—Hola, campeón. ¿Cuál es tu nombre? — preguntó Kevin, arrodillándose frente al niño.
—Mi nombre es Andrew, ¿Eres un oficial de verdad?
—Sí, y estoy aquí para auxiliar a tu hermano. Como verás, se ha desmayado, pero estará bien. Lo llevaré al hospital y luego regresamos, campeón.
—Tenemos que llamar a mamá, así ella puede acompañarlos.
—No hay tiempo. Hay que sacarlo de aquí. Del hospital se encargarán de llamar a su mamá, ¿De acuerdo? — le acarició la cabeza, y el niño miró a Oneil.
—¿Mi hermano se pondrá bien?
—Claro, niño— traté de acercarme, y Kevin se levantó.
—No hay necesidad de que siga aquí, señorita. ¿Por qué no se va a su casa? Yo me encargo del resto— Kevin se paró frente al niño.
¿Acaso lo está defendiendo?
—Voy a ayudarlo, Sr. Oficial— lo miré fijamente, y se mantuvo serio.
—No necesito de su ayuda, pero gracias por el ofrecimiento.
—Te la daré de gratis entonces— alcé el cuchillo, y cuando me disponía a abalanzarme sobre el niño, Kevin me sujetó las manos.
El niño retrocedió asustado.
—Juguemos, pequeño campeón. Ve a esconderte bien, mientras le muestro a la señorita aquí presente las reglas del juego, ¿De acuerdo? — sugirió Kevin.
El niño se quedó petrificado, y Kevin insistió.
—¿Qué estás esperando? Ve a esconderte.
Salió corriendo, y quería soltarme del agarre de Kevin. Este maldito se ha vuelto más fuerte que yo.
—¿Vas a pasar por encima de mi, Kevin?
—Estamos jugando, Señorita. Y debe seguir las reglas básicas de el escondite, ¿O es que no las conoce?
—Suéltame, o te mataré junto a él.
—Ya he escuchado tantas veces la misma amenaza, que ya no me asombra como la primera vez. No dejaré que le hagas nada al niño. Él no tiene nada que ver en la venganza que tanto deseas que haga. ¿Por qué te metes con un niño inocente? ¿En qué demonios estás pensando?
—Si no acabas con él tú, lo haré yo.
—Esto de la manipulación últimamente te está saliendo muy mal, Emily.
—¿Qué dijiste?
—Baja ese cuchillo, o echaré tus planes a perder y mataré a ese idiota aquí— miró a Oneil.
Reí ante su comentario.
—Alguien como tú sería incapaz de hacer algo así. Sólo eres un cobarde que ni siquiera se sabe defender.
—Tienes razón— me soltó, y bajó la mirada—. Ve tras el niño, yo me encargo del resto.
Es muy raro que haya accedido tan fácilmente. ¿Qué demonios está tramando este tipo?
Cada momento lo entiendo menos. En un momento se comporta como un hombre fuerte y astuto, y en otros, como alguien inservible, sumiso y cobarde.
Caminé sigilosamente por la casa, buscando en cada rincón al maldito niño, pero no lo encontré.
—¿Dónde estás, mocoso? Ya el juego se terminó, ¿Por qué no sales y nos divertimos un poco?— hubo un silencio absoluto de repente, y me estuvo muy raro.
Seguí buscando por la casa y vi la ventana de uno de los cuartos abierta. Tal parecía que se escapó ese maldito mocoso, y todo por culpa de ese idiota.
Me acerqué por el área de la cocina, y miré en dirección a la sala, pero Kevin no estaba y tampoco el cuerpo de Oneil.
¿Acaso se llevó el cuerpo al auto solo?
Miré por la ventana hacia la patrulla, pero no sé veía a Kevin dentro. ¿Dónde demonios se metió?
Caminando en dirección a la escalera, escuché unos suaves pasos por la cocina y me alertaron. Quise esconderme detrás de la pared y asomarme hacia esa dirección, y fue cuando logré ver al niño. No puedo negar que fue muy astuto, porque me hizo creer que se había escapado y no sé con qué propósito.
Busqué la forma de acercarme silenciosamente para sorprenderlo por la espalda, y cuando el niño se giró, lo agarré por el cuello de la camisa.
—Has perdido, mocoso— alcé el cuchillo, pero el quejido de una persona me detuvo—. ¿Qué demonios ha sido eso?— el niño me dio un patada y lo solté.
En vez de salir de la casa, subió las escaleras corriendo, cuando en instantes escuché su grito. No tuve de otra que irme detrás de él.
Al verlo, estaba paralizado frente a la puerta de uno de los cuartos. Me estuvo muy extraño que se quedara quieto, así que me acerqué y lo agarré por la camisa, pero él no puso resistencia. Su actitud y el fuerte olor a sangre fue lo que me hizo mirar dentro del cuarto, fue ahí donde localicé a Kevin. El cuerpo de Oneil estaba tendido en la cama, mientras Kevin estaba cortando con una calma parte de su abdomen. No sé de dónde sacó el cuchillo, o cómo se le ocurrió la brillante idea de hacer semejante cosa. De hecho, su rostro lucía irreconocible. Por un momento creí que estaba alucinando, y que en realidad no era ese el Kevin cobarde que conozco. No puedo negar que fue como un flechazo directo al corazón, el verlo transformado de esa forma.
Cuando se percató de mi presencia, se mantuvo sereno y levantó en su mano el pedazo que había cortado y lo sacudió.
—¿Te sigue gustando ahora, Emily? — esbozó una sonrisa perversa, como si de un juego se tratara y no pude evitar sonreír.