Llegamos al restaurante y nos sentamos en una mesa distante de todos. Ella se veía extraña, como ida en pensamientos. ¿No se supone que un día como hoy sea para estar feliz? ¿Por qué se ve tan triste?
—Ordena lo que desees, Ruby.
—Pide lo mismo que tú pidas.
—¿Ensalada? — sonreí, y me miró.
—Eso hará que el sabor de tu semen no sea bueno que digamos— sonrió, y sentí algo de vergüenza.
—¿Cómo puedes estar segura si aún no lo has probado?
—Pero está noche lo haré— llevó su tacón a mi entrepierna, y lamió sus labios.
Sus provocaciones siguen intactas.
La mesera se acercó a la mesa y ella continuó su provocación por debajo de la mesa. Ordené lo que sabía que le gustaría, y la mesera se fue.
Instantes después trajeron el vino y lo pusieron sobre la mesa. Nos sirvieron una copa y ella se la tomó enseguida. Definitivamente está actuando extraño.
—Si tomas así vas a emborracharte rápido.
—No importa, ¿O sí? Acompáñame a tomar.
—No puedo tomar mucho, estoy manejando y… — me interrumpió:
—¿Y tu estúpida dieta no te lo permite?
—Ya me conoces.
—Te ves bien así como estas, ¿Por qué preocuparte tanto por tomar una noche conmigo?
Se sirvió otra copa de vino, y se lo tomó de golpe.
—Estás tomando demasiado, eso no es normal en ti. ¿Te sucede algo?
—No, solo quiero tomar un poco. Solo por hoy, ¿Si?
—Toma todo lo que quieras. No tengo problemas con eso.
Cenamos y ella continuaba tomando. Su mejillas se veía un poco rojas y no dejaba de mirarme y morder sus deliciosos labios. Esa expresión nunca la había visto en ella, es como si deseara comerme.
Pagué luego que terminamos y la llevé al auto.
—¿Por qué no lo hacemos aquí? Nadie nos verá— propuso.
Está definitivamente borracha. Hablaba pausado y entre risas.
—Espera a llegar a la casa. Allá me encargo de ti y de tu calentura.
Llegamos a la casa y la llevé hasta el cuarto. La tiré sobre la cama y abrió sus piernas.
Joder, es tan erótica. Se ve tan indefensa y sensible ahora. Nunca la había visto así. Incluso puedo decir que se ve algo tierna.
—Eres tan lindo. Me gustas— acarició mi mejilla, y sonrió.
Maldición, que dijera eso me ilusionó. Sé que está borracha, pero nunca me había dicho eso. ¿Cómo no voy a sentir algo como por lo que dijo? Hasta el corazón se me quería salir del pecho. No debo aprovecharme de una mujer borracha, pero que me diga esas cosas me emociona.
Cogí el teléfono y lo puse a grabar, sin que ella se diera cuenta.
—¿Realmente te gusto, Ruby?
—Sí, eres tan lindo— acarició mi mejilla, y me miró fijamente.
Maldita sea, es tan linda.
—Si no fueras tan estúpido y me confundieras, nada de esto estaría pasando. Un día me tratas bien, y otros días me tratas mal. Siempre haces lo mismo, idiota.
—No sabes lo que dices. Eres tú quien me trata mal. Me ilusionas y luego me bajas la emoción. Ya entiendo que no te guste como pareja ni nada de eso, pero al menos sé fiel a mi y deja de besar a otros. Me molesta que lo hagas. Sé mía solamente, aunque no lleguemos a nada más.
—¿Qué tonterías dices?
—No es tan malo. Te daré lo que quieras y cuando quieras, te cumpliré en todo lo que pidas. Te haré todas esas fantasías sucias que escribes en tus libros, pero solo acuéstate conmigo. Úsame como se te antoje.
—¿Todas? — sonrió coqueta.
—Sí, todas— froté mi rodilla en su parte baja, y se estremeció.
Su ropa interior estaba muy húmeda, podía percibirlo aún con el pantalón mío puesto.
—Parece que el alcohol te ha vuelto más sensible, pequeña.
—Eres tú quien me pone así.
—Ah, ¿Sí? — llevé mi mano a su mentón, y rocé mi dedo pulgar en sus labios.
Esbozó una sonrisa antes de sacar su lengua y lamerlo.
—Parece que te gustaría tener algo en tu boca.
—Sí— me miró fijamente.
Metí mi dedo índice en su boca y lo chupó.
Me encanta ver su expresión cuando lo hace. Ella me excita mucho. Estaba a punto de explotar sin siquiera tocarme. Con ninguna mujer me ocurre esto. Quería meterlo dentro de ella, pero recordé algo que me hizo maldecirme. No compré preservativos. Esto no puede estar pasándome a mi. Que día tan maldito he tenido hoy. Salir a la farmacia mientras está así de caliente, sería un crimen.
—Tengo un grave problema.
—Ya lo sabía.
—No hablo de eso— Ruby sonrió —. Olvidé comprar preservativos.
—¿Y?
—¿Quieres que te embarace o qué?
—Eso no va a ocurrir. Estoy más protegida que el presidente. Es imposible que eso suceda, además estoy totalmente limpia. Nunca lo he hecho sin, y quisiera saber cómo se siente.
—Yo tampoco lo he hecho sin nada.
—¿No te gustaría tratarlo?
—¿Estás segura de quererlo así? ¿No es efecto de la borrachera? Espero luego no te arrepientas.
—Cállate, y déjame sentirte dentro de mi.
En realidad, no fue efecto de la calentura del momento, yo también deseaba sentirla adecuadamente.
—Me gustas, Adrián— su expresión lucía afligida, a pesar de lo que dijo.
No podía creer lo que había escuchado. Creí que la primera vez que lo dijo se refería a gustarle por el sexo, pero como lo dijo ahora, sonó más a otra cosa.
No quiero aprovecharme de que esté borracha, será mejor que detenga esto. Me estoy ilusionando otra vez, y si lo hago con ella, terminaré sufriendo cuando se le pase.
—Ruby, quédate a dormir conmigo hoy. Prometo que mañana o en otro momento lo haremos.
Me estaba quemando por dentro esa declaración. No debo creerla, pues ella me detesta y lo dijo. Lo hace por los efectos del alcohol.
—Ven, duerme— me levanté de encima de ella, y me acosté a su lado, quería darle su espacio.
—Adrián...— la interrumpí antes que pudiera añadir algo más:
—Y no me digas que te vas a ir. Si quieres duermo en otro cuarto o en el piso, pero deja las tonterías — me giré dándole la espalda.
Escuché su risita traviesa, y sentí su mano cuando agarró mi erección por debajo de la sábana.
—¿Vas a dejar esto así? Despertarás con dolor de bola por retenerte tanto, ¿Sabías? Quiero hacerlo ahora. ¿Vas a incumplir con la regla que tú mismo impusiste?
Me giré, y me subí sobre ella. Puse mi mano en su cuello y la besé mordiendo fuertemente su labio.
—Oh, nena, estás muy endemoniada. Voy a hacerte tragar hasta la última gota que tengo retenida. Voy a purificar ese demonio que está dentro de ti ahora mismo.