La primera persona en saludarle fue Peter Frigate. Frigate perdió su reserva habitual: lloró. Burton también sollozó un poco y tuvo dificultad, durante un rato, para responder a las preguntas amontonadas que le hacia Frigate. Primero, Burton tuvo que saber lo que Frigate, Loghu y Alice habían hecho desde que había desaparecido. Frigate replicó que los tres lo habían buscado, y luego navegado de regreso Rio arriba hasta Theleme.
¿Dónde has estado? -preguntó Frigate.
He ido de un lugar a otro por la Tierra, y he caminado arriba y abajo por ella - citó Burton-. No obstante, a diferencia de Satanás, he encontrado al menos varios hombres rectos y perfectos, que temían a Dios y que repugnaban la maldad. Pese a todo, demasiado pocos. La mayor parte de los hombres y las mujeres siguen siendo los guiñapos egoístas, ignorantes, supersticiosos, ciegos, hipócritas y cobardes que fueron en la Tierra. Y, en la mayor parte de ellos, el viejo mono asesino de ojos sanguinolentos lucha con su cuidador, la sociedad, y acostumbra a escaparse y a ensangrentar sus manos.
Frigate charló mientras los dos caminaban hacia la enorme empalizada situada a un kilómetro de distancia.
El edificio del Consejo, que albergaba a la administración del estado de Theleme.
Burton escuchaba a medias. Estaba estremeciéndose, y su corazón latía con fuerza, pero no porque hubiera vuelto a casa.
¡Recordaba!
Al contrario de lo que le había prometido Loga, recordaba tanto su despetrar en la burbuja de prerresurrección, hacía ya tantos años, como la sesión inquisitorial de los doce Eticos.
Solo había una explicación: uno de los doce debía de haber impedido el bloqueo de su memoria, lográndolo sin que los otros lo supiesen.
Uno de los doce era el Misterioso Extraño, el Renegado.
¿Cuál de ellos? En aquel momento no había forma en que averiguarlo. Pero algún día lo sabría. Mientras tanto, tenía un amigo en el tribunal, un hombre que quizá estuviera utilizando a Burton para sus propios fines. Y llegaría un día en que Burton lo utilizaría a él.
Había otros seres humanos en los que había interferido el extraño. Quizá los hallase. Juntos, asaltarían la Torre.
Ulises tenía su Minerva. Habitualmente, Ulises tenía que salir de las situaciones peligrosas a través de su propia astucia y valor; pero de vez en cuando, cuando la diosa había sido capaz de ello, le había tendido una mano de ayuda a Ulises.
Ulises tenía su Minerva; Burton su Misterioso Extraño.
¿Qué es lo que planeas hacer, Dick?
Voy a construir un barco y navegar Río arriba. ¡Hasta el final! ¿Quieres venir conmigo?