El sueño vino en tres colores: Blanco, negro y grisáceo.
Era una noche fría. Estaba de pie, descalza, sobre el camino empedrado. Lodo y lluvia llenando rápidamente los baches en el piso. Piedras y hojas caídas se extendían alrededor de mí interminablemente; la oscuridad consumía todo lo visible, excepto por una luz que estaba a 100 metros de distancia, la cual provenía de una taberna construida de piedra y madera. La luz de las velas alumbraba todas y cada una de las ventanas. Pensaba en irme a refugiar ahí pero, a lo lejos, escuché el muy conocido sonido de campanas.
Mientras el sonido se hacía más alto, me hice hacia un lado del camino, poniendo una distancia segura para poder observar. Una carroza con caballos apareció en el camino y se detuvo justamente donde momentos antes había estado de pie. En cuanto el carruaje se detuvo, el conductor se deslizó del asiento, sacudiéndose de lodo las botas, corrió hacia la puerta de la carroza y la abrió. Una figura negra emergió. Un hombre. Una capa colgaba de sus hombros, la llevaba abierta y ondeaba con el viento, pero su rostro iba tapado por la capucha de ésta.
—Espera aquí— Le dijo al conductor. —Mi señor, está lloviendo fuertemente...
El hombre que traía la capa asintió en dirección a la taberna —. Tengo negocios, no voy a tardar demasiado. Mantén a los caballos listos.
Los ojos del chofer se fijaron en la taberna—. Pero, mi señor... son vagabundos y ladrones los que abundan ahí, y hay un aire extraño ésta noche. Lo siento en los huesos—. Masajeó su brazo con suavidad, como si un escalofrío le hubiese llegado de golpe—. Mi señor, sería mejor que nos apresuráramos para regresar con la señora y los pequeños.
—No le digas nada de esto a mi esposa— El hombre de la capucha abrió y cerró sus manos enguantadas, mientras observaba la taberna—. Tiene demasiado por lo cual preocuparse—. Murmuró.
Gire mi atención a la taberna y las luminosas velas parpadearon en las pequeñas e inclinadas ventanas. El techo estaba ladeado igual, inclinado un poco hacia la derecha, como si las herramientas con la que la construyeron hubieran estado lejos de ser exactas. Hiervas se extendían alrededor de todo el establecimiento, y de vez en cuando, un grito o el sonido de cristales rompiéndose se escuchaba, proveniente de adentro.
El conductor tapó su nariz con la manga del saco—. Mi propio hijo murió de Plaga hace dos años. Es una cosa terrible lo que usted y su esposa están pasando.
En el silencio rígido que prosiguió los caballos cabalgaron impacientemente, seguidos por una oleada de vapor. Pequeñas nubes de aire congelado salían de sus hocicos. La imagen era tan autentica, que me asustó. Nunca antes mis sueños se habían sentido tan reales.
El hombre de la capa había comenzado a caminar hacia la taberna. Los bordes del sueño comenzaron a desaparecer detrás de él. Después de un momento de vacilación, comencé a caminar detrás de él, con miedo de que si no me mantenía cerca, yo también desaparecería. Me deslicé por la puerta segundos después.
A mitad de la pared había un horno gigante, con una chimenea de ladrillos. Varios cuencos de madera, tazas de estaño y utensilios colgaban de largos clavos de lado a lado de la pared, alrededor del horno. Tres barriles se habían amontonado en la esquina. Un perro sarnoso estaba hecho una bola y acostado frente a ellos. Un montón de desperdicios, platos sucios y tazas estaban tirados en el suelo, o lo que se suponía era el suelo: Era tierra, allanada suavemente y espolvoreada con serrín. Cuando la pisé, el lodo que estaba pegado en mis talones se hizo aun más desagradable. Estaba deseando una ducha caliente cuando la aparición de diez o más clientes que estaban a nuestro alrededor se hizo presente en mi mente.
La mayoría de los hombres tenían el pelo por los hombros, con raras y puntiagudas barbas. Sus pantalones eran holgados, y estaban metidos en sus botas altas, sus mangas levantadas. Usaban sombreros de ala ancha, que me recordaban a los que usaban los peregrinos.
