Alejandra se metió a las redes sociales del esposo y comenzó a seguir sus historiales. Claro encontró mensajes que aparecían eliminados al igual que fotografías a las que no se podía acceder. Tenía pruebas de que había cosas en sus redes que no quería que la mayoría de la gente se enterara. Tomó capturas de pantalla de cada cosa anormal que encontraba y preparó su cámara para seguirlo en el transcurso de la tarde.
El estómago empezó a gruñirle y se dio cuenta que el desayuno ya se le había bajado pero no tenía tanto tiempo para cocinarse algo si quería terminar con el caso del esposo infiel ese mismo día, así que optó por prepararse un sandwich de mayonesa, con jitomate, aguacate, lechuga ya lavada y un pedazo de bistec del día anterior. Salió corriendo con el sandwich en la mano.
Condujo por 20 minutos hasta el trabajo del hombre y se estacionó en la esquina de la cuadra siguiente a su edificio. Miró por el retrovisor todo el tiempo hasta que sintió algo húmedo en su estómago.
-¡Maldición! Se me debió escurrir el jugo del jitomate mientras manejaba.
Se agachó para recoger la caja de pañuelos desechables que tenía y sacó dos. Se limpió frenéticamente mientras se metía a la boca el pedazo de sandwich que le sobraba, cuando levantó la vista al retrovisor vio al hombre subirse a un taxi.
Maldiciendo porque la había tomado desprevenida, inmediatamente encendió el auto y aceleró como loca, no iba a perderse esta oportunidad por un sandwich, eso era demasiado patético para cualquiera.
Siguiendo el carro del hombre lo vio detenerse en una florería y salir con un ramo de rosas blancas, volvió a subir al taxi. Lo siguió por media hora hasta que lo vio bajarse en una esquina, pagar al taxi y caminar en dirección a un complejo de departamentos. Tocó el timbre y entró en el complejo.
Alejandra se estacionó en dónde pudo cuando vio al hombre bajarse del taxi y corrió a toda velocidad por donde lo vio caminar, al pasar por un complejo de departamentos se detuvo cuando reconoció su figura subiendo por las escaleras. Escaló la puerta de metal y saltó al otro lado, corrió escaleras arriba mientras se asomaba constantemente mirando arriba para ver al hombre. Lo vio desaparecer a la derecha en el quinto piso.
Al llegar al descanso del cuarto piso tomó un poco de aire, la carrera la dejó sin aire y no quería que sospecharan de ella escuchándola respirar tan fuerte. Un hombre en sus veintes del departamento 4B salió y la vio doblada tomando aire.
-¿Se encuentra bien señorita?
-No se preocupe, es solo que he caminado mucho hoy y llegar a mi departamento en los pisos altos me cansó, solo me tomé un ligero descanso.
-Está bien, a mi madre le pasa lo mismo. Se queja que los escalones son muy altos para ella y que deberían haber pensado en todos los tipos de personas y poner un elevador.
Alejandra pensando en que efectivamente, un elevador le habría indicado mejor donde se bajaba ese hombre y le habría evitado el cardio del mes.
-Sí, definitivamente voto por la idea de tu madre. Uf, con estas escaleras y viviendo en pisos altos, ¿quién necesita gimnasio?
El hombre se rió.
-Bueno, me regreso a hacer mis cosas. Que te queden fuerzas para subir.
-Sí, gracias. Adiós.
Alejandra subió hasta el quinto piso antes de que volviera a salir aquel joven a preguntarle por el número de departamento.
Giró a la derecha y se paró frente a la puerta, buscó en sus bolsillos algo que le pudiera ayudar a interactuar con las personas en el interior pero sin parecer sospechosa. Sintió un papel, lo sacó, lo desdobló y vio que era un cartel de un cachorro perdido. Excelente.
Tocó el timbre una vez y esperó. Ninguna respuesta. Lo tocó por segunda vez. Escuchó un sonido en el interior, se movieron algunas cosas y finalmente se abrió la puerta. Una mujer de unos treinta y tres años, bastante guapa llevaba el cabello castaño suelto pero alborotado, su piel de bronce tenía unas marcas blancas en forma de dedos al rededor de los brazos y su vestido color salmón parecía acentuar correctamente las curvas de su cuerpo, un vestido bastante fresco y elegante de no ser por las arrugas que se le hacían al rededor de la cintura. Pereció percatarse de eso, así que la mujer arregló su vestido agachándose levemente, eso le permitió ver a Alejandra sus pechos libres de brasier. Al levantarse vio que su rostro era bello y llevaba un maquillaje ligero, iba descalza.
La mujer la miró de mala gana, parecía estudiarla de pies a cabeza y detuvo su mirada en su estómago, con desprecio he incredulidad la miró directamente.
-¿Quién eres? ¿Qué quieres?
-Hola, soy amiga de uno de los residentes de los departamentos y estoy buscando a mi perrito, quería ver si tu lo habías visto.
Alejandra levantó el cartel del perro y se lo puso en la cara mientras sacaba de su bolsillo trasero una cámara del tamaño de una pulga y la lanzó al sillón detrás de la mujer con la fuerza de sus dedos.
Ver el cartel tan cerca de su cara molestó a la mujer, se lo arrebató.
-No he visto a tu animal pero si lo veo te contactaré, ahora si me disculpas, estaba en medio de algo.
La puerta se cerró de un portazo dejando a Alejandra afuera un poco aturdida, bajó la cabeza hacia su tablet para encender la cámara y notó la mancha del jitomate sobre su sudadera. "Maldito jitomate, con razón me miró de esa manera."
Encendió la cámara y bajó las escaleras lentamente. Salió detrás de una señora por la puerta principal y se dirijo a su coche. Esperó a que el hombre saliera mientras leía una novela policial dejando a la cámara grabar todo y quedando todo respaldado en su tablet. Tres horas después, el sujeto salió con una enorme sonrisa. "Te tengo."
El hombre pidió un taxi y Alejandra lo siguió, hasta verlo llegar a la casa de su clienta. Se fue a casa para ver y editar el video que había grabado, no tenía ganas de verlo pero tampoco podía dejar a su clienta ver todo lo que su esposo había hecho.