April Beláu D'Angelo
A veces el amor se mata en un día. A veces tu familia deja de serlo en un segundo o quizá simple y sencillamente nunca lo fué.
—¿Arlett Beláu?
¿Por qué rayos tenían que encontrarme?
Sin responderle abrí la puerta y eché a correr a la calle en patines. No iba a regresar con esa mujer que no me quería. Estaba en paz con todos. Y estaba trabajando, ¿qué más querían? Giré a otra vía de la carretera para regresar a la mansión de la señora Tiffani, pero dos patrulleros interfirieron mi camino para detenerse justo frente a mí. Giré para tomar otro camino, pero como si fuera una criminal peligrosa y famosa, otros dos patrulleros me cerraron camino.
Dejé caer mis brazos a mis costados para apretar mis puños por la impotencia.
—No huirás de nuevo... jovencita —jadeo el policía que me esperaba dentro de la casa abandonada. Él era algo gordo, y ese detalle le hizo cansarse al correr tras de mí. Crucé mis brazos bajo mis pechos al él llegar frente a mí—. Tienes que regresar a casa.
Viré los ojos.
—Es la casa de papá, y la mujer que vive ahí no me quiere. ¿Por qué tendría que regresar a un lugar en donde no me quieren?
Me tomó del brazo para conducirme a uno de los patrulleros. Era tan flojo que no podía caminar unos kilómetros.
—Porque tú madre te ha estado buscando desde que escapáste de la casa, y nosotros también.
Agité mi brazo para liberarme de su agarre.
—Eso no es cierto. ¿Ella les contó lo que me dijo?
—Son asuntos que solo les compete a ustedes dos —Cerró la puerta una vez que me senté junto a su compañero en el asiento trasero. Rodeó la patrulla y encendió el vehículo—. Nosotros solo cumplimos con nuestro deber, y al ser menor de edad tienes que regresar con tu madre. Ahora si tienes problemas graves con ella puedes denunciarla para que protección a menores se encargue.
Arrancó el patrullero sin cerrar la boca pero con la mirada fija al frente, mientras su compañero limpiaba su arma sin prestar interés en mí presencia.
—Es todo un rollo cuando interviene Protección de menores porque estarás doblemente controlada, así que mejor te doy un consejo —Detuvo el vehículo frente al lugar que no quería regresar, y con la mirada clavada en mí a través del espejo retrovisor —; sé inteligente. Ahora ve a casa.
Abrí el auto y salí junto con él.
No sabía a qué se refería con ser inteligente, pero no podía hacer nada por ahora. Sabía que tarde o temprano encontrarían mi guarida, debía de buscar otra, además de cambiarme para siempre de ciudad. Cualquier lugar era mejor que estar bajo el mismo techo que ella.
Una vez frente a la puerta él tocó. En lo que esperábamos me dió curiosidad de cómo habían dado conmigo porque yo no tenía GPS como para que me rastrearan, por lo tanto alguien me había visto y había les había ido de soplón.
Aclaré mi garganta y lo solté.
—¿Quién me delató?
El colorado hombre gordo en uniforme rascó su cuello sopesando hablar o no.
—Anónimo.
—¿Un vecino? —insistí por una pista.
Volvió a tocar con más fuerza la puerta.
—Creéme que no puedo decirlo, pero gracias a ésa persona dimos contigo.
Exhalé irritada.
—Genial.
Hacía frío por lo que me abracé a mí misma y entonces recordé un dato que mi padre me había confiado en sus últimos días conmigo. En lo que el policía tocaba por tercera vez, me acuclillé bajo su mirada para sacar bajo el tapiz de Bienvenidos la copia de las llaves de emergencia que papá escondía bajo la piedra moldeada. El oficial se hizo a un lado para cederme el sitio. Metí la llave en el pomo y cuando abrí la puerta parecía no haber nadie, todo estaba en absoluto silencio. Avanzamos hasta detenernos en el recibidor el cual estaba desordenado y con algunas colillas de cigarrillos sobre la mesita de cristal.
