En el transcurso de varios días, se preparó para lograr sacarme con éxito. Estuvo visitándome regularmente como siempre, nada había cambiado. Hoy fue nuestra ultima evaluación, la cual utilizamos para confirmar cuáles serían las indicaciones que debo seguir, ya que se había encargado de que el Sr. Richard me dejara quitar ese chaleco tan incómodo que me mantenía casi inmóvil. Ella me dio un tiempo determinado para que saliera del cuarto sigilosamente, mientras ella llamaba la atención de los enfermeros hacia la habitación de otra paciente. Me pidió que entrara a una oficina, que era donde debía ir para cambiarme de ropa y así nadie iba a ser capaz de descubrirme. No tuve muchas dificultades porque ella se había encargado de todo. Llegué a pensar que sería más complicado de lo que en realidad fue. Quedamos en encontrarnos dentro de su auto en el estacionamiento de la clínica y allí la estuve esperando recostado en el asiento trasero. El tiempo parecía eterno, creí que iba a cambiar de opinión a ultima hora, pero no fue así. Escucho cuando se sube al auto y suspiro aliviado.
—Hace mucho calor aquí.
—¿No te vieron? No te dejaste ver de las cámaras de seguridad, ¿Verdad?
—No, y aún así eso ocurre, no hay forma de que me reconozcan.
—¿Te pusiste la ropa que te dejé en el cuarto de mantenimiento?
—Sí, es la que llevo puesta ahora. Eres muy inteligente, doctora. No pensé que tendrías tantas ganas de ayudarme.
—No hablemos de eso ahora. Hay que salir de aquí antes de que se den cuenta. Tienes que mantenerte abajo— enciende el auto y escucho su respiración agitada.
—¿Qué te sucede?
—No te levantes, Caden. Es Richard, viene para acá.
El toque en la ventanilla me puso nervioso, estaba alerta a cualquier situación que pudiera ocurrir.
—Dígame, Sr. Richard.
—Dejó su identificación, doctora.
—Que descuidada. Gracias por traerla— sube la ventanilla y suspiro aliviado.
—¿Todo en orden?—pregunto para asegurarme.
—Creo que sí.
Maneja hasta la entrada y le entrega su identificación al guardia. No hubo problemas y la dejaron ir rápidamente. Mentiría si digo que no estaba asustado, o más bien preocupado con la situación. Ella me trae a la casa donde vive con su esposo y me siento para poder sentirme cómodo.
—Debes quedarte en el auto, Caden.
—¿Por qué? ¿No quieres que tu esposo me vea?
—No es eso, es que no puedes hacerlo. Buscaré mi maleta y regreso, seré breve.
—Doctora… — la idea de quedarme solo en el auto no me agrada del todo, tengo que vigilarla por si acaso trata de hacer algo indebido.
—¿Qué pasa, Caden?
—Vaya, no se detenga por mi.
—De acuerdo— baja del auto y entra a la casa.
No había forma de quedarme aquí, por lo tanto la sigo sin que se de cuenta y alcanzo a oír la voz alterada de quien, para mi entender, debía ser su esposo.
—Hasta que al fin llegaste. ¿Me puedes explicar qué demonios es esto? — tira unos papeles al suelo y ella los mira—. ¿Lo mandaste con el abogado para no darme la cara?
—Hace tiempo habíamos hablado de esto. Ya lo decidí y quiero el divorcio. Tú mismo has dicho que no te sirvo, que no te importo, que no sientes nada por mí. Entonces ¿Para qué continuar con esta relación?
—¿Estás escogiendo el trabajo de nuevo, antes que a mí otra vez? ¿Te das cuenta de que eres tú quien a jodido esta relación? Debe haber otra razón para que me entregues esto.
—No, no la hay.
—¿Será que te conseguiste un amante? Jamás habías insistido tanto en esto como ahora. Otras veces habíamos hablado del divorcio y no habías movido ni un solo dedo para hacerlo realmente. ¿Me vas a decir qué pasa? — se acerca a ella y retrocede.
—No hagas las cosas más difíciles, por favor. Esto no va a funcionar y es mejor dejar las cosas hasta aquí. Voy a buscar mis cosas y me voy a ir de la casa.
—Tú no te puedes ir de aquí. ¿Cómo se te ocurre pensar que te dejaré ir?
