Llamé a mi padre en varias ocasiones por teléfono, pero aún no había encontrado rastros del paradero de la persona. La ansiedad me estaba comiendo viva. Había decidido que tan pronto saliera del restaurante iría a encargarme de los que faltan, y así si logran dar con el lugar, no puedan encontrar nada. Quería que fuera la última opción, ya que fue muy complicado crear esa sala de juegos, pero supongo que al final, no valió la pena.
—Sra. Emily, la están procurando en el teléfono.
—Ahora no estoy de humor para llamadas.
—Es urgente, señora.
—¿De qué se trata?
—Me informan que al parecer hay un familiar suyo en el hospital.
—¿Familiar?— por un momento me estuvo extraña la llamada, pero al caer en cuenta de lo que posiblemente podría significar, corrí hacia el teléfono.
—¿Hola?
—¿Te estás divirtiendo en grande, querida Emily?— escuché la voz de Kevin, y miré a todas partes.
—¿Qué es lo que quieres?
—Debes de saber el motivo de esta llamada, ¿No es así? Un pajarito me contó que hay una bestia hambrienta suelta, y quería confirmar si es cierto.
—¿De qué hablas?
—Anota mi dirección. Quiero verte en una hora en mi casa— me dio su dirección y la anoté en la palma de mi mano con el bolígrafo.
¿Es posible que esa persona llegó al hospital donde está Kevin? ¿Tan mala suerte tengo? ¡Maldición!
—Sra. Emily, ¿Se encuentra bien?
—Despacha a todos. Cerraré el restaurante. Debo atender una emergencia.
—Lo que ordene, Sra. Emily.
Cerré el restaurante luego de que todos se fueran, para después llegar a la casa de Kevin. He tenido que tragarme todo, con tal de que ese imbécil no juegue otra vez sucio. Tener que soportar que me humille y me manipule como se le da gana, no lo soporto. Ya encontraré una forma de vengarme de ese desgraciado, pero ahora no es el momento. Me recibió aún vestido con la bata blanca del hospital.
—¿Para qué me llamaste?— entré a la casa sin permiso según abrió la puerta.
—Deberías ser un poco más educada— cerró la puerta y caminó hacia mí con la mano dentro de los bolsillos —. Y bien, ¿No tienes algo que decir?
—Fuiste tú quien me llamaste.
—¿De dónde sacas la carne de tu restaurante? ¿Qué haces para conseguirla?
—Habías dicho que no te importaba.
—No me importaría si no fuera que tengo otra paciente, que lo más probable haya sido secuestrado por ti y por tu padre. ¿Estás encerrando personas ahora, Emily?
—No tengo que darte explicaciones. Si eso era todo, ya me voy.
—¿Entonces no te importa si la persona según despierta habla con la policía? Hasta donde tengo entendido, escuché que reconoce la voz de sus dos secuestradores, y uno de ellos es una mujer. Demasiada casualidad y me temo que no creo en las casualidades. Quizá si dices la verdad, yo pueda ayudarte con este aprieto en el que estás, pero mientras sigas con ese orgullo, no llegarás a ninguna parte. Tan pronto la policía llegue a entrevistarlo, no podré hacer nada por ti. No creo que tarden en dar contigo a la que ese sujeto hable, mi querida Emily. Creo que debes pensar en algo pronto.
—¿Así que haces todo esto para vengarte de mí y me sienta en deuda contigo? Está vez no voy a caer en tu juego, Kevin. Deja que hable y le cuente a la policía lo que sabe. ¿Por qué te esfuerzas mucho en ayudarme? ¿Acaso aún tienes interés en mi o te importa lo que me pase? — me acerqué, y se me quedó viendo—. No veo otra razón. Ahora hablemos de orgullo… — sonreí.
—¿Realmente me crees tan imbécil, como para que aún me siga gustando alguien tan patética como tú?
—Sí. Eso me dice tu mirada; esa mirada que me dedicas todo el tiempo y muestra esas ganas de devorarme. Podrás hacerte el difícil, el que no le importa nada, pero acepta que te mueres por cogerme.
—Tu ego es irritante.
—Al igual que tú orgullo. ¿No me extrañas ni un poquito? — llevé mis dos manos a sus hombros—. ¿Me dirás que no me has tenido en tu mente todo este tiempo? ¿O que quizás has estado imaginándome mientras te coges a tu nueva novia? Podrás haber cambiado muchas cosas, pero jamás podrás cambiar lo que sientes por mi.
—¿Y qué te asegura que es así?
—Cuéntame una cosa, ¿Qué sentiste cuando me viste probando el dulce sabor de los labios de otro? — lamí mis labios, y sonreí.
—¿Qué sentí? — rio por unos instantes, y luego su risa se pasmó—. Te mostraré lo que sentí— me agarró el brazo bruscamente y me hizo caminar a su paso.
Bajamos unas escaleras, a las que pensé que nos llevaría al sótano, pero ese lugar tenía el aspecto de ser más una sala de operaciones, que cualquier otra cosa. Había una camilla con varias correas en cuero, como también equipos médicos; incluso todas las sesiones se dividían por unas cortinas azules.
