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Chapter 69 - cap. 7

Me preparé para la cena con Hank y mi mamá cambiándome en unos zapatos planos y un ondulante vestido bohemio que me caía por encima de la rodilla.

Era mejor de lo que Hank se merecía, pero tenía un motivo ulterior. La meta de esta noche era doble. En primer lugar, hacer que mi mamá y Hank desearan nunca haberme invitado. En segundo, hacer mi postura sobre su relación tan clara como el cristal. Ya estaba ensayando mentalmente mi discurso, el cual lo entregaría de pie a todo volumen, y terminaría cuando rociara a Hank con su propia copa de vino. Tenía la intención de usurpar el trono de Reina Diva de Marcie esta noche, mi propio decoro será condenado. 

Pero primero lo primero. Tengo que sosegar a Mamá y Hank con la creencia de que estoy en el estado de ánimo adecuado para ser llevada en público. Si salgo de mi habitación sacando espuma por la boca y vestida con una camiseta negra de "EL AMOR APESTA" mi plan nunca despegaría del suelo. 

Pasé treinta minutos en la ducha, el agua caliente golpeando cada centímetro de mi cuerpo, y después vigorosamente lavado y depilado, mimé mi piel con aceite para bebé. Las pequeñas incisiones entrecruzadas en mis brazos y piernas estaban curándose rápidamente, así como las magulladuras, pero ambos arrojaban un rayo de luz no deseado a lo que la vida había sido durante mi secuestro. Combinado con la piel sucia con la que había llegado al hospital, mi mejor conjetura es que me habían llevado a lo profundo del bosque. Un lugar tan remoto, que habría sido imposible que un transeúnte se topase conmigo. Un lugar tan olvidado por Dios que mis posibilidades de escapar y sobrevivir sería casi nada. 

Pero debo haber escapado. ¿Cómo podría explicar cómo volví a casa? Sumándose a esta especulación, había imaginado los densos bosques que abarcan el norte de Maine y Canadá. A pesar de que no tenía pruebas para demostrar que había sido retenida ahí, era mi mejor conjetura. Me había escapado, y contra todo pronóstico, había sobrevivido. Esa era mi única teoría de trabajo. 

En mi camino fuera del cuarto de baño, vacilé frente al espejo el tiempo suficiente para esponjar mi cabello. Era más largo ahora, caía a la mitad del camino en mi espalda, con luces de color caramelo naturales, gracias al sol del verano. Definitivamente estuve en un lugar al aire libre. Mi piel sostenía un beso de bronce, y algo me decía que no había sido escondida en un salón de bronceado todas esas semanas. Tenía el pensamiento sin rumbo de comprar nuevo maquillaje, después lo borré. No quería nuevo maquillaje para que coincida con mi nuevo yo. Sólo quería a mi vieja yo. 

En la planta baja, me encontré con Hank y mi madre en el vestíbulo. Vagamente noté que Hank parecía un muñeco Ken de tamaño natural con helados ojos azules, un tono de piel dorado, y una separación lateral impecable. La única discrepancia era la constitución esbelta de Hank. En una pelea, Ken habría ganado, sin duda. 

—¿Lista? —preguntó Mamá. Estaba toda vestida también, con pantalones de lana ligeros, una blusa y un abrigo de seda. Pero era más consciente de lo que no tenía puesto. Por primera vez, su anillo de matrimonio había desaparecido, dejando una franja pálida alrededor de su dedo anular. 

—Voy a conducir por separado —le dije bruscamente. 

Hank me apretó el hombro jugando. Antes de que pudiera retroceder, dijo: 

—Marcie es de la misma manera. Ahora que ella tiene su licencia, quiere conducir a todas partes. —Él levantó las manos como si no ofreciera ninguna discusión—. Tu madre y yo te encontraremos ahí. 

Me debatía si decirle a Hank que mi deseo de manejar por separado no tiene nada que ver con un pedazo de plástico en mi billetera. Y mucho más que ver con la forma en que estar alrededor de él hacía que mi estómago se retuerza. 

Giré para enfrentar a mi mamá. 

—¿Puedo tener dinero para la gasolina? El tanque está bajo. 

—En realidad —dijo mamá, dándole una mirada ayúdame con esto a Hank—, estaba realmente esperando poder utilizar este tiempo para que los tres habláramos. ¿Por qué no vas con nosotros, y te doy el dinero para llenar el tanque mañana? —Su tono era amable, pero no había ningún error. Ella no me estaba ofreciendo una opción.  

