April Beláu D'Angelo
Las seis horas de clases del Miércoles se fueron entre cavilaciones sobre mi futuro, sentía que de alguna manera estaba sola en este mundo. No podía concentrarme durante el dictado de ninguna materia, y en participación individual obtuve un promedio menor a lo de siempre, y es que había fallado en ejercicios algebraicos, de razonamiento matemático y preguntas orales. Lo peor es que recibí una llamada de atención por parte del director por lo que pasó con el chico extraño el Martes y por mí desenvolvimiento en las materias.
Dijo que llamaría a mi madre si no ponía de mi interés en las clases, porque desde el año pasado estaba tambaleando en las notas y no quería que perdiera la beca, supuestamente porque tenía potencial para representar a la escuela en el concurso de cerebritos del país, que se daba cada año en Washington DC. Y por un momento pensé que me ayudaría con asesoría psicológica o familiar para poder hacerlo, pero no dijo más. A él solo le importaban los intereses propios, no mi salud, ni mi bienestar mental y emocional.
Inmersa en mi cabeza cogí mi tenedor y me incliné un poco hacia adelante para empezar a degustar lo que escogí del mostrador de comidas. Había ocupado una mesa de la pequeña cafetería de la preparatoria para pasar rato y no ir a casa temprano, porque mientras más tarde era mejor y además tenía mucha hambre por no haber desayunado.
—¿Y cómo te trató tu tercer día de clases? —Al alzar la mirada ví a Melanie ocupar la silla frente a mí, colocó sobre la mesa su charola con su almuerzo y me miró divertida—. Apuesto a que llegaste tarde y te quedaste nuevamente sin escritorio. ¿Me equivoco?
Ella, se podría decir, era mi mejor amiga. Nos conocíamos desde hace nueve años, era un año mayor que yo pero no había absoluta diferencia. Nunca pude ir a su casa pero siempre me invitaba, aparte de que me cuidaba la espalda cuando faltaba a clases por preferir trabajar. Era gótica pero tenía el alma vivaz y resplandeciente en contraste con su apariencia.
—¿Y? —insistió con interés ante mi silencio.
Primero me llevé parte de una patata hervida a la boca, antes de contestarle.
—Uff, me fué de maravilla —mentí sin humor.
Ella sonrió, ya notando mi mentira.
—¿Por qué llegaste nuevamente tarde? ¿Estás teniendo problemas con el despertador?
—Me dormí —resumí, no quería revelar que no pude dormir por la noche pero sin embargo cuando logré hacerlo, me dormí hasta pasado las ocho de la mañana. Y nadie me había despertado... Solo el gallo otra vez.
Ella esperó a que continuara contando y en el instante que notó que no lo iba a hacer, cambió de tema.
—¿Supiste la buena nueva?
—No.
Me encogí de hombros revolviendo mis patatas picadas. No sabía ni cacho.
—Schwarz ofrecerá este Viernes una mega fiesta en su mansión por el inicio de su segundo año en Russenhold. Harold me invitó.
Harold era el hermano mellizo de Annette Schwarz.
—¿Qué me he perdido en estos tres meses de vacaciones? —inquirí con sospecha, mirándola, porque ayer no me había contado nada y hoy salía hablando de novedades—. Harold por si no me falla la memoria es gay, ¿por qué te ha invitado a la fiesta de su hermana?
Ella llevó una cucharada de puré a su boca, saboreándolo tan apasionadamente que me hizo rodar los ojos. A Melanie le gustaba saborear cualquier cosa, su adicción tenía mucho que ver con el sentido del gusto.
—Supongo porque van a necesitar un payaso —sonrió.
—Y aún sabiendo eso irás —reproché.
Ella negó, bebiendo su licuado.
—Dije que me invitó más no que iría —aclaró, alzando una ceja—. Si te lo dije es porque quizá a tí si te interese asistir.
Sonreí incrédula, observándome en sus ojos color verde alfalfa.
—¿Por qué me interesaría ir a un lugar en donde no me invitaron?
—Porque él va a estar ahí —Fué su turno de encogerse de hombros—, y no me digas que no estás interesada en Kyle porque no me vas a convencer.
Con mis mejillas al rojo vivo reanudé a comer sin prestar atención a mi alrededor. Claro que me interesaba asistir a esa fiesta por él pero jamás había asistido a una, y por lo que oí, las fiestas que realizaba Schwarz eran con temáticas. No tenía dinero para alquilar un disfraz. Y Kyle era el chico más popular de la prepa por verse como se ve, su forma de vestir y por ser novio de Schwarz. Él no estudiaba junto a nosotras, sin embargo el pensar en volverlo a ver aceleraba mi corazón y otras cosas.
