No puedo empezar la fiesta sin esa perra.
Las dejé donde estaban y busqué el cuchillo, para irme a la puerta y estar al pendiente de cuando ella llegara.
Tardó un poco, pero llegó. Fue cuando decidí irme detrás de la puerta. Al tocarla, le abrí, y tan pronto pasó dentro de la casa, le agarré el pelo fuertemente y cerré la puerta. Trató de gritar, y llevé el cuchillo a su rostro.
—Vuelves a hacerlo, y voy a desfigurarte la cara. No sabes cómo muero por hacerlo.
—¿Tú eres…?
—¿Quién soy? Lo mismo me pregunto— reí.
—¿Emily?
—¡Bravo! Al fin dices algo coherente— la empujé al suelo.
—¿Qué es lo que quieres loca? ¿Qué haces aquí? ¿Y por qué tienes eso? Eso no es real, ¿Verdad?— se levantó del suelo.
—Te daré a probar y me dices— le tiré una cortada a la cara, y se quejó, tapándose.
Quiso tratar de correr, pero no lo permití. Me aferré a su pelo como si de el dependiera, y la hale bruscamente contra el suelo de lleno. Me subí encima de su espalda, y entrelacé mi mano a su pelo, para restregar su cabeza contra el piso.
—¿Por qué no me dices todos esos insultos que solías decirme antes? Anda, quiero escucharte— no la dejaba hablar por continuar restregando su rostro en el suelo—. ¿Esto si te parece gracioso ahora? Porque a mí sí, y mucho— reí.
Me levanté de encima de ella y le agarré la pierna para jalarla hasta la cocina. La solté, y al ver a su amiga y la mamá, se arrastró para tratar de levantarse y chilló. No me quedó remedio que agacharme y meter cuatro de mis dedos en su boca; hubiera querido meter toda mi mano, pero me contuve. No puedo lastimarla demasiado o echaría a perder los planes. Casi vomita, y comenzó a toser.
—Acabas de recibir un oral de parte de la desquiciada, ¿Satisfecha? — reí—. Vuelves a gritar, y lo que meteré en tu boca, no será precisamente mi mano. ¿He sido clara?
La voy a torturar de la peor manera que existe.
Deseaba destruirla, pero no físicamente, eso sería muy fácil para mí y no sería divertido.
La amarré, pero no de la misma forma que a las demás. Esta vez, solo sujeté sus manos hacia la espalda y le tapé la boca con la cinta.
No podía con el hambre, me he demorado más de la cuenta.
Me acerqué a la madre de Leyla y la empujé contra el suelo.
—Comencemos nuestra clase. Deben estar muy atentas para que aprendan. Si veo que cierran los ojos, las cortaré en trocitos.
Quité la mitad de la capucha para dejar solo mi boca al descubierto; luego levanté la camisa de la señora, y al ver su carne, sentía esa sensación de hambre.
Acerqué el cuchillo e hice un corte a su piel, luego fui rebanando parte su abdomen. Escuché los quejidos de las tres, en especial el de la señora. Al quedarme con el pedazo de piel en mi mano, no dudé en olfatear y lamer el pedazo. Esas gotas de sangre caían al suelo, y era inaceptable permitir eso. Apreté la carne y dejé que cayeran en mi boca. La sangre recorría mis labios, haciendo que fuera muy excitante esa sensación. Luego metí el pedazo en mi boca; solté un gemido de satisfacción y placer, al sentir como se me hizo agua la boca, al tener contacto con ese delicioso sabor que hace tantos años no probaba. A pesar de que la textura era muy dura, el sabor era exquisito. Era un delicioso manjar para mí paladar. Entre más masticaba, más placer podía sentir. Estas sensaciones mezcladas con el sexo, deben ser algo de otro mundo. Muero por experimentarlo con Kevin.
Al terminar de tragar el último pedazo, miré a Amy. Lágrimas bajaban por sus mejillas, y tenía los ojos cerrados. Sus quejidos eran desesperantes para mis oídos, así que corté otro pedazo, y se lo llevé.
—Debes tener hambre también.
Sacudió su cabeza con desespero, y reí.
—Te daré de comer, para que veas que no soy tan mala.
Le quité la cinta de su boca.
—¡No, por favor! ¡No hagas esto más! ¡Déjanos ir, por favor!— suplicó en llanto.
—No sabía que te gustaba hacer chistes sin gracia. Abre la boca— lo acerqué a su boca, y la cerró, girando su rostro a otro lado—. Si no la abres a la buena, lo haré por ti. No querrás que pase el trabajo yo, créeme.
Sacudía su cabeza más rápido, y reí.
—Muy bien, te sacaré los dientes. Es la mejor manera que encuentro para que obedezcas.
—¡No, por favor! Emily, no hagas esto más. Perdóname por todo lo que te hice.
—Es muy pronto para arrepentirte— agarré su pelo y la tiré a un lado, para subirme sobre ella.
—¡No, Emily! ¡Por favor, no hagas esto!
—¿Ahora soy Emily? Ya me había hecho la idea de que mi nombre era desquiciada. Abre la boca, y no te sacaré los dientes. ¡Obedece! — al no ver cooperación, hice una maniobra con el cuchillo, hasta que quedó la parte de la base al frente—. Dolerá mucho— lo alcé, y ella gritó.
—¡Lo haré!
—¿Lo ves? No es difícil.
En llanto abrió la boca y le di a probar, a lo que escupió y vomitó en el suelo, algo que me hizo enfadar.
—La carne no se desprecia. Mastica y traga— acaricié su rostro con el otro pedazo restante, y hacia gesto de asco—. ¿No lo harás?
Abrió la boca, y continuaba llorando. Inserté el otro pedazo en su boca, y trató de masticarlo, haciendo expresiones de repulsión.
—Es delicioso lo jugosa que es la carne de esa vieja, ¿Sientes la energía que corre por tus venas al solo masticarla? — reí con malicia, y terminó por vomitar.
Me levanté, y caminé hacia la señora.
Tengo hambre, pero quiero alimentarme de Leyla. Su carne debe ser deliciosa. Mi madre decían que, entre más joven, más deleitable y sabrosa es.
Fui por Leyla y la tiré fuertemente al suelo. Sus ojos estaban rojos, y llenos de lágrimas.
Acaricié con el filo del cuchillo sus piernas; y al tener un pantalón corto, me hacía más fácil el trabajo. Enterré el cuchillo en su muslo, y el quejido no tardó en escucharse. La sangre recorría toda su entrepierna e iba paseando por el suelo.
Metí mi mano en la herida, solo para poder expandirla y ocasionar más dolor. Admirar semejante arte, era inevitable no sentirme caliente. Hace tanto no podía disfrutar de esto, y como lo echaba de menos.
Acerqué el cuchillo y terminé por rebanar un pedazo de su muslo. Comía con desespero, el hambre me estaba consumiendo. Repetía el mismo procedimiento una y otra vez, hasta que solo se podía apreciar parte de sus huesos. Mi barriga estaba contenta, y la llenura era algo que hace tiempo no sentía.
«Si mi padre estuviera vivo, pensaría que soy una glotona. ¿Estarías orgulloso de mí, papá?»