—Sé una buena chica y escucha a tu madre —Hank me dijo, mostrando una perfectamente recta, perfectamente blanca sonrisa. 

—Estoy segura de que tendremos un montón de tiempo para hablar en la cena. No veo el gran problema en que maneje por mí misma —dije. 

—Es cierto, pero todavía vas a tener que venir con nosotros —dijo mamá—. Resulta que estoy sin dinero en efectivo. El nuevo teléfono móvil que te compré hoy no era barato. 

—¿No puedo pagar la gasolina con tu tarjeta de crédito? —Pero ya sabía la respuesta. A diferencia de la mamá de Vee, mi mamá nunca me prestó su tarjeta de crédito, y yo no me tengo la flexibilidad moral ―pedirla prestada‖. Supongo que podría usar mi propio dinero, pero había tomado una postura y no quería dar marcha atrás ahora. Antes de que ella me pueda tirar abajo, añadí—: ¿O qué pasa con Hank? Estoy segura de que me puede prestar veinte dólares. ¿Cierto, Hank? 

Hank echó la cabeza hacia atrás y rió, pero no me pierdo las líneas de irritación que se forman alrededor de sus ojos. 

—Tienes absolutamente al negociador en tus manos, Blythe. El instinto me dice que ella no heredó tu carácter dulce y humilde. 

Mamá dijo: 

—No seas grosera, Nora. Ahora estás haciendo un gran escándalo de nada. Un viaje compartido en automóvil por una noche, no te va a matar. 

Miré a Hank, con la esperanza de que pudiera leer mi mente. No estés tan segura. 

—Será mejor que nos vayamos —dijo Mamá—. Tenemos reservas para las ocho y no queremos perder nuestra mesa. 

Antes de que pudiera lanzar otro argumento, Hank abrió la puerta y nos indicó a mi madre y a mí la salida. 

—¿Ah, así que es tu auto, Nora? ¿El Volkswagen? —pregunta, mirando a través de la entrada—. La próxima vez que estés en el mercado, pasa por mi concesionario. Podría engancharte con un convertible Celica por el mismo precio. 

—Fue un regalo de un amigo —explicó Mamá. 

Hank dejó escapar un silbido bajo.  

—Eso es un amigo el que tienes. 

—Su nombre es Scott Parnell —dijo Mamá—. Un viejo amigo de la familia. 

—Scott Parnell —reflexionó Hank, arrastrando una mano sobre su boca—. El nombre me suena. ¿Conozco a sus padres? 

—Su madre, Lynn, vive en la calle Diácono, pero Scott salió de la ciudad durante el verano. 

—Interesante —murmuró Hank—. ¿Alguna idea de dónde acabó? 

—En algún lugar de New Hampshire. ¿Conoces a Scott? 

Hank rechazó su pregunta con un movimiento de cabeza. 

—New Hampshire es el país de Dios —murmuró con admiración. Su voz era tan suave que de inmediatamente rechinó. 

Al igual de irritante que el hecho de que él podría haber pasado como el hermano menor de mi Mamá. Real y verdaderamente. Él tenía pelo facial, una sombra fina que cubría la mayor parte de su rostro, pero donde podía ver, tenía un excelente tono de piel y muy pocas arrugas. Había considerado la posibilidad de que mi mamá finalmente empezara a salir de nuevo, y tal vez incluso se casara, pero quería que su esposo tuviera un aspecto distinguido. Hank Millar parecía un chico de fraternidad oculto bajo un traje de gris-tiburón. 

En Coopersmith, Hank estacionó en el aparcamiento trasero. Mientras ascendíamos, mi nuevo teléfono celular sonó. Le envié un mensaje a Vee con mi nuevo número antes de salir, y parecía que ella lo recibió. 

BB! STOY N TU KSA. DND STAS? 

—Nos encontraremos en el interior —le dije a Mamá y Hank—. Mensaje —le expliqué, moviendo mi celular. 

Mamá me mandó una mirada negra que decía, que sea rápido, entonces tomó del brazo a Hank y lo dejó que la escoltara hacia la puerta del restaurante. 

Le respondo a Vee. - ADIVINA DND STOY. 

PISTA? ella me mensajeó. 