—Yo tengo un lindo disfraz de una robusta gallina Silkie.
Confundida levanté la mirada hacia el rostro sonriente y malévolo de mi amiga, con la cuchara a medio camino de llegar a mi boca, masticando primero sus palabras. ¿Una gallina Sil... qué? ¿Qué rayos era eso? ¿Gallina? ¿Una gallina?
—¿Por qué iría con un disfraz de gallina cuando el payaso ibas a ser tú? —inquirí, viendo su sonrisa quebrarse hacia abajo.
—Porque la temática que eligió es de animales de granja —Eso era tan anti-Schwarz que me hizo mirarla con suspicacia a lo que ella con rapidez volvió a hablar—. Su hermana menor está de cumpleaños y tuvo la idea de celebrar ambas cosas a la vez; la pequeña tiene cinco años y ama al puerquito valiente.
Eso no aplacó mis dudas, pero aún así yo decidí asistir a la dichosa fiesta con temática de animales de granja, aunque en el puerquito valiente no había una gallina Silkie...
Después de la salida de clases del Viernes había acompañado a Melanie a su casa en donde me dejó esperando quince largos minutos parada fuera, para después aparecer con una gran bolsa negra de basura con el exagerado disfraz dentro. Y ahora me encontraba mirando mi apariencia infantil y estúpida en el espejo de mi habitación. El robusto disfraz consistía en un cuerpo entero de gallina de plumas sedosas blancas, con una cabeza esponjosa que me dejaba la cara libre pero con un amplio pico negro sobrepuesto, que iba desde mi nariz hasta mi boca y que debía obligatoriamente llevar si quería parecer una gallina. Mis piernas desde los muslos estaban desnudas y en los pies llevaba unas pantunflas de plumas blancas esponjosas, muy similares a las patas de ese animal plumífero.
—April... —La risa burlesca de mi madre me hizo sentir patética. Ella cubrió su boca por un segundo y cuando calmó su risa se acercó a mí, mirándome de pies a cabeza luego de entrar a la habitación sin tocar—. ¿A dónde irás vestida de ese modo?
—A una fiesta —gruñí, mirándola a través del reflejo del espejo.
—Pero si no estamos en Octubre, y si lo estaríamos creo que ese disfraz no es nada sensual para una chica de tu edad —No dije nada, porque tenía razón. Este disfraz era humillante—. ¿Es una gallina?
—¿Parezco acaso un pato? —bufé irritada por su intromisión.
Ella cogió el pico con ligas de mis manos.
—Necesitas maquillar tu rostro para que juegue con este accesorio.
No necesitaba maquillar mi rostro, necesitaba otro disfraz me dije. Mi cabeza me dolía de tanto pensar en lo gracioso y avergonzante que se veía en mí este traje. ¿Porqué debía ir?
Dejé de torturarme en el espejo y corrí para tirarme derrotada en la cama, cayendo sobre el colchón patéticamente de estómago. Kyle iba a estar en esa fiesta y mi pase para estar cerca de él era este estúpido disfraz.
Cubrí mi cara con la almohada al sentir el peso de mi madre sobre el colchón.
—Estás bonita, Arlett.
—¡Grr! ¡No estoy bonita, mamá! ¡Estoy estúpida! ¡Me veo patética! ¡Y no me llames así!
—¿Entonces por qué irás a una fiesta de disfraces si no te sientes cómoda en ese traje?
Porque Kyle va a estar ahí, pero tú no lo entenderías.
—April, hija —¿Por qué actuaba así?, estábamos peleadas y hasta dijo ayer que no me perdonaría. ¿Qué quería ahora?—, Gael va a vivir con nosotros. No te molesta, ¿verdad? ¿Te presenté a Gael?
¿Ahora quién era Gael?
A la mierda mi apariencia.
Tiré la almohada lejos de la cama al levantarme con enfado, busqué mi billetera en el primer cajón de mi buró, cuando la encontré le arrebaté mi pico y salí furiosa de mi habitación para luego salir de la casa. Mi pecho quemaba por el dolor que sentía al saber que había terminado de reemplazar a papá por completo. Ella ya no lo extrañaba como yo. Había aceptado sus aventuras en su habitación con cada saliente que tuvo desde que él desapareció, pero saber que metería a vivir a un hombre a casa... a casa de papá era doloroso.
