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Chapter 2 - Mutante Idilio

Una estruendosa ola de aplausos retumbó por todo el karaoke en él momento que Mutrick dio por concluido su espectacular presentación que dejó a todos pidiendo más. Él les hubiera complacido, pero ahora tenía aspectos más importantes que platicar con su espléndida dama. Tomaron asiento en su mesa preferida al fondo del lugar, una mesa pequeña y redonda que ya era tan suya, que el dueño del lugar les daba prioridad a ellos de sentarse ahí. Esa noche no fue la excepción, la mesa estaba vacía a pesar de la cantidad de gente parada. En ella había un pequeño cartel que decía sus nombres, - un gran lujo para alguien quien alguna vez tan humilde como Mut - junto con un par de Budweiser frías, sus favoritas. Eran afortunados de haber estrechado amistad con el dueño, después de todo eran clientes frecuentes por más de 4 años. La propina que de vez en cuando recibía Mut por sus interpretaciones por parte de los clientes le eran de suma ayuda, además, al dueño no parecía importarle mientras le trajeran consumidores. Aupado a esto, ninguno sería capaz de resistirse a la cerveza gratis; la cual Mut veía como un suntuoso hábito al que se acostumbró complacidamente a posteriori de su llegada a la costa oeste. Allí la cerveza fluía en ríos de plata.

- Estuviste genial Mut.

- Son un buen público, cantar aquí, parece atemporal - Los ojos de Mutrick parecían algo desorbitados, mientras se sentaba, miraba al público, y cavilaba.

- Sí, se siente como las primeras veces que me trajiste a rastras - Dijo Zoey con una pequeña risilla y dándole un trago a su cerveza.

- No me negaras que esa noche no fue el inicio de algo nuevo, algo muy especial.

- Concuerdo, esa noche me conocí más a mi misma que, bueno… - Convino interrumpiéndose - Creo que en toda mi vida. - Ella bien sabía que ha Mut no le gustaba que se pusiera tan reflexiva, pero dentro de todo lo que fue alguna vez, eso sería algo inamovible de su ser.

- ¿Y qué me dices eh? Yo también he cambiado ¿No te parece?

Vaya que sí lo ha hecho pensó, nadie decifraría que el Viejo Mutrick es el Nuevo Mutrick, sin lugar a dudas sería una apuesta muy beneficiosa para la casa.

Ocurría que antes de conocerse, en los oscuros tiempos que Mut tintaba de "opresivos" sustituyendo sagazmente al adjetivo "depresivos" - lo cual era severo, pero no por ello menos acertado -, Mut había logrado ya, por mérito propio y después de vagar todo un mes por las peores calles de la ciudad buscando ese "polvo especial", ingresar - de forma milagrosa, cabe destacar - al California College of the Arts, misma universidad en la que estudiaba Zoey, donde tomó clases de diseño, o por defecto, algo que él autodenominaba "Dibujo técnico abstracto". Probablemente, por no decir obviamente, todo ese buen ambiente fue propicio para la separación total entre la droga y él.

"Ambiente propicio" se ha dicho, bien, sería insolente quejarse de la vida que le rodeaba ahí tomando en cuenta a priori lo que hubo vivido. El caso es, que este favorecedor testimonio no es del todo cierto cuando de facto se otea su temprano historial académico y se aprecia que realmente siempre le hubo ido mal en clases, explícitamente hablando, se trataba típico estudiante que entraba a estudiar algo creyendo que iba a ser genial y lo termina por odiar. Los maestros solían decir que si algún día Mutrick se graduaba de arquitecto, - cosa que era cuanto menos improbable a los ojos de quienes lo conocieron - quedarían bastante decepcionados quienes lo contratasen por primera vez. Ello le concedió mala fama entre sus compañeros de instituto. Empero, la realidad se desviaba por completo de lo que cabía suponer, y es que Mut siempre se mostró talentoso con la guitarra además de tener latentes aspiraciones de vivir una vida al estilo hippy. Sin embargo, aún con este gran talento a su favor, nunca tuvo la paciencia de escribir una canción propia. Los covers poblaron su aprendizaje musical. Después de todo ya llevaba años de práctica, vistiendo toda clase de ropa colorida y dejándose crecer el cabello hasta los hombros, hablaba como todo un despreocupado, como si el mundo no le afectase, al fin y al cabo ¿Qué diferencia podría él hacer sobre el mundo?. Ninguna que no fuera ser un amante más de la guitarras, se había dicho. Él y su guitarra, la vida perfecta ¿Que podría ser mejor? Fácil, una chica. Y esa chica se llamaba - de forma implícita - Zoey, una de las mejores o más bien, la mejor estudiante de la facultad de arquitectura. Suena muy raro que dos personas tan diferentes de enamoraran, pero después de pasar tanto tiempo organizando un evento de verano de la universidad (cosa que no eligieron hacer juntos por su cuenta, más bien por un sorteo) se dieron cuenta de que tenían más en común de lo que cualquiera hubiese contemplado como cabales. Zoey no consintió el hecho de convivir con un chico durante tanto tiempo, lo que parecían evos de interminable estudio le habían privado del lascivo gusto del noviazgo. No cabe imaginar lo irónico que debió haber sido para todos quienes los conocían, el disgustante hecho - sobre todo para el cromosoma dispar - de que una chica tan linda y graciosa se concentrara tanto en el mundo académico. Incluso sus padres y compañeros llegaron, en cierto punto estrafalario, a cuestionar su sexualidad, llegando a preguntarle si se trataba de un caso de asexualidad - idea bastante absurda por cierto -; no obstante, no figuró molestarle. Remarcando así su prudencia y rectitud, pero no por ello falta de simpatía. Cuando se lo cuestionaban ella simplemente les correspondía con ironía: "Para gustos colores". Siempre fue una mujer algo enajenada a lo correcto, siempre hasta que conoció a Mutrick.

