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Chapter 92 - 37: El siguiente eres tu

Emily

—¿Qué ha sido eso?— preguntó mi padre, al escuchar el grito de lo que parecía haber sido la doctora.

Kevin es un idiota. ¿No pudo haber sido más silencioso? Es un inútil.

—Lo más probable tenemos visita, pero no te preocupes, Kevin se hará cargo.

—¿Te parezco imbécil, hija? — me encaró—. ¿Estos eran tus planes desde un principio? A mí no me engañas.

—Sí, fueron mis planes. ¿Deseas ir a verla, papá?— sonreí.

—¡Que bárbaro! — aplaudió—. Mi niña es muy inteligente. Haz hecho un buen trabajo, pequeña— me despeinó, y sonrió.

—¿No estás molesto?

—¿Debería estarlo?

—Era tu amiga y la estabas defendiendo. Pensé que tenías sentimientos hacia ella.

—No te confundas; los amigos no existen, muñeca. Ella era un estorbo del cual me debía deshacer tarde o temprano y, aunque no planeaba hacerlo todavía, supongo que ya no se puede hacer nada. Lo importante es que, ella hizo su trabajo que era sacarme de ese lugar, donde ella y esa bola de imbéciles se encargó de maltratarme y, de reprimir mis necesidades. Me sometieron a muchos maltratos durante mi estadía en ese lugar, así que ya era hora de liberarme de ese tormento y cerrar ese pasado.

—Me alegra escuchar eso, papá.

—¿Ahora me dirás qué tienes con ese muchacho? No me digas que estás enamorada de él, porque no respondo.

—No, digamos que es una mascota que puedo utilizar cuando quiero y, que puede servirnos de mucho. Podría decir que es una pieza a nuestro favor para liberarnos de cualquier dificultad, que en algún momento podamos enfrentar— sonreí—. Ahora que estamos juntos de nuevo, no dejaré que nada ni nadie nos vuelva a separar; y eso va por ti, Sr. Oficial— lo miré, y sonreí.

—Ya veremos cuánto más les va a durar este patrón. No llegarán muy lejos. Son unos criminales y, tarde o temprano, tendrán que pagar por sus crímenes— replicó el oficial.

—Pero no estarás tú para presenciarlo— burló mi padre, antes de arrebatarme el cuchillo de las manos—. Mataste a mi esposa y, eso es algo por lo que pagarás— deslizó suavemente el cuchillo en su abdomen y, me quedé observando con emoción.

Es la primera vez que veo a mi padre en acción y me sentía eufórica.

Kevin entró a la habitación, y mi papá lo miró. Algo en él se veía distinto, su expresión lucía triste y no me explicaba la razón.

—Debes estar feliz ahora, ¿Por qué esa cara de pocos amigos? — le cuestionó mi padre.

Incluso él se dio cuenta de su cambio.

Kevin se quedó en silencio y se inclinó de la pared, poniendo sus dos manos en los bolsillos. ¿Es que acaso nos escuchó hablando o es algo más?

Me acerqué a Kevin y me siguió con la mirada.

—¿A ti qué te pasa?— le cuestioné acariciando la cabeza—. Hiciste un buen trabajo, ¿No es así?

Me dedicó una media sonrisa, claramente fingida y supe que algo sucedía, pero tal parece que no quería decirlo.

—¿Por qué me acaricias como si fuera tu mascota? — me miró fijamente, aún sonriendo.

¿Así que lo escuchó?

—¿No te han enseñado a no espiar conversaciones ajenas?

—¿No te han enseñado a ocultar tu hipocresía, princesa? Se te da muy mal eso de actuar últimamente. Seré tu mascota, si eso te hace feliz, pero el día que me canse, no me culpes— salió de la habitación, y rechiné los dientes.

—¿Y a ese qué le pasó? ¿Se arrepintió de lo que hizo?

Tal parece que mi padre no escuchó lo que me dijo, eso es algo bueno.

—Sigamos en lo nuestro, tengo mucha hambre, papá.

Me agaché frente a la mujer, que aún estaba temblando en el suelo y levanté su cabeza.

—¿Qué es lo que harán?— preguntó el oficial asustado.

—Lo mismo que contigo— restregué abruptamente su cabeza contra el suelo, y la empujé hacia el lado para ponerla boca arriba.

Mi papá se arrodilló justo al lado de la mujer.

—No me hagan nada, por favor— balbuceó.

No me sentía de ánimos para jugar con la comida, así que sin pronunciar una sola palabra, agarré su brazo. Mi padre puso el otro brazo de la mujer por debajo de su rodilla, ejerciendo presión contra el suelo y quise imitar lo que hacía.

—Esta parte es una de las más deliciosas, princesa— llevó el filo del cuchillo a su hombro izquierdo, cortando la manga de la camisa de ella para dejarlo visible.

La mujer estaba forcejeando, gritando y tirando patadas a la par, pero mi padre continuó con el proceso. Moría de hambre, hace días no me alimento adecuadamente.

Mi padre enterró el cuchillo en su hombro y, el alarido que soltó, hizo que el oficial también se uniera a ella. El olor a sangre invadió mis fosas nasales, provocando esas sensaciones enigmáticas en todo mi cuerpo. La mujer estaba casi al otro lado, con todos los golpes que ha recibido, más la pérdida de sangre, no creo que sea capaz de durar mucho.

Mi padre cortaba desde adentro, hacia afuera y, ese gran pedazo que cortó y me extendió, me hizo admirarlo como si de alguna compensación se tratara.

Cuando planeaba sujetarlo, mi padre lo colocó en el pecho de la mujer para cortarlo en pequeños trozos.

—Ahora está mejor— acercó un pedazo a mi boca, y la abrí con desespero.

A pesar de su dureza, el sabor era estupéndamente sabroso. De todas las partes de las que me he alimentado, está sin duda era una de las mejores.

Mi padre se me quedó viendo con una sonrisa, y limpió la sangre que se escurría de mi boca con su mano.

—Esa es mi pequeña.

—¡Están enfermos!— gritó el oficial con desespero.

—El siguiente serás tú— dijo mi padre, acompañado de una sonrisa malvada, que me hizo admirarlo.

Tengo al mejor papá del mundo.