Kevin se quedó en silencio y se acercó a soltarme las manos. Esta es una buena oportunidad para desquitarme de esa sucia. Retomé mi postura y la miré.
—¿Quieres realmente saber cuál es nuestra relación? A mí me parece que has visto suficiente para saberlo— sonreí—. Soy su mujer, por si no lo has notado.
—Me decepcionas, Kevin. Realmente te creí diferente. Luego de todo lo que hice por ti, me has pagado de la peor manera.
—¿No crees que de quién deberías decepcionarte es contigo misma por ser tan confiada? — me fui acercando y ella se mordió los labios de la rabia.
—Que les vaya bien. Veo que son tal para cual— se dio la espalda, y corrí hacia ella para halarle el pelo desprevenidamente y empujarla contra el suelo.
—¿A dónde crees que vas? ¿Creíste que luego que interrumpiste en el peor momento, iba a dejarte ir como si nada? — forcejeaba con mi mano para que la soltara, pero más fuerte me aferraba a su cabello—. Que te quede bien claro; Kevin es mío, y no se lo daré a nadie— sujeté firmemente su cabeza y la restregué contra el suelo en varias ocasiones, pero no esperaba que ella me arañara la cara.
Me tapé el rostro y vi cuando se arrastró.
—¡Eres una perra!— me levanté, pero ella lo hizo primero.
Corrió con dificultad hacia Kevin, tal parece que buscando la forma de que él la defendiera.
—Kevin… —vi que Kevin la abrazó, y protesté.
—Es el maldito colmo, Kevin— solté furiosa.
—Ya— acarició su cabello, y ella se aferró a su bata—, ya cálmate— escuché el sonido del cuchillo atravesar sus entrañas, acompañado de su quejido—. Ya todo pasó. Descansa— volvió a sacarlo y por segunda vez lo enterró en ella, dejando así caer su cuerpo al suelo.
Su bata se había llenado de sangre, y aún en su mano tenía el cuchillo. Se veía mucho más atractivo de esa forma.
—Hasta que al fin admites que soy tuyo, mi preciada Emily.
—¿Y qué creíste, que iba a permitir que hicieras lo que se te diera la gana con ella? Tu solamente eres mío, y tienes prohibido buscar a otra zorra cómo está. ¿Te ha quedado claro?
Kevin se acercó y lo miré con desconfianza por el cuchillo que tenía en su mano.
—No me acostumbro a escucharte decir eso. Me impresiona lo que el tiempo y la distancia ha logrado hacer en ti. Solo falta que me digas que me has extrañado y que me amas.
—Te equivocas. Jamás extrañaría a alguien como tú.
—Pero tu cuerpo quizá lo hace— me sujetó por la cintura, y me miró fijamente—. Mira nada más como tu cuerpo te delata.
—Suelta ese cuchillo, Kevin.
—¿Crees que te haré algo con el? — ensanchó una sonrisa.
—No confío en ti.
—Pensé que querías probar un poco, pero si no quieres hacerlo, no hay problema— tiró el cuchillo al suelo, y sonrió— ¿Estás más tranquila ahora?
—¿En qué momento he estado intranquila?
Se me quedó viendo fijamente y llevó su mano a mi cuello.
—¿Por qué no seguimos en lo que estábamos? — me empujó contra la camilla y me aguanté de la baranda para no caerme.
—Uy, que rudo— reí.
—¿No es así como te gusta que sea?
—Me molesta que uses eso en mi contra, pero a la misma vez me excita— salté encima de él, y me sujetó en el aire.
—Estás muy animada y salvaje hoy— mordió fuertemente mi cuello, y me aferré más a él—. Tienes suerte de tener aún ropa puesta— descendió por mi cuello dando fuertes mordidas, y con una mano bajé los manguillos de mi camisa.
—No, no haré eso que quieres— me sentó en la camilla y su mano abrió el botón de mi pantalón.
—¿Y qué harás?