Limpié con frustración mis lágrimas en lo que caminaba por la extensa avenida pavimentada, viendo entre las lágrimas la soledad de las calles. Los faros del alumbrado público parecían en cualquier instante morir, por lo cual al estar nublado alumbraban con debilidad el camino. No habían ni ladrones y los vecinos eran como fantasmas que solo salían a horas indicadas para realizar compras, porque ni perro para pasear tenían. Era un lugar extraño Lordford, un pueblo cuyos secretos se guardaban bajo siete llaves. No habían saludos, reuniones, ni festejos, solo la extraña sensación de que estabas siendo siempre observada.
En lo que caminaba, con la incomodidad de las pantuflas y las lágrimas no queriendo detenerse, me atreví a cantar una canción de Vàstian L'Royse en voz baja. Amaba sus canciones, cómo las interpretaba y también era mi crush, pero de millones en el mundo yo era una admiradora más. Tenía mis paredes cubiertas con su cara y la de Kyle por supuesto, en mi baño no podía faltar el póster de su cuerpo completo, para matar las ansias de satisfacerme personalmente a falta de su presencia... Solo que él tenía novia, cuya mansión quedaba en el otro extremo de la ciudad, por lo que me tragué mi vergüenza y subí al buss repleto de pasajeros para luego abordar el metro.
Y cuando llegué a la puerta de la gigantesca mansión Schwarz, era una gallina de rostro rojo con el pico negro y ojos hinchados.
Pagué el taxi y me adentré al lugar entre lujosos coches que yacían estacionados fuera de la entrada. Las luces tras los cristales de las ventanas como las de la puerta cambiaban constantemente de color, las risas traspasaban las paredes como también la fuerte música. Entonces di una profunda respiración entrecortada a centímetros de la puerta, en cuyos cristales se moldeaban sombras moviéndose entre ellas. Y toqué.
—¡Otro animal! —gritó un moreno amenazando con esbozar una divertida sonrisa, girando su cuello para mirar sobre su hombro. Luego sus ojos intensos cafés dejaron de ver a la multitud, que parecía celebrar algo, para mirarme con fascinación y cederme el paso—. Creo que hoy alguien dejó su rancho abierto. Pasa.
Él vestía normal.
Y eso encendió mis alarmas.
¿Acaso era una trampa?
Entré con pasos dudosos. Cautelosos.
Todos vestían como para una fiesta juvenil a excepción de mí... y de una persona más, que yacía sentada sola en uno de los sofá en el recibidor: Melanie. Esquivé los cuerpos agitándose en convulsionados movimientos de baile y me acerqué al cerdo de ojos rojos y sombras negras derramadas por sus bordes.
—Pensé que te sentirías sola, y como era de disfraces nadie notaría que era yo si venía a acompañarte —Ella había estado llorando, eso creí, pero luego hipó, también estaba bebiendo—. No debí maquillarme, así hubiera sido menos humillante.
Miré alrededores como algunos se mofaban de nuestros extravagantes atuendos, otros estaban adormecidos por el alcohol como para prestarnos atención o simplemente les parecía más interesante casi follar en las esquinas de la enorme sala. Y al parecer en la piscina también habían más invitados, como una típica fiesta riquilla adolescente desenfrenada.
—¡Atención! ¡Atención! —De repente la música se detuvo como los movimientos, las luces dejaron de cambiar de color para quedarse en azul y todos prestaron atención al cuerpo curvilíneo que descendía por la escalera imperial—. Me he dado el placer de invitar por medio de mi hermano a una amiga becada de Russenhold, pero al parecer vinieron dos.
Entonces todas las miradas cayeron sobre nosotras.
Annette Schwarz detuvo su descenso, mostrándose una diosa pelirroja ante la mirada de su rebaño. Si quería avergonzarme no lo estaba logrando, porque yo ya venía avergonzada desde casa. Cogió la copa que su hermano le ofreció y la levantó en nuestra dirección.
—¡Brindemos por ellas! —exclamó con delicadeza y agudeza, observándome con burla—. ¡Porque les vaya bien con sus becas, superen su pobre destino y algún día puedan conocer la felicidad!
Todos rieron, en lo que yo me dediqué a sacarle el dedo del medio.
—Quisiera ir a zarandearla de los pelos, pero... pero creo que ya no puedo ni levantarme —balbuceò Melanie a mi espalda. Ella al parecer había estado ahogando su vergüenza en el alcohol desde mucho antes que yo llegara—. Quiero irme a casa... Fué mala idea venir a... aquí.
