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Chapter 90 - 35: ¿A dónde va?

Kevin se acercó a la puerta y escuchamos que la mujer pasó por segunda vez frente a la nuestra. Será mejor que terminemos con esto de una vez. 

Abrió la puerta lentamente y se asomó; la mujer estaba inclinada justo al lado de la escalera, con el teléfono presionado al hombro y quitándose los tacones. 

Pensaba hacer todo sigilosamente, pero el idiota de Kevin no lo pensó dos veces, para salir del cuarto y correr hacia ella. Al ver que se le fue detrás y ella del susto dejó caer teléfono, supe que el muy imbécil haría algo más estúpido todavía.

Kevin la empujó, haciéndola caer por las escaleras. El ruido y quejido de ella se pudo escuchar claramente y, aunque al aterrizar en el suelo, hizo que ella se arrastrara débilmente, me hizo molestar su necedad. 

—¿Eres imbécil? Casi la matas.

Kevin se encogió de hombros. 

—Problema resuelto— me dio el cuchillo, y lo miré molesta. 

¿Qué demonios pasa con este tipo? 

Bajé las escaleras y me quedé con ella.

—Encárgate de limpiar como puedas. Me quedaré vigilando a la señora mientras tanto. Asegúrate de hacerlo bien— sonreí, y el semblante de Kevin se volvió serio. 

—De acuerdo. Luego no te quejes— sacudió el cuchillo, y entró a la habitación.

Se ha vuelto muy insolente últimamente y, aunque me enciende esa actitud en ocasiones, me es irritante en otras. 

Le puse la pierna en la espalda a la mujer y me quedé tratando de mantenerla en silencio e inmóvil, mientras Kevin se encargaba de limpiar. Bajó varias veces a la cocina y regresaba al cuarto. Ya decidí que no volveré a ayudarlo. ¿Quieres ser un maldito egocéntrico e insolente? Que se fastidie solo. 

Al finalizar la limpieza, se paró al lado mío. 

—La llevaremos entre los dos a la patrulla, que parezca que se sentía mal o no sé. Si no hubieras sido tan imbécil, ahora no tendríamos tantos problemas. 

—Lo siento, princesa perfecta. 

—¿Realmente eres Kevin?— se quedó en silencio mirándome fijamente—. Vámonos. 

Kevin miró al cuarto y me quedé viendo su actitud. 

—¿Qué tanto miras? ¿Hay algo que deba ver antes de irnos?

—No, Emily.

—Eso espero. 

Su respuesta no me pareció creíble y, tuve que subir a verificar. Todo se veía en orden y limpio. El cuerpo del niño estaba acostado y arropado entre la sábana. Cuando me disponía a levantarla, Kevin habló:

—No tenemos mucho tiempo.

No tuve de otra que bajar. Agarramos a la mujer entre los dos y la llevamos a la patrulla. Traté de no tocar directamente la puerta para no dejar más huellas. Todo ha salido mal y, todo eso gracias a Kevin. 

Nos dirigimos al punto de encuentro y llevamos a la mujer, quien había estado quejándose por todo el camino. 

—Nos quedaremos y en otro momento iremos por los demás. Hemos tardado mucho— le dije a Kevin, antes de entrar a la fábrica con mi padre y la mujer. 

La habitación oscura que escogí, le daba ese toque más atrayente al escenario. Aunque quería hacer algo en grande, ahora será imposible. Ya tendré más oportunidades, ahora solo debo divertirme por la victoria y, por este obsequio de la vida, que me he ganado por ser tan buena y perseverante. 

El oficial estaba amarrado con cadenas a la pared, tanto de sus brazos, como sus piernas. Tal parecía que mi padre comenzó la diversión sin mi. La sangre goteaba de las cadenas y se deslizaban por todo su pecho, hasta culminar en su bóxer. Estaba inconsciente todavía y ya era el momento de hacerlo despertar. 

Busqué un balde y lo llené de agua, para regresar a la habitación y arrojarlo por encima de él. No tardó en despertar y toser. Al percatarse de donde estaba, abrió sus ojos en sorpresa. 

—Hola, ¿Qué hay de nuevo?— pregunté.  

Mi padre se acercó y se le quedó viendo. 

—Ha pasado mucho tiempo. ¿Estás feliz de volver a verme?— sonrió —. Mi esposa estaría feliz de poder verte en este momento. 

—Están cometiendo un crimen y uno muy serio. Irán todos a la cárcel— escupió sangre en el suelo. 

—¿Quién nos llevará a la cárcel? Que yo sepa, los muertos no pueden hacer nada, ¿O sí? — fingí duda.

—¿Dónde estoy?— preguntó la mujer, tratando de levantarse. 

Toda nuestra atención fue dirigida a ella.

—¿Quién es ella? — preguntó mi papá. 

—Un aperitivo, papá. Sé que debes tener mucha hambre, así que decidí traerla. 

—Comencemos con ella— mi padre se acercó a la mujer, y la doctora se metió en medio. 

—No, Caden. ¿Por qué arrastran a más inocentes? Puedo comprender que tienen problemas con ese hombre y, aunque no está bien, se podría justificar, pero esto no. Me prometiste algo, ¿No me digas que vas a fallar a tu palabra, Caden?

—No le estés lavando el cerebro a mi padre con tu ridícula psicología— solté, señalándole con el cuchillo—. Sus consejos no nos alimentará, ni mucho menos nos quitará el hambre. No intervengas o me olvidaré de lo importante que eres para mí padre y, te cortaré en trocitos. 

—¿No dirás nada?— miró a mi padre, y él soltó un suspiro—. Yo no me quedaré más aquí, no voy a presenciar esta atrocidad— se fue de la habitación. 

Miré a Kevin y, a pesar de que negó con su cabeza, se fue detrás de ella. Al menos pudo captar el mensaje, sin siquiera hablarle. Ese hombre me sorprende cada día que pasa. 

Kevin

Yo no quería llegar a todo esto,  pero no sé en qué momento sucedió. Me he ensuciado las manos por ella y, continúo haciéndolo sin protestar; todo porque la amo, pero a ella ni siquiera le importo. Solo busca matarme en la oportunidad que tenga y, no puedo permitir eso.

Tuve mucha suerte hoy, ya que Emily no pudo darse cuenta de que el niño aún estaba respirando. ¿Qué hubiera sucedido si se entera? ¿Trataría de matarme otra vez o lo mataría a él? Espero lo encuentren y logren salvarlo. 

Caminé en busca de la doctora. Pude comprender claramente el mandato de Emily, pero no quiero hacerle daño a nadie más. Yo no soy un asesino. 

Sujeté fuertemente mi cabeza al poder escuchar un chillido y las voces de Oneill y del niño. Estaba sudando frío y ese dolor en mi cabeza no me permitía pensar con claridad. 

—¿Te encuentras bien?— escuché la voz de la doctora.

Pensé que sería difícil encontrarla, pero por lo que veo, hoy es mi día de suerte. Emily me ha ordenado algo y, no hay forma de que le falle.

—¿A dónde va con tanta prisa, doctora?— sonreí.

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