JURA Q NO SE LO VAS A DCIR A NADIE

TNS Q PREGUNTAR?  

Le envió un mensaje a regañadientes: 

CENANDO CN EL PAPÁ DE MARCIE 

#?@#$?!& 

MI MAMÁ STA SALIENDO CN EL. 

TRAIDORA! SI SE CASAN, TÚ y MARCIE... 

PUEDO USAR UN POCO DE CONSUELO AQUÍ! 

¿SABE ÉL Q ME STAS MENSAJEANDO?, Vee preguntó. 

NO. STAN ADENTRO. STOY EN EL APARCAMIENTO COOPERSMITH. 

EL RUFIAN. MUY BUENO XA APPLEBEE, YA VEO. 

VOY A ORDNAR LO MÁS CARO DL MENU. SI TODO VA BIEN, LE VOY A LANZAR A HANK SU BBIDA N LA KRA. 

JA! NO T PREOCUPS. T PASO A BUSKR. NECSITAMS PASAR EL RATO. HA PASADO MUCHO TIEMPO. MURIENDO X VERT! 

STO APESTA TAN MAL! Le mensajeó de vuelta. TENGO Q QDARM. MAMÁ STA EN PIE D GUERRA. 

ME STAS DICIENDO Q NO?! 

PAGANDO DEUDAS D FAMILIA. AFLOJA. 

TE DIJE Q M STOY MURIENDO X VERT? 

YO TB. ERS LA MEJOR, LO SABS, ¿VRD? 

PALABRA. 

MAÑANA N ENZO XA EL ALMUERZO? MDIODIA? 

TRATO. 

Colgando, cruzo el aparcamiento de grava y me permito entrar. Las luces estaban bajas, la decoración masculina y rústica con paredes de ladrillo, cabinas de cuero rojo y lámparas de la cornamenta. El olor de la carne chisporrotea abrumando el aire, y los televisores sobre el bar sonaban con los destacados de la jornada deportiva. 

—Mi grupo acaba de llegar hace un momento —le dije a la recepcionista—. La reserva se encuentra bajo el nombre de Hank Millar. 

Ella sonrió.  

—Sí, Hank acaba de entrar. Mi padre solía jugar al golf con él, así que lo conozco muy bien. Él es como un segundo padre para mí. Estoy segura de que el divorcio ha sido devastador, por lo que es realmente bueno verlo salir de nuevo. 

Me acordé de un comentario anterior de Marcie de que su mamá tenía amigos en todas partes. Recé porque Coopersmith no estuviese en su radar, temiendo cuán rápido la noticia de esta cita podría viajar. 

—Supongo que depende de a quién se le pregunte —murmuré. 

La sonrisa de la recepcionista se volvió nerviosa. 

—¡Oh! Qué inconsciente de mí. Tienes razón. Estoy segura de que su ex esposa no estaría de acuerdo. No debería haber dicho nada. Por este camino, por favor. 

Ella había perdido mi punto de vista, pero lo dejé. La seguí por el bar, por un corto tramo de escalones, al área del comedor hundido. Fotos negro y blanco de mafiosos famosos estaban colgadas en los muros de ladrillo. Las mesas estaban construidas con antiguas cubiertas de escotilla. Se rumoreaba que el suelo de pizarra había sido importado de un castillo en ruinas de Francia y que se remontaba al siglo XVI. Hice una nota mental de que Hank era aficionado a las cosas viejas. 

Hank se levantó de su silla cuando me vio acercarme. Siempre el caballero. Si él sólo supiera lo que había reservado para él. 

—¿Esa fue Vee mandándote mensajes? —preguntó Mamá. 

Me siento en una silla y apoyo el menú para obstruir mi vista de Hank. 

—Sí. 

—¿Cómo está? 

—Bien. 

—¿La misma vieja Vee? —ella bromeó. 

Hice un ruido de consentimiento. 

—Las dos deben reunirse este fin de semana —sugirió. 

—Ya está cubierto. 

Después de un momento, mi madre cogió su propio menú.  

—¡Bien! Todo se ve maravilloso. Va a ser difícil decidir. ¿Qué crees que vas a querer, Nora? 

Recorrí la columna de precios, en busca de los más exorbitantes. 

