Todos nos quedamos en silencio una vez que alguien salió de la escuela, al vernos se acercó un poco curiosa por saber que era lo que hacíamos ahí. Era una mujer de edad mediana, cabello castaño y lentes rojos.
- Buenas tardes, soy la secretaria de la escuela. Mi nombre es Diana, ¿en que les puedo ayudar?
- Buenas tardes, estamos buscando a alguien. - Hablo Daniel de inmediato cuando ella se acercó lo suficiente a nosotros.
- ¿A quien si puedo saber? - Preguntó amablemente con una sonrisa, cuando nuestras miradas chocaron las comisuras de su boca se contrajeron y sus ojos se abrieron con gran sorpresa.
- Creo que sé a quien buscan, pasen. - Abrió la pequeña puerta que estaba a unos metros de nosotros y nos guío hasta la entrada de la escuela.
- Creo que será mejor si ella es la primera en verla. - Snake rompió el silencio una vez que nos adentramos en la institución y llegábamos a un lugar que decía "Dirección escolar".
- Oh, si. En ese caso por favor esperen en la sala de maestros. - Señaló la habitación de al lado.
Todos se adentraron a ella, incluyendo a Louis que me besó la frente ligeramente mientras me decía en silencio que le llamara en cualquier momento.
- Por favor pasa. - Abrió la puerta de la dirección y encontré el lugar vacío.
- Espera unos minutos en lo que aviso. Vendré pronto. - Sus manos temblaban, supuse que por los nervios o impresión que le había causado.
Una vez que ella cerró la puerta y sus pasos se alejaron me senté en uno de los sillones con las piernas temblorosas y las manos sudando a montones.
La habitación estaba algo oscura pero gracias a las cortinas de la ventana que estaban recogidas podía entrar algo de luz natural en el lugar, en las paredes habían cuadros con retratos de maestros y directores, una melena roja me llamó la atención. Tragué algo de saliva y me puse de pie, lentamente avancé hasta aquel cuadro que colgaba en una esquina. El aliento desapareció por completo de mi ser al ver el rostro de la mujer que no sonreía, su mirada se veía triste y algo vacía. Mordí mis labios al sentir que mis lagrimas comenzaban a salir sin control. Limpie con brusquedad mis mejillas pero eso no detuvo mi llanto.
Al fin había encontrado a mi madre, a la mujer que había estado añorando por más de siete años. Años en los que sufría sumamente por su ausencia y luchaba por salir adelante para no derrumbarme ante su perdida.
Un par de golpes en la puerta mi hicieron regresar a mis sentidos pero era imposible el controlar mis emociones que estaban desbordándose. El pomo de la puerta giró y se abrió, una mujer con coleta roja ingresó a la dirección. La puerta se cerró de golpe cuando una ráfaga de viento entró por la ventana.
En cuanto me vio su rostro se contrajo con miles de expresiones, aquel rostro lleno de tristeza y apatía había sido remplazado por otro de confusión y alegría.
- ¿Sasha? - Su voz era inestable y dio un par de pasos hacia donde estaba. Cerró y abrió los ojos en repetidas ocasiones para confirmar que era real lo que estaba viendo.
- Mami. - Sollocé con un hilo delgado de voz. Ella llevó sus manos a la boca y se quedó en shock mirándome.
- Mamá. - Volví a decir, necesitaba decirle aquella palabra que no había podido pronunciar por años.
- Mi bebé. - Sus piernas se tambalearon pero logró sujetarse del sofá, si no fuera por este ella hubiera caído de rodillas sobre el suelo.
- Mi niña. - Avanzó con lentitud hacia mí, extendió su mano y con extremo cuidado tocó mi mejilla.
- Mamá, te extrañé. - Susurré con una sonrisa, sus ojos se volvieron algo acuosos y tras verificar que era real lo que estaba viendo me abrazó con fuerza.
- Mi bebé. - Lloró desconsoladamente, era la primera vez que escuchaba a alguien lamentarse tan desgarradoramente.
- Lamento mucho todo mi bebé, mamá se equivocó pero no podía volver solo para ponerte en peligro otra vez. - Sujetó con fuerza mi sudadera.
- Ahora todo está bien, mami. Ya no hay peligro. - La consolé mientras acariciaba su cabello y espalda simultáneamente.
- Ya no hay nadie que nos pueda hacer daño. - Repetí tras sentir como ella temblaba en mis brazos, mi hombro se empapó con sus lágrimas, sin embargo un calor familiar que creía había desaparecido volvió a hacer acto de presencia en mi pecho.
Mi madre lloró por mucho tiempo más sin siquiera aflojar su agarre de mi, es como si fuera a perderme si me soltaba aunque fuese por uno segundos. Me acurruqué en su hombro y disfrute de el aroma a manzanilla que siempre desprendía su cabello, era como volver el tiempo a atrás y recordara cuando yo era pequeña y me arrullaba en sus brazos.
Saqué de mi bolsillo un paquete con pañuelos y se los ofrecí una vez que se calmó, sus ojos y nariz estaban rojos, supuse que así también lucía yo, la ayudé a sentarse en un sillón y acomodé su cabello que estaba algo despeinado.
- No puedo creer que estés aquí. - Dijo después de toser un par de veces para aclarar su garganta.
- Fue un poco difícil el dar contigo pero me ayudaron a encontrarte. - Me senté a su lado, admirando a mi madre, algunas ligeras arrugas rodeaban sus ojos, pero no había grandes cambios en ella.
- ¿Es así? - Se limpió la nariz algo avergonzada.
- Pero en verdad me alegro que estés bien. - Me sinceré y ella hizo una mueca para reprimir su llanto.
- Pensé que jamás volvería a verte. - Sujeté su mano y le di un leve apretón mientras sonreía.
- Yo en verdad lo siento, alguien me ayudó y cuidó de mí hasta que pude curar algunas de mis heridas, cuando quise regresar ya habían pasado días desde el accidente y me enteré que me dieron por muerta. Pensé que sería lo mejor si yo me alejaba de ti, de mis amigos, de todos. - Confesó con gran amargura y pesar.
- Pero me equivoqué, me entere en las noticias todo lo que te habían hecho. Fui tonta e ingenua al pensar que te dejarían en paz si yo ya no estaba. Todo resultó peor de lo que imagine, hice que pasaras por todo eso sin siquiera poder protegerte, te deje sola. -
- No estuve sola, tuve a mis y tíos a mi lado, también están Ash y Alex, conocí a grandes amigos y personas muy especiales que me cuidaron y ayudaron en todo. Me dejaste una familia, sin embargo tú estuviste sola. - Sequé con mi mano una de sus lágrimas y levanté su rostro.
- Lo hicimos bien, ambas fuimos fuertes. - La miré a los ojos y la abracé fuertemente.
- Gracias por mantenerte sana, mami. - Besé su mejilla en repetidas ocasiones, así era como ella me animaba cuando yo era pequeña.