Chereads / SERIE FITZWILLIAM DARCY, UN CABALLERO / Chapter 246 - Capítulo 246.- Un actor mediocre IX

Chapter 246 - Capítulo 246.- Un actor mediocre IX

El viaje de seis millas hasta Lambton transcurrió en medio del silencio, aunque cada uno de los ocupantes del vehículo tenía sus propias razones para estar callado. Mientras Georgiana se contemplaba las manos sobre el regazo y observaba el paisaje, Darcy se imaginaba que se estaba preparando para aquella inesperada entrevista, en la cual ella sabía que su hermano había depositado muchas esperanzas. En cuanto a él, se había dejado llevar por la rápida sucesión de los acontecimientos de la mañana, pero a medida que avanzaba hacia Lambton y Elizabeth estaba más cerca, comenzó a sentir una cierta inquietud en el pecho. Había vuelto a tener dudas acerca de que Elizabeth realmente quisiera conocer a su hermana, y esta vez esas dudas venían acompañadas de la perturbadora certeza de que no la habían avisado de que se dirigían a verla. Seguramente ella no se iba a mostrar agradecida ante aquel impulso que sólo podía considerarse como otro ejemplo de un comportamiento insufriblemente autoritario. ¿Acaso había vuelto a equivocarse y había sacado demasiadas conclusiones a partir de su conversación y sus miradas? Estaba seguro de que Elizabeth sería amable con Georgiana. E incluso podría recibir a Bingley con agrado. Pero ¿se comportaría de una forma fría y distante con él?

Como solía suceder, la noticia de que se aproximaba un coche que venía de Pemberley se extendió por Lambton antes de que el vehículo llegara. Darcy estaba casi dispuesto a jurar que tanto Matling, de Black's Head, como Garston, de Green Man, le pagaban a algún chico para que mantuviera una vigilancia permanente, porque cuando entraron en el pueblo los dos se encontraban delante de sus respectivos establecimientos, decididos a ganarle la partida al otro en su competencia personal por atraer la atención del señor más importante de la comarca. En consecuencia, el hecho de que el cabriolé se detuviera en el pueblo delante de Green Man constituyó un gran triunfo para el uno y una gran derrota para el otro. En unos segundos, los numerosos nietos de Garston formaron una guardia de honor desde la escalerilla del carruaje hasta la puerta de la posada, donde el propio Garston los esperaba, casi resplandeciendo de orgullo.

—Esperaré en la taberna —dijo Bingley, mientras se despedía de Darcy y Georgiana, que se preparaban para seguir al posadero escaleras arriba—. Pero, por favor, no te olvides de mí, Darcy.

Darcy agarró a Georgiana del codo para ayudarla a subir las estrechas escaleras de la posada, cuando sintió que ella se resistía a avanzar. Deteniéndose, la miró y le dijo:

—¿Georgiana?

—Siento mucho ser tan tonta, Fitzwilliam, pero tengo tantos deseos de causarle una buena impresión… —explicó, lanzándole una mirada casi de desesperación.

—¡Lo harás! Ella quedará encantada; no temas —le aseguró su hermano con firmeza—. Tú le caerás mucho mejor que yo —añadió con ironía—, ¡te lo prometo! —Georgiana sacudió la cabeza, pero esbozó una sonrisa al oír el comentario de Darcy y fue ella quien dio el primer paso. Segundos después, oyeron que alguien daba un golpecito en una puerta en el piso superior y que el posadero anunciaba que tenían visitas. Aunque su hermana parecía haberse convencido de la seguridad que él había expresado, Darcy sintió que la inquietud que le invadía crecía a cada paso que daba hacia Elizabeth. La puerta se abrió.

—El señor Darcy y la señorita Darcy —proclamó Garston y luego se hizo a un lado para dejar pasar a sus ilustres visitantes ante la presencia de unos huéspedes que, en su estimación, habían ganado una importancia sin precedentes.

Darcy oyó que Georgiana tomaba aire y luego… allí estaba Elizabeth. Tragó saliva con nerviosismo mientras cruzaba el umbral, sin poder quitarle los ojos de encima. La sonrisa de la muchacha, aunque un poco vacilante, estaba matizada por el vivo interés que mostró su mirada, mientras el señor Gardiner se adelantaba a saludarlos.

