11 años después:
Con el pasar de los años, mi padre y yo decidimos mudarnos a Denver. La investigación del incidente ocurrido había terminado en nada. Meses después pude enterarme de que la versión de Kevin y la mía coincidían, y que ambos no dimos información que pudiera perjudicarnos. No he sabido nada de él desde que escapó con su madre. Las paredes de aquella vieja casa, me traían pésimos recuerdos, haciendo que su ausencia fuera más notable. Por más que lo busqué y vagaba por las calles en busca de ese bastardo malagradecido y traidor, nunca pude hallar nada que pudiera ayudarme a encontrarlo; fue como si se lo hubiera tragado la tierra. Tiempo después mi padre y yo nos planteamos la idea de abrir un negocio familiar. Luego de haber tomado un sinnúmero de estudios y obtener mis certificaciones y la aprobación para abrir el mismo, inauguramos un restaurante en el estado de Colorado. No habíamos tenido problema alguno, de hecho, el mantenimiento y manejo durante los ocho años que lleva operando, a sido favorable. Contamos con once empleados, pero los únicos que manejamos y tenemos acceso a la cocina, es mi padre y yo. Mi padre a mantenido un bajo perfil y solo dos empleados han visto su verdadero rostro. Aunque no han habido noticias reciente de su fuga, no queremos llamar la atención. Por otra parte, hemos hecho un platillo especial en memoria de mi madre, el cual ha sido el favorito y más solicitado de los clientes; es el famoso fricase que nos deleita el paladar, tanto a mi padre, como a mí.
Me encontraba preparando un platillo, cuando mi padre llegó con varias bolsas negras a la cocina.
—He traído los ingredientes, hija.
—Te demoraste mucho.
—Es complicado cazar animales solo, y más cuando tienes que esperar un descuido de su parte.
—¿Valió la pena?
—Sí, pero la limpieza es lo más extenuante del trabajo— colocó las bolsas dentro del refrigerador.
—¿No ha escapado nadie?
—No, aún están luchando por salir de ese lugar, pero les será imposible.
—¿Te aseguraste de cerrar todo?
—Jamás he sido descuidado. ¿Por qué siempre preguntas lo mismo? Llevamos haciendo esto mucho tiempo y nunca ha ocurrido nada.
—Una gallina que salga del corral, puede ser perjudicial para nosotros. Por supuesto que debo preguntar.
—Iré a trabajar— encendió la radio y fue a colocarse el delantal, junto a los guantes.
Mientras cortaba con delicadeza las costillas y removía parte de su grasa, pude escuchar que tocaron la puerta de la cocina.
—Srta. Emily, disculpe la molestia, pero su amigo la está procurando— me dijo Laura, una de mis empleadas.
—Voy enseguida— enterré fuertemente el cuchillo sobre el picador y mi padre me miró.
—¿Otra vez ese niño por aquí?
—Sí, ya regreso— me quité los guantes y los descarté.
Salí a recibir a Peter y me di cuenta que estaba acompañado de nuevo con su hermana pequeña. ¿Por qué demonios tiene que andar con esa mocosa? Saludé a ambos y abracé a Peter.
—Hola, Emily.
—Hola— sonreí—. No pensé que vendrías a visitarme hoy.
—Sí, es que estuve libre de la escuela, y, bueno— llevó su mano a la nuca—, quería invitarte a mi casa esta noche. Nos estaremos reuniendo unos amigos allí y pensé que quizá luego de cerrar el restaurante, podrías pasar un rato. Digo, no debes hacerlo si no quieres.
—Me gustaría— sonreí—, aunque me hubiera gustado salir a solas contigo y divertirnos. Cumplimos cinco meses de conocidos el viernes. Supongo que podemos celebrarlo hoy y con tus amigos— fingí sentirme
—Te has acordado. Eres increíble, Emily. Si quieres puedo cancelar con ellos y salimos juntos.
—¿Y yo qué?— su hermanita hizo puchero y la miré de reojo—. Le contaré a mamá.
—Lily, no seas así. No me avergüences delante de la gente, tonta— Peter sonrió nervioso y le acarició la cabeza a la hermana—. Nos podemos encontrar en la noche. Te estaré avisando la hora por mensaje.
—No puedo esperar— sonreí. Malditos niños ilusos de hoy en día, no tiene ni un poco de malicia.
