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Chapter 118 - 2

—¿Sientes algo mas, aparte de hambre en este momento?

—No, solo me siento tranquilo con su grata compañía. Como verá, no recibo agradables visitas a menudo.

—Entonces te tengo una buena noticia. Nos estaremos viendo más a menudo ahora.

Con el pasar de las semanas ella estuvo visitándome para hacer las mismas preguntas de siempre. He tratado de seguir sus indicaciones al pie de la letra, ya que gracias a eso, no me han vuelto a llevar a esa habitación. La sesión de hoy no fue como esperaba, pensé que estaríamos a solas, pero me trae a una especie de salón donde había otras personas reunidas, parecían pacientes como yo, aunque era el único que tenía el chaleco. Sus miradas se centran en mí y, por alguna razón, mi cuerpo comienza a sudar y temblar. Recuerdo esos tiempos donde tenía que asistir a esa miserable escuela y es como revivir lo mismo. Hace mucho no estoy cerca de tantas personas, tal vez eso es lo que me provoca tanto temor.

—¿Te sientes bien, Caden? — cuestiona la Doctora en un tono bajo.

—Sí, estoy bien— afirmo tratando de sonar convincente.

—Puedes tomar asiento en esta silla— voy siguiéndola hasta detenerme al lado de la silla—. Hoy tenemos a un nuevo integrante a nuestra reunión. ¿Por qué no te presentas?

—Mi nombre es Caden Ramsey— enuncio, sintiendo como las palabras casi quedan atoradas en mi garganta. A nadie pareció interesarle, solo a la doctora quien no dejaba de sonreír hipócritamente.

—Lo has hecho muy bien— gracias a ella logro sentarme y bajo la mirada al suelo que, era donde mejor y más cómodo me sentía.

El tiempo en ese lugar fue una tortura, ella escogía a quién hacerle preguntas. A decir verdad, era el único que mostraba interés en responderlas. Este esfuerzo debe valer la pena, yo haré que valga la pena. De camino a mi habitación, me acompaña y se detiene justo en la puerta.

—Estoy orgullosa de ti. Hoy estuviste genial en nuestra reunión. ¿Te sentiste a gusto al estar en otro ambiente?

—¿Lo hizo para sacarme de la habitación, doctora? Si es así, debo agradecerle mucho. Me sentí muy a gusto en la terapia de hoy. Debo decirle que tiene un don impresionante de atraer la atención a usted. Estuvo tan fantástica que no podía dejar de contemplarla— noto como mi confesión la obliga a desviar la mirada.

—Gracias, Caden. Nos estaremos viendo de nuevo mañana. Descansa— sonríe y se aleja mientras los enfermeros me obligan a entrar en la habitación.

Lo he visto, esa sonrisa no la muestra con cualquiera. Tal vez ganarme su confianza no sea tan difícil como creí.

Durante el transcurso de tiempo que he estado encerrado en estas cuatro paredes, la Dra. Liam es con la única persona que he podido establecer cierta conexión, tal vez porque he logrado estudiar su forma de ser, pensar, y hacer las cosas. Ella es la única capaz de ayudarme a salir de aquí. No es difícil darse cuenta de los cambios que ha presentado en cada visita; desde su lenguaje corporal, hasta sus cambios de imagen. La única diversión que he tenido es jugar con ella, siguiéndole la corriente a esas innecesarias y ridículas terapias. Es entretenido ver como sonríe con cada cumplido que le hago. La falta de atención por parte de su marido ha sido tan notoria, que lo he podido utilizar a mi favor. Existen personas que pueden ocultar bien sus debilidades, pero ese no es el caso de ella. La creí más inteligente por ser doctora, pero se ha dejado llevar por las emociones y problemas personales, arriesgando así también su trabajo.

Me llevan a la habitación donde nos estaríamos reuniendo y me mantengo sentado en espera de su llegada. Hoy estoy dispuesto a ir con todo, con tal de lograr mi objetivo.

—Dra. Liam.

—¿Cómo te sientes, Caden? — sentándose en la silla coloca los documentos sobre la mesa.

—Me duelen los brazos, ¿Cuándo será que me quitarán esto?

—Todavía no se puede, pero trataré de solicitar el permiso. A pesar de ser tu doctora y poder dar la orden, debo tener el permiso del Sr. Richard.

—¿Cuánto tiempo puede tardar eso? Me molestan.

—Trataré de que sea pronto.

—Tienes el cabello más largo, te hace ver muy atractiva. Debería dejarlo suelto más a menudo.

—Gracias, Caden— lleva su cabello por detrás de la oreja y sujeta el bolígrafo—. Te debo hacer las mismas preguntas de siempre. Debes cooperar conmigo y responderlas con honestidad. ¿Cómo te sientes hoy?

—Bien, ¿Quién no podría estarlo al verla?

—No deberías decir eso así, Caden— desvía la mirada, mientras sonríe ladeado.

