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Chapter 216 - Capítulo 216.- Un tiempo infernal X

Darcy dejó a su hermana para pasar otra noche aciaga en su habitación, sin dormir y desconfiando al mismo tiempo de los sueños que le podría traer la noche. Había desperdiciado la mañana, porque a pesar de lo mucho que se había esforzado en revisar el montón de documentos que Hinchcliffe le había preparado, no pudo avanzar mucho antes de caer en una ensoñación o en un estado de adormecimiento. Después de renunciar a concentrarse, se había estirado sobre el diván de su estudio y había dormido una hora incómodo pero sin sueños, antes de que lo despertara el tímido golpe de Witcher en la puerta para traerle la tarjeta de Bingley.

La mirada de alivio que percibió en la cara de Georgiana cuando apareció en el salón llamó su atención y, mientras le tomaba la mano para besársela, pudo sentir una tensión inusual en su actitud.

—¿Georgiana? —murmuró, mientras vigilaba la puerta que se abriría en segundos para dejar entrar a sus visitantes.

—No es nada, hermano —dijo Georgiana, sonrojándose, y retiró la mano.

—¡Tonterías! —replicó Darcy y añadió con voz suave—: Dime qué sucede.

Georgiana se puso todavía más colorada.

—La señorita Bingley —confesó avergonzada—. Yo… —En ese momento se abrió la puerta del salón, dando paso a la causa de la confusión de su hermana. No hubo tiempo para decir nada más.

Darcy avanzó hacia el frente.

—Señorita Bingley. —Le hizo una reverencia y luego se volvió hacia su hermano y le tendió la mano—. ¡Charles! Así que ya habéis vuelto.

—¡Darcy! ¡Sí! —Bingley le estrechó la mano con fuerza—. Londres, o mejor dicho, la temporada social, ya nos estaba llamando, y Yorkshire no es lugar para nosotros, ¿puedes creerlo? Señorita Darcy. —Bingley dio media vuelta y le hizo una inclinación a Georgiana—. Será un gran placer para nosotros asistir a la ceremonia de descubrimiento la próxima semana.

—¡Charles! La ceremonia durante la cual se descubrirá el retrato de la señorita Darcy, por favor. —La señorita Bingley entornó los ojos—. Esperamos muy ilusionados, señorita Darcy. —Le dirigió una indulgente sonrisa a su interlocutora—. Será la ceremonia más espléndida de la temporada. Según entiendo, el mismo Lawrence va a asistir, ¿no es así? —Sin esperar a recibir una respuesta, miró a Darcy—. Vaya, es el colmo de la buena suerte, ¿verdad, señor Darcy? La presentación en sociedad de su hermana ya se ha convertido en un gran tema de conversación; la presencia de Lawrence garantizará el éxito de la ceremonia. ¡Me imagino que Erewile House se verá inundada de gente que querrá saludarla!

Más que ver, Darcy percibió cómo Georgiana se estremecía ante el exagerado elogio de la señorita Bingley. ¡Era increíble que una mujer que decía apreciarla tanto conociera tan poco el verdadero carácter de su hermana! ¡La trataba como si fuera una muñequita bonita, sin preocuparse lo más mínimo por sus pensamientos o sentimientos! Darcy dejó de prestar atención a la señorita Bingley y se dirigió a su hermano.

—Desde luego que seréis bienvenidos, pero no será tan concurrida como estáis pensando. Hemos decidido invitar sólo a la familia y los amigos más cercanos.

—¡Ay, eso no puede ser cierto! —exclamó la señorita Bingley, llamando la atención de todo el mundo con un chillido estridente mientras tomaba asiento—. Señorita Darcy… —dijo, dirigiéndose a Georgiana.

—Pero lo es —interrumpió Darcy, mirándola con irritación. ¡Estaba muy equivocada si creía que le iba permitir mortificar a Georgiana con ese asunto!—. Eso es lo que Georgiana desea.

—¿Les gustaría tomar algo, señorita Bingley, señor Bingley? —intervino Georgiana con voz suave pero firme. Después de mirarla con una sonrisa de asombro y aprobación, Darcy apoyó la sugerencia.

—Sí, seguramente querrán una taza de té. Estoy seguro de que la señora Witcher tiene algo preparado. —Le señaló a Bingley una silla, invitándolo a sentarse, y tocó la campanilla—. Y ahora, Charles, tienes que contarnos qué has hecho todas estas semanas en Yorkshire.

