—Deberías probar de esta, te aseguro que te gustará más que la de la vieja.
Levanté la camisa de Leyla, y corté un pedazo de su abdomen. Ya casi no se movía, pero la señora aún estaba forcejeando.
Al terminar, me acerqué a Amy, pero estaba ida. Su mirada estaba perdida, y su cuerpo se veía tembloroso. Aún le falta un empujoncito más.
Acerqué el pedazo a su boca, y no hizo ningún gesto de abrirla.
—¿La abro por ti? —sin mirarme, abrió la boca y acaricié su pelo—. Buena niña.
Al masticar, fue cuando la vi cerrar los ojos. En el sonido al masticar y los movimientos de su boca, se podía notar que estaba tratando de acelerar el proceso para tragarla.
—Hagamos algo divertido juntas—la ayudé a levantar, y la hice arrodillarse frente a Leyla—. Para que veas lo buena que soy, haré que hagas el trabajo— me fui a su espalda, y corté las sogas que la amarraban—. ¿Estás apreciando tu obra?
Sacudió la cabeza lentamente, y desvió la mirada.
—Toma—coloqué el cuchillo entre sus manos y lo sujeté—. Fuiste tú la culpable. Es tu deber acabar con el sufrimiento de ambas.
Sacudió su cabeza y trató de soltar el cuchillo.
—No quieras huir de la culpa. Tú arrepentimiento no les devolverá la carne que te comiste. No llores. Ellas no están esperando tu perdón o lastima, necesitan que acabes con el dolor que tú les provocaste.
—No puedo…— murmuró.
Apreté sus manos fuertemente y me acerqué a su oreja.
—¿Vas a observar cómo se van desangrando ambas delante de tus ojos, y llegue el momento donde dejen de respirar? No sabía que eras tan malvada. No les queda mucho, debes decidir pronto. No les sigas causando más daño y mátalas.
Sus manos temblaban, y se mantuvo en silencio.
«Solo un poco más»
—Mira sus ojos de suplica. ¿No sientes remordimiento o lastima de lo que hiciste? Ah, ¿No me digas que aún no quieres matarlas porque tienes hambre? Eso explicaría muchas cosas. ¿De que parte deseas comer? — agarré su mano firmemente con el cuchillo y la llevé al pecho de Leyla—. Esperemos que sean reales, o vas a decepcionarte— alcé el cuchillo, y ella trató de quitar sus manos, cuando lo enterré en el mismo centro del pecho—. Ah, que lastima. No mediste tu fuerza, y acabas de matarla— presioné sus manos para que el cuchillo se enterrara más, y su cuerpo tembló—. Que buenas amigas. ¿Quién iba a imaginar que le harías esto así? Que cruel eres.
Arranqué el cuchillo, y aún con sus manos en el, me levanté. Ayudé a levantar a Amy y me mantuve detrás de ella para hacerla arrodillar al lado de la mamá de Leyla. Me quedé a su espalda, sujetando firmemente el cuchillo entre sus manos.
—Solo falta ella. Termina con su sufrimiento, Amy. Mira como te mira por haberle hecho eso a su hija; a esa única hija que tenía y tú se la arrebataste. Si la dejas viva, va a delatarte y te llevará a la cárcel. Eres muy joven para estarlo, ¿Cierto? — alcé el cuchillo, y lo coloqué a centímetros del rostro de la mamá de Leyla—. Observa sus lágrimas, asesina. Observa la obra tan magnífica que tienes delante de tus ojos. Disfruta, como hace un momento estabas disfrutando al comer de ellas— su cuerpo no dejaba de temblar, y escuché su llanto, lo que me provocó risa—. Mátala ya, Amy— enterré el cuchillo sin aviso en el rostro de la señora, y procuré que se ensuciara las manos. Ya estaba cansada de esperar a su valentía y necesitaba algo de acción—. Y murió… — solté, acompañado de una carcajada.
—No, no, yo no quería— murmuró, casi con un hilo de voz.
—¿Decías? — arranqué el cuchillo de una forma violenta, y la salpicadura cayó en su rostro—. Esa es tu paga— reí.
Puse el filo del cuchillo en su abdomen e hice que sujetara nuevamente el cuchillo. Procuré tenerlo sujetado firmemente para cuando tocara atravesar sus entrañas.
—Y bien, ¿Qué harás ahora?— se quedó en silencio—. Tienes que liberarte de ir a la cárcel, y más luego de haber matado a esas dos inocentes mujeres. Te has comido parte de su deliciosa y jugosa carne— reí—. Aún debes tenerlas entre tus dientes, y ahora en tu barriguita. Deberías sacar de tus entrañas toda la evidencia que comiste. ¿No te sientes culpable de haberlas arrastrado a esto? Por tu culpa ellas están ahí. Acabas de alimentarte de ellas y matarlas.
Bajó su cabeza, y escuché que su llanto dejó de escucharse.
—¿Quién fue la culpable de esta atrocidad? — pregunté con emoción—. ¿No sabes? Dime, ¿Quién fue? — insistí.
—Yo… lo hice— murmuró.
—Ya estás libre de pecados, porque acabas de admitir tu culpa. ¿Tienes la fuerza y la valentía, de acompañarlas y disculparte con ellas a dónde quiera que hayan ido? Debes estar cargando mucho peso y culpa en tus hombros. Ya no te queda otro camino, que no sea este. Si te quedas, estarás sola eternamente y ellas no te dejarán vivir en paz. Acaba con tus culpa y tus problemas. Muéstranos tu arrepentimiento— alcé el cuchillo—, y solo muérete— enterré el cuchillo en su abdomen, y lo saqué, para volverlo enterrar aún más fuerte.
Lo hice lo suficientemente profundo, para asegurarme de que todo acabara ahí.
«La obra ha llegado a su fin»