El crujido de una rama, me hizo estar alerta, tomé del collar a Rocky, me escondí tras un par de rocas grandes y miré por un hueco mientras sacaba mi arma.
- Ungh. - Un hombre se acercó con dificultad al bote mientras sostenía su abdomen, guardé el arma y corrí hacia él.
- Axel. - Dije en cuanto llegue, lo sostuve evitando que perdiera el equilibrio y cayera.
- Sasha, estas bien. - Me miró aliviado pero sin color.
- Vámonos, no tardarán en venir. Subamos a lo más alto y ocultémonos entre los árboles. - Intenté moverlo pero el me lo impidió.
- Déjame aquí, seré una carga y nos atraparan. - Respiró con la voz agitada.
- No me iré sin ti. - Intercambiamos miradas por unos segundos y él suspiró al ver mi terquedad.
- Bien. Te guiaré a un lugar seguro. - Sonreí y con cuidado pasé su brazo detrás de mi cuello para llevarlo.
Rocky camino unos metros por el frente, subimos cuesta arriba del acantilado. Era bastante difícil, el caminar con alguien herido entre piedras y arbustos. Se sentía como si hubiesen pasado horas desde el momento que comenzamos a subir. El cielo comenzó a retumbar y lo que sería una ligero chubasco se convirtió en una lluvia que parecía no tener fin. Llegamos a un risco, dejé a Axel descansando sobre una piedra y junto a Rocky busque un refugio, afortunadamente había una pequeña cueva no muy lejos, estaba algo escondida pero nos serviría para escondernos y sobre todo para que Axel descansara y yo revisara la herida.
- Encontré un lugar seguro. - Subí con dificultad un montón de rocas, limpie con mi mano el exceso de agua que descendía por mi rostro para ver con mejor claridad.
- Eso es genial. - Axel lucía mucho peor que antes, lo cual me preocupo pero necesitaba ser fuerte.
- Vamos. - Volví a ayudarle a caminar, baje un pequeño bordo rocoso y él se sentó en el borde mientras yo le ayudaba a bajar lentamente.
- Jamás pensé que sería sujetado así. - Bromeó Axel al ver que prácticamente lo estaba cargando.
- Es tu día de suerte. - Sonreí y lo llevé colina abajo hasta llegar a un montón de arbustos que cubrían la cueva.
- Puedes descansar aquí. - Le indiqué sacando mi teléfono del interior de mi blusa, afortunadamente estaba seco y logré alumbrar un poco el lugar.
- Genial. - Se recostó sobre la pared de la cueva y cerró los ojos con fuerza.
- Déjame revisarte. - Me acerqué a él y quite su mano de la herida. Con cuidado abrí la cremallera de su chamarra y levanté su camisa. La bala no se encontraba tan profunda y por su posición no era un riesgo grave, sin embargo era indispensable que él recibiera atención medica, lucía muy dolorosa la herida, además de que perdió mucha sangre al caminar y el clima no ayudaba.
- ¿Moriré? - Sonrió del lado con algo de gracia.
- Por ahora no lo creo, pero si no vas a un hospital puede que sí. - Apreté con fuerza los dientes y comprobé su temperatura corporal, estaba helado.
- Quítate esto. - Rodeé con mi brazo su cuello y lo ayude a quitarse la chamarra de cuero. Saque el contenido de las bolsas de mi chamarra y me la quite. Por fortuna la chamarra era de tela impermeable.
- ¿Qué haces? - Me miró algo incrédulo.
- Vas a terminar muriendo por el frio. - Lo volví a abrazar y lo abrigué, colocándole el gorro y subiendo toda la cremallera. Sacudí su chamarra y la puse a escurrirse sobre una piedra.
- Ven aquí Rocky. - Me puse de cuclillas y con algo de dificultad logre quitarme la playera sin siquiera quitarme la sudadera que tenía.
- ¿No te da vergüenza? - Axel tenía el rostro girado hacia un lado y los ojos cerrados.
- ¿Debería? - Sonreí y tras acomodarme mi sudadera comencé a secar a nuestro guardián.
Al final no pude hacer mucho, pero por lo menos ya no estaba tan empapado como antes. Rocky se sacudió y se acercó a Axel a lamer su rostro.
- Descansa un poco. No sabremos si tendremos que movernos cuando se quite la lluvia. - Me senté a su lado mientras buscaba aunque sea una rayita de señal para hacer una llamada o mandar un mensaje, pero era inútil, estaba muy alejada de la casa y del pueblo.
Los relámpagos iluminaban el cielo y el trueno retumbaba por todo el lugar, mientras que el viento mecía el follaje de los arboles con brusquedad. Pasaban de las cuatro de la madrugada, aún faltaban dos horas para que amaneciera, pero el clima estaba mal, por lo que seguramente estaría nublado y la neblina abundaría. Escuche unos leves quejidos de Axel que cada vez lucía peor, en cuanto se calmara la lluvia tendría que salir a buscar algo de señal para pedir ayuda.
Recargué mi cabeza en la pared y cerré los ojos por un momento, tratando de escuchar a través de la lluvia cualquier sonido que me pusiera alerta.
Una lengua y una nariz húmeda me despertó, Rocky me había despertado.
- Gracias amigo. - Lo acaricié y miré el celular.
Solo dormí una hora, la lluvia ahora era una ligera brisa y como había predicho la neblina era bastante densa.
"Es el momento" Pensé y me puse de pie mientras sacudía mi ropa, miré a Axel que seguía dormido, toque su frente y tenía un poco de fiebre.
- Axel, saldré a mandar un mensaje. No salgas de aquí, mandare por ustedes. - Susurré y él asintió un poco adormilado. Lucía exhausto y algo grave.
Tomé las balas y las granadas del suelo y las guardé en el bolsillo de mi sudadera, me puse el gorro, saqué el papel y el lapicero que quedaba y escribí nuevamente las cosas que había escuchado. Tenía que dejar pistas en caso de que me encontrara con Ethan y los otros tipos. Lo guardé en el bolsillo de la chamarra que portaba Axel, revisé sus bolsillos para ver si encontraba algo que me fuese de utilidad y encontré una pequeña navaja portátil, la iba a guardar en el bolsillo pero me detuve por un momento y mejor la escondí en mi sujetador.
- Enviaré ayuda. Por favor aguanta un poco más. - Tomé la mano de Axel que respiraba de manera agitada, rogando que mis suplicas fueran escuchadas.
Avancé hacía la entrada de la cueva y noté que Rocky me seguía mientras movía su colita.
- Quédate con Axel. Cuídalo en lo que regreso. - Rocky caminó hacia él y se recostó a su lado.
- Buen chico. - Sonreí, toque el exterior de la cueva y con extremo cuidado avancé tratando de ver algo a través de la neblina.
Llegué hasta el lugar en donde habíamos bajado y con algo de dificultad trepe las piedras que estaban empapadas. Caminé casi a ciegas, en varias ocasiones tropecé y caí de rodillas pero no tenía tiempo que perder. No sabía con exactitud hacía donde iba pero si iba cuesta abajo podría llegar al pueblo o a la casa.
De pronto mi teléfono comenzó a vibrar sin detenerse, me detuve y me agaché, lo saqué del bolsillo y pude ver que tenía una raya de señal, estaba recibiendo cientos de mensajes y llamadas perdidas.