Kevin sujetó fuertemente su cabeza, y se quejó.
—¿O-neil? — preguntó pausado el mocoso.
No tuve muchas opciones. Con lo que había presenciado, no debía dejarlo reaccionar esta vez. Le di un fuerte golpe con la base del cuchillo en la cabeza, y su pequeño y frágil cuerpo cayó al suelo.
—¿Qué es esto? ¿Qué he hecho?
Miré a Kevin, quien se encontraba sujetando aún su frente y murmurando.
—Yo… yo no quería hacer esto. ¡Es tu culpa, Emily! — tiró el cuchillo al suelo, y se levantó de la cama—. Tú me llevaste a esto— retrocedió hasta que se tropezó con la mesa de noche.
—¿Ahora es mi culpa? Fuiste tú quien hizo esto. Ahora también sumaste al niño que tanto querías defender.
Miró al niño, y abrió sus ojos en sorpresa.
—¿Qué le hiciste al niño?— caminó hacia el mocoso, y se puso de rodillas al lado de él—. ¿Cómo pudiste meterte con un niño? ¿Qué demonios te sucede?— gritó alterado.
—No sé con qué cara eres capaz de preguntar semejante estupidez. Alguien que acaba de matar a una persona, bueno, debería decir a dos.
—Yo no hice eso, fuiste tú. Si no hubieras dicho todo eso, yo no hubiera tenido que hacerlo.
—La culpa es huérfana, y nadie la quiere— solté un suspiro—. Tenemos que limpiar esto, antes de que vaya a venir alguien y nos encuentre.
—¿Qué haremos con el niño?
—Ya debe estar muerto, y si no, me voy a asegurar de que lo esté— alcé el cuchillo, y Kevin me empujó.
—Ni se te ocurra.
—¿Por qué demonios defiendes tanto a un mocoso?
—Él no tuvo la culpa de nada. ¿Por qué quieres acabar con todo lo que se te cruza en frente? ¿Tienes algo de corazón?
—Si prefieres que den contigo, déjalo ahí. Luego no te quejes cuando la policía venga por ti. Has esparcido tu ADN en todas partes. Fíjate que puedo irme y dejarte aquí con tus dos muertos— reí.
Se levantó del suelo y su expresión, más su actitud, en un mínimo segundo volvió a cambiar.
—¿No tienes temor de que te involucren también? Te recuerdo que estás en la misma habitación conmigo, y tu ADN también debe estar regado por todas partes, sin contar el cuchillo que tienes en mano ahora. Prueba suficiente para que vayamos a la cárcel los dos, mi querida Emily. Aún si viene la policía y nos encuentra, tendré más oportunidades de salir de esta que tú. ¿Qué versión podría creer la policía de inmediato? ¿El de una criminal que tiene un arma blanca en mano, o el de un oficial que atrapó al culpable? Ambos estaríamos en un aprieto, pero yo tendría más probabilidades de huir, incluso frente a sus narices; en cambio tú, ¿Que podrías hacer? Necesitas de mi, como yo de ti, así que sé una niña buena y no te quieras hacer pasar por lista.
¿Qué demonios le sucede a este idiota? ¿Cómo se atreve a hablarme de esa manera? Maldito infeliz.
Me sentía furiosa por esa actitud tan egocéntrica, pero no puedo negar que estaba muy intrigada al notar esos cambios tan repentinos en él. A veces pienso que es otra persona.
Debía darle un punto a su favor. Por esta vez debo dar mi brazo a torcer. Aunque no quiera aceptarlo, él tiene la razón.
Sonreí, y él se mantuvo serio.
—Te daré la razón esta vez, pero ten en mente que no siempre será así. Limpiaré la escena, y nos vamos. Estamos perdiendo mucho tiempo y...— no terminé de decirlo, cuando el sonido de la puerta nos alertó.
Ambos miramos hacia las escaleras, y volvimos a mirarnos.
—Mierda— solté, antes de arrastrar al niño a la habitación.
Cerré la puerta, y Kevin buscó el cuchillo que tenía.
—¿Qué haremos ahora?— preguntó Kevin en un tono bajo.
—¿Tienes algún plan?
—Por desgracia no tengo ninguno.
—Yo tengo uno, pero lo más probable no te agrade; aunque viniendo de ti, no sé ya ni que esperar.
—Yo no quiero matar a nadie.
—Estás muy tarde para eso, Oficial.
La voz de una mujer se estaba escuchando muy cerca, y por sonido de la escalera, asumí que si estaba subiendo. Debemos actuar pronto, o de lo contrario, nos van a descubrir.
Debía estar hablando por teléfono, y se escuchó que pasó por al frente de la habitación.
—Demuéstrame de que estás hecho, Kevin. Esta es tu oportunidad de brillar— sonreí—. Vas a salir tu primero, pero no la quiero muerta. ¿Quedó claro?
Asintió con su cabeza, y apretó firmemente el cuchillo.
Ahora le estaba temblando la mano, pero con Oneil no le sucedió. Este hombre es una caja de sorpresas, nunca deja de sorprenderme.