De pronto, Hank tosió y se aflojó la corbata, como si se hubiera tragado el agua por el lugar equivocado. Sus ojos se abrieron un poco más amplios con incredulidad. Seguí su mirada y vi pasear a Marcie Millar en el restaurante con su madre. Susanna Millar colgó su chaqueta en el perchero antiguo justo en la puerta del frente, después tanto ella como Marcie siguieron a la recepcionista a una mesa cuatro por debajo de la nuestra. 

Susanna Millar tomó una silla, de espaldas a nosotros, y yo estaba bastante segura de que ella no nos había notado. Marcie, por otro lado, que estaba sentada frente a su madre, hizo una toma doble en el medio de recoger su agua con hielo. Hizo una pausa con el cristal a centímetros de su boca. Sus ojos imitaban a los de su padre, creciendo por la sorpresa. Ellos viajaron desde Hank, a mi madre, finalmente se pararon en mí. 

Marcie se inclinó sobre la mesa y le susurró unas palabras a su madre. La postura de Susana se puso rígida. 

La sensación de un desastre inminente se deslizó a través de mi estómago y no se detuvo hasta que se instaló en los dedos de mis pies. 

Marcie se empujó fuera de su silla abruptamente. Su mamá la agarró del brazo, pero Marcie era más rápida. Se dirigió hacia nosotros. 

—Entonces —dijo ella, parada en el borde de la mesa—. ¿Todos estén teniendo una pequeña agradable cena afuera? 

Hank se aclaró la garganta. Echó un vistazo a mi mamá una vez, cerrando los ojos brevemente a modo de disculpas silenciosas. 

—¿Puedo dar la opinión de alguien de afuera? —Marcie continuó con una voz extrañamente alegre. 

—Marcie —dijo Hank, advertencia arrastrándose en su tono. 

—Ahora que eres elegible, Papá, vas a querer tener cuidado con quien tienes citas. —A pesar de sus bravatas, me di cuenta de que los brazos de Marcie habían adoptado un fino temblor. Tal vez por la ira, pero, curiosamente, parecía más bien miedo de mí. 

Apenas moviendo los labios, Hank murmuró:  

—Te estoy pidiendo amablemente que vayas de nuevo con tu madre y disfrutes de tu comida. Podemos hablar de esto después. 

No siendo disuadida, Marcie continuó: 

—Esto va a sonar duro, pero te ahorrará un montón de dolor al final. Algunas mujeres son buscadoras de oro. Sólo te quieren por tu dinero. —Su mirada fija sólidamente en mi mamá. 

Miré a Marcie, e incluso podía sentir mis ojos parpadeando con hostilidad. ¡Su padre vendía autos! Tal vez en Coldwater esa era una impresionante elección de carrera, ¡pero ella estaba actuando como si su familia tuviese pedigrí y tantos fondos fiduciarios que se tropezaban con ellos! Si mi mamá era una buscadora de oro, lo podía hacer mucho-mucho-mejor que un vendedor de autos de mala calidad llamado Hank. 

—Y de Coopersmith, de todos los lugares —continuó Marcie, una nota de disgusto eclipsaba su alegre tono—. Golpe bajo. Este es nuestro restaurante. Hemos tenido cumpleaños, fiestas de trabajo, aniversarios. ¿Podrías ser más pegajoso? 

Hank se apretó entre sus ojos. 

Mamá dijo en voz baja: 

—Yo elegí el restaurante, Marcie. No me di cuenta que tenía un significado especial para tu familia. 

—No me hables —espetó Marcie—. Esto es entre mi papá y yo. No actúes como si tuvieses algo que decir en esto. 

—¡Bien! —dije, empujando la silla hacia atrás—. Voy a ir al baño. —Le envié a mi mamá un vistazo rápido, dándole a entender que ella viniera conmigo. Este no era nuestro problema. Si Marcie y su padre quería seguir con esto, y en público, bien. Pero yo no iba a sentarme y hacer un espectáculo de mí misma. 

—Iré contigo —dijo Marcie, agarrándome con la guardia baja. 

Antes de que pudiera hacer mi próximo movimiento, Marcie me tomó del brazo y me impulsó hacia el frente del restaurante. 

—¿Te importaría decirme de qué se trata todo esto? —le pregunté cuando estábamos fuera del alcance de los oídos. Moví mis ojos entre nuestros brazos entrelazados. 

—Una tregua —dijo Marcie convergente.  