El hombre barrió con la mirada cada pasillo y hasta se dió el atrevimiento de pasar a revisar la cocina. Yo solo esperaba que se fuera para ir a dormir, me sentía sansada, triste y con la cabeza llena de dudas por lo que me había dicho Tiffani.
—Creo que no hay nadie en casa —Salió diciendo el hombre luego de estar unos minutos en la cocina—, ojalá no hayan ido a buscarte. Aunque cuando nos informaron de tu ubicación llamamos a tu madre, más no respondió ninguna de las llamadas.
—Está bien —Me encogí de hombros—, estoy acostumbrada a eso.
Por un momento sus ojos oscuros se llenaron de pesar y comprensión. Dió una última inspección hacia arriba de la escalera y se encaminó a la salida.
—Estaremos dando rondas por cualquier cosa —avisó en doble sentido.
Me acerqué a la escalera para apoyarme en la baranda para poder quitarme los patines y pregunté con ironía.
—¿Para vigilar que no escape o para cuidar que no entren ladrones?
Él abrió lo suficiente la puerta como para su cuerpo.
—Ambas cosas.
No me despedí, subí los escalones y al entrar a mi pequeña habitación tiré mi mochila a un lado de la cama, abrí las cortinas de la ventana de par en par para que la luz de la Luna invada parte del espacio. Encendí la luz y procedí a encender mi vieja portátil, la cual había comprado con tanto esfuerzo como la ropa decente que tenía. La dejé cargando en inicio para aprovechar en darme un baño rápido. Y ya en pijama y con el cabello seco me senté con el en la cama. No teníamos internet pero sí el vecino, no lo tenía protegido y gracias a ello abrí el navegador y lo primero que me saltaron fueron las notificaciones de mensajes en mi blog, lo segundo las notificaciones de comentarios en Facebook. Agradecí tener desactivado los mensajes para el público en esa red social, o sino tendría más cosas por leer. Revisé primero mi blog, más específico fuí directo al vídeo que subí. No me sorprendí por la cantidad de comentarios en ese post, entre ellas algunos insultos hacia mí y hacia Schwarz, burlas hacia Kyle por su abstinencia como también varios sorprendidos por lo que casi comete contra su novia.
No abrí mensajes porque hubo algo que no estaba y que no había agregado yo; otro post.
Con la extraña sensación de que sea lo que sea no me iba a gustar, fuí al post creado un día después del que yo sí había publicado.
Y me quedé petrificada.
Aterrada.
Alguien había creado un post sobre mí, con absolutamente todo de mí, incluso habían fotos que ni yo sabía que existían porque se supone que estaba durmiendo... en casa del anciano fallecido. Mis ojos bajaron de más fotografías, a recibos que desnudaban sin filtro a lo que en un tiempo pasé. A radiografías, a análisis y más fotografías de mi hermano, de mi madre y de mi única amiga. Me habían expuesto tan vilmente que sentí rabia, porque eran cosas muy privadas, algo que pertenecía solo a mí y a mi familia.
Lloré cuando atisbé entre tantas fotografías una donde mi familia se hallaba completa, con papá. También lo habían expuesto a él. Busqué los comentarios y tan solo leer el primero me hizo desistir de leer los otros. Todas eran burlas. Crueles comparaciones y opiniones sobré mí vida y mí familia. El post estaba también en mis otras redes sociales, no era necesario ir a revisarlas, yo lo sabía.
Con un rugido herido aventé la portátil a la pateadera.
Kyle.
¿Quién más podría ser?
A la mañana siguiente madrugué para volver por mi cosas al sótano del viejo, ordené lo que había desordenado y cargando dos bolsas de ropa regresé a casa. Al entrar pensando que aún estaba sola, me encontré con ella, mí madre, parada junto a su nueva pareja, interrumpiendo mi camino hacia las escaleras.
Él era menor a ella.