Estaba soñando, definitivamente, con una época demasiado vieja en la historia, y ya que los detalles eran tan vívidos, debería de tener alguna idea de con qué periodo de la historia me encontraba fantaseando, pero estaba perdida. Lo más probable fuera que estuviéramos en Inglaterra, entre el siglo quince y dieciocho. Había sacado un A en historia del mundo éste año, pero estaba completamente segura que "Periodos del tiempo por vestimenta" no había sido un examen al que me hubiese presentado; nada en esta escena lo había sido.
—Estoy buscando a un hombre— Le dijo el hombre de la capa al cantinero, que estaba detrás de una mesa que le llegaba a la cintura, la cual yo asumía que servía como una barra de bar. —. Me dijeron que debía verlo aquí hoy por la noche, pero me temo que no sé su nombre.
El cantinero, un hombre enano, calvo a excepción de algunos cabellos que se pegaban en la coronilla, observó al hombre— ¿Algo de beber? — Preguntó, y estiró sus labios enseñando una maza negra que, se suponía, debían de ser sus dientes.
Tragué en seco las náuseas que me atacaron el estómago en cuanto vi sus dientes y di un paso hacia atrás.
El hombre de la capa no mostró la misma repulsión que yo tenía, de hecho... sólo asintió brevemente con la cabeza— Necesito encontrar a este hombre lo antes posible. Me dijeron que tú serías capaz de ayudar.
La sonrisa forzada del cantinero se desplomó en sus labios— A la orden; puedo ayudarle a encontrarlo, mi señor. Pero confíe en un hombre viejo y tome un trago o dos primero. Algo que le pueda calentar la sangre en una noche tan fría— Puso un pequeño vaso con líquido frente al hombre.
Detrás del gorro, el hombre negó con la cabeza, de nuevo —Me temo que estoy un poco apurado. Dígame dónde puedo encontrarlo— sacó unas monedas y las puso frente a él.
El cantinero guardó las monedas y apuntó hacia la puerta trasera con un movimiento de cabeza—Está en lo profundo del bosque. Pero, mi señor, algunos dicen que el bosque está embrujado. Dicen que el hombre que entre al bosque, es el hombre que jamás regresará.
El hombre de la capa se recargó en la barra y bajó la voz —Me gustaría hacerle una pregunta personal. ¿El mes judío de Cheshvan significa algo para usted? —No soy Judío—contestó lentamente el cantinero, pero algo en su mirada me dijo que esta no era la primera vez que le preguntaban aquello.
—El hombre que vine a ver me dijo que estuviera aquí la primera noche del mes de Chesvan. Dijo que necesitaba que le ayudara en algo y que duraría toda la noche.
El cantinero se rascó la barbilla— "Toda la noche" es mucho tiempo.
—Demasiado. No habría venido de no ser por el miedo que tengo a lo que ese hombre podría hacer en caso de que no me presentara. Mencionó los nombres de toda mi familia. Los conocía. Tengo una esposa hermosa y cuatro hijos. No quiero que ellos salgan heridos.
El cantinero bajó la voz, como si estuviese contando un chisme demasiado jugoso— El hombre que ha venido a ver es...—se calló al instante, recorriendo con una mirada sospechosa la taberna.
—Es inusualmente poderoso— dijo el hombre de la capa—. He visto su fuerza, es un hombre demasiado fuerte. Hablé con él. Seguramente no esperará que abandone mis deberes y a mi familia por tanto tiempo, entenderá que tengo que regresar lo antes posible. Tiene que ser razonable.
—No sabía que ese hombre pudiera ser "razonable" — Dijo el cantinero. —Mi hijo pequeño tiene la peste —Dijo el hombre con capucha y una nota de desesperación le llenó la voz—, los doctores no creen que viva demasiado. Mi familia me necesita. Mi hijo me necesita.
—Tome un trago—Dijo el cantinero y le volvió a acercar un vaso.
El hombre con capa se levantó abruptamente y salió por la puerta trasera. Le seguí.
Afuera, caminé descalza sobre el frío lodo detrás de él. La lluvia continuaba cayendo, y tenía que tener cuidado al caminar porque podía resbalarme. Me limpié los ojos con las manos y vi la capa del hombre desaparecer tras la línea de árboles al final del bosque.
Caminé detrás de él, vacilando antes de pasar la línea de los árboles. Agarré mi cabello con las dos manos y me adentré en las sombras.