Schwarz con un ademán de mano ordenó que la fiesta continuara y terminó de descender las escaleras, con ese vestido corto rojo que comprimía sus pechos hasta el punto de querer escupirlos del escote. Apreté mi billetera en mi puño para no ir a por ella, más nadie me obligó a asistir a esta estúpida fiesta como para desquitarme con esa descerebrada, es más, ni me habían invitado.
Yo solita me había entregado en bandeja de plata.
Pero no había duda que Schwarz era una araña que sabía cómo tejer sus hilos de "buena gente" para que las moscas como Melanie o como yo cayéramos en ella, más lo que no sabía era que yo también podía ser cruel cuando se refería a tomar venganza... Pero primero era mi amiga, por lo que recorté distancia entre Melanie y yo y la ayudé a ponerse en pie.
—¿Me... Me llevarás a... casa? —balbuceó ella, risueña.
—Algo así —gruñí, sintiendo su peso. Ella pesaba mucho, y aunque yo fuera alta no me resultaba fácil arrastrarla hasta la puerta de salida.
Besó mi mejilla.
—Eres una buena amiga, Apri—
Chité.
—No digas mi nombre, creo que aún nadie me reconoce.
Melanie hizo un puchero recordando que a ella sí.
—Tienes razón —coincidió conmigo—. Con ese pico que te cubre toda la cara nadie puede verte.
El mismo tipo que nos hizo pasar abrió la puerta para que saliéramos.
—No tardes en regresar, pollito.
Separé mi mano un rato de la cintura del cerdo para sacarle el dedo corazón a su invitación con guiño de ojo.
—Púdrete, imbécil.
Pero él ni se ofendió.
Ya fuera, me detuve un momento para tomar aire y descansar. Sin embargo cuando miré a Melanie de reojo noté que parecía ya querer voltear los ojos.
—Melanie, dame tu móvil —pedí, dándole una palmada en su cintura. Sus labios se movieron queriendo formular una oración, pero ni a balbucear llegó por su estado crítico—. Melanie.
Mientras trataba de despertarla un convertible rojo aparcó a metros de nosotras; sentí las plumas caer para dejarme desnuda frente a él cuando salió del coche acompañado de otro atractivo y rubio chico. No obstante él ni nos prestó interés por más que nuestros disfraces llamaban la atención. Quitándose la gabardina se acercó a la entrada de la mansión Schwarz. Mi corazón decepcionado dolió por segunda vez al verlos desaparecer por esa puerta.
¿Acaso debía de ponerme un letrero con letras neón para llamar su atención?
—Melanie necesito tú móvil para llamar a uno de tus amigos para que vengan por tí.
Melanie con torpeza metió su mano por el escote del disfraz en su cuello y extrajo su móvil de su brasiere.
—Ran... dy —dijo arrastrando las palabras a la vez que me entregaba su móvil—. Llama Randy.
Busqué en sus contactos al tal Randy y cuando lo encontré como "Randy (Bebote)" no dudé en marcarle. A los veinte minutos de llamarle él ya se encontraba frente a mí, con un auto que parecía en cualquier momento desarmarse y frente a una durmiente Melanie. Randy era un chico de dos metros de altura y se parecía mucho a Silvestre Stalone en su papel de Rambo; fuerte, intimidante y feo.
—Melanie tuvo un pequeño problema con la ingesta de licor, ¿podrías llevarla a casa? —pregunté, sosteniéndola a duras penas frente a la puerta de co-conductor, mientras él salía de la chatarra.
Él miró a Melanie sin pizca de algún sentimiento, entonces me pregunté si era buena idea confiar en él.
—Mela, ¿qué te dije de no exagerar al momento de beber? No siempre voy a estar yo para llevarte a casa y no siempre vas a estar rodeada de buenas personas. Sabe Dios lo que te puede suceder —reprochó como una madre a su hija, o mejor que eso. Se acercó a ella, pasó un brazo por debajo de su espalda y el otro por debajo de sus rodillas y la cargó para meterla al auto, acomodándola en los asientos traseros.
Parecía confiable y lindo.
—Randy —entonces llamé con una idea loca en mi cabeza. Él ignorando mi llamado cerró la puerta de ese lado de su auto para rodearlo y montarse en el volante. Y antes de que siquiera arrancara metí medio cuerpo por la ventana del copiloto y pregunté—. ¿Tú vendes droga?
Él encendió el vehículo, pronunciando una palabra que no entendí:
—Muéstramelo.
¿Mostrarle?
—¿Mostrar qué?