—Oh, Dios, te encuentras bien —No retrocedí cuando ella rompió la distancia para abrazarme—. No vuelvas a irte, April. No sabes lo mucho que sufrí no sabiendo de tí.
El tipo acomodó su corbata por la incomodidad de mi mirada fisgona sobre él. Era su ex jefe, seguro con esposa e hijos. Y hasta quizá con más amantes.
Ella se separó de mí repasando mi cuerpo de pies a cabeza.
—Has enflaquecido —Siempre estuve delgada, pero hoy el ratón había comido mi lengua como para retractarla.
—Deja que lleve tus pertenencias a tu habitación —Él se acercó a mí para coger las bolsas de mis manos, pero se detuvo mostrando las palmas en son de paz al ver que las llevé tras mi espalda—. Claro, solo si quieres.
—Dale tiempo, Gael —Él jamás ocuparía el lugar de mi padre si eso era lo que ella quería. Ella me abrazó por los hombros y me condujo a la cocina—. Ven, April. Necesitas comer y voy a preparar algo para los tres y para tu hermano, que aún no llega de estudiar.
Estaba fingiendo conmigo, lo sabía, pero ahora, ¿cuál era el motivo? Me guió hasta una butaca en la isla, su novio nos siguió en silencio y se ubicó a mí lado cuando decidí sentarme. Mi madre comenzó a buscar los ingredientes en la alacena y refrigeradora, y de vez en cuando mientras preparaba el desayuno nos daba una mirada rápida.
—April, sobre el otro día... —Soltó cortando los panes de molde frente a nosotros—, quiero que sepas que no lo dije en serio. La cólera me hizo decir algo que en absoluto pensaba y sentía —No hablé, me concentré en sus manos temblorosas al huntar la mermelada en el pan—. Perdóname, y empecemos de cero. ¿Vale?
La herida aún estaba ahí. ¿Pensaba que olvidaba rápido o qué? Mi largo cabello rojo me cubría la presencia del tipo a mi lado, pero podía sentir su mirada, esperando también una respuesta. Más no se las di. Comí en silencio cuando terminó de preparar mi desayuno, me sentía incómoda con ellos en el mismo ambiente, era como si sobrara. No encajaba con la familia que ellos estaban formando. Entonces por un instante pensé que quizá yo era la que exageraba la situación, quizá debía de abrirme y dejar que ella rehiciera su vida con quién ella quisiera. Pensé que yo estaba mal en juzgar su rapidez de olvidar a papá.
¿Estaba mal?
—Iremos de compras más tarde, ¿no quieres acompañarnos? —De repente entre mis cavilaciones rompió el angustiante silencio mi madre frente a mí—. Si vienes, te llevaremos a la feria que llegó cerca al centro de la ciudad. Dicen que hay juegos extremos y que ahí se van a concentrar infinidad de adolescentes como tú. Quizá y encuentres a alguna amiga. ¿Qué dices?
Yo ya tenía una Amiga, pero lo medité y después de unos minutos, negué. No tenía tiempo ni interés en compartir con ellos, tenía que ir a trabajar y sinceramente yo tardaba en olvidar cosas y palabras. Era demasiado orgullosa como para hacer como si nada pasó entre nosotras, yo sí tenía memoria y aún amaba a papá.
El tipo a mi lado exhaló con impaciencia ante mi negativa de acompañarlos más no dijo nada, sin embargo mi madre se alzó de su taburete y apartó el desayuno que había preparado para mí y que ya estaba engullando.
—Eres muy orgullosa, April —Me dejó con el pan en la mano para aventar la taza de chocolate junto al otro pan al tacho de los desperdicios—. No mereces que sea buena contigo.
—Amor —El tipo dejó su lugar para acercarse a ella cuando comenzó a llorar. Yo solo veía como su espalda se estremecía por el llanto. Él la abrazó dándole un beso en la coronilla como si se tratara de una niña—. No te pongas así —Su mirada verde me fulminó—. Iremos los dos, ¿vale?
