero no. Tiró el arma a un lado y me miró fijamente.
—Este escenario ya lo conozco, Rui.
Así que me reconoció. Interesante.
—Así que eras tú quién estaba detrás de todo esto, perra.
Me quite el antifaz y lo miré.
—¿Y quién más creíste que sería, idiota?
—Sigues siendo igual de salvaje. No sabes lo que acabas de hacer.
—Me las vas a pagar, Shiro. Apenas estoy comenzando. Prepárate para perderlo todo.
—Prepárate tú para cuando te corte el cuello. De esta no vas a salir respirando, Rui. Te advertí que no te quería volver a ver en mi vida y aún así me volviste a buscarme. He perdido ya bastante dinero por tu culpa y no creas que vas a salir ilesa de esto.
—No estás en posición de decirlo, Shiro. Si yo no salgo viva de aquí, tú tampoco lo harás.
—Veo que sigues igual de necia e insolente que siempre. Parece que te hace falta aún disciplina. — Shiro trató de atacarme, pero pude evadirlo.—Vaya, te has vuelto más rápida. ¿Debo aplaudirte?
—¿Por qué no? Ya no soy esa estúpida débil que se dejaba golpear por ti y tus hombres.
—Me encantaría saber las razones detrás de este espectáculo. ¿Estás buscando atención a gritos?
—Quien sabe. ¿Qué te parece si hacemos un negocio, o mejor dicho una tregua? Digo, no creo que quieres morirte aquí hoy, ¿Verdad? Tienes mucho por hacer todavía.
—¿Tú crees que voy hacer negocios con alguien que quiere destruirme, pendeja? ¿Para que quiero hacer negocio con una zorra como tú?
—Si venimos al caso, vas a necesitarme. Acabas de perder mucho dinero y para recuperarlo te va a tocar hacer un pequeño sacrificio. Podemos llevar la fiesta en paz, Shiro.
—Veamos, ¿Qué es lo que quieres a cambio?
—Que seas mi socio y abras una compañía conmigo.
—¿Compañía?
—Te daré los detalles si aceptas.
—¿Por qué tendría que hacerlo? — Shiro miró al techo y se dió cuenta de que había alguien apuntando a nuestra dirección.
—No se te ocurra, o te van a ser polvo. — sonreí y Shiro hizo lo mismo.
—No sabía que estaba reunido también tu noviecito.
—Ya ves. Me acompaña a todos lados.
—Bien. Hablaremos en privado. Donde nadie nos moleste. Lo tomas, o lo dejas.
—De acuerdo. Si tratas de hacer una tontería, ya sabes que no saldrás de aquí vivo.
Shiro caminó y me paré frente a él.
—¿Qué esperas para quitarte la cuchilla que tienes? — Shiro sonrió y sacó la cuchilla de su cuello.
—¿Quieres verificar si queda algo más?— me preguntó sonriendo.
—Si, lo haré. — toqué su pantalón y me agache hasta llegar sus pies. No tiene nada.
—Esa posición te queda muy bien. Así me voy asegurar que estés, pero tu cabeza debajo de la suela de mi zapato.
Subí mis manos tocando sus piernas, abdomen y pecho. No sentí nada y Shiro sonrió.
—Ahora me toca a mí. ¿Qué me asegura que no tengas una sorpresita oculta por ahí?
—Haz lo que quieras.
Me tocó bruscamente las piernas y bajó a mis pies. Al subir de vuelta metió sus manos por mi entrepierna y sonrió. Traté de evitar mostrarle ninguna reacción y siguió subiendo hasta agarrar mis senos.
—Aquí sigue sin haber nada. — quitó las manos y esbozó una sonrisa maliciosa.
—Camina al frente, Shiro.
Shiro no puso protesta. Caminó al frente de mi y le fui indicando hasta llevarlo al estudio. Cerré la puerta para que nadie nos molestara. Me estoy arriesgando a traerlo aquí a solas, pero necesito hacerlo.