Mi mente imaginó a velocidad luz qué mostrarle. No tenía los pechos tan generosos de mamá, ni el culo extravagante de Kim Kardashian. Yo era alta con proporciones equiparadas pero de más niña fuí plana como una tabla y me había quedado con ese pensamiento cada que alguien me observaba.
Randy rodó los ojos imaginando mis pensamientos.
—El dinero con el que me comprarás golosinas, niña.
Rayos, no tenía ni para regresar a casa.
Pensé algo rápido y lógico.
—Soy amiga de Melanie, ¿no podrías hacer una excepción conmigo? —Revoloteé las pestañas con coquetería y algo de ternura para que cediera.
Sin embargo él rio con sorna.
—Ni aunque fueras amiga de Lucifer.
Abrí mi billetera y conté tres dólares.
—¿Con tres dólares qué me darías?
—Un jalón a tu casa.
Le tendí mis tres dólares junto al celular de Melanie con la mirada suplicante.
—Por favor.
—Tú no pareces meterte esas porquerías —observó, tomando ambas cosas—, ¿para qué lo necesitas? —Mi cabeza formuló una mentira que él adivinó—. Y sé sincera o no te daré nada.
Ash.
No me quedó otra más que hablar.
—Verás, en esa fiesta riquilla se burlaron de nosotras —señalé la puerta iluminada de la entrada y luego a mí—. Así como nos ves, nos engañaron para que asistiéramos a la fiesta con estos disfraces humillantes, luego ya te imaginarás lo que pasó.
Sus ojos verdes como los de Melanie la miraron a través del espejo retrovisor.
—¿Era una chica? —Asentí muchas veces a su respuesta en forma de pregunta. Y mis ojos se iluminaron al verlo extraer unos paquetitos debajo de su asiento. Escogió uno y me lo tendió—. No te dí nada, no te conozco ni tú a mí. ¿Está claro?
—No sé quién eres, extraño.
Cogí el pequeño envoltorio, quitando mi medio cuerpo de la ventana del auto, para guardar su regalo dentro de mí billetera. Iba a agradecerle pero Randy arrancó el vehículo, dejándome parada en medio del portón enrejado abierto. Miré la Luna menguante por unos instantes y regresé a la fiesta con una sola intensión; vengarme de Annette Schwarz.
Algo que destestaba con toda su alma la chica curvilínea de cabellos rojos sedosos y ondulados, era emborracharse. Odiaba hacer el ridículo frente a sus admiradores por eso no ingería mucho alcohol. Jamás a aparecido en los diarios de chismes de la preparatoria, nunca hablaban mal de ella. Annette Schwarz era un ejemplo de comportamiento y responsabilidad, en eso yo debía golpearle.
El portero, amigo de la puerta, no dijo nada cuando toqué por segunda vez a su chica e ingresé. Y por todo el tiempo que estuve fuera la gente ya estaba en el limbo aquí adentro, incluso algunos follaban como animales sobre los sofá de terciopelo. Gimiendo y retorciéndose de placer mientras se daban sin parar. Ignoré lo morboso de sus movimientos y uniones y me encaminé hacia la barra.
—¿Algo va a beber nuestra amiga la gallina? —preguntó con mofa el bartender.
Lo ignoré.
No tenía como para perderlo
Mis ojos buscaron con una angustiante necesidad a Kyle, tenía miedo de verlo follando a Schwarz sobre algún mueble o en alguna esquina. Sin embargo al contrario de mis erróneos pensamientos él se encontraba reunido con un grupo de chicos y chicas cerca a las escaleras. Sus labios se movían pronunciando algunas palabras para luego sonreír al responderle a una de sus amigas. Verlo sonriente me hizo sonreír, porque era la primera vez que presenciaba algo así por parte de él. Y sin darme cuenta de mis actos cogí el vaso con mimosa de una tipa que estaba al lado mío y me lo bebí. Entonces el mundo de un momento a otro comenzó a girar en torno a mi taburete, pero aún así no quité la mirada de su gallarda anatomía cada que se movía, ya sea para bailar junto a Schwarz o para ir a saludar a más amigos suyos que llegaban a la fiesta.
Noté que ahora él tenía su pelo castaño ligeramente despeinado y sus bonitos ojos grises brillaban con una emoción contenida, misteriosa y al mismo tiempo rebosante de felicidad. Sus manos sujetaron con posesión la estrecha cintura de Annette cuando la buscó y encontró entre la multitud, apegando su redondo culo a su cuerpo. Me derretí cuando le susurró algo al oído para después ella tirar con una de sus manos de su nuca y posar sus labios sobre los suyos. Ambos se devoraron frente a mí con una arrolladora pasión que me hizo sentir fuera de lugar. Todo había desaparecido en nuestro alrededor, solo éramos ellos dos y yo. Ellos con claras ganas de follar y yo con la necesidad de desaparecer de este lugar con mi dolor.