Dí una rápida mirada hacia todas las direcciones por si se trataba de una cámara escondida o una prueba a "Descubriendo a la hija más orgullosa del mundo" por su patética reacción, pero solo estábamos los tres. Ella se estaba comportando como una cría y no como una madre y mujer de casi cuarenta años.
Me levanté de mi taburete y también me acerqué a ellos, no para abrazarlos o disculparme sino para aventar el pan a medio comer a la basura. No los miré al hacerlo sin embargo sentí sus miradas cuando lo hice, y hubiera vomitado también lo que ingerí de su desayuno, pero lo necesitaba. Lo necesitaba para sobrevivir.
Y cuando iba a salir de la cocina con mis bolsas de ropa ella volvió a hablar:
—Tu habitación ya no te pertenece, ahora dormirás en la azotea y si no estás de acuerdo puedes irte con la familia de tu prometido.
★
Toda la mañana me la pasé acomodándome en la azotea, tenía tanta rabia hacia Kyle que el golpe bajo de mi madre no me dolió. En otra ocasión hubiera puesto el grito en el cielo, le hubiera rogado porque no me desaloje del lugar que había sido mi guarida los últimos dieciséis años, pero había algo más doloroso y humillante que me habían hecho.
Suspiré terminando de guardar mi ropa en el viejo ropero y me senté en la cama, frente a la redonda ventana que daba a la casa del otro vecino. Fué en ese instante que me permití descansar. Descansar de mis pensamientos, de mis demonios y de mí por unos segundos. Más la soledad me abrazó una vez más, me sentía sola. Y estaba sola. Ya ni me comunicaba con Melanie.
Suspiré derrotada.
Yo que no la había buscado para no hacerla testigo de lo que había hecho con ese video y terminó también embarrada.
Miré mis manos, ya ni escribía en mi diario, era una muerta en vida tratando de aferrarse a algo para sentirse un poquito viva. Lo que antes sentía como mi hogar ahora lo sentía como una casa ajena, yo ya no pertenecía aquí. No tenía lugar en el mundo. No tenía algo que sea mío y quería tenerlo. Limpié mis lágrimas que querían escaparse de mis ojos con la manga de mi sweater blanco y me fuí a bañar. Seguido me vestí de negro como una persona de luto, cargué la pequeña mochila con las bolsas para popó de Rudy, aseguré los patines en mis pies y salí de casa para ir a trabajar.
Si yo no luchaba por mis propósitos, ¿quién lo haría?
Cuando llegué a la mansión de Tiffani Heister la chica que limpiaba ya me esperaba en la entrada. Su amistosa sonrisa me dió la bienvenida a penas entré en la verde frentera de aquella imponente casa.
—La señora Tiffani pensó que hoy no vendrías —dijo, viéndome ubicarme a su lado.
Respiré regulando la respiración por la carrera que había tomado para llegar cuánto antes.
—No voy a poder de Lunes a Viernes cuidar a Rudy —Volví a respirar con profundidad—, bueno en sí solo por las mañanas —avisé—, pero por las tardes sí lo haré.
—¿Estás estudiando?
Rasqué mi nuca.
—Algo así —Quería terminar mis estudios para luego continuar la universidad, aunque aún no sabía por cuál profesión decidirme.
Ella se adentró al hall.
—¿Quieres pasar o te traigo a Rudy?
—Trae a Rudy, por favor, iremos a pasear un rato y luego volveremos para el lonche de siempre —Era una indirecta pero ella sonrió no entendiendo a qué me refería con lonche, giró y subió a la segunda planta para bajar a Rudy.