—Ya verás— me empujó hasta acostarme en la camilla y me quitó el pantalón con desespero.
Al abrir mis piernas, me haló hasta que mi trasero quedó en el mismo borde. Tan pronto sentí su lengua jugando con mi vagina con esa intensidad, y sus fuertes mordidas en mis labios, casi pierdo la cabeza. Me había quedado con toda la habitación con mis gemidos. Su forma de comerme, con esa intensidad y ganas, era más de lo que podía soportar. Todo mi cuerpo tuvo ligeros espasmos y escalofríos. Hace tiempo no sentía esto y realmente lo he echado de menos.
Podía percibir mis fluidos deslizándose desde mi vagina, hasta mi ano. Mi cuerpo estaba muy sensible, tanto, que al sentir que aceleró los movimientos de su lengua, estuve a punto de alcanzar un orgasmo, es solo que él se detuvo justo en ese momento.
—¿Por qué te detienes? — pregunté casi sin voz.
—¿Será que aún tu cuerpo se acuerda, y acepta cada parte de mi? — al sentir la estocada profunda que dio, ahogué el gemido en mi mano de la sorpresa.
No recordaba lo bien que se podía sentir, ni tampoco hasta dónde podía llegar. Se había adueñado de mi virginidad de nuevo. Llevaba mucho tiempo sin esto, que casi había olvidado lo rico que se sentía. Durante el tiempo que él no estuvo, yo no estuve con nadie más. Me había concentrado tanto en los estudios, en el restaurante, en mi padre, que había perdido el interés de estar con alguien. Kevin se llevó todo ese día que desapareció por completo.
Subió mi pierna a su hombro, y la otra mano se aferró a mi cuello. Sentir sus profundas embestidas y su agresividad, me tenían al punto de perder la poca cordura que aún me quedaba.
Me sujeté de la baranda para que mi cuerpo permaneciera donde se encontraba. Él parecía una bestia endemoniada. Podía sentir que realmente quería destruirme, porque la presión que sentía en los más profundo de mi, era más constante que al principio.
¿Por qué este maldito debe ser quien tiene todo lo que me gusta? ¿Por qué mi cuerpo debe sentirse tan bien con él? ¿Por qué mi interior lo recibe tan abiertamente? Son preguntas a las cuales no encuentro respuesta.
Me sujetó en el aire y mis piernas colgaban de su antebrazo. Nunca lo había recibido así, pero era increíble esa sensación de ser penetrada y destruida por él. Su expresión era muy pervertida y atractiva. Ya no parecía en nada a ese Kevin dulce que conocí en la universidad, ahora se había convertido en el hombre que siempre desee que fuera.
Al tenerlo tan cerca, y ver las gotas de sudor que se deslizaban por su lindo rostro, me sentía al tope. Traté de soportarlo para no ser muy obvia, pero no podía ni siquiera escapar de sus estocadas. Estaba siendo obligada a solo recibirlo enteramente hasta que él mismo lo decidiera.
Mi vientre se contrajo y pude percibir ese placentero hormigueo, presión y humedad emerger de mi interior.
Enterré mis uñas en su cuello y lo escuché jadear más fuerte.
—Eso ha sido increíble, Emily. ¿Tanto extrañabas esto, pequeña traviesa? ¿Extrañabas sentirme dentro de ti?
Debía responderle que es un maldito narcisista, pero mi mente no estaba pensando claramente ahora.
—Sí, yo… te extrañaba tanto, infeliz— le di varios golpes en el pecho, y él me recostó en la camilla—. Me dejaste sola, maldito traidor. No sabes todo lo que tuve que pasar por tu culpa. Tu deber era quedarte conmigo, no abandonarme— pude notar por su expresión que estaba sorprendido. Ni yo misma sé por qué demonios le dije eso. Sentía que no tenía el control de mis palabras en ese momento, ni siquiera de mis acciones.