¿Porqué me gustaba lo imposible?
Él ni me conocía.
Aun observándolos cogí otro vaso con el mismo contenido y lo bebí como si se tratase de agua. En eso ella giró envolviendo sus brazos sobre su cuello y uniendo sus erectos pechos a los pectorales de él, sobre su camisa, profundizó el beso. Y no pude evitar ver cómo las grandes manos de él resbalaron de su cintura para atrapar con cada una de ellas una nalga para apretujarlas.
—¿Porqué no se fijó en mí —gruñí con frustración, bebiendo otro vasito—. Maldita suerte.
La necesidad de ser yo a quién él tocara así y los celos de no ser yo a quién él besaba en esos instantes, me hizo dejar de verlos para fijarme que había un tipo a mi lado que parecía hablarme, unas tipas que resbalaban de la barra por encontrarse dormidas, y la música como los efectos de luz comenzaron a marearme. Mi cabeza parecía querer ceder por su peso al igual que mi cuerpo, y la sonrisa del bartender era exageradamente amplia. Tan amplia que se parecía a la sonrisa de Cheshire. Sin embargo él no parecía sonreírme a mí, ¿a quién sonreía así? De pronto la música como las voces callaron al girar el rostro a mi derecha. Entonces las palpitaciones en cada zona de mi cuerpo estallaron con tan solo oler un caro aroma masculino y ver parte de la impoluta piel de unos pectorales por la abertura de una camisa negra. No era Kyle, pero esa presencia me llamó la atención también.
Y en el momento que alcé la vista pareció darme un paro cardíaco al atisbar el perfecto rostro varonil y tierno que adornaban mis paredes, con sus hermosos ojos verdes lima posados sobre mí con un brillo de curiosidad. Peor aún, mis terminaciones nerviosas terminaron de despertarse cuando él me habló sobre la música:
—¿Quién eres?
Anonadada nuevamente me perdí por unos segundos en sus labios colorados, algo carnosos en el instante que se mordió el labio inferior, indeciso de volver a preguntar o no lo que preguntó. ¿Pero en verdad era él? Mis manos picaron por tocar sus cabellos rubios, su nívea piel, por saber si era realidad o una alucinación; más me sorprendí a mí misma al tomarlo por el cuello de la camisa para intentar acercarlo a mí. Pero entonces él volvió a hablar conteniendo una sonrisa y colocando sus cálidas manos sobre las mias para frenarme.
—¿Acaso quieres perforarme el rostro con ese pico?
¿Qué me estaba pasando?
Y como bien pude solté su camisa para avergonzada por mi deliberada actitud sentarme correctamente, viendo al sonriente bartender alcanzarle dos copas con un líquido carmesí.
—Listo los pedidos para el señor y la señora Schwarz, Sèvastian.
Era Vàstian L'Royse.
¡Mi otro crush!
¿Qué hacía en esta fiesta?
Al verlo cogiendo las copas y oír aquel apellido reaccioné, no podía dejarme eclipsar por mi otro crush sin antes realizar mi venganza. La imagen del paquetito que me dió Randy se dibujó en mi cabeza, las palabras de Annette resonaron en mis oídos. Y mis manos picaron por buscar la droga en mi billetera pero necesitaba la distracción de Sèvastian para vertirla en una de las bebidas, ya que sería destinado para Schwarz. Él no me prestó más interés, con las dos copas se perdió entre los cuerpos de los muertos vivientes que seguían bailando y saltando al compás de la música.
Esas copas eran mi oportunidad.
Tenía que hacer algo, lo que sea...
Con disimulo saqué el paquetito y lo vertí en la palma de mi mano, dejé la barra con premura y empecé a esquivar los cuerpos hasta detener por un brazo a Vàstian. Noté su mirada inquisitiva posada en mi mano y cuando entreabría los labios para preguntar me posicioné frente a él, poniéndome de puntillas para besarlo; todo fue muy rápido, incluso cuando dejé caer sobre una de las copas el polvo de la palma de mí mano y cuando él rompió distancia de mí, porque era obvio que le había picado la boca con mí pico. Más no le di la opción a quejas, me regresé a la barra con las piernas temblando y la respiración colapsada, esperando que la droga se halla mezclado con la bebida por el movimiento de su cuerpo al retroceder, para así cobrarme la vergüenza a su amiga descerebrada, porque también era obvio que Schwarz era su amiga.