Cuando trajo consigo al enano con su correa nos dirigimos al parque que quedaba a unos metros terminando el inicio de la mansión. El parque era una maravilla de variedad de árboles tallados, rodeados por coloridas flores sembradas por grupos, junto a bancas de madera y acero. Los caminos eran de piedras planas que parecían de cristal, los cuales llevaban a diferentes zonas. Rudy y yo elegimos caminar hacia el camino que llevaba al corazón hueco; el corazón hueco era eso, un enorme corazón elaborado a base de flores con un hueco en el medio, junto a el habían curiosas hormigas con sus traseros rebosantes de más flores. Era el lugar preferido del enano perro para jugar en lo que yo le sostenía de la correa, mientras me deleitaba con las flores.
Amaba las flores, era lo segundo que compraría después de mi casa.
—Mira Rudy, una hermosa chihuahua con vestido rosado —Señalé a una diminuta perra que se nos acercó. Rudy fué el primero en olerle el trasero y luego le imitó ella. Sonreí con desagrado—. Vaya manera de conocerse.
Observé sobre las flores a otras dos personas que también paseaban a sus perros, entre ellos un gran pitbull blanco, parecía inofensivo pero también peligroso por su fama en las noticias, además de que por su raza necesitaba llevar un bozal y solo llevaba correa. Estiré el cuello para ver quién era su dueño, más sólo pude divisar su cabeza, ya que parecía estar sentado en unas de las bancas sujetando su correa mientras el perro olía el razz bajo sus grandes patas. Quise creer que era amistoso por como ignoró al rottweiler que llevaba una mujer de mediana edad al pasar frente a ellos, pero nadie más sabía que su dueño que lo conocía.
—Rudy —Tiré de su correa del enano para ir hacia otra parte del parque. No quería arriesgarme a pasar una experiencia nada grata con ese animal a unos metros, conociendo el temperamento del Pug Carlino—, despídete de tu amiga y vamos a buscar otro baño.
Caminamos unos metros hasta un bonito lago artificial con un alrededor tan limpio de flores que me antojó a realizar un picnic algún día, a varios metros habían árboles de hojas anaranjadas, rojas, verdes lima y verdes muy oscuras rodeándonos. Dichosa maravilla de combinación. Exhalé bendecida. Quise sentarme sobre el grass bien podado pero unos ladridos graves me hicieron girar hacia el sendero del que habíamos venido. Me removí inquieta y temerosa al ver al pitbull correr tras un animal pequeño algo oscuro, el cual por su tamaño era muy rápido por como huía de el. No obstante Rudy comenzó a gruñir viendo al otro perro correr con vehemencia tras lo que supuse era un chihuahua, haciéndome tener que pudiera correr tras de él.
No pensaba ser testigo de un crimen, menos ser la víctima.
Busqué con la mirada al dueño del pitbull, el cual estaba parado al lado de un árbol con las manos en los bolsillos, viendo de lo más tranquilo la situación. Su aspecto rudo y grande me hizo recordar al de Randy Orton de Raw, pero éste chico era menos agraciado que ese peleador y parecía también más tonto.
Agité un brazo para que me viera.
—¡Hey! —Su rostro de pocos amigos giró hacia mí. Señalé su perro—. ¡Si no lo detiene va a matar al animal que está persiguiendo!
Pero el desgraciado solo atinó a encogerse de hombros.
Le saqué el dedo corazón, cargué bajo mi axila al señor Rudy y patiné hasta ese animal. Cuando lo encontré sus feroces ladridos y gruñidos se dirigían a una cueva bajo las raíces de un gigantesco árbol. Pensé cómo alejarlo del lugar pero no tenía ni un repelente contra mosquitos para aullentarlo. Rudy empezó también a moverse bajo mí agarre para poder bajarse, por sus gruñidos supuse a querer pelear. Pero entonces ese animal del diablo dejó de ladrar y observar la cueva para girar su diabólico rostro hacia nosotros al darse cuenta de nuestras presencias. Rudy ladró, yo retrocedí con él. De reojo ví a su dueño alerta encaminándose hacia nosotros, más su perro se lanzó primero sobre mí, queriendo atrapar al señor Rudy
Con el corazón galopando con una intensidad aterradora corrí con el pitbull a centímetros de mis pies. Su dueño lo llamó pero el perro prefería perseguirnos con grandes saltos mientras mis piernas aceleraban mis patinadas para perderlo. Creo que hasta Rudy se había hecho popó al aire aún sujeto bajo mi brazo.