Hubo un movimiento y de repente el hombre de la capa corría directamente hacia mí. Se tropezó y cayó. Su capa estaba llena de ramas y hojas; en desesperación, la desabrochó del cuello. De su boca salió un chillido de puro terror, sus manos cayeron a sus lados y su cuerpo comenzó a convulsionarse.
Corrí hacia él. Las ramas me golpeaban contra los brazos y las piedras se incrustaban en mis pies. Me arrodillé a su lado. El gorro seguía tapándole la cara, menos la boca, la cual la tenía abierta en estado de shock.
— ¡Gírese!- Ordené mientras intentaba desenredarlo de la parte de tela que se había enrollado con unas ramas.
Pero él no podía escucharme. Por primera vez, el sueño tomó esa muy familiar ventaja. Así como todas las pesadillas en las que me había visto atrapada, mientras más peleaba por algo, más lejos parecía estar de mi alcance.
Lo tomé de los hombros y lo sacudí— ¡Gírese! Puedo sacarlo de aquí, pero necesito de su ayuda.
—Soy Barnabas Underwood— Arrastró las palabras—, ¿Sabes el camino de regreso a la taberna? Eso es, buena chica— Dijo, dándole unas palmaditas al aire como si estuviera palmeando una mejilla imaginaria.
Me puse rígida. No había manera de que él pudiera verme. Estaba alucinando con otra chica. Tenía que hacerlo. ¿Cómo podía verme si no podía oírme? —Corre de regreso y dile al cantinero que mande ayuda— Continuó—. Dile que no hay ningún hombre. Dile que uno de los ángeles del demonio vino a poseer mi cuerpo y desechar mi alma. Dile que envíe un padre, agua bendita y rosas. A la mención de los ángeles del demonio, el vello de mis brazos se erizó.
Giró su cabeza, con fuerza, de nuevo hacia el bosque— ¡El ángel! — Susurró con pánico— ¡El ángel ya viene!
Su boca se retorció en distorsionadas formas. Parecía como si estuviera peleando consigo mismo por el control de su cuerpo. Su espalda se arqueó completamente, y el gorro se deslizó de su rostro.
Seguía teniendo la capa entre mis manos, pero sentí como se aflojaron al instante. Observé al hombre con un jadeo de sorpresa atascado en mi garganta. Él no era Barnabas Underwood.
Él era Hank Miller.
El padre de Marcie.
...
Abrí los ojos.
Rayos de luz entraban por mi ventaba. El panel estaba abierto y una brisa entró para darle un suave beso frío a mi piel. Mi corazón seguía acelerado por la pesadilla, pero tomé aire y me auto convencí de que no era real. Honestamente, ahora que tenía los pies bien plantados en la realidad, estaba más asustada por haber soñado con el padre de Marcie que con otra cosa. En un apuro por olvidarlo, mandé todos esos pensamientos hasta el final de mi cabeza. Saqué mi teléfono de debajo de la almohada y comprobé si tenía mensajes. Patch no había llamado. Poniendo la almohada encima de mi cabeza me acurruqué, intentando aminorar la sensación de vacío que tenía dentro. ¿Cuántas horas habían sido desde que Patch se había ido? Doce. ¿Cuántas horas hasta que lo volviera a ver? No sabía. Eso era lo que realmente me preocupaba. Mientras más tiempo pasaba, más sentía que esa pared de hielo que estaba entre nosotros se iba fortaleciendo.
Sólo supera éste día. Me dije a mi misma e intenté tragué la saliva que se había quedado atascada en mi garganta. La extraña distancia que se había dado entre nosotros no podía durar para siempre. No iba a resolverse nada si me ocultaba en mi cama todo el día. Vería a Patch de nuevo. Inclusive tenía la esperanza de que pasara a por mí hoy a la escuela. Era eso o yo podría llamarle. Seguí con estos ridículos pensamientos para poder evitar pensar en los arcángeles. Acerca del infierno. Acerca de cómo estaba lo suficientemente preocupada porque Patch y yo nos estuviéramos metiendo en un problema demasiado grande, tan grande que ninguno de los dos podríamos arreglar.
Me levanté de la cama y encontré un Post-It amarillo pegado en el espejo del baño.
¿Las buenas noticias? Convencí a Lynn para que no enviara a Scott a por ti ésta
mañana.
¿Las malas noticias? Lynn ha planeado que le des un tour por la ciudad.
