Durante varias semanas trabajamos en equipo, aunque la gran parte del tiempo tuve que encargarme de lo más complejo. Emily ha estado pendiente de mí, la he notado con una actitud sospechosa, desde ese hace varias semanas que, en un descuido, alguien logró escapar de la fábrica. No sé si sospecha de que no estoy solo, pero no lo pongo en duda. Contarle sobre Masie, sería arriesgarla a que actúe de la misma manera que actuó con la doctora.
Masie y yo caminamos hacia la fábrica, nos detenemos justamente en la puerta mientras busco las llaves.
—Últimamente te he visto maquillarte. ¿Por qué lo haces?
—Me gusta. ¿Por qué lo preguntas tan de repente? ¿No sé ve bien?
—Incluso has cambiado la forma de vestir y has estado usando un nuevo perfume.
—Eres muy observador.
—¿A quién buscas impresionar? — la miro de reojo.
—Me gusta alguien y quiero impresionarlo— sonríe mientras mira el cielo.
—Vistiendo de esa manera va a ser complicado.
—¿Qué estás tratando de decir, viejo?
—Que te va a costar trabajo. Pareces un hombre con esa ropa. Además, ¿Qué momento has tenido para verte con alguien? Ni siquiera me lo habías comentado.
—¿Y por qué tengo que comentarte sobre eso? Es mi vida privada.
—Somos un equipo y tienes que tenerme confianza.
—¿No será algo más? ¿No será que estarás interesado en esta niña estúpida, que se viste como un hombre?
—Puedes ser mi hija. ¿Por qué podría interesarme alguien como tú?
—Todo el tiempo mencionas lo de la edad, pero jamás has dicho que no hay interés de tu parte— su comentario me deja frío.
—Entonces ahora te lo digo; no hay ninguno — respondo seriamente, abriendo la cerradura.
—Sí, sí, lo que digas.
Le tiro la máscara y la sujeta en el aire.
—Cubre tu cara.
Luego de cubrirnos como de costumbre, entramos en busca del pedido de mi hija. De las siete personas que hemos traído, solo cinco de ellas están totalmente conscientes y aterrorizados de vernos. Los cinco se mantienen agrupados en una esquina, temblorosos y con la cabeza recostada de las rodillas. Creo que hemos sido muy descuidados a la hora de traerlos aquí. Debido a las medidas que hemos tomado, las heridas causadas y la pérdida de sangre, muchos de ellos han terminado muriendo. Debo buscar otro método para traerlos aquí o nuestro esfuerzo estará siendo en vano.
—Hola — Masie saluda con la mano y la miro extrañado.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—Saludando— responde pausadamente. Esta mujer ha perdido la cabeza—. Y bien, ¿A quién le toca hoy?
—¿Por qué nos hacen esto? — cuestiona con voz chillona, una de las mujeres del grupo y ambos fijamos la mirada en ella.
—¿Qué harán con nosotros? ¿Qué es lo que quieren? — otro le sigue la corriente y suspiro.
Oír tantas preguntas a la vez, mientras estoy pensando, me irrita a tal grado de darle un golpe a la pared.
—¡Cállense de una buena vez y no cuestionen o chillen! ¡Es insoportable!
Todos se asustan, mientras que Masie se sorprende.
—¿Quieres tomarte un descanso? — se acerca, colocando su mano en mi hombro.
—Trae a la chica.
—¿A cuál de todas?
—A la perra que ha formado el maldito escándalo.
—Relájate, déjame todo a mí.
Se aleja para acercarse al grupo y, antes de que la chica reaccione, Masie la agarra por la pierna y la arrastra por el medio de la habitación hacia la puerta, a base de patadas, gritos y llanto. Mi cabeza duele, estoy muy estresado y cansado. Esos gritos solo alteran y hacen doler más mi cabeza. Bajo la furia e impulso del momento, voy hacia la mujer, evitando que Masie la saque de la habitación, agarro firmemente su cabello entre mi mano y saco el cuchillo rápidamente para atravesarlo en forma horizontal, de esquina a esquina, hasta ver el filo del cuchillo sobresalir del otro extremo, dejando así de escuchar sus ahogados y desesperantes gritos. No obstante, lo arranco hacia al frente para recuperar mi cuchillo y soltar por completo su cabello. Su cuerpo cae tendido en el suelo y observo el charco de sangre que se forma por debajo de ella. Mis zapatos se ensucian debido a eso y suspiro por el desperdicio que acabo de hacer. Escucho el sollozo de alguien más y sujeto mi cabeza.
—Por lo que veo, hoy nos llevaremos a varios— miro en dirección hacia el grupo que permanece en el suelo y automáticamente hacen silencio.
—Toma un descanso. Ven— Masie agarra mi mano, haciéndome caminar con ella, nos dirigimos al cuarto principal y busca una silla para obligarme a sentar en ella—. ¿Te sientes mejor? No has descansado estas últimas semanas y te hace falta el descanso. Te ves muy estresado, Caden.
—Estoy harto de los gritos, eso es todo— miro mi mano y él cuchillo ensangrentado, saco el paño de mi bolsillo y lo limpio.
—¿Necesitas ayuda para desestresarte? — sus manos masajean mis hombros y extrañamente se siente muy relajante.
—Tienes unas buenas manos.
Por el reflejo del cuchillo, veo a alguien con una botella por arriba de la cabeza de Masie, mi primera reacción es levantarme y empujarla. Olvidé cerrar la puerta de la habitación; estaba tan desesperado por salir de allí, que olvidé cerrarla. Aún si salen de allí, no podrán salir de la fábrica, porque tengo llave de todas las cerraduras. Luego de lo sucedido la última vez, esta vez aseguré todo por si acaso.
—¡Cuidado, Caden! — me advierte Masie.
El hombre se ve muy dispuesto a defenderse, a pesar de no tener mucha energía y fuerza para ganarme. Le da un golpe al borde de la silla y la botella se rompe, convirtiéndola en un arma muy peligrosa por los vidrios. En el momento que la levanta dispuesto a abalanzarse sobre mí con ella, Masie lo atraviesa por el costado derecho con su cuchillo y lo tuerce hasta obligar al hombre a caer de rodillas. Viendo la peligrosa situación, le quito la botella de las manos y la alejo.
—¿Cómo te atreves? — la veo arrancar el cuchillo y volverlo a enterrar, pero esta vez en el hombro del sujeto, haciendo que de su garganta se escape un agonizante, ronco, pero fuerte grito.
—Termina con él. Tenemos que verificar si los demás salieron de la habitación.
—De acuerdo. Ya te alcanzo.
Salgo de la habitación para ir a la otra; por fortuna, los demás no se atrevieron a salir. Al cabo de varios minutos, Masie me alcanza y veo toda su camisa sucia.
—Hoy ha sido un día muy agotador— suelta un suspiro, mientras se limpia las manos de la camisa—. ¿Estás bien, Caden?
—Sí. ¿Tú estás bien?
—Sí, gracias a ti.
—Terminemos nuestro trabajo para irnos a descansar.
—Oye— lleva sus manos a la espalda y me golpea con el hombro.
—Habla.
—¿Estás demasiado cansado?
—Sí, ¿Por qué?
—¿Vas a ir a mi casa luego de que salgamos de aquí?
—¿Tienes hambre?
—Sí, pero quiero aprender a cocinar como tú.
—Supongo que no está mal, así un día me sorprendes tu.