—¡Joyce! —grité a unos metros de la puerta de entrada de la mansión—. ¡Abre la puerta! ¡Joyce!
No tenía tiempo como para esperar a que me abriera la puerta y no tenía tiempo como para tocar así que continúe de largo hasta rodear una esquina de la casa. Trepé las barandillas blancas de piedra de uno de los pasillos y por la primera ventana abierta me metí con Rudy adentro. Ambos caímos como un saco de patatas sobre una mesita, llevándonos al suelo una lámpara y un teléfono.
—Rudy, estuvimos cerca a la muerte —Lloriquee agitada, más Rudy se safó de mi abrazo y dándome la cola se salió de esa habitación—. Malagradecido, si no fuera por mí heróica acción hubieras sido alimento para ese diablo.
A duras penas me levanté, sentía la espalda adolorida al igual que el trasero y las piernas. Recogí el teléfono y la lámpara, cerciorándome también de que no estuvieran tan rotas y las coloqué con algunas rajaduras en su lugar. Su reparo correría de mi sueldo de seguro de dos meses o más, más primero estaba mí integridad física. Cuando busqué a la chica de servicio ella ya no se encontraba, así que lo analicé: pararme a golpear la puerta para que me abriera iba a ser suicidio. Felizmente entré por la ventana. En vez de la chica encontré una nota pegada en la puerta de la refrigeradora diciendo que tenía una urgencia y que mi paga estaba donde siempre. Con el dinero en mi bolsillo me despedí de Rudy después de bañarlo y darle de comer. Al salir miré hacia todas direcciones por si el perro ese estaba vigilándonos desde algún rincón y al ver seguro mi vía de escape, me alejé de la mansión Heister.
Tenía planeado ir directo a casa pero la duda de si el pitbull había regresado al mismo lugar de donde lo alejamos me hizo regresar a ese árbol, sin embargo no estaba ahí. Me acuclillé de rodillas, coloqué ambas manos sobre el razz al igual que la cien derecha para ver el interior de esa pequeña cueva y bingo.
—Hola —Un pequeño y escuálido gato estaba refugiado en su interior. Tenía la mirada apagada y por la luz de la Luna parecía negro con crema. Metí mi mano para acariciarlo, y al hacerlo me dí cuenta de que el animal estaba por los huesos—. ¿Estás bien, amiguito?
Me pregunté porqué no había huido ahora que no habían amenazas, más al sacarlo la respuesta llegó a mí en una fea herida abierta en una de sus piernas. Abrí mi mochila convirtiéndola en una cuna y lo metí ahí, él era tan manso o se sentiría tan mal que no trató de huir o llorar. Con el gato en brazos regresé a casa después de haber pasado por varias veterinarias ya cerradas. Lo único que pude hacer fué comprar lo necesario para curarlo y un poco de croquetas de una tienda que seguía atendiendo. Yo nunca pude tener una mascota por más que insistí en varias ocasiones para tenerla, pero mi madre era la que siempre se oponía y esa noche no fué la excepción.
—¿Qué horas son éstas de llegar? —ladró desde la oscuridad de la sala a penas entré a casa. Luego la luz se hizo como obra de magia, revelándola a ella y a su nueva pareja parados frente a los sillones. Al parecer me estaban esperando. Sus ojos hechos furia pasaron de mi rostro a mis manos—. ¿Qué traes ahí?
Sonreí nerviosa para excusarme.
—Estaba trabajando por eso llego a éstas horas, no pensé que el tiempo se iba a pasar volando.
Ella se acercó a amenazantes zancadas hasta estar lo suficiente cerca como para mirar al animal entre mis manos.
