Chapter 130 - 130

Akira me trajo del hospital a la casa, ha estado al pendiente de todo. Me acostó en la cama y se sentó a mi lado.

—Espero te quedes aquí acostada, no quiero que te levantes hasta que te sientas mejor. Tu cuerpo aún está algo débil y no quiero que te vaya a suceder algo. Espero me escuches y hagas caso, lisa.

—No te preocupes, Akira.

—Si me preocupo, tonta. Quiero que te relajes y duermas, lo necesitas. Mandaré a Jefferson a que se quede contigo, ¿Está bien?

—Esta bien, mi amor— Akira me besó.

—Mas tarde regreso, corderito — salió de la habitación. Me preocupa un poco lo que esta pasando por su cabeza en este momento.

Akira

—Jefferson, ¿ha pasado algo?

—No, mandé a rebuscar a todos, pero no encontramos nada.

—No te preocupes, el culpable aparecerá por su cuenta. Puedes dejar salir a todos, no los mantengas más aquí. Te pido que vayas a la casa y te mantengas al lado de lisa. Tengo que encargarme personalmente del problema.

—¿Cómo se encuentra ella?

—Mejor. Vas a ser abuelo otra vez, padre.

—¿¡De verdad!? Felicidades. Veo que has estado practicando últimamente, ¿Eh?

—Soy el hombre más afortunado y feliz que existe en este mundo.

—No sabes lo feliz que me hace escuchar eso de ti, Akira. Ambos se merecen la felicidad.

—Ellas son las más que lo merecen, papá, es por eso que le haré pagar a esa persona que le intentó hacer daño, le pagaré con la misma moneda. Me iré al despacho, haz lo que te pedí, por favor—caminé

—¿Qué es lo que ha sucedido, Sr. Akihiro? El personal y los huéspedes han estado nerviosos y en pánico— preguntó Kazuo.

—No te preocupes, solo fue por seguridad. Drogaron a una de mis empleadas, pero no dimos con la persona, no hay nada más que se pueda hacer.

—Eso es muy grave. ¿Quién pudo atentar con alguna de nuestras empleadas?

—La Señorita se llama Reiko. Busca en las grabaciones del Hotel.

—Entendido— salió de la oficina.

Le pedí a la recepcionista que llamara a la habitación de Lory y que viniera a mi despacho. No tardó en aparecer.

—¿Se puede?

—Si, Lory.

—¿Qué es lo que está sucediendo Akira? Todos están como locos.

—Nada grave— me tomé el trago que me había servido.

—Te ves deprimido. ¿Qué te pasa? Sé que no me quieres cerca, pero no me gusta verte así, Akira.

—Mi esposa me dejó, no quiere estar más conmigo, supongo que es eso lo que me tiene así.

—¿Qué mujer podría dejar a un hombre como tú, Akira?—se acercó.

—Si no se siente feliz a mi lado no la puedo obligar. Estar casado es un fastidio— me levanté de la silla.

—Al menos ahora me entiendes, así mismo me siento yo al estar casada con ese imbécil. Akira, ¿Por qué no me das una oportunidad de demostrarte lo que hace años no había podido? Yo te puedo hacer olvidar.

—¿Por qué no me haces algo de compañía, Lory? Me siento muy solo y quisiera olvidar los problemas— serví otro trago y sin que se diera cuenta, añadí una droga parecida a la que le dieron a lisa, pero mucho más fuerte.

—Claro que me quedaré contigo, nada me haría más feliz.

—¿Tu esposo no se molestará?— le pasé la copa.

—No, y si lo hace realmente no me importa. Fue un compromiso arreglado, él no me interesa.

—La vida de casado es lo peor. Ven aquí, Lory. ¿Por qué no brindamos por esos malos amores y seres despreciables?— brindé con ella.

—No sabes cuánto deseaba estar así de cerca — se tomó el trago de golpe.

—Quiero recordar cómo se siente tu cuerpo, Lory— sujeté su cintura y me acerqué más a ella.

—Quiero lo mismo— me encontraba a centímetros de sus labios.

—Has cambiado mucho.

—Ya no soy esa niña que conociste, Akira.

—Ya me he podido dar cuenta.

—¿Por qué lo dices?

—Te has vuelto muy estúpida, ¿No crees?— la empujé fuertemente.

—¿Por que dices eso, Akira?— tambaleó y casi se cae.

—¿Realmente crees que podría excitarme con una mujer como tu?

—¿Qué fue lo que me diste, Akira?— cayó al suelo.

—Un poco de tu propia medicina, perrita. Solamente a una estúpida como tú se le ocurre drogar a mi mujer y creer que saldría bien de esto. ¿Me crees tan pendejo?

—¿De qué hablas?— preguntó, agitada.

—Te diré de lo que hablo— la jalé por el pelo y la arrastré.

—Duele, ¡Suéltame!— gritó.

—En unos minutos no podrás hablar más.

—¿Todo esto lo haces por esa empleada?

—Ella no es una simple empleada, es mi esposa, pendeja y te metiste con la persona equivocada. Me pregunto que debería hacerte primero— reí.

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