—Perdóname, pero tuve que alejar a mi madre porque tenía temor de que le hicieras algo. No sabes la falta que me hiciste, y lo que dolió dejarte. Yo te amo, Emily— se movió dentro de mi, y coloqué mis brazos alrededor de su cuello—. Siempre lo he hecho, eso jamás lo dudes. Te juro que nunca más te voy a dejar sola, siempre estaré aquí.
—¿Por qué estás diciendo esas cosas tan cursis en este momento, estúpido?
—Es como si una parte de ti quisiera que fuera así de cursi, porque he sentido como te has ajustado tan de repente— aceleró sus movimientos, y me besó.
—Eres un maldito— lo mordí, y rio.
—Sí, un maldito que amas— mordió mi labio inferior y sentí que se corrió dentro mi. Pude percibir todo claramente.
Se mantuvo dentro de mí unos instantes y cruzamos mirada.
—Repite eso que me dijiste, Emily.
—No voy a repetir nada.
—Esta bien. Me es suficiente con haberlo escuchado una sola vez de ti.
—Ya cállate.
—Ven a vivir conmigo, Emily.
—Te estás precipitando demasiado.
—Claro que no. Eres mi mujer, por supuesto que quiero tenerte conmigo. Ya hemos perdido mucho tiempo, así que debemos recuperarlo de alguna manera. Yo quiero que lo nuestro funcione.
—Prefiero que te quedes en mi casa. No pienso vivir aquí donde estabas con esa mujer.
—Ella no vivía conmigo, así que por ese lado puedes estar tranquila. Aparte de que, los muertos, muertos son— ambos miramos el cuerpo de la mujer, y reímos.
Decidimos regresar a mi casa juntos. Ahora el problema será enfrentar a mi padre. No sé cómo tome esta noticia ahora.
Al entrar a la casa, él estaba esperándome en el sofá de la sala. Al ver a Kevin conmigo, se levantó ligero y se acercó a nosotros.
—¿Qué hace este tipo aquí?
—Tranquilo, papá. Kevin vino a quedarse. De ahora en adelante, comenzaremos a vivir juntos de nuevo.
—¿Qué?
—Hemos decidido arreglar lo nuestro, papá.
—¿Y tú mamá? — le preguntó directamente.
—Lejos.
—¿Dónde está? — insistió mi padre.
—Está haciendo su vida en un lugar mejor.
Mi padre lo miró fijamente, y luego me miró.
—Haz lo que quieras, princesa— subió a la habitación, y Kevin y yo nos miramos.
—Es extraño que no haya dicho nada más— comentó Kevin.
—Lo mismo pienso.
Con el transcurso de los meses, todo iba marchando bien. Mi padre al principio estuvo un poco alejado, pero luego con el pasar de las semanas, no le quedó de otra que aceptar que Kevin estuviera con nosotros.
Por otro lado, Kevin ha estado trabajando y nos ha sido de gran ayuda con el restaurante. Decidimos trabajar en equipo los tres, para evitar que algo malo fuera a ocurrir.
Me encontraba en la cocina del restaurante, cuando mi padre entró.
—¿Todo bien, papá?
—Sí, todo bien. Encontré el libro de recetas que me habías pedido. Eso sí, aún no comprendo varios términos.
—¿Qué términos?
—Aún no me acostumbro a usar medidas y eso— se preparó un emparedado y me ofreció un pedazo. No había comido en toda la mañana, así me lo comí rápidamente.
—No es una ciencia. Podré enseñarte luego. Ya es tiempo de que aprendas más cosas, papá— sentí un escalofrío de repente, que vino acompañado de un extraño malestar. Tapé mi boca al sentir unas náuseas repentinas.
—¿Estás bien, princesa?— mi papá se acercó, y lo miré fijamente.
—¿Qué me hiciste? ¿Qué tenía eso?
—¿Qué tenía qué?
—Eso qué me diste.
—Era un emparedado de hígado.