Regresé a la cocina con mi padre y no dejó de mirarme, era más que claro que estaba molesto con la situación, pero no importa, ya tendré tiempo de deshacerme de esos dos. Al caer la tarde, estuve trabajando en el restaurante, cuando un bullicio me alertó. Me estuvo muy extraño, ya que jamás había habido tanto escándalo. Laura corrió hacia mí, y vi un grupo de personas alrededor de una de las mesas.
—¡Srta. Emily, hay una emergencia! Es su cliente Frank, está muy mal. Llamaré una ambulancia.
—No, no llames a nadie todavía. Debo ver cuán grave es la situación — le pasé por el lado en dirección al área y las personas abrieron paso.
—¿Qué le sucede, Sr. Frank? ¿Qué siente? — me acerqué y su esposa estaba tratando de ayudarlo. Su rostro estaba rojo, lágrimas de sudor se deslizaban por sus mejillas y presionaba su garganta con desespero, como si estuviera teniendo problemas para respirar.
—No lo sé. Él estaba comiendo de lo más normal y de pronto su rostro enrojeció, luego no paraba de jadear tratando de buscar el aire— respondió su esposa asustada.
—Tenemos que llevarlo al hospital. Yo los llevaré. No hay tiempo de llamar una ambulancia— su esposa y Laura me ayudaron a cargarlo y lo llevamos a mi auto.
Estaba asustada ante la situación, ya que jamás había ocurrido algo así. Laura se quedó en el restaurante para calmar a los demás clientes que estaban asustados y desconcertados. Tan pronto llegamos al hospital, una enfermera nos recibió y lo llevaron dentro. A su esposa la dejaron pasar y al cabo de un rato regresó, pero no sabía lo que había ocurrido con su esposo, solo le hicieron llenar unos documentos. Nos quedamos en la sala de emergencia, pero no sé si haya sido buena idea venir al hospital, ¿Y si fue la comida? Estaba comiéndome las uñas de los nervios. Debo hacer algo. Había pasado bastante tiempo y aún no se sabía nada de Frank. Cuando me disponía a ir a buscar a una enfermera con la señora, un hombre se cruzó en nuestro camino y tenía una bata blanca, lo que me llevó a pensar que sería el doctor. No había visto su rostro por la carpeta metálica que llevaba consigo, pero cuando la quitó, quedé estupefacta al ver a Kevin. Estaba mucho más alto, su rostro lucía al de un hombre y no como el de ese niño que conocí hace tantos años atrás. Estaba usando anteojos y tenía su pelo un poco más largo que antes. Cruzamos mirada, pero no hubo ninguna reacción de parte de él.
—¿Familiares de Frank Wester?— cuestionó Kevin en un tono alto y su esposa se acercó a él.
—Soy su esposa.
—El paciente se encuentra estable. Le mandé a realizar unos exámenes para saber qué le pudo haber causado una reacción alérgica. Por lo que me informó, el paciente estuvo comiendo en un restaurante cuando presentó estos síntomas, ¿Estoy en lo cierto?
—Sí, doctor.
—¿Tiene conocimiento de lo que su esposo ingirió, para saber qué pudo haberle ocasionado esto?
—Sí, doctor. Ella es la dueña del restaurante— me señaló a mí nerviosa y Kevin se acomodó los anteojos.
—Soy el Dr. Kevin Millán— dijo en un tono enfático y en voz alta—, ¿Usted es?
—Emily Mayer— ¿Así que está fingiendo no conocerme? ¿Cómo se atreve? Rechiné los dientes de la ira.
—Uhm, ¿Emily? Ese nombre nunca me ha gustado. En todo caso, necesito que me acompañe a mi oficina para discutir ciertos temas demasiado importantes, para así llegar a la raíz del problema. ¿Qué le parece?
—Me parece muy bien, doctor— asentí.
Kevin calmó a la esposa de Frank y caminó, por lo que lo seguí a su oficina. Según cerró la puerta, se quitó los anteojos y me miró.
—¿Qué contenía el plato?
—¿Y eso por qué te importa?
—Para determinar si es alergia a algún ingrediente y poder comenzar con el tratamiento adecuado. Mira, nisiquiera me importa de qué persona salió la carne; dudo que estuviera podrida; total, la única podrida aquí eres tu.