Esa noche, mientras Darcy se abrochaba el chaleco delante del espejo, no sabía si sentirse contento por el hecho de que Brougham no hubiese aparecido durante todo el día, o molesto con él por haber mantenido las distancias. Dy era como un fuego fatuo, era cierto; pero ¿qué significaba aquello de acercarse a él como lo había hecho en el club de esgrima y luego, sin la más mínima consideración hacia Georgiana, desaparecer? ¡Eso ya era el colmo! No obstante, si Brougham hubiese venido, ¿qué habría ocurrido? Probablemente habrían tenido una discusión desagradable, que provocaría un distanciamiento entre ambos, porque, en ese mismo momento, Darcy se estaba preparando para la selecta reunión de Monmouth y nada de lo que Dy hubiese dicho habría podido disuadirlo de asistir. De hecho, ya estaba teniendo que soportar suficientes críticas con respecto a la velada de esa noche por parte de su ayuda de cámara, como para añadirle la desaprobación de Brougham. Cuando Darcy había informado a Fletcher la noche anterior de que iba a salir a una reunión formal, su ayuda de cámara se había alegrado mucho y había comenzado a revisar el guardarropa con su acostumbrado entusiasmo. Pero aquella noche, sin embargo, la idea de presentar a su patrón como el máximo exponente de la moda no despertaba en él la misma excitación.

—¿Ha dicho usted lord y lady Monmouth, señor? —había repetido con un poco de incredulidad, al descubrir quiénes serían los anfitriones de su patrón durante la velada—. ¿Está usted seguro, señor? —había preguntado su ayuda de cámara, mientras lo afeitaba por segunda vez ese día.

—Sí, Fletcher. —Darcy lo había mirado con ironía—. Estoy seguro de quién me ha invitado. —Sabiendo que debía de haber algo más detrás de aquella pregunta, continuó—: ¿Por qué?

—¡Para abreviar, el castillo de Norwycke, señor! —respondió Fletcher con una mueca de disgusto—. Y desde entonces lord Monmouth y, en especial, lady Monmouth han sido vistos con una compañía más bien variada, señor.

—Eso me dijo Monmouth. «Filosofía y política» fue la descripción que hizo. ¡Nada parecido a lo que acechaba entre las sombras de Norwycke, Fletcher! —Ante esa observación, el ayuda de cámara sólo había dejado escapar un suspiro de escepticismo.

—Es estupendo saber que podrá uno sonreír y sonreír…, señor —había replicado Fletcher, antes de volver a ocuparse de la navaja.

No dijeron nada más, pero Fletcher le fue pasando a su patrón cada una de las prendas que usaría esa noche con un aire de reticencia y el nudo de la corbata fue un asunto anodino, que no llamaba la atención ni por la creatividad ni por la elegancia.

Más tarde, mientras el cabriolé lo llevaba hasta la casa de Monmouth, la desaprobación de Fletcher combinada con la de Brougham produjo en Darcy una especie de arrepentimiento por haber aceptado la invitación. Pero fue una sensación fugaz, ya que también estaba muy intrigado por ver cómo estaba la antigua lady Sylvanie Sayre, después de los horribles sucesos ocurridos en el castillo de Norwycke. Al mismo tiempo, sentía una enorme curiosidad por conocer el carácter de los intelectuales y artistas que se habían reunido en torno a ella. Esa compañía le otorgaba a la noche un cierto aire de provocación y la perspectiva de experimentar algo provocativo o abiertamente peligroso era infinitamente preferible a lo que lo consumía ahora: la permanente sensación de que su estómago se contraía en un mismo nudo doloroso. Si él iba a… Si Elizabeth iba a… La puerta de la mansión de Monmouth se abrió y el murmullo de una docena de conversaciones inundó la calle, junto a la luz de los candelabros. Desesperado por escapar del dolor, Darcy se aferró a la invitación que el sirviente le hacía desde adentro y lo siguió, intentando pensar en otra cosa que no fuera el aterrador abismo de su pérdida.

—¡Darcy, bienvenido! —lo saludó lord Monmouth desde lo alto de la magnífica escalera que dominaba el vestíbulo—. ¡No pierdas tiempo ahí abajo! —dijo con voz autoritaria, mientras Darcy le entregaba a un lacayo el sombrero y el abrigo—. ¡Sube, hombre! ¡Lady Sylvanie está ansiosa por verte!