Tuve que correr a la basura para vomitar. Mi estómago se sentía extraño y por mi mente se cruzó el cliente que salió envenenado del restaurante. Kevin puede ayudarme. Busqué mi cartera a toda prisa.
—Tengo que salir de aquí, papá— salí corriendo del restaurante. Debo llegar al hospital.
Tan pronto llegué, fui directamente a la oficina de Kevin, pero estaba viendo a otro paciente.
—¿Qué haces aquí, Emily? — se levantó de la silla, y se me quedó viendo.
—Ayúdame, Kevin. Me siento muy mal— apreté mi barriga y tapé mi boca.
—Espéreme afuera un momento, por favor— le pidió al paciente, quien al verme en ese estado, salió sin protestar—. ¿Qué te sientes?
—Creo que el hígado me cayó mal. Creo que debe ser lo mismo que el cliente del otro día. Quítame esto, Kevin.
—¿Qué sientes? — me examinó por encima, pero se mantuvo calmado.
—Mucho dolor de barriga, náuseas, y vomité una vez.
—Tus síntomas me suenan a algo muy grande.
—¿Grande? ¿De qué hablas?
—Te haré unas pruebas para salir de dudas.
Me sacaron sangre y Kevin se mantuvo conmigo en la oficina. Se veía muy tranquilo y no saber qué piensa, me tenía inquieta.
No sé cuánto tiempo transcurrió, cuando la enfermera trajo los resultados de las pruebas que me mandó a realizar y me miró por arriba del papel.
—Definitivamente es algo grande. Me parece que tus síntomas van a durar 9 meses en curarse.
—¡¿9 meses?!
—Estás embarazada, mi niña.
—¿Qué?
—Mira— me extendió el resultado y efectivamente estaba positivo—. ¿Qué piensas sobre esto?
—¿Qué pienso de qué?
—Sobre tener este bebé conmigo.
—¿Un bebé contigo?
—Yo quiero que lo tengamos, Emily. Siempre había deseado esto contigo, por tal razón quisiera que me dieras una oportunidad de cumplir ese sueño. Te prometo que me haré cargo y les daré lo mejor, pero necesito que me digas si realmente quieres esto conmigo.
—Ya está aquí, ¿No? — toqué mi barriga y recordé a mi mamá. Tuve una sensación extraña dentro de mi pecho, no me podía explicar qué era, pero solo podía pensar en mi mamá. ¿Esto sintió ella cuando se enteró que yo iba a venir a este mundo?
—Ahora que ambos hemos decidido tener a este bebé, quiero dar otro paso importante en nuestra relación.
—¿Otro paso? ¿De qué hablas, Kevin?
—Cásate conmigo, Emily. Te prometo que no les faltará nada, que daré lo mejor de mi para ser un buen padre, un buen esposo. Quiero que cuando nazca nuestro bebé, ya tu seas mi esposa.
—Deja de decir tanta cursilería.
—Tomaré eso como un sí— sonrió, y acarició mi barriga—. Te amo, Emily. Al igual que a este bebé que estamos esperando— acarició mi mejilla, y sonrió.
Este hombre no cambia, y lo peor es que me he estado acostumbrando de alguna manera a que sea así.
Lucía
Busqué a mi hijo en la escuela como de costumbre, pero vi que al subirse al auto se veía cabizbajo.
—¿Qué te ocurre mi tesoro? ¿Cómo te fue en la escuela?
—Mal, mamá.
—¿Y eso por qué, mi vida?
—Mis amigos en la escuela se la pasan burlándose de mí, y me llaman bastardo.
—Tu no eres un bastardo. Tu papá simplemente no está con nosotros.
—¿Cómo era papá? Nunca me has hablado de eso.
—Tu papá era un hombre muy bueno, inteligente y fuerte. Se parece mucho a ti.
—¿Por qué no tienes fotos de él? — lo miré por retrovisor, y sonreí.
—Porque cada vez que veo tus ojos azules, puedo verlo a él…
Fin