En éste punto, estoy completamente segura que decir "No" no funcionará.
¿Te importaría enseñarle la ciudad después de clases?
Mantén el tour corto. Demasiado corto.
Deje su número en la mesa de la cocina.
Besos - Mamá.
PD: Te llamaré hoy por la noche desde mi hotel.
Gruñí y apoyé mi cabeza en la encimera. Si no quería pasar ni diez minutos con Scott, ¿Cómo iba a pasar varias horas?
Cuarenta minutos después, ya me había bañado, vestido, y comido un tazón de avena de fresas. Alguien tocó la puerta. Cuando la abrí Vee estaba frente a mí sonriente— ¿Lista para otro día interesante en la escuela de verano? — Preguntó.
Tomé mi mochila del ganchillo en el que estaba colgada en el armario— ¿Sólo terminemos con esto, de acuerdo?
— ¡Oh! ¿Quién se hizo pis en tus cereales? —Scott Parnell— Patch. —Ya veo que el problema de incontinencia no desapareció con el tiempo. —Estoy obligada a darle un tour por la ciudad después de clases. —Es como una cita. ¿Por qué habrías de odiarlo? —Deberías de haber estado aquí ayer por la noche. La cena fue demasiado rara. La mamá de Scott empezó a contarnos su problemático pasado y él la calló. No sólo eso sino que parecía como si la estuviera amenazando. Luego se excusó diciendo que necesitaba usar el baño, pero terminó espiándonos desde el pasillo— Y luego le habló mediante pensamientos a su madre. O algo así.
—Parece como si quisiera mantener su vida en privado. Suena como que vamos a tener que hacer algo para cambiar eso.
Iba dos pasos delante de Vee, guiando el camino, pero me detuve al instante. Experimenté un momento de inspiración— Tengo una excelente idea—Dije y me giré para observarla—. ¿Por qué no le das tú el tour a Scott? No, en serio, Vee. Lo amarías. Tiene esa inmadura y rebelde actitud de chico malo. Inclusive preguntó si teníamos cerveza. Escandaloso ¿Cierto? Creo que sería perfecto para ti.
—No puedo. Tengo una cita para comer con Rixon.
Sentí una punzada en el corazón. Patch y yo también íbamos a salir a comer hoy, pero de alguna manera, dudaba que esos planes fueran a llevarse a cabo. ¿Qué había hecho? Tenía que llamarle. Tenía que encontrar alguna manera de hablar con él. No iba a terminar las cosas así como así. Era absurdo. Pero una voz en mi interior me preguntó por qué el no me había marcado primero.
Tenía que disculparse tanto como yo.
—Te pagaré ocho dólares y treinta y dos centavos para que salgas con Scott. Es mi última oferta— Dije.
— Tentador, pero no. Y hay otra cosa, Patch probablemente no estará demasiado feliz si tú y Scott hacen un hábito de estar saliendo a hacer "recorridos". No me malinterpretes, no me podría importar menos lo que Patch piense, y si lo quieres volver loco con esto, bien. Más poder para ti. De todos modos, creo que ya expuse mi punto.
Iba a la mitad de los escalones del porche cuando el nombre de Patch me detuvo. Pensé en cortarle a Vee que por el momento no éramos novios, pero aun no estaba lista para decirlo en voz alta. Sentí que mi teléfono, con la imagen de Patch de fondo de pantalla, se quemaba en mi bolsillo. Parte de mi quería tirarlo entre los árboles y más allá de la carretera. Parte de mi no podía perderlo así de rápido. Aparte, si le decía a Vee, recalcaría que cuando dos personas terminaban, eso les daba derecho a ver a otras personas, y eso era una conclusión equivocada. No estaba buscando salir con otras personas, ni tampoco Patch. O eso esperaba. Esto era sólo una pelea. Nuestra primer pelea real. No íbamos a durar demasiado separados. Por la emoción del momento, los dos habíamos dicho cosas que no habíamos tomado en serio.
—Si yo fuera tú, cancelaría—Dijo Vee y sus tacones de diez centímetros sonaron contra el asfalto— Eso es lo que yo hago cuando me encuentro en algún embrollo. Llama a Scott y dile que tu gato está tosiendo y se le salieron los intestinos, y que tienes que llevarlo al veterinario después de clases.