—¿Ahora me dirás tus planes, zorra?
—Si, quiero que me ayudes abrir una compañía de bienes raíces.
—¿Por qué?
—No es tu problema. Mi meta es abrir una y quiero saber si cuento contigo, o no.
—¿Y que voy a ganar ayudándote? ¿Crees que puedes manipularme solo porque me robaste?
—Yo no estoy manipulando a nadie. Solo te estoy ofreciendo un buen negocio en el que te beneficiarias también y más en este momento tan crítico que estás pasando, ¿No crees? — sonreí maliciosa.
—¿No será que pretendes tenerme cerca porqué me extrañas?
—No me hagas reír.
—¿Y por qué no disparaste cuando pudiste?
—No quiero matarte todavía. El negocio es primero y puedes ofrecerme más vivo, que muerto.
—Hasta que al fin usas la cabeza.
—Te ayudaré a reponer el dinero que perdiste y más, si me ayudas a abrir la compañía de bienes raíces. Luego de todo lo que me hiciste, merecías lo que te paso. Estaremos a mano. ¿Lo tomas, o lo dejas?
—¿No harás nada que me llame la atención para aceptar semejante cosa?
—¿Cómo que?
—Mostrarme lo que tienes. Estás más desarrollada de cuerpo. Si eres inteligente, te darías cuenta que saldrías ganando más siendo mi puta, que siendo mi socia.
—Para puta tienes a tu mujercita, que por cierto, me preguntó si debería darle una visita. Así nos tomamos un té juntas y compartimos un buen rato; para que así me cuente las mismas mentiras que me decías a mi. ¿Qué te parece?
—Vaya, la mala madre está celosa.
—Jamás estaría celosa de ti. Lo nuestro pasó hace años y no me interesas en lo más mínimo.
—Hacerte la difícil ahora no te queda. Apuesto a que si te tiró sobre ese escritorio, abrirás las piernas en menos de un pestañeo. Al final de cuentas eso es lo que eres; una perra barata.
Si buscaba provocarme lo logró. Lo agarré por el cuello y lo pegué a la pared. Él no hizo nada para defenderse, solo sonrió y eso me hirvió más la sangre.
—Ahí sacaste lo salvaje otra vez. Y yo que creí que ya no estaba. — su risa burlona me molesto más.
—Tienes razón. Soy una salvaje. En eso me convertiste tu mismo. Me destruiste la vida. A pesar de salir de tus brazos, tuve que pasar muchas dificultades. No pude tener una vida normal, por tu maldita culpa. No sabes cuánto te desprecio y cuánto te odio. Voy acabar contigo y todo esa mierda de negocio que tienes. Por ese amor que sentía por ti y por esas mentiras que dijiste, te juro que voy acabar contigo. Me falle a mi misma por tu culpa y no vas a salir libre de esto. Me engañaste y jugaste con lo que sentía por ti. Me remataste al darme la espalda cuando más te necesitaba. Eres un ser despreciable, Shiro. Siempre me preguntaba, ¿Qué hice mal? No hice nada mal. Quien fallo y perdió fuiste tú. Contigo tuve mucha perdida y ahora en esto me convertiste; en esta perra barata que dices, en esta perra tonta que antes era capaz de dar su vida por ti. Eres un malagradecido. Maldigo el día en que te conocí. Me arrepiento un millón de veces en haber creído en tus palabras. Siempre quise tener esta conversación contigo, pero ahora que te tengo en frente, no puedo sentir nada más que odio. Es una ayuda poder sacarme esto del pecho. Así podré continuar mi vida en paz. —lo besé por última vez. No pensé que tendría la valentía de hacerlo, pero lo necesitaba. Me estoy condenando yo misma, pero ya no me importa nada. Shiro se quedó mirandome fijamente. De alguna forma no parecía molesto. Se veía más sorprendido. — Con esto se cierra esa maldita farsa.— sonreí relajada.
Lo solté y di la espalda. Tenía una lágrima asomada, pero no sé la iba a mostrar a él.