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Chapter 170 - Capítulo 170.- La variedad infinita que hay en ella VI

—Sin duda, todos nos alegraremos mucho, señora.

La sonrisa de lady Catherine pareció vacilar al oír la respuesta de Darcy, pero no insistió más, por lo que prefirió invitarlos a sentarse para que pudieran servirse algo de beber y aliviar así el cansancio del viaje.

—Habéis llegado terriblemente tarde, sobrinos. —Cuando los dos ocuparon sus sitios con el té en la mano, lady Catherine volvió a su tema inicial—. Os esperaba desde hacía horas y ya me había preparado para recibir la noticia de un grave accidente. Como veo que los dos gozáis de buena salud, supongo que ha habido algún problema con un caballo o el carruaje.

—No, señora —replicó Darcy, decidido a ayudar a Fitzwilliam a librarse de la inevitable reprimenda de su tía—. Salimos tarde de Londres.

—¡Salisteis tarde! Me pregunto qué pudo retrasar vuestra partida. ¡Con seguridad tu ayuda de cámara entiende el reloj!

—Sí, señora —contestó Darcy con cautela—, Fletcher no tiene la culpa en absoluto.

La penetrante mirada de lady Catherine se fijó entonces en Fitzwilliam. Consciente de que estaba a punto de ser llamado a rendir cuentas, Richard intentó amagar.

—Un viejo amigo de Darcy, el conde de Westmarch, llegó inesperadamente y se quedó hasta muy tarde. No podíamos echarlo a la calle…

—¿El conde de Westmarch? —preguntó lady Catherine, dirigiéndose a Darcy—. ¡Me asombra que seas amigo de él, Darcy! Conocí a su padre, ya lo sabes; y si todavía estuviera vivo, estoy segura de que se sentiría muy decepcionado con su hijo. Ése sí que era un caballero absolutamente perfecto. Bailé con él dos veces durante mi primera temporada social y estoy segura de no engañarme cuando digo que me habría convertido en lady Westmarch si ese escándalo, que esa mujer empezó a propósito, sin duda, no lo hubiese obligado a casarse prematuramente. He oído cosas sorprendentes sobre su hijo y te aconsejo que pongas fin a esa amistad, o al menos te