—Señor Darcy, sea usted bienvenido, señor. —El tío de Elizabeth se inclinó, mientras su esposa y su sobrina hacían sus respectivas reverencias. La actitud serena del hombre y su tono afable hizo que Darcy se tranquilizara un poco. Él y Georgiana entraron en la estancia.

—Señor Gardiner, señoras. —Impulsado por la costumbre, Darcy se inclinó para hacer su reverencia—. Por favor permítanme disculparme por esta intromisión, señor. Hemos venido sin anunciarnos y un día antes de lo previsto.

—No importa, señor —dijo el señor Gardiner, quitándole importancia al asunto—. ¿Acaso nosotros no llegamos a su puerta de manera inesperada? Por favor, permítanos darle la bienvenida a usted y su acompañante.

Aunque las circunstancias no eran comparables, Darcy inclinó la cabeza y, después de lanzarle una mirada a Elizabeth, respondió con una sonrisa.

—Es usted muy amable, señor. Señor Gardiner, señora Gardiner, señorita Elizabeth Bennet, por favor permítanme el placer de presentarles a mi hermana, la señorita Georgiana Darcy. —Retrocedió un poco para colocarse detrás de Georgiana mientras ella hacía su reverencia. El señor y la señora Gardiner respondieron con toda la amabilidad que se podía esperar, pero lo que más le preocupaba era la reacción de Elizabeth. Parecía encontrarse en un estado que oscilaba entre la inseguridad y la curiosidad, esperando que sus parientes aceptaran la presentación. Luego, por fin, dio un paso al frente.

Aunque había intentado protegerse con una coraza de acero, Darcy no pudo evitar que su corazón palpitara apresuradamente al ver cómo se encontraban por primera vez en la vida las dos personas que más quería en el mundo. Georgiana hizo una reverencia y le sonrió con timidez a Elizabeth.

—Señorita Elizabeth Bennet.

—Señorita Darcy, estoy encantada de conocerla. —Elizabeth contestó al saludo con una sonrisa y una voz cálidas, que tranquilizaron el corazón de Darcy. Georgiana sonrió de manera más franca y su hermano pudo soltar el aire que había estado conteniendo.

—Lo mismo digo, señorita Bennet. Es usted muy amable al disculpar nuestro apresuramiento en venir a verla.

—Por favor no piense más en eso, señorita Darcy —declaró Elizabeth—. De verdad, estamos muy contentos con la visita. Pero usted acaba de llegar. —Georgiana miró a su hermano a los ojos, al oír el comentario de Elizabeth; luego Elizabeth hizo lo mismo.

—No ha sido un viaje largo —replicó Georgiana, reclamando la atención de Elizabeth.

—¿Ah, no? —Elizabeth enarcó una ceja de manera provocativa—. Pero, claro, una vez me dijeron que cincuenta millas eran «poca distancia». Tal vez usted sea de la misma opinión que su hermano en estos temas. —Darcy sonrió al oírla citando sus palabras. ¡Ah, cuánto había extrañado el ingenio de Elizabeth!

—¡Cincuenta millas! ¡Para mi hermano eso realmente es poco! —respondió Georgiana con seriedad—. Pero en general yo no diría que es una distancia corta.

—La señorita Elizabeth está bromeando —intervino Darcy—. Te está repitiendo algo que yo le dije hace algunos meses. Sin embargo, señor Gardiner —dijo, dirigiéndose al tío de Elizabeth—, ¿no diría usted que un buen carruaje y un camino en buen estado pueden hacer que cincuenta millas no sean más que una distancia corta?

—Una insignificancia, señor —coincidió el señor Gardiner, pero le lanzó a su sobrina una mirada divertida, ante lo cual todos rieron.

—Entonces somos de la misma opinión tanto en esto como en nuestra afición a la pesca. Y, a propósito, espero que usted acepte ir a pescar mañana, pues hay ahora en Pemberley varios caballeros que comparten nuestra pasión. Con seguridad iremos a pescar por la mañana. —La invitación fue aceptada de inmediato y con tanta gracia que Darcy se sintió motivado a pensar que el hombre era todavía más agradable de lo que le había parecido hasta aquel momento, despertando sus ansias de tener una excursión realmente placentera. Sabía que a Bingley y a Hurst les gustaba pescar, pero Darcy podía percibir que el señor Gardiner era un verdadero apasionado de este deporte. Al pensar en Bingley, Darcy recordó su promesa y, excusándose un momento, se acercó a la puerta y le dio instrucciones al criado que esperaba afuera para que hiciera subir al joven que esperaba abajo.