—No va a entrar a ésta casa, April.
La miré con súplica.
—Por favor, está herido y además yo nun—
—He dicho que no —enfatizó, empujándome hacia fuera—. Regrésalo a donde lo encontraste, porque no vas a entrar con ese animal.
Planté mis pies en el piso para no atravesar la puerta. No podía correrme de casa por un pobre animal.
—Es un animal herido, no tiene hogar y necesita ayuda, mamá. No puedo hacer de la vista ciega mientras él se está muriendo frente a mí —acoté para ablandar su corazón—. Cuando se sane yo misma le encontraré un hogar, pero por favor no me pidas que lo regrese a ese lugar a la intemperie.
Su pareja se acercó a ella cuando volvió a negar con vehemencia.
—Mi amor...
—No es no, April —sanjó ella, interrumpiéndolo—. Ese animal enfermo no entra a ésta casa, vaya a saber las enfermedades que tiene y nos puede contagiar.
—Lo voy a curar, mamá —insistí con los ojos picándome por las lágrimas contenidas.
—Basta. ¿Qué pasa contigo que no entiendes?
—Puede quedarse una noche, cariño. En una noche lo puede curar —intervino para mí sorpresa él, abrazándola por la espalda—, y hasta conseguirle un hogar si ella quiere. Déjala que entre con el gato, no seas cruel con el.
Ella furiosa giró rompiendo el abrazo.
—No intervengas, Gael, ¿no ves que me quitas autoridad frente a ella? Piensa un poco... No te metas, es entre madre e hija, por Dios.
—Ya, pero es un gato...
—Que no.
Aproveché su discusión para adentrarme a la casa y poder subir las escaleras, pero una mano tiró bruscamente de mi brazo, haciéndome así caer abruptamente al piso y soltar al gato.
—Si ma te dijo que no es no.
No me importó el dolor, toda mi concentración estaba en el gato arrastrándose en el piso y en la pierna de mi hermano queriendo dar con su frágil cuerpo.
—¡Ryan, no lo lastimes! —grité, abrazándome a sus piernas cuando pretendía ir tras él
Ryan me empujó con brusquedad, queriendo librarse.
—¡Suéltame, perra!
—Por favor no lo lastimes —le rogué por segunda vez con lagrimas en los ojos. Yo nunca había llorado frente a él y eso aturdió por un momento—, él está enfermo, no tiene a nadie ni dónde ir. Por favor, hermano, no lo patees. Déjalo.
Pero yo no había nacido para que me amaran, por eso mismo solté a mi hermano al ver como mi madre espantaba fuera de casa al pobre animal con un palo de escoba, sin piedad. Él animal se estaba arrastrando y ella no tenía lástima. Yo quizá me merecía su frialdad pero el gato...
—Has sido muy cruel con nosotros desde que tu padre nos abandonó, April, no pidas compasión, menos que te demos el gusto cuando quieres algo —Cerró la puerta—. Desde ahora si vives en esta casa será bajo mis reglas y obedecerás mis órdenes, porque yo ya no toleraré tus faltas de respeto, menos tus engreimientos. ¿Entendiste? —No respondí, me limité a verla acercarse a mi para levantarme de malas formas del piso—. Esta es mi casa y esta es mi familia ahora que no está tu padre y si no estás de acuerdo, puedes irte con la familia de tu prometido o esperar un año para largarte.
Seguro me veía tan mal que hasta su pareja bajó la mirada cuando no supe donde llevar la mía, no deseaba que ninguno de ellos me viera en ese estado, más no lloraba porque quisiera, solo las lágrimas se me escapaban sin control.
Ella me soltó.
—Vete a tu habitación y no salgas de ahí hasta que yo diga o hasta que te arrepientas, April.
No podía hablar, pero la miré directo a los ojos y deseé tanto que desapareciera o desaparecer, deseé tanto irme que no me sorprendí cuando tocaron la puerta, mucho menos cuando lo ví a él venir por mí.