—¿Para qué quieres que me quede? ¿Para que siga siendo tu sirvienta? ¿Para maltratarme? ¿Menospreciarme? ¡Me cansé, ya me cansé!— trata de caminar y él le agarra el brazo bruscamente.
—Te dije que no te vas a ir de aquí.
—Me estás lastimando, ¿No te das cuenta?
—No me importa. Aunque seas inservible y horrorosa, sigues siendo mi esposa. Tu lugar es aquí.
—Ya la decisión la tomé y no cambiaré de parecer— se suelta de su agarre y sube corriendo las escaleras.
Estaba irritado con la actitud de ese viejo cretino, tanto que, sin pensar en las consecuencias y, que tampoco había algo que me detuviera como para darle una buena lección y de paso matar esta hambre que me estaba mortificando, enrollo la correa entre mis manos y voy tras él, antes de que tuviera oportunidad de subir las escaleras para buscarla. Si permito que haga el más mínimo ruido, ella se dará cuenta y sé que tratará de impedir que cene, pero muero de hambre. Al estar cerca, llevo la correa a su cuello y la presiono con todas mis fuerzas para evitar que pudiera reaccionar. Él trata de forcejear, pero con la fuerza que había ejercido, no pudo luchar mucho conmigo. Estuve por unos largos segundos presionando su cuello, hasta ver que deja de luchar y su frágil cuerpo cede. Acuesto su cuerpo despacio en el suelo y remuevo la correa del cuello.
Ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que tuve una buena cena servida delante de mí, no iba a desaprovechar ese momento, por lo que lo muerdo directamente en el cuello. Fue un manjar para mí, no pude evitar sentir un cosquilleo en mi lengua al saborear su deliciosa y jugosa carne. A pesar de que era un poco difícil masticarla debido a la textura, trato de disfrutarlo lo mejor que puedo. La sangre se desliza de mis labios hasta gotear de mi barbilla, pero nada de eso me importa, solo quería comer hasta saciar esa hambre que me había torturado durante tanto tiempo. En el momento que me encontraba pasando trabajo para morder una pequeña porción del pedazo ancho que tengo en las manos, escucho un sonido que me alerta.
—Caden, ¿Qué has hecho?— veo a la doctora tapando su boca y con una expresión de espanto en su rostro, trato de masticar ligero el pedazo que aún tenía en la boca para poder responder su pregunta.
La miro para transmitirle esa tranquilidad que estaba teniendo en este momento, pero eso no resulta como espero. Finalizo de tragar, lamo mis labios para limpiarlos y dejo escapar un suave quejido de satisfacción.
—Lo siento, pero no se habla con la boca llena, doctora— me disculpo sinceramente.
—¿Cómo pudiste, Caden? — retrocede—. Me juraste que no harías nada.
—¿Y realmente me creyó? Te hacía más inteligente que esto— me levanto, mientras ella sigue retrocediendo—. ¿Tiene miedo de mi, doctora? ¿No me insinuó que yo le gustaba? Debe aceptar también esta parte de mí— sigue retrocediendo hasta que no puede más, y logro acercarme—. No te haré nada, doctora. Acabo de ayudarla con ese estorbo. Ya no tendrá que pasar por ese proceso de divorciarse, porque ahora automáticamente es viuda— sonrío al tener la razón.
—No te acerques más, Caden.
—¿Por qué pones una barrera entre los dos? Antes la había, pero ahora no debe haberla. Ya no estoy en ese lugar, ni tampoco estoy amarrado. Pensé que vendrías a abrazarme y a cenar conmigo, pero veo que me ilusioné demasiado.
—Esto está mal. No debí sacarte de ahí.
—¿Te estás arrepintiendo?— arqueo una ceja—. Te debo mucho, y solo por eso no te mataré ahora.
—Hablemos de esto, ¿De acuerdo?
—No comience con esas aburridas charlas, por favor. Ya tuve suficiente por todos esos años de ellas— acaricio sus labios —. Eres mucho más linda así, doctora. No habíamos estado así de cerca nunca. ¿Qué piensas de mí ahora? — permanece en silencio sin saber qué decir o hacer—. ¿No dirá nada? Que aburrida se ha vuelto.
—Caden, esto que hiciste está mal. ¿Estás consciente de eso?
—¿Mal? Llevo años encerrado en ese miserable lugar. Ni siquiera me permitían alimentarme adecuadamente. ¿Cuál es el maldito problema de hacerlo ahora?
