Dra. Liam
—En una semana te podré sacar de aquí, Caden.
—Eso es mucho tiempo.
—Ayer estuve pensando en ese plan que te dije, y la mejor forma de hacerlo sin levantar sospechas, es esta. Me esperarás en el lugar que te dije, mientras yo llamo la atención del personal. No verifican mi auto en la salida, así que podré llevarte conmigo.
—¿Y cómo lo haré si tengo esta camisa?
—Voy a hacer los trámites correspondientes para que te la quiten en esta misma semana, pero deberás comportarte como hasta ahora, así permitirán que te quedes sin ella.
—Soy un hombre bueno, doctora— sonrió.
—Tienes que prometerme que cuando salgamos, no volverás a hacerle daño a nadie, Caden.
—¿Alguna vez lo he hecho?
—Prometelo, o no podré sacarte.
—Te prometo lo que pidas, doctora— esbozó una sonrisa.
Emily
Me quedé observando la escena por unos minutos. El trabajo ya estaba hecho, y quedó todo justo como lo planifique. Los teléfonos los traje conmigo para deshacerme de ellos, junto a mi ropa cuando me vaya. Ahora solo necesitaba abandonar el lugar.
Por la misma ventana que entré, por ella misma salí. Estuve vigilante de que no hubiera ningún vecino fuera para poder ir directo a mi auto. Debo llegar a la casa o el idiota de Kevin, no estará tranquilo.
Fui a un lugar algo lejano para poder quemar la evidencia y que nadie pudiera encontrarla. Luego me dirigí a la casa, cuando vi a Kevin sentado en la puerta de la entrada, con su cabeza recostada de las rodillas.
—¿Y a ti qué te sucede?
—¡Emily!— se levantó, y me abrazó inesperadamente.
Me puso nerviosa su repentino acercamiento, y lo alejé.
—No me abraces así. Tengo que bañarme.
—¿Por qué me dejaste solo?
—Cualquiera diría que estoy saliendo con una niñita.
—Te he dicho que este lugar no me gusta, y aún así, te fuiste. ¿Por qué no me despertaste?
—Tenía que visitar a mis padres y quería estar sola— bajé la cabeza, y entré a la casa.
—Lo siento, no sabía que estabas haciendo eso.
—No importa. ¿Te bañas conmigo?
—¿Estás segura?
—¿Tienes energía luego de lo de anoche? Porque yo sí— reí, y acaricié su torso.
—-Emily— desvió la mirada—, ¿Te gustó lo de anoche?
—Sí, pero debemos añadir otros métodos para disfrutar mucho más— miré su cuello, y lamí mis labios.
«Este es tu premio por ser una buena niña»
Recordé las palabras de mi padre, y cerré los ojos.
—Yo quiero un premio. Lo merezco por hacer todo bien y ser una buena niña— solté en voz alta.
—¿Premio?
—Necesito tomar de ti, Kevin. ¿Vas a complacerme?— trató de retroceder, y lo encaré—. Yo te quiero mucho, y por eso necesito de ti. Eres la única persona que me comprende y sabe sobre mí condición. No seas cruel conmigo, y ayúdame.
—Emily…
—Por favor— lo abracé fuertemente, y me acerqué a oler su cuello.
—Dame algo de tiempo, por favor. Yo entiendo que debe ser fuerte y difícil para ti, pero es que eso duele.
—Todo en la vida duele, Kevin. Solo tomaré un poco— lamí su cuello, y se estremeció—. Te has vuelto más sensible que antes— lo mordí, no tan fuerte, y se quejó.
—Emily, detente.
Agarré su erección por encima de su pantalón, y su cuerpo no dejaba de temblar.
—No te desagrada del todo, cuando estás así de excitado. Eres masoquista, por eso me gustas— mordí su oreja, y retrocedió.
—Te quiero, Emily— me sujetó por la cintura, y me besó—. Realmente lo hago.
Me tomó con la guardia baja, tanto que, sentí alguna especie de sensación extraña en mi pecho.
Una cosa llevó a la otra, y a la otra. Terminamos en la cama por segunda vez.
Desperté antes que él por el dolor de cabeza, y por los temblores que mi cuerpo estaba teniendo. Bajé a la cocina a tomar un vaso de agua, y vi la base de los cuchillos. Me les quedé viendo por unos instantes.
«Yo necesito estar sola. No puedo perder el tiempo, ni mucho menos tener distracciones como estas»
—No, yo no puedo hacerlo— me sujeté la cabeza.
«Debes hacerlo. Tú debes vengar la muerte de tus padres, y él está haciéndote perder el tiempo»
—A él no.
«Debes hacerlo, Emily»
—No, no quiero— enterré mis uñas en la cabeza.
«Aún estás a tiempo. Debes acabar con él o tu padre jamás te lo perdonará»
—Mi papá…
Sus recuerdos invadieron mi mente.
—Es cierto. Esa era mi meta y estoy saliéndome del camino— abrí los ojos, y agarré el cuchillo—. Yo debo matarlo.
Subí a la habitación, y me paré al lado de la cama. Me le quedé viendo por unos instantes. Se veía profundamente dormido.
Dicen que hace años vivía una familia de psicópatas, con una niña de once años.
¿Y qué dicen de la niña?
Nadie sabe de la niña.
—¿Quieres saber quién es esa niña? Soy yo, Kevin— reí, y alcé el cuchillo.