Por algo él estaba aquí.
Eran millonarios.
Era lo lógico.
Jugué con mis manos sobre la barra, me senté, me paré infinidad de veces mientras el tiempo corría. El alcohol había desaparecido de mis venas por las ansias de ver los resultados. El bartender había desaparecido de la barra luego de seguir a una morocha con las tetas del tamaño de dos pelotas de básquetbol y el culo de dos sandías. Y cuando el reloj de pared marcó la una de la mañana una discusión llamó mi atención.
—¡Déjame! —Schwarz se jaloneaba con Kyle.
Ella no quería que la tocara.
—¿Me parece o quieres crear un espectáculo? —gruñó éste muy cerca a su rostro mientras ella se removía para que él soltase sus brazos—, te jodiste conmigo si es así, Annette.
Él la soltó de un empujón logrando que ella trastabillara por la inestabilidad de su cuerpo, su rostro estaba rojo por la rabia de ser tratada así por lo que apartó de malas formas a su hermano, cuando éste dejó dos copas con contenido intacto sobre un escalón para ayudarla a equilibrarse.
Me removí con intriga sobre el taburete siguiéndola con la mirada; empujó a varios cuerpos para hacerse camino e ir decidida tras Kyle. A un metro de él cogió un vaso de la mano de una chica, lo nombró por su nombre tras su espalda y cuando él giró, todo el líquido golpeó su rostro.
¡Era mi segunda oportunidad!
Tenía que grabar esto, porque mi plan no había funcionado pero lo que sucedía podía servirme. Pero yo no había traído móvil y si lo hubiera traído tampoco serviría porque no tenía la opción de grabar y mucho menos cámara. Entonces rebusqué con torpeza en el bolsillo del pantalón de la chica dormida a mi lado, la cual parecía muerta ya hace varias horas y cuando obtuve lo que necesitaba mis dedos buscaron en su móvil la cámara, logrando grabar desde cuando Kyle la sujetó por una de las muñecas a Annette para inmovilizarla y llevarla a la fuerza hacia las escaleras. El hermano de ella intervino en medio de la subida, tratando de tranquilizar la situación pero fué apartado de forma brusca por su hombro por un enfurecido Kyle.
Dejé la barra y me hice camino con disimulo para seguirlos y poder enterarme lo que sucedería ahí arriba. Esperé a que Harold se perdiera por otro pasillo y subí de dos en dos los escalones, esquivando a varios chismosos. En el pasillo de la segunda planta la luz era tenue y en cada columna habían parejas besándose como si el mundo se acabara mañana. Agudicé mi oído para captar algunos gritos ya sea de Kyle o de Annette, más solo oía gemidos y el eco de la música.
Arrugué el entrecejo porque también se agudizó mí olfato... Aquí arriba apestaba a sexo.
Obvié eso y detuve mi caminar cauteloso para posicionar una oreja sobre el dorso de una puerta, porque en su interior se oía una conversación... Una discusión. Y el móvil seguía grabando.
—Oh, por Dios, Kyle. ¿Crees que si te veo conversar con otra me va a dar celos? —bufó Schwarz—. Por favor, si yo te ordeno ahora mismo que me des la pata lo harías, porque tú me perteneces, tú me obedeces , porque tú eres mío y porque estás enamorado de mí.
Hubo un golpe en la pared seguido de un jadeo por parte de ella.
—¿En serio crees eso? —musitó amenazante Kyle, tan bajo que tuve que abrir un poco la puerta para meter medio regordete cuerpo para escuchar bien—. ¿Piensas que te pertenezco solo porque crees que estoy tan enamorado de tí como para comportarme como un perro?
—Me... haces daño, Kyle —jadeó ahogada Annette.
—¡Responde!
Salté por su furibunda exigencia.
—¿No estás enamorado de... mí, Kyle? —Ella volvió a jadear para luego hablar con altivez—. Entonces si no es así, dime, ¿por qué respetas mi decisión de no tener sexo hasta el matrimonio? Si no estás tan enamorado de mí, ¿por qué me respetas?
Ella chilló y yo salté por segunda vez. El sonido de tela rasgada me dió a entender lo que iba a suceder ahí adentro. Mi corazón sufrió un vuelco por mis emociones contradictorias, no sabiendo cómo reaccionar a eso. ¿Debía intervenir? Ella gritaba pidiendo que él parara, sin embargo lo que se iba a parar era mi loco órgano vital.
