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Chapter 93 - 38: Dulce venganza

—¿No comerás, papá?

—No, quiero de él. Tu come, pequeña— se levantó, y se paró al frente del oficial.

—¡No te acerques! — gritó asustado.

—Mataste a mi esposa y casi me matas también. Estuve encerrado con mucho dolor y hambre. Fui torturado mientras tú te dabas una buena vida. Ahora es tiempo de pagar por lo que hiciste y, de alimentarme por haberme hecho pasar tanta hambre— acercó el cuchillo a su pecho, y el oficial se orinó.

Me levanté del suelo para observar esa magnífica escena, pero me pareció tan grotesco y jocoso a la vez, que mi padre y yo reímos a la vez, como si hubiéramos estado pensando en lo mismo.

—Eres patético— reí más fuerte.

—¿Todos los oficiales son igual de gallinas que tú? Me repugnas— le dio un corte inclinado desde el lado izquierdo, hacia el derecho abruptamente en sus genitales, que sin querer también cortó un poco la ingle.

No esperaba eso, por la misma razón me dejó boquiabierta. No fue lo suficientemente fuerte como para que de un solo corte lo cortara, pero la sangre no tardó en deslizarse por sus piernas con destino al suelo; la pared se manchó con la salpicadura de ese corte, creando un arte encantadoramente deslumbrante. El desgarrante alarido que soltó el oficial, hizo cada parte de mi cuerpo estremecerse.

No podía sentirme satisfecha solo con eso, por lo que me acerqué a él y agarré su pene para apretarlo fuertemente. Mi mano se llenó de su sangre y me quedé admirando cada lágrima que se deslizaba por mi antebrazo. Sus gritos se podían escuchar más claramente y, una especie de líquido, lo que parecía más orina que cualquier otra cosa, brotaba de la punta de su pene.

—¿Continuarás orinando? — miré a mi papá, y sonreí—. Al parecer no fue suficiente, papá.

Mi padre sonrió con esa única sonrisa maliciosa que lo caracteriza.

—Tienes razón, mi reina.

Sin aviso, fue proporcionando varios cortes superficiales en su pecho, abdomen, brazos, en cada parte de su cuerpo que tenía visible, excepto sus genitales. Su cuerpo estaba lleno cortes y, más aún, de su sangre. A pesar de sus gritos y de la fuerza que ejercía para tratar de soltarse, no pudo hacer nada.

Al ver ese delicioso paraíso, me acerqué a lamer las heridas de su pecho. Me sentía excitada con ese sabor tan fascinante, pero mi padre me detuvo.

—Deberías de ir a ver a dónde está tu mascota, mi niña. No lo hemos visto y no vaya a ser que se haya ido.

—Despreocúpate, él no se irá.

— Confías mucho en él, en cambio yo no.

—No te dejaré solo, si eso es lo que estás buscando.

Mi padre continuó proporcionando varios cortés, uno detrás del otro y sin descanso. Perdí la cuenta de cuántos había hecho, pero el desespero y sufrimiento del oficial, era digno de admirar.

Me quedé observando a mi padre, ya que me causaba satisfacción verlo tan concentrado y ensangrentado. Hace muchos años no lo veía y, recuerdo que cuando estaba así, era para alimentarme. Extraño su irresistible sabor.

El oficial se notaba ido, y mi padre le dio un puño en la cara. Con toda la sangre que ha estado perdiendo, en cualquier momento se nos va.

Reaccionó segundos después de ese golpe, y mi padre deslizó el filo del cuchillo por el centro de su pecho, no tan profundo y, lo enterró un poco más arriba de su ombligo. Sin duda alguna, ver el rostro del oficial en lágrimas y sangre, era satisfactorio.

Mi padre soltó las cadenas que lo sujetaban y lo dejó caer al suelo. A pesar de estar suelto, no tenía fuerzas para levantarse o de arrastrarse tan lejos. Me acerqué por arriba de su cabeza y mi padre le dio una patada para ponerlo boca arriba, y se arrodilló justo al lado de él.

—La cena está servida, Suzy— murmuró, antes de girar la cabeza del oficial, y morder un poco más abajo de su hombro.

Mordía con desespero, como si tuviera mucha hambre. Ha debido estar muy hambriento, creo que es el momento en que yo sea quien haga algo por él. Siempre él estuvo para mí cuando más hambre sentía y me ayudó a calmarla, ahora es tiempo de ayudarlo.

Los vagos movimientos y sollozos, poco a poco se iban calmando; al límite de que lo único que se escucha en la habitación era la respiración agitada de mi papá y los gemidos de satisfacción al masticar. Podía observar como mantenía sus ojos cerrados mientras comía de este plato especial, que por tantos años deseo saborear.

Me fui a las piernas del oficial e hice lo mismo que mi padre. Necesitaba también probar de ese plato que tanto trabajo me costó conseguir. No había forma de que me quedara con hambre y no lo probara.

Mientras masticaba, alcancé a ver a Kevin y limpié mi boca con la mano.

—Ven— extendí mi mano hacia él, y se mantuvo serio observando, pero no se acercó.

Es la primera vez que ignora mi llamado. Esta mascota se está rebelando poco a poco y no hay forma de permitirme perderlo.