—Vas a manejar hasta donde te diga y no quieras pasarte de lista.
—¿Quien eres y qué quieres?— le pregunté.
—Son respuestas que daré luego, ahora pon el motor en marcha —no tenía otra opción, no quería que le hagan nada a Kaori o Lin. Debe ser algún enemigo de Akira o de Mr. Jefferson, pero ¿Qué mierda puede querer con nosotros?
Me dirigió hasta una casa que nunca había visto. Habían varios hombres armados en la entrada. No sabía que mierda hacer, ya había llegado aquí y no podía poner resistencia o le costaría la vida a mis hijos. ¿Por qué tiene que ser cuando Akira no está?
—Van a bajarse con calma y no intenten huir o esos hombres que ven ahí los van hacer polvo — no tenía una maldita arma. Creí que luego de tantos años nada esto volvería a pasar, pero veo que me equivoqué. Yo no quería que presenciaran ellos esto.
—Kaori, Lin vayan bajándose del auto y no traten de hacer nada, por favor. Quédense conmigo, ¿Si?
—Sí, mamá — me bajé del auto lentamente y ellos hicieron lo mismo. Se mantuvieron cerca de mi y caminamos a la entrada con ese hombre detrás nuestro.
—Entren — entramos a la casa, todo se veía normal. Al menos no era un matadero donde nos llevaron. No me gusta que los niños pasen por esto. Nos hizo sentarnos en un sillón.
—Amarralas— le ordenó a uno de sus empleados.
—Por favor, no mezcles a mis hijos en esto, déjalos ir.
—Ellos son los invitados especiales en el día de hoy, ¿Cómo voy a dejarlos ir?
—¡Mamá!— gritó Kaori asustada. Lin trató de calmarla.
—Todo estará bien, Kaori, confía en mí — nos terminaron de amarrar a los tres.
—Bien, ahora podemos hablar y arreglar cuentas, Lisa Xiao.
—¿El problema es conmigo? ¿Quién eres?
—Sí, contigo y tu esposo. No te desesperes, pronto sabrás quién soy. Verás que tenemos unas deudas pendientes sobre mi sobrino— puso su mano en mi mejilla—. Eres más bonita en persona que por fotos, ahora entiendo porque tienes a Akira de cabeza, al igual que tuviste a mi sobrino, lastima que no por mucho.
—¿Qué es lo que quieres? ¿Quién es tu sobrino?
—Venganza. A mi sobrino tendrás la oportunidad de recordarlo, de eso me encargaré — rio descaradamente.
Akira
—Vamos a entrar a medianoche, cuando menos se lo esperen, solo espero que la dirección haya sido la correcta; aunque dejándome llevar por todos los guardias que tienen, está claro que debe ser aquí.
—¿Va a buscar más hombres, señor?
—Si, quiero asegurarme de que no falle el plan.
—¿Cuáles serán las órdenes, señor?
—Acabar con todo a su paso. Luego van a quemar la casa, no quiero que quede nada de nada de ella.
—Como ordene, señor.
Lisa
—¿A dónde se fue Akira?
—No voy a decirte.
—No hace falta, él mismo vendrá por ustedes. Sé que salió de viaje, así que te vas a encargar de avisarle.
—Mi papá no va a venir, no tiene que hacerlo y menos si tus intenciones son hacerle daño— gritó Lin.
—No hables así, Lin — ¿por qué tiene que ser tan necio como Akira? Le van hacer daño si continúa con esa actitud.
—Vaya, tenemos a un pequeño Akira por aquí. Esto será interesante — caminó hacia Lin y mi corazón estaba a punto de estallar.
—No le hagas daño, es solo un niño, por favor — le supliqué.
—¿Así educaste a tu hijo? Si no fuera tan buena persona, ya le hubiera volado la cabeza ante tus ojos. Deberías enseñarle a cerrar la boca.
—Déjalo en paz, por favor.
—Que linda madre, tan preocupada por su hijo. Hasta me das algo de lástima. No pensé que serías así, te creía más fuerte, pero creo que me equivoqué contigo.
—Dime de una puta vez quién eres.
—¿Por qué tanta curiosidad?
—Hablas como si me conocieras y yo no te conozco.
—¿Eso crees? ¿No fue a ti que te mandaron a entregarme?
—No sé de qué hablas. A mí no me mandaron a entregar a nadie.
—Que mala memoria tienes, preciosa. Ya que insistes tanto en saber, entonces voy a mostrarte quién soy. ¿Por qué no creamos mejores momentos los dos? — se quitó la máscara y un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo. Recordé cuando lo vi saliendo del trabajo y su parecido con ese hombre es demasiado. Mi cuerpo era un manojo de nervios, los recuerdos desagradables que viví con aquel ser, todo pasó por mi cabeza a una milésima de segundos.
—¿Kanji?— pregunté con un hilo de voz. Una sonrisa escalofriante se dibujó en su rostro al yo pronunciar ese nombre.