Las cosas se ponían cada vez más interesante minuto a minuto. 

—¿Ah, sí? ¿Y cuánto tiempo va a durar? —le pregunté. 

—Sólo hasta que mi papá rompa con tu mamá. 

—Buena suerte con eso —le dije con un bufido. 

Me soltó el brazo, para que pudiésemos pasar por la fila única del baño de mujeres. Cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, hizo una revisión rápida en los puestos para asegurarse de que estábamos solas. 

—No pretendas como si no te importara —dijo—. Te vi sentada con ellos. Parecía que ibas a vomitar tus ojos. 

—¿Tu punto? 

—Mi punto es que tenemos algo en común. 

Me reí, pero mi risa era de la variedad seca, sin sentido del humor. 

—¿Miedo de tomar partido conmigo? —preguntó. 

—Más bien cuidado. No soy especialmente aficionada a conseguir puñaladas en la espalda. 

—No te voy a apuñalar por la espalda. —Ella sacudió su muñeca con impaciencia—. No sobre algo tan serio. 

—Nota mental: Marcie sólo es una traidora en cosas triviales. 

Marcie se impulsó en la repisa del lavabo. Ahora era media cabeza más alta que yo, me miraba hacia abajo. 

—¿Es cierto que no puedes recordar nada? Como, ¿tu amnesia es real? 

Mantente calmada. 

—¿Me arrastraste hasta acá para hablar de nuestros padres, o estás realmente interesada en mí? 

Líneas de concentración se forman en su frente. 

—Si algo pasó entre nosotras... no recordarías, ¿verdad? Sería como no hubiese pasado. En tu mente, de todos modos. —Ella me miraba de cerca, claramente interesada en mi respuesta.

Puse los ojos en blanco. Estaba cada vez más irritada.

—Sólo escúpelo. ¿Qué pasó entre nosotras?

—Estoy siendo completamente hipotética aquí.

No lo creo por un segundo. Marcie probablemente me había humillado, de alguna gran manera antes de que desapareciera, pero ahora necesitaba de mi colaboración, por lo que espera que lo haya olvidado. Lo que sea que haya hecho, estaba casi contenta de no poder recordar. Había mucho más en mi mente que preocuparme que del último golpe ofensivo de Marcie.

—Es cierto que entonces... —dijo Marcie, no exactamente sonriendo, ni frunciendo el ceño tampoco—... realmente no puedes recordar.

Abrí la boca, pero no tenía una respuesta. Mentir, y quedar atrapada en el acto, diría mucho más acerca de mis inseguridades que sólo ser enfrentada.

—Mi papá dijo que no te acuerdas de nada de los últimos cinco meses. ¿Por qué el tramo de la amnesia se remonta tan atrás? ¿Por qué no desde ese momento en que fuiste secuestrada?

Mi tolerancia ha llegado a su límite. Si yo iba a hablar de esto con alguien Marcie no era la primera en la lista. Ella no estaba en la lista, y punto. —No tengo tiempo para esto. Voy a volver a la mesa.

—Sólo estoy tratando de obtener información.

—¿Alguna vez consideraste que no es de tu incumbencia? —le dije, como despedida.

—¿Me estás diciendo que no te acuerdas de Patch? —exclamó ella.

Patch.

Tan pronto como su nombre salió de los labios de Marcie, la misma inquietante sombra de negro eclipso mi visión. Se desvaneció tan rápido como llegó, pero dejó una impresión. Caliente, una inexplicable emoción. Como un golpe inesperado a la cara. Por un momento perdí la capacidad de respirar. El pinchazo irradiaba todo el camino hasta el hueso. Yo conocía ese nombre.

Había algo sobre él...

—¿Qué dijiste? —pregunté lentamente, dándome vuelta hacia atrás.

—Ya me escuchaste. —Sus ojos estudiaron los míos—. Patch.

Intenté pero no pude detener que el desconcierto y la incertidumbre gotearan mi expresión.

—Bien, bien —dijo Marcie, sin verse tan contenta como hubiera esperado por haberme capturado desnuda e indefensa.

Sabía que tenía que salir, pero ese estallido de reconocimiento me hizo quedarme en mi lugar. Tal vez, si seguía hablando con Marcie, volvería. Tal vez esta vez lo mantenga el suficiente tiempo como para que yo haga algo con él.

—¿Vas a estar ahí y ―bien, bien‖ a mí, o me vas a dar una pista?