—Estuvo aquí ayer en la noche. Sabe que no tenemos un gato. —Entonces, a menos que tenga espagueti recocido en la cabeza a manera de cerebro, entenderá que no estás interesada.
Lo consideré. Si le cancelaba a Scott lo del tour por la ciudad, tal vez podría tomar el auto de Vee y seguirlo. Podría descubrir realmente lo que había sucedido ayer por la noche y quitarme la duda de saber si Scott le había hablado mediante el pensamiento a su madre. Hace un año habría tomado esa idea como ridícula, pero las cosas eran diferentes ahora. Patch me había hablado mediante el pensamiento numerosas veces. También Chauncey (Alias Jules) un Nephilim de mi pasado. Ya que los ángeles caídos no envejecían, y yo conocía a Scott desde que tenía cinco, rechacé esa idea. Pero inclusive si Scott no era un ángel caído, todavía podría ser un Nephilim.
Pero y si era un Nephilim, ¿Qué estaba haciendo en Coldwater? ¿Qué hacía viviendo una ordinaria y adolescente vida? ¿Sabía que era un Nephilim? ¿Lo sabía Lynn? ¿Scott ya había jurado lealtad a los ángeles caidos? Y si no lo había hecho, ¿Era mi responsabilidad avisarle con respecto a ello? No me había llevado bien con Scott, pero eso no significaba que porque me cayera mal tendría que dar su cuerpo dos semanas cada año.
O tal vez él no era un Nephilim. Tal vez estaba imaginándome demasiadas cosas y estaba exagerando el hecho de que le había hablado con el pensamiento a su madre.
Después de química, fui hacia mi casillero. Tomé mi mochila y mi teléfono móvil y salí hacia el estacionamiento. Scott estaba sentado en el capó de su Mustang azul grisáceo. Seguía usando su sombrero hawaiano, y se me vino a la mente que si siguiera utilizándolo, no lo reconocería el día en que no lo trajera puesto. Agregando un punto: Ni siquiera sabía de qué color era su cabello. Saqué el Post-it que mi madre me había dejado en la cocina de mi mochila y llamé a su número.
—Ésta debe de ser Nora Gray— Contestó— Espero que no llames para cancelarme.
—Malas noticias. Mi gato está enfermo. El veterinario me dio la cita de las doce treinta. Vamos a tener que dejar el tour para otro día, lo siento— Colgué, sin esperar sentir la culpa que me abordó el cuerpo. Después de todo, era sólo una pequeña mentira. Y ni una sola parte de mí creía que Scott realmente deseaba hacer un tour por Coldwater. O al menos eso era lo que me estaba diciendo a mi misma para convencer a mi consciencia.
—Claro—Dijo Scott y me colgó.
Solamente pude cerrar mi teléfono cuando Vee llegó detrás de mí— Lo cancelaste muy bien. Esa es mi chica.
— ¿Te importaría si uso el Neon por la tarde? — Pregunté, viendo como Scott se bajaba del capó de su auto y llamaba por su celular.
— ¿A qué se debe la ocasión?
—Quiero seguir a Scott. — ¿Para qué? Esta mañana dejaste demasiado claro que no estabas interesada.
—Algo acerca de él está mal. —Sí, se le llaman gafas de sol. ¿Has escuchado de Hulk Hogan? De todos modos, lo siento. Tengo mi cita con Rixon.
—Sí, pero Rixon podría llevarte para que así yo pueda usar el Neon—Dije, observando por la ventana para ver si Scott aun no se subía al Mustang. No quería que se fuera hasta que convenciera a Vee de prestarme las llaves del Neon. — Claro que él puede, pero luego me vería necesitada. Los chicos de ahora quieren mujeres fuertes e independientes.
— Si me dejas llevarme el Neon le llenaré el depósito.
La expresión de Vee se suavizó un poco— ¿Todo el camino?
—Todo el camino— O lo que fuese que ocho dólares y treinta y dos centavos pudieran comprar.
Vee se mordió el labio— OK— Dijo lentamente— Pero tal vez debería de ir contigo y hacerte compañía. Asegurarme de que nada malo va a suceder.
