Chereads / EL Mundo del Río / Chapter 4 - A Vuestros Cuerpos Dispersos CAPITULO II

Chapter 4 - A Vuestros Cuerpos Dispersos CAPITULO II

El dios estaba de pie junto a él mientras yacía sobre la hierba junto al río, entre los sauces llorones. Yacía con los ojos muy abiertos y tan débil como un bebé recién nacido. El dios le estaba pinchando en las costillas con la punta de un bastón de hierro. El dios era un hombre alto de edad mediana. Tenía una larga barba negra bifurcada, y usaba las ropas domingueras de un caballero inglés del 53° año del reino de la Emperatriz Victoria.

Llegas tarde -dijo el dios-. Hace mucho que tenias que haber pagado tu deuda,¿sabes?

¿Qué deuda? -dijo Richard Francis Burton. Se pasó los dedos sobre sus costillas para asegurarse de que todas seguían allí.

Me debes la carne -replicó el dios, pinchándole de nuevo con el bastón-, para no mencionar el espíritu. Me debes la carne y el espíritu, que son una misma cosa.

Burton trató de ponerse en pie. Nadie, ni siquiera el dios, iba a pinchar a Richard

Burton en las costillas sin que éste presentase batalla.

El dios, ignorando sus fútiles esfuerzos, sacó un gran reloj de oro del bolsillo de su chaleco, abrió su gruesa y grabada tapa, miró las manecillas y dijo:

Mucho retraso.

El dios extendió su otra mano, con la palma hacia arriba.

Paga, o de lo contrario me veré obligado a embargar.

¿Embargar el qué?

Cayó la oscuridad. El dios comenzó a dísolverse en ella. Fue entonces cuando Burton se dio cuenta de que el dios se le parecía. Tenía el mismo cabello oscuro y lacio, el mismo rostro arábigo con oscuros ojos penetrantes, pómulos salientes, labios gruesos, y la barbilla muy adelantada y hendida. Las mismas largas y profundas cicatrices, testimonios de la jabalina somalí que había atravesado sus mejillas en aquella lucha en Berbera, también se hallaban en su rostro. Sus manos

y pies eran pequeños, contrastando con sus amplias espaldas y su enorme pecho. Y tenía los largos y gruesos bigotes y la larga barba en horquilla que había originado que los beduinos denominasen a Burton «el Padre de los Bigotes».

Te pareces al diablo -dijo Burton.

Pero el dios se había convertido simplemente en otra sombra en la oscuridad.