—Patch te dio algo antes del verano —dijo sin preámbulos—. Algo que me pertenece a mí.

—¿Quién es Patch? —logré al fin. La pregunta parecía redundante, pero no iba a dejar a Marcie continuar la carrera hasta que atrapara al menos todo lo que pudiera. Cinco meses era mucho camino por recorrer en un viaje rápido al baño.

—Un tipo con el que salía. Una aventura de verano.

Otra potente agitación que se sentía extrañamente cercana a los celos, pero empujé esa impresión lejos. Marcie y yo nunca estaríamos interesadas en la misma persona. Los atributos que ella valora, como ser superficial, poco inteligente y egoísta, no despertaban mi interés.

—¿Qué me dio? —Sabía que me estaba perdiendo mucho, pero era realmente muy descabellado pensar que el novio Marcie me hubiese dado cualquier cosa. Marcie y yo no compartíamos los mismos amigos. No participamos en ninguno de los mismos clubes. Ninguna de nuestras actividades extracurriculares se superponen. En resumen, no teníamos nada en común.

—Un collar.

Saboreando el hecho de que por una vez no tuve que jugar a la defensiva, le di una sonrisa de satisfacción de medalla de oro. —Por qué, Marcie, podría haber jurado que darle joyería a otra chica es una señal de que tu novio te está engañando.

Ella inclina la cabeza hacia atrás y se echa a reír de manera tan convincente, que sentí esa misma inquietud asentarse de nuevo en mis entrañas.

—No puedo decidir si es triste que estés tan completamente en la oscuridad, o divertido.

Crucé mis brazos sobre el pecho, con el objetivo de actuar un poco con sutil disgusto e impaciencia, pero la verdad es que tenía frío en el interior. Un resfriado que no tenía que ver con la temperatura. Nunca iba a salir de esta.

Tenía la sensación rápida y terrible que mi encuentro con Marcie era sólo el  comienzo, un sutil presagio de lo que me esperaba.

—No tengo el collar.

—Crees que no lo tienes, porque no lo recuerdas. Pero lo tienes. Probablemente esté dentro de tu caja de joyas en estos momentos. Le prometiste a Patch que me lo ibas a devolver a mí. —Ella me tendió un trozo de papel para que lo tome—. Mi número. Llámame cuando encuentres el collar.

Tomé el papel, pero no iba a ser comprada tan fácilmente.

—¿Por qué él no sólo te dio el collar por sí mismo?

—Ambas somos amigas de Patch. —Con mi mirada de profundo escepticismo, ella agregó—: Hay una primera vez para todo, ¿no?

—No tengo el collar —repetí con firmeza.

—Lo tienes, y lo quiero de vuelta.

¿Podría ser más persistente?

—Este fin de semana, cuando tenga tiempo libre, voy a buscarlo.

—Más temprano que tarde estaría bien.

—Mi oferta, o lo tomas o lo dejas.

Ella agitó sus brazos.

—¿Por qué tienes un palo en el trasero?

Mantuve mi sonrisa agradable, mi manera de darle con el dedo. —Podré ser capaz de no recordar los últimos cinco meses, pero los dieciséis años antes de eso son cristalinos. Incluyendo los once que nos hemos conocido la una a la otra.

—Así que se trata de rencor. Muy maduro.

—Esta es una cuestión de principios. No confío en ti, porque tú nunca me has dado una razón para hacerlo. Si quieres que te crea, vas a tener que demostrar por qué debería.

—Eres una idiota. Trata de recordar. Si hubo algo bueno que Patch hizo, fue unirnos. ¿Sabías que viniste a mi fiesta de verano? Pregunta a tu alrededor.

Estuviste ahí. Como mi amiga. Patch me hizo ver un lado diferente de ti.

—¿Fui a una de tus fiestas? —Estaba escéptica al instante. ¿Pero por qué mentiría? Ella tenía razón, podía preguntar por ahí. Parecía absurdo hacer tal reclamo cuando la verdad era tan fácil de demostrar.

Al parecer, leyendo mis pensamientos, dijo:

—No tomes mi palabra. Realmente. Llama a alguien de tu alrededor y comprueba por ti misma. —Luego empujó la correa de su bolso arriba sobre su hombro y desfilo afuera.