Y se paró cuando el aviso de batería baja del celular delató mi presencia.
Aquí iba a haber una víctima y esa no iba a ser Annette Schwarz, sino yo, si no me movía de este lugar. Pero mis extremidades estaban catatónicas. Entonces la puerta se abrió más y yo arrastre como pude mi cuerpo plumífero hacia las escaleras. Mis piernas parecían doblarse mientras bajaba de dos en dos los escalones, me hice paso entre los muertos danzarines y sin esperar a que el tipo de la entrada me abriera la puerta, la abrí yo. No miré atrás. Esquivé los coches estacionados como el garabato de un niño afuera y corrí por la vereda extensa para llegar al portón de verjas que me sacaría de esta mansión.
La garganta me quemaba como también el pecho, mi cuerpo bajo el agobiante disfraz era un mar de sudor frío. Y ya estaba por atravesar el portón cuando sentí el peso de alguien caer sobre mi espalda; mi mejilla izquierda y mis rodillas sufrieron las consecuencias de caer de ese modo tan bestial sobre la fría acera.
—Dame el móvil —rugió entre dientes Kyle, sobre mi adolorida espalda.
De un movimiento rápido metí el teléfono móvil por el cuello del disfraz para que no me lo arrebatara, porque no era mío y me culparía de ladrona también aparte de chismosa. Mi respiración casi hacía explotar mis pulmones y no podía moverme por su peso sobre mí, pero si mis brazos, por lo que los moví como lo hacía sobre la nieve cuando sus manos buscaron las mías. Y de haber habido nieve bajo mi cuerpo hubiera formado un hermoso angelito. Él pareció darse por vencido y yo quise levantarme para huir al ya no sentir su peso sobre mi espalda, sin embargo me giró con su fuerza animal para quedar boca arriba y volver a subirse a horcajadas sobre mí.
—¡No lo hagas! —grité llevándome las manos al pico cuando él trató de quitármelo. No obstante sus ojos grises opacados por la tormenta en su interior se situaron en el cuello de mi disfraz, para hacer algo que leí en su mirada. Entonces solté mi pico para sujetar la cremallera del traje al querer bajarla—. ¡Tampoco hagas eso! ¡No... No traigo nada bajo!
Más no le importó.
La hebilla de la cremallera sufrió un desprendimiento por la fuerza que empleó para abrir el traje, tirando de ambos lados del pecho. Yo cubrí mis senos con mis brazos sobre el pequeño top al verme descubierta, viendo sus ojos recorrer mi cuerpo con avidez buscando el maldito móvil.
—No tengo ningún móvil —supliqué—, lo que sonó era mi... mi... —¡Demonios, no tenía ni reloj de muñeca!—; mi marcapasos de mi corazón —junté mis manos sobre mi pecho izquierdo—. ¡Oh, Dios, necesito cambiar de pila a mi marcapasos o moriré de un paro cardíaco!
No obstante grité del susto por el sonido que hizo la tela del top al romperla por la mitad, tomándome desprevenida por estar sobreactuando. ¡Rompió mí ropa! Me quedé en shock con los senos semiexpuestos ante su lobuna mirada, la cual se quedó clavada en medio de ese punto de mi pálido cuerpo. Más aún así y en esta situación sentí una deliciosa electricidad serpentear por mi abdomen bajo al verlo tragar saliva en seco. Le gustaba lo que veía y mí cuerpo parecía excitarse con esas reacciones.
¿Qué me estaba pasando?
Mi respiración era rápida y profunda cuando reaccioné para cubrir por completo con avidez mis pechos con mis manos, en tanto de fondo se escuchaba a Vàstian cantar en la fiesta de la piscina.
—¿No quieres tocarlas también? —ladré, rompiendo su estupefacción. Él parapadeó subiendo su mirada de pupilas dilatadas a mi rostro—. Creo que alguien hace tiempo no ve unos pechos femeninos —y me fue imposible no burlarme.
Cómo reacción su rostro mutó de estupor a enojo, la firme línea de su mandíbula se endureció como también su mirada. Temblé cuando sus manos invadieron mis senos por debajo de mis manos para apretujarlos a la vez que se cernía sobre mí con su pecho desnudo aplastando nuestras manos.
—Mejores —Susurró en mi oído con una voz ronca que me resultó muy excitante, para luego retirarse sobre mí.
Procesé sus palabras al verlo regresar a la mansión cerrando su camisa, y también caí en cuenta de que no tenía mi billetera.
¿Dónde se me había caído?
Tocaba caminar hasta casa.