Me inclinó por el costado de la camilla hacia al frente y quise quedarme quieta para saber lo que planeaba esta vez. Se paró delante de mí y se agachó para amarrar mis manos con las correas que tenía la camilla. Molestaban un poco, creería que se excedió al ajustarlas a propósito. No podría quitarlas, tampoco levantarme de la camilla.
—No sabía que tenías este tipo de fetiches, Kevin— traté de seguirlo con la mirada, pero se fue a mi espalda.
—Eres tan sádica y pervertida, que aún sin saber lo que estoy dispuesto a hacerte, eres capaz de volverte obediente y sumisa, cuando de castigarte o de sexo se trata— sentí algo punzante en mi trasero y me moví para tratar de ver qué era—. Debes quedarte quieta o puedo cortarte— en unos instantes sentí que mi trasero estaba expuesto, pero aún tenía el pantalón puesto. Estaba segura que cortó parte de mi pantalón, solo para dejar visible mi trasero—. ¿Aún sigues con esa costumbre de no usar ropa interior o es que lo hiciste intencionalmente antes de llegar?
—¿Quién sabe?
Escuché el sonido de la correa de su pantalón y en instantes, un fuerte e inesperado golpe pude sentir en mi trasero. Ardió, pero se sintió increíble. En el segundo golpe, gemí ante la sensación del dolor constante que recorría el área donde me había golpeado.
—¿Aún quieres saber lo que sentí, Emily? — me dio otro golpe, y apreté las barandas de la camilla—. Sentí mucha rabia. No soporto que nadie te mire, te toque, te bese, o que incluso se te acerque— el cuarto golpe vino acompañado de un quinto y eso hizo que una corriente recorriera cada parte de mi cuerpo—. Al principio creí que ignorarte haría que dejara de sentir algo por ti, pero es que no soporto verte con alguien más. Verte sonriendo delante de otro hombre, es imperdonable— el sexto golpe fue en el mismo lugar que el anterior, y el calor junto a un hormigueo se apoderó de esa área. Es fascinante ser golpeada por él—. Odio a todo hombre que se te acerca o que tiene la oportunidad de llamar tu atención. Estoy harto de que seas tan perra y solo quieras hacerme enfadar. Aunque no quieras aceptarlo, eres mía. Todo tu maldito, masoquista y sucio cuerpo, me pertenece y no dejaré que nadie más lo tenga— me seguía golpeando fuertemente y mis piernas estaban perdiendo la fuerza.
En cada golpe no podía evitar gemir y humedecerme. Mi fluidos recorrían toda mi entrepierna y podía percibirlo claramente. Estaba segura que mi trasero debía estar sumamente marcado y ensangrentado, porque con la fuerza que lo hacía, era como si quisiera acabar conmigo, pero a su vez, hacerme estallar de placer.
—¿Te has dado cuenta de lo que eres, Emily?— se detuvo y se fue al frente de mí—. Eres solo una masoquista que disfruta de que abusen de ella. Una mujer que a pesar de hacerse la dominante, la fuerte, la mala, se rinde cuando de castigo le hablan. Ante mis ojos, ahora solo eres una patética perra en celo, que está deseando que la use a mi antojo. No sabes cómo amo esa expresión que tienes ahora. Había deseado verte así de jodida por mucho tiempo, mi preciada Emily— soltó la correa sobre la camilla y acarició mi mejilla—. Esta es tu verdadera cara— llevó su dedo a mis labios, y sonrió—. Solo yo puedo conocer a esta Emily, solo yo puedo hacer un desastre de ti, nadie más— bajó el cierre de su pantalón dejando visible su erección y la acercó a mis labios. No era yo la única que estaba húmeda, él también se encontraba de la misma manera—. ¿Qué esperas para hacer sentir bien a tu dueño, mi Emily? — al abrir mi boca, no dudó en llenarme completamente y moverse rápidamente. No podía escapar de él, solo podía recibirlo como él lo decidiera. Se me hacía un poco complicado poder respirar, pero el que fuera así de brusco, era excitante.
Sus manos me sujetaron firmemente la cabeza y escuché sus dulces quejidos. Hace mucho tiempo no siento esto. Todo mi ser lo deseaba así.
Los pasos de alguien pudimos escuchar y la voz de una mujer nos interrumpió:
—¡Así los quería encontrar! ¡Yo sabía que algo estaba ocurriendo entre ustedes dos! ¡Eres un mentiroso, Kevin!— vi a la novia de Kevin entre lágrimas y él automáticamente dejó de moverse. ¿Cómo se atreve a interrumpir nuestra diversión?
—¿Cómo entraste? — cuestionó Kevin.
Al ver la tensión que se había formado, continué chupando su pene aún delante de ella.
—Emily…— Kevin se quejó y todo su cuerpo tembló—. ¿Así que eso es lo que quieres? Eres una maldita— rio, y sentí su mano aferrarse a mi cabello—. Eso te daré entonces.
—Ustedes… ¿Por qué no se detienen? ¡Sinvergüenzas! — el sonido de un cristal al romperse, nos hizo detener a los dos.
—Estoy harta de interrupciones, Kevin. ¿Me sueltas? Permíteme conversar adecuadamente con el estorbo aquí presente.