Me quedé atrás unos momentos, reuniendo mi calma. Tenía una idea igual de desconcertante y agravantes rebotando en mi cabeza. ¿Había alguna posibilidad de que Marcie estuviese diciendo la verdad? ¿Había su novio — ¿Patch?— agrietado años de hielo acumulado entre nosotras y nos juntó? La idea era casi risible. La frase tendría que verlo para creer bailaba en mi cabeza.

Más que nunca, me molestaba mi memoria defectuosa, si no por otra razón de que me colocaba en una situación de desventaja con Marcie. ¿Y si el Patch era a la vez su aventura de verano y de nuestro mutuo amigo, dónde estaba él ahora?

Dejando el baño, me di cuenta de que Marcie y su madre no estaban en ningún lugar a la vista. Supuse que habían pedido ser recolocadas, o hicieron una declaración a Hank yéndose por completo. De cualquier manera, no me quejaba.

A medida de que nuestra mesa se acercó a la vista, mi paso se ralentizó. Hank y mi madre estaban tomándose de las manos sobre la mesa y mirándose a los ojos del otro en una profunda forma privada. Extendió la mano para meter un cabello fugitivo tras su oreja. Ella se ruborizó de placer.

Me alejé sin darme cuenta. Me iba a enfermar. El mayor cliché, pero dolorosamente preciso. Mucho para sofocar a Hank con su vino. Mucho para la transformación en una diva de proporciones épicas.

Cambiando de rumbo, me encontré en las puertas delanteras. Le pregunté a la recepcionista que le transmitiera el mensaje a mi mamá que llamé a Vee para que me llevara y me apresuré a la noche.

Me tragué varias respiraciones profundas. Mi presión arterial era estable, y dejé de ver doble. Algunas estrellas brillaban encima, incluso sobre el horizonte occidental donde aún brillaba el sol poniéndose. Era lo suficientemente frío como para que deseara llevar una capa extra, pero en mi prisa por salir, había dejado mi chaqueta de jean colgada en el respaldo de la silla. No iba a volver por ella ahora. Estaba más tentada por volver por mi celular, pero si sobreviví los últimos tres meses sin él, estaba bastante segura de que podía manejar una noche más.

Había un 7-Eleven a un puñado de cuadras, y mientras consideraba la posibilidad de que no era prudente estar afuera sola por la noche, sabía también que no podía pasar el resto de mi vida huyendo con miedo. Si las víctimas de un ataque de tiburón podían volver al océano de nuevo, yo podía caminar unas cuadras por mí misma. Estaba en una muy segura, y bien iluminada parte de la ciudad. Si quisiera obligarme a romper el miedo, no podría haber escogido una ubicación mejor.

Seis cuadras más tarde entré en el 7-Eleven, la puerta sonando mientras lo hacía. Estaba tan absorta en mis pensamientos, me tomó un par de pasos para darme cuenta de que algo andaba mal. La tienda estaba extrañamente tranquila. Pero sabía que no estaba sola, había visto cabezas por la ventana de vidrio mientras había cruzado el estacionamiento. Cuatro hombres, por lo que había sido capaz de decir. Pero todos habían desaparecido, y rápido. Incluso el mostrador de la entrada se quedó sin vigilancia. Yo no recordaba haber caminado en una tienda y encontrar en el mostrador descuidado. Estaban pidiendo que le roben. Especialmente durante la noche.

—¿Hola? —grité. Caminé a lo largo del frente de la tienda, mirando por los pasillos, abastecidos de todo, desde la figura de Newton a Dramamine—. ¿Hay alguien aquí? Necesito cambio para el teléfono público.

Un sonido apagado llegó desde el pasillo en la parte trasera. Estaba sin luz, supuestamente llevaba a los baños. Me esforcé por escuchar el sonido de nuevo. Teniendo en cuenta todas las falsas alarmas, últimamente, me temía que esto fuera el comienzo de otra alucinación.

Entonces escuché un segundo sonido. El chillido débil de una puerta cerrándose. Estaba bastante segura de que el sonido era real, lo que significaba que alguien podía estar ocultándose allí, fuera de la vista. La ansiedad me pellizcó el estómago y me empujó afuera.

Rodeando el edificio, ubique al teléfono público y marqué al 9-1-1. Escuché solo un tono antes de que una mano me alcanzara el hombro, haciendo clic en,el receptor, y terminando la llamada.