—Acabas de matar a alguien.
—¿Lo querías? Eso explicaría sus lágrimas y ese ridículo reclamo. A menos que ya no quieras estar conmigo.
—No es eso.
—Entonces ¿Qué es?
—Que no debiste hacerlo.
Suspiro molesto y cierro los ojos. Esta mujer me está colmando la paciencia. ¿Qué debería hacer con ella?
—Vamos a sentarnos a hablar y arreglemos esta situación de una forma civilizada.
—¿Tú realmente me quieres? — entrelazo un mechón de su cabello entre mis dedos y juego con el.
—Claro que sí.
—Demuéstralo.
—¿Cómo?
—Cenemos juntos.
—No, eso no.
—¿Acaso te disgusto?
—No, para nada.
—Bueno, supongo que deberé comer solo. Saber que hace tantos años mi querida Suzy me encontró en una situación similar y no me rechazó. A pesar de haberme visto, ella no se quejó ni hizo este tipo de drama. No quiero pasar por lo mismo de todos estos años, doctora. No creo tener más remedio ni paciencia para soportarlo. No me das más opciones que acabar contigo— pongo mi mano en su cuello y ella la sujeta.
—Yo lo haré, Caden.
—¿De verdad?
—Sí, cenaré contigo.
—Que buena noticia— la suelto y acaricio su mejilla—. Me gusta tu inteligencia, doctora— agarro su mano y la hago caminar conmigo hasta el cuerpo de su esposo—. La comida se está enfriando, debe comenzar a comer— me arrodillo e hice que hiciera lo mismo.
Rompo la camisa de él y dejo al descubierto su torso y hombros. En el área que voy a morder pasaré mucho trabajo porque debo hacerlo fuerte, pero todo sea para darle la mejor parte. Lo muerdo lo más fuerte que pude hasta arrancar un pedazo, no tan grande, de su piel y se la extiendo a la doctora, pero ella gira su rostro con disgusto.
—Quise que probaras una de las mejores partes. Come.
Ella lo mira y luego de unos instantes trata de cogerlo en su mano, pero me doy cuenta de que no tiene intenciones de comérselo. La comida no se debe desperdiciar.
—Quiero alimentarte— extiendo el pedazo a sus labios y ella lo mira fijamente temblorosa.
Mi insistencia la lleva a adentrarlo en su boca y la veo masticar haciendo una expresión de asco. Una lágrima de sangre se desliza de su boca y con mi pulgar la limpio para lamerlo.
—¿Es eso un beso indirecto? — rio—. Ahora que lo pienso, aún no he probado tus labios. ¿Te gustó?— mi pregunta la lleva a asentir con la cabeza—. Mírame— no tuvo de otra que mirarme —. Te ves muy atractiva mientras comes, no puedo dejar de mirarte— cruzamos miradas por unos instantes y aprovecho el momento para acortar nuestra distancia—. Me gustas, doctora— robo sus labios y quedo maravillado con su sabor. Llevo tiempo sin besar, casi había olvidado lo bien que se siente hacerlo—. Hagamos algo divertido los dos— la empujo hacia atrás contra el suelo y me subo sobre ella.
—¿Qué haces, Caden? — pregunta nerviosa.
—Quedaste en demostrarme cuánto te gusto, ¿No es así? Ya que estamos aquí, y el ambiente se siente más fluido y calmado entre los dos, ¿Por qué no ir más allá?
—No, eso no. El cuerpo de mi esposo está ahí.
—Querrás decir, ex-esposo. ¿Y eso qué? Deberías mostrarle de lo que se está perdiendo por idiota. Lo que es inservible para él, para mí no tiene que serlo— quito los botones de su bata y contemplo el escote por unos instantes—. Tenías todo bien guardado debajo de esta bata, doctora— acaricio sus piernas hasta adentrarme por debajo de su anticuado traje.
—Vayamos a otra parte, Caden.
—No, yo quiero hacer las cosas aquí. Le da un toque más emocionante al asunto. Al menos de algo sirvió ese imbécil bueno para nada. Le mostraré cómo se debe tratar a una mujer. Ahora calmada, solo déjame disfrutar contigo. Al final de cuentas, gracias a ti estuve encerrado en ese lugar sin poder hacer nada. Debes compensarme por eso, ¿Y qué mejor forma que esta? Demuéstrame cuánto te gusto, cuánto deseas ayudarme y abre las piernas.