— ¿Y qué hay de Rixon? —Sólo porque ya tenga un novio perfecto, no quiere decir que vaya a dejar a mi mejor amiga sola. Aparte, tengo un presentimiento de que vas a necesitar ayuda. —Nada malo va a suceder. Voy a seguirlo en el auto, ni se dará cuenta de que voy a estar ahí— pero apreciaba la oferta. Los meses anteriores me habían cambiado. Ya no era esa niñita inocente y tonta que alguna vez había sido, y llevar a Vee conmigo me convencía en más de un nivel. Especialmente si Scott era un Nephilim. El otro Nephilim que había conocido, había tratado de matarme.
Después de que Vee llamó a Rixon para cancelar, esperamos a que Scott pusiese trás el volante y saliese de su sitio de aparcamiento para poder salir del edificio. Vee y yo corrimos hacia su Dodge Neon morado de 1955— Tú conduces—Dijo Vee y me tiró las llaves. Algunos minutos después, alcanzamos al Mustang y me mantuve tres autos detrás de él. Scott condujo hacia la autopista que iba hacia la costa y lo seguí.
Media hora después, Scott se estacionó en una placita que daba hacia el mar. Conduje lentamente, dándole tiempo de que se metiera en una tienda mientras yo me estacionaba a dos autos de él.
—Parece que Scotty "el chiflado" va de compras—Dijo Vee—. Hablando de compras, ¿No te importa si voy a ver algunas tiendas mientras tú haces tu vigilancia obsesiva amateur? Rixon dice que le gustan las bufandas, y mi guardarropa está desierto de ellas.
—Ve a verlas.
Quedándome en el mismo lugar, vi como Scott entraba a una tienda de moda y salía quince minutos después con una bolsa en las manos. Fue hacia otra tienda y salió diez minutos después con otra bolsa. Nada fuera de lo normal ni nada que me hiciera pensar que él podría ser un Nephilim. Después de la tercera tienda, la atención de Scott se disipó hacia un grupo de chicas universitarias que comían en la calle de enfrente. Estaban sentadas debajo de una sombrilla afuera del restaurante, usando shorts y Bikinis. Scott sacó su celular y tomó algunas cándidas fotos.
Me giré para observar el vidrio del restaurante y ahí fue cuando lo vi. Estaba sentado del otro lado del cristal. Estaba vestido en pantalones caquis, una camisa azul y una chaqueta color crema. Su cabello rubio se veía aun más largo porque lo traía en una cola de caballo. Estaba leyendo el periódico.
Mi padre.
Dobló el papel y se dirigió hacia la parte trasera del establecimiento.
Corrí, crucé la calle y entré a la cafetería. Me deslicé hacia la parte de atrás de la cafetería, buscándole frenéticamente. El pasillo en blanco y negro terminaba con dos puertas, el baño de hombres a la izquierda y el de mujeres a la derecha. No había otra salida, lo que quería decir que mi padre tendría que estar en el baño de hombres.
— ¿Qué es lo que estás haciendo? —La voz de Scott se escuchó detrás de mí.
Me di la media vuelta— ¿Cómo- Qué- Qué haces tú aquí?
—Te iba a preguntar lo mismo. Sé que me seguiste, no actúes tan sorprendida. Se le llama espejo retrovisor. ¿Me estás acosando por alguna razón en especial?
Mis pensamientos estaban demasiado revueltos como para importarme qué era lo que estaba diciendo— Ve adentro del baño de caballeros y dime si hay un hombre con camisa azul ahí.
Scott le dio unas palmaditas a mi frente— ¿Drogas? ¿Problemas de personalidad? Estás actuando como una loca.
— ¡Sólo hazlo!
Scott le dio una patada a la puerta y la mandó volando. Escuché cómo abría las puertas de los cubículos y segundos después salió.
—Nada. —Vi a un hombre con camisa azul entrar ahí. No hay ninguna otra salida— Giré mi atención hacia la otra puerta, el baño de mujeres. Entré y abrí cada uno de los cubículos, el corazón me golpeaba fuerte el pecho. Los tres estaban vacíos.
Me di cuenta que estaba sosteniendo el aliento, y lo dejé salir. Tenía demasiadas emociones dentro de mí, decepción y miedo en la lista principal. Había pensado que había visto mi padre vivo. Pero había sido un cruel juego de mi imaginación. Mi padre se había ido. Jamás iba a regresar y necesitaba encontrar alguna manera de aceptar eso. Me deslicé por la pared, con mi espalda contra los azulejos, mientras sentía como todo el cuerpo me temblaba por las lágrimas que ahora salían.