El día que trataron por primera vez fue cuando Mut propuso una verídica propuesta suya acerca de efectuar un concurso de talentos como acto de cierre para la celebración del Festival de Primavera. La idea, como es normal y como supo suponer ante toda la mesa directiva, no le pareció al principio a Zoey. Es triste aceptar que la verdadera razón de su inquisición no fue por haberse tratado se una idea demasiado precipitada, sino que lo hizo simple y sencillamente por desconfianza ante ese extraño que la encaraba. Una vez más, una falsa faceta asediaba los intereses del destino. Lo positivo fue que dicha faceta no duró demasiado, pues, uno o dos días después de conocerse por primera vez en la oficina del Consejo de Estudiantes, y a posteriori de darle algo así como un millón de vueltas a la idea, lo mandó a llamar para entablar la conversación decisiva sobre el proyecto que él suponía, y había declarado "sería un completo éxito".

En lo que concierne al trabajo efectuado, ella prestó un empeño excepcional al proyecto de Mutrick. Mientras que él, por su parte, realizó lo que cabalmente disponía entre sus facultades mentales. Ello les trajo multitud de contratiempos; aunque se trataban desde luego, de contratiempos que auparon su conocimiento del uno por el otro. Allí fue cuando y donde Zoey dispuso de mayor espacio para comprender la multitud de facetas que gobernaban a Mut, eliminando así, el adjetivo de conocidos de su vocabulario íntimo. Conocer más allá de la portada de un libro fue algo a lo que Zoey no estaba del todo acostumbrada cuando no se trataba de los libros de la biblioteca, cabe decir que le sentó bastante bien experimentar aquella nueva e intrínseca emoción en ella, la cual desconocía por completo. El nombre real del sentimiento no se encuentra del todo definido, pero las expresiones "Fuera de la caja" o "Más allá de la Cáscara de Nuez" lo describen ad hoc con la situación, de forma metafórica y espléndida.

Claramente nadie pensó entonces que el organizador y emprendedor del evento se inscribirá así mismo, y mucho menos nadie pensaría que ganaría la competencia con aplastantes resultados sobre sus rivales al interpretar el mismo y melancólico ritmo que ahora estremecía tumultuosamente entre vítores a los clientes del karaoke Darklight. La situación fue, por consiguiente, tan poco creíble que terminó por ser sospechosa para los más envidiosos, más Mutrick había ganado limpiamente. Esto lo convirtió de la noche a la mañana, de forma inevitable e irrefutable, en uno de los chicos más populares de la universidad. El evento había sido un éxito. Para ese punto ya nadie lo veía como un desgraciado sin futuro, incluso los maestros que le criticaban acabaron por elogiarlo. Vaya a eso si que se le llama hipocresía, pensó él en ese entonces. Pero Mutrick jamás olvidaría a la dama que lo llevó hasta ahí, al poco tiempo pasaron de ser "compañeros de equipo" a verdaderos amigos.

Así, los meses transcurrieron libres y victoriosos, fluyendo cual río de adrenalina que templaba el joven semblante de Mut al punto de llegar a olvidar - casi por completo - las atrocidades que le hubieron impregnado su previa etapa. De esta forma, un encuentro dio lugar a otro, y ese otro a uno más; llegando pues, a transformar tales encuentros en citas. A los oscuros, abismales, y preternaturales ojos de Mut, Zoey se había convertido en la chica indicada.