—Usted misma dijo que debía responder con honestidad— su mirada se cruza con la mía y aparece esta curiosidad de saber en qué estaba pensando en este momento —. ¿Por qué me mira así?

—Por nada.

—Creí que me estaría haciendo las mismas preguntas de siempre.

—Perdóname, pero estaba pensando en otras cosas. ¿Dormiste bien anoche? ¿Tuviste algún sueño?

—Sí, pero no soñé nada.

—En este momento— hace una breve pausa—, ¿Tienes hambre?

—Sí.

—¿Qué tipo de hambre?

—Esa pregunta no estuvo en la lista ayer, ¿O sí?

—No tienes que responder si no quieres.

—Usted sabe de qué hambre hablo.

—Tenemos que buscar una manera de saciar esa hambre entonces— anota mi respuesta en el papel y de mi se escapa una suave risa —. ¿Por qué ríes, Caden?

—Usted tiene la solución al alcance de las manos, y aún la sigo esperando.

—¿La solución? — cuestiona curiosa.

—¿Ha usado un nuevo perfume, Doctora? — observo su cuello con detenimiento, mientras muerdo suavemente los labios, ya que se ve muy apetecible.

—¿Cómo lo sabes?

—La he estado viendo por mucho tiempo, la conozco más de lo que nadie puede conocerla—me inclino hacia la mesa para mantener su atención—. ¿Lo hace por mí?

—No puedo usar el mismo todo el tiempo— sonríe nerviosa—. ¿Cuál es la solución de la que hablabas? — vuelve a traer el mismo el tema para evadir mi pregunta.

—Es usted misma. ¿Por qué no me permite acercarme y deleitarme con su dulce olor? — le propongo, arriesgándome a que se diera cuenta de mis verdaderas intenciones.

—No puedo hacerlo, Caden— su sonrojo se nota a simple vista.

—Dijo que quería ayudarme, ¿Por qué no lo hace?

—Hay otras soluciones.

—Tienes razón— atraje su mirada, mientras le sonrío—. Sácame de aquí, doctora.

—Yo no puedo sacarte, Caden.

—Claro que puedes. Tienes la autoridad y ellos deben hacer lo que digas.

—Voy a ayudarte con lo que puedo, que es haciéndote sentir mejor.

—Yo estoy mejor. No le haré daño a nadie más, yo solo quiero ver a mi hija. Tú misma me dijiste que estaba bien.

—Puedo comprenderte, pero no puedes salir de aquí.

—Es una lástima no haberla conocido antes, cuando era libre.

—¿Y por qué deseas eso?

—No sabe cómo la deseo en este momento.

—Regresemos a las preguntas. No deberíamos estar hablando de este tipo de temas— centra su mirada en el expediente, pero veo como instintivamente muerde su labio inferior, algo que me excita de inmediato. Mentiría si no la he desnudado con la mirada muchas veces.

—¿Dónde quedó la transparencia y honestidad de la que habla? Aquí nadie nos está escuchando. No puedo usar mis manos y ni siquiera me sueltan de esta silla. ¿Puede acercarse, doctora?

—No debo. Se supone que me mantenga a una distancia prudente.

—¿Tiene miedo de algo? No muerdo.

—¿No lo hace? — levanta la mirada.

—¿Me cree capaz de algo como eso? — arqueo una ceja—. ¿Por qué no lo averigua por su cuenta?

—Quiero saber tus intenciones, Caden. ¿Puedes decirme?

—Quiero tenerla cerca; sentir su calor y deleitarme con ese nuevo perfume que está utilizando para mí. ¿Es mucho pedirle? A esta distancia no puedo disfrutarlo como quiero.

—No puedo. Continuemos en los que estábamos.

—Hágalo por el tiempo que tenemos de conocidos. ¿Acaso no confía en mí?

Mira a la puerta y el enfermero de turno estaba afuera, pero no mirando hacia nosotros. Al ver que se levanta de la silla y se acerca lentamente, alzo la cabeza y sonrío al lograr uno de mis tantos objetivos.

—¿Así es suficiente?

—No— se inclina un poco más hasta quedar a nivel de mi rostro.

—Me gusta, doctora— encarándola baja la mirada—. Hueles exquisita— la piel se me eriza nada mas de tenerla cerca, estoy casi seguro que ella debía estar igual, por la forma en que su respiración se iba acelerando—. Quiero estar contigo. ¿Por qué no nos vamos los dos juntos, a un lugar donde nadie nos encuentre o nos moleste, donde solo seamos tu y yo? La decisión está en sus manos. No me dejes más aquí, y permíteme demostrarte cuánto me gustas. Pero primero, debes sacarme de aquí. ¿Lo harás?

En su mirada puedo apreciar su nerviosismo, pero en especial lo pensativa y distraída. Permanece varios minutos en absoluto silencio, para luego levantar la cabeza y respirar profundo.

—Te sacaré de aquí, Caden.

—Esa es mi chica.