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Chapter 53 - cap. 19

Miré el anillo sin comprender. Apenas podía contener mis pensamientos. ¿Dos anillos? No sabía que significaba. Claramente Black Hand tenía un anillo, pero ¿por qué Scott tenía otro? ¿Y por qué se había molestado en esconderlo en un compartimento secreto? ¿Y por qué, si estaba tan avergonzado de la marca en su pecho, había guardado el anillo que se supone le habían dado?

En mi habitación, saqué mi violonchelo del armario y escondí el anillo de Scott en la cremallera del estuche de música, justo al lado de su gemelo, el anillo que había recibido en un sobre la semana pasada. No sabía cómo darle sentido a esto. Había ido a casa de Scott buscando respuestas, y me marché sintiéndome más confusa que nunca. Me hubiera detenido más en los anillos, puede que reuniendo unas pocas teorías, pero estaba completa y absolutamente pérdida.

Cuando el reloj del abuelo dio las campanadas de medianoche, comprobé dos veces las cerraduras de la puerta y me arrastré a la cama. Me apoyé en las almohadas, sentándome erguida y pintándome las uñas de las manos de azul.

Después de las manos pasé a las uñas de los pies. Encendí mi iPod. Leí varios capítulos de mi libro de química. Sabía que no podía estar sin dormir por siempre, pero estaba decidida a evitarlo todo lo posible. Me aterrorizaba que Patch me estuviese esperando al otro lado si lo hacía.

No me había enterado cuándo me quedé dormida hasta que desperté con un extraño sonido de rasguños. Me tumbé en la cama, congelada, forzándome a escuchar el sonido de nuevo y localizarlo. Las cortinas estaban cerradas y la habitación oscura. Salí de la cama y me atreví a mirar a través de las cortinas. El patio aún estaba tranquilo. Aparentemente pacífico.

Un leve crujido se escuchó escaleras abajo. Agarré mi móvil de la mesilla y abrí la puerta de mi habitación lo suficiente para echar un vistazo. El pasillo de fuera estaba despejado, y me adentré en él, mi corazón latía fuertemente contra mis costillas. Pensé que mi pecho podía estallar. Había llegado hasta la cima de las escaleras cuando el más suave click me alertó que la perilla de la puerta de enfrente estaba girando.

La puerta se abrió y una figura avanzó cautelosamente en el oscuro vestíbulo. Scott estaba en mi casa, a cuatro metros, en la base de las escaleras.

Mantuve sujeto el teléfono, el que por cierto estaba bañado en sudor.

–¿Qué estás haciendo aquí? – pregunté a Scott.

Sacudió su cabeza hacia arriba sobresaltado. Levantó las manos a la altura de los hombros, mostrándose inofensivo.

–Necesitamos hablar.

–La puerta estaba cerrada. ¿Cómo has entrado? –mi tono era elevado, tembloroso.

Él no contestó pero no lo necesitaba. Scott era un Nefilim extrañamente fuerte. Estaba casi segura que si hubiese bajado para comprobar el cerrojo, lo habría encontrado dañado por la pura fuerza de sus manos.

–El allanamiento de morada es ilegal –dije.

–Igual que el robo. Tú robaste algo que me pertenece.

Humedecí mis labios.

–Tienes uno de los anillos de Black Hand.

–No es mío. Yo...yo lo robé –. Su leve vacilación me dijo que estaba mintiendo. –Devuélveme el anillo, Nora.

–No hasta que me cuentes todo.

–Podemos hacer esto por las malas, si quieres –. Subió el primer escalón.

–¡No te muevas! –Ordené, marcando el número 911 en mi móvil–. Si subes otro escalón, llamaré a la policía.

–A la policía le llevará veinte minutos llegar hasta aquí.

–No es cierto – Pero ambos sabíamos que lo era. Él avanzó el segundo escalón.

–Para –ordené– Haré la llamada, juro que lo haré.

–Y decirles qué. ¿Que entraste a mi habitación? ¿Que robaste joyas valiosas?

–Tú madre me dejó entrar – me defendí con nerviosismo.

–No lo hubiera hecho si hubiese sabido que ibas a robarme –. Él subió otro escalón, las escaleras crujieron bajo su peso.

Me exprimí el cerebro en busca de una forma para distraerle de subir más.

Al mismo tiempo, quería provocarle para que me dijese la verdad de una vez por todas.

–Me mentiste sobre Black Hand. Esa noche en tu habitación, wow, toda una actuación. Las lágrimas fueron casi convincentes.

Podía ver su mente dando vueltas, intentando calcular cuánto sabía.

–Mentí –, dijo al final–. Estaba intentando mantenerte al margen de las cosas. No quería mezclarte con Black Hand.

–Demasiado tarde. Él mató a mi padre.

–Tu padre no era el único que Black Hand quería muerto. Nora, él también me quería muerto. Necesito el anillo.

De repente él estaba en el quinto peldaño.

¿Muerto? Black Hand no podía asesinar a Scott. Él era inmortal. ¿Pensaba Scott que yo no lo sabía? ¿Y por qué estaba tan interesado en tener el anillo de vuelta? Pensé que despreciaba su marca. Un nuevo pedazo de información se elevó a la superficie de mi mente.

–Black Hand no te forzó a conseguir la marca, ¿no? –Dije–. Tú la querías. Tú querías unirte a la sociedad. Tú querías jurar lealtad, es por eso que guardabas el anillo. Es un símbolo sagrado, ¿no? ¿Te lo dio Black Hand después de que acabó de marcarte?

Su manó se tensó alrededor de la barandilla.

–No. Me forzaron.

–No te creo.

Sus ojos se estrecharon.

–¿Piensas que hubiera permitido que un psicópata incrustase un anillo ardiendo en mi pecho? Si estoy tan orgulloso de mi marca, ¿por qué siembre estoy cubriéndola?

–Porque es una sociedad secreta. Estoy segura que tú pensaste que la marca era un pequeño precio que pagar para los beneficios que vienen con ser parte de una poderosa sociedad.

–¿Beneficios? ¿Piensas que Black Hand ha hecho algo por mí? –Su tono de voz se cortó con la ira–. Él es la Muerte. No puedo escapar de él, y créeme, lo he intentando. Más veces de las que puedo contar.

Asimilé eso, atrapando a Scott en otra mentira.

–Él volvió –dije, diciendo mis pensamientos en alto–. Después de que te marcó. Mentiste cuando dijiste que no le habías vuelto a ver de nuevo.

–¡Por supuesto que volvió! –dijo Scott bruscamente–. Él llamaba tarde por la noche o se me aparecía en mi camino a casa desde el trabajo, llevando una máscara de ski. Él siempre estaba allí.

–¿Qué quería?

Sus ojos me evaluaron.

–Si hablo, ¿me devolverás el anillo?

–Depende de si pienso que me estás diciendo la verdad.

Scott frotó sus nudillos furiosamente sobre su cabeza.

–La primera vez que lo vi fue en mi cumpleaños número catorce. Él dijo que yo no era humano. Me dijo que yo era un Nefilim, como él. Dijo que tenía que unirme a este grupo al que él pertenecía. Decía que todos los Nefilim tenían que permanecer unidos. Dijo que no había otra forma de poder librarnos de los ángeles caídos–. Scott miró ferozmente las escaleras hasta mí, desafiante, pero sus ojos mantenían una sombra de cautela, como si estuviese pensando que yo podía creer que estaba loco.

–Pensé que estaba perdido. Creí que estaba alucinando. Continué evitándole, pero el seguía volviendo. Empezó a amenazarme. Dijo que los ángeles caídos me tendrían una vez cumpliese los dieciséis. Me siguió, después de la escuela y el trabajo. Dijo que estaba cuidando mis espaldas, y que debería estar agradecido. Entonces él averiguó sobre mis deudas de juego. Las pagó pensando que si yo lo veía como un favor querría unirme a su grupo. No lo consiguió... Yo quería que se alejase. Cuando le dije que mi padre iba a conseguir una orden de restricción en su contra, me enjauló en la bodega, me ató y me marcó. Dijo que era la única forma de mantenerme a salvo. Decía que algún día lo entendería y le daría las gracias–. El tono de la voz de Scott me dijo que ese día nunca iba a llegar.

–Suena como si estuviese obsesionado contigo.

Scott sacudió su cabeza.

–Él piensa que le traicioné. Mi madre y yo nos mudamos aquí para estar lejos de él. Ella no quiere saber sobre los asuntos de los Nefilim, o la marca, sólo piensa que él es un acosador. Nos mudamos, pero él no quiere que yo salga corriendo, y no quiere especialmente arriesgarse a que abra la boca y desenmascare su culto secreto.

–¿Él sabe que estás en Coldwater?

–No lo sé. Es por eso que necesito el anillo. Cuando él terminó de marcarme, me dio el anillo. Dijo que tenía que guardarlo y encontrar otros miembros para reclutarlos. Me ordenó que no lo perdiese. Dijo que algo malo podría pasar si lo hacía–. La voz de Scott tembló levemente.

–Está loco, Nora. Podría hacerme cualquier cosa.

–Tienes que ayudarme a encontrarlo –, avanzó dos escalones más.

–Olvídalo. No voy a buscarlo.

Extendió la mano.

–Dame el anillo, ahora. Déjate de rodeos. Sé que está aquí.

Por ninguna otra razón nada más que el instinto, me giré y corrí. Cerré de un portazo la puerta del baño detrás de mí y eché el cerrojo.

–Esto se está volviendo molesto –, dijo Scott a través de la puerta.

–Abre –, esperó– ¿Piensas que esta puerta va a pararme?

No lo creía, pero no sabía que más hacer. Estaba pegada a la pared trasera del baño, y fue entonces cuando vi el cuchillo de pelar en la encimera. Lo había guardado en el baño para abrir las cajas de cosméticos y quitar las etiquetas de mi ropa. Lo cogí apuntando con la hoja.

Scott empujó la puerta con su cuerpo que se abrió de un golpe, dando contra la pared.

Estábamos de pie, cara a cara y yo apuntándole con el cuchillo.

Scott caminó hacia mí, sacando el cuchillo de mi agarre, y apuntándome.

–¿Quién manda ahora? –, se burló.

El pasillo tras Scott estaba oscuro, la luz del baño iluminaba el cuadro de flores descoloridas ubicado en el vestíbulo. Casi lo echaba de menos. Rixon apareció detrás de Scott, cogiendo la lámpara de metal que mi madre tenía en la mesa de la entrada. Dejó caer la lámpara contra la cabeza de Scott en un apabullante golpe.

–¡Oouf! – Scott lloriqueó, tambaleándose para ver qué le había golpeado.

En lo que pareció un acto reflejo, levantó el cuchillo y lo agitó a ciegas.

El cuchillo se perdió y Rixon golpeó con la lámpara el brazo de Scott, haciendo que tirase el cuchillo al mismo tiempo que él cayó de lado hacia la pared. Rixon lanzó el cuchillo por el hall de una patada, fuera de su alcance.

Dio un puñetazo a Scott en la cara. Un rocío de sangre salpicó la pared. Rixon lanzó un segundo puñetazo y la espalda de Scott se arrastró por la pared hasta que cayó sentado en el suelo. Agarrándole del cuello, Rixon le enderezó lo suficiente para pegarle un tercer puñetazo. Scott rodó los ojos, poniéndolos en blanco.

Me aparté bruscamente de la violencia al sonido de la histérica voz de Vee.

Ella subió las escaleras usando la barandilla para impulsarse.

–¡Para Rixon! ¡Vas a matarle! –. Rixon soltó el cuello de Scott alejándose.

–Patch me mataría si no lo hiciese –. Puso su atención en mí–. ¿Estás bien?

La cara de Scott estaba salpicada de sangre, lo que hizo que mi estómago se revolviese–. Estoy bien –. Dije aturdida.

–¿Estás segura? ¿Necesitas beber algo? ¿Una manta? ¿Quieres tumbarte?

Miré entre Rixon y Vee.

–¿Qué vamos a hacer ahora?

–Voy a llamar a Patch – Dijo Rixon, abriendo de un golpe su móvil y presionando en su oreja–. Va a querer estar aquí para esto.

Yo estaba demasiado impactada como para discutir lo contrario.

–Deberíamos llamar a la policía –dijo Vee. Echó una mirada al cuerpo inconsciente y golpeado de Scott–. ¿Deberíamos atarle? ¿Qué pasa si despierta y trata de escapar?

–Le ataré en la parte de atrás del furgón cuando acabe la llamada –, dijo Rixon.

–Ven aquí, cielo –, llamó Vee, tirando de mí hacía sus brazos. Me guió escaleras abajo, su brazo sobre mis hombros– ¿Estás bien?

–Sí –, contesté automáticamente, todavía aturdida– ¿Cómo llegaron ustedes aquí?

–Rixon vino a casa, estábamos pasando el rato en mi habitación, cuando yo tuve uno de esos presentimientos escalofriantes de que debíamos comprobar cómo estabas. Cuando paramos, el Mustang de Scott estaba aparcado en la calzada. Imaginé que el hecho de que él estuviese aquí no podía ser bueno, especialmente desde que estuvimos husmeando en su habitación. Le dije a Rixon que algo estaba mal, me pidió que esperase en el coche mientras él entraba. Solamente estaba contenta de que lo hiciésemos antes de que algo peor sucediese. Vaya espectáculo... ¿En qué estaba pensando, apuntándote con un cuchillo?

Antes de que pudiese contarle que yo llevaba el cuchillo primero, Rixon bajó corriendo las escaleras, uniéndose a nosotras en el vestíbulo.

–He dejado un mensaje para Patch –nos informó–. Debe llegar aquí pronto. También he llamado a la policía.

Veinte minutos después, El detective Basso frenó al final de la calzada, una luz de Kojak parpadeaba en el techo de su coche. Scott estaba recuperando la consciencia, moviéndose y gimiendo en la parte trasera del furgón de Rixon. Su cara era un desastre hinchada y enrojecida, y sus manos estaban atadas con cuerda en su baja espalda. El detective Basso le sacó y cambió la cuerda por unas esposas.

–No he hecho nada –, protestó Scott, su labio era un desastre de piel y sangre.

–¿Allanamiento de morada no es nada? –, repitió el detective Basso–. Que divertido, la ley no piensa lo mismo.

–Ella me robó algo –Scott sacudió su barbilla en mi dirección–. Pregúntele si estuvo en mi habitación esta noche.

–¿Qué robó?

–Yo...yo no puedo hablar sobre eso.

El detective Basso me miró para confirmar.

–Ella ha estado con nosotros toda la noche –Añadió Vee rápidamente– ¿Verdad, Rixon?

–Totalmente –dijo Rixon.

Scott clavó en mí una mirada de traición.

–No es bueno estar en mis zapatos ahora, ¿no? – El detective Basso le ignoró.

–Vamos a hablar del cuchillo que llevabas.

–¡Ella lo cogió primero!

–Entraste en mi casa –, rebatí– Defensa propia.

–Quiero un abogado –, dijo Scott.

El detective Basso sonrió, pero no hubo condescendencia en ello.

–¿Un abogado? Suenas como culpable, Scott. ¿Por qué trataste de apuñalarla?

–No estaba tratando de apuñalarla. Quité el cuchillo de sus manos. Ella era la que trataba de apuñalarme.

–Es un buen mentiroso, yo le di eso –dijo Rixon.

–Estás bajo arresto, Scott Parnell –, declaró el detective Basso, agachando la cabeza de Scott al tiempo que le dirigía al asiento trasero del coche patrulla –Tienes derecho a permanecer en silencio. Todo lo que digas podrá ser usado en tu contra.

Scott mantuvo su expresión hostil, pero bajo los cortes y los moretones parecía palidecer.

–Estás cometiendo un grave error –, dijo sólo mirándome a mí–. Si voy a la cárcel, seré como una rata en una jaula. Él me encontrará y me matará. Black Hand lo hará.

Él sonó genuinamente aterrador, y yo me debatía entre felicitarle silenciosamente por un buen acto deliberado...y pensar que quizá él no tenía ni idea de lo que era capaz como Nefilim. ¿Pero, cómo podía ser marcado en una Sociedad de Sangre Nefilim y no tener la más mínima idea de que era inmortal?

Scott no había apartado sus ojos de mí. Adoptando un tono de súplica dijo:

–Así es Nora. Si me voy de aquí, estoy muerto.

–Sí, sí –dijo el detective Basso, cerrando la puerta duramente. Él giró hacia mí– ¿Crees que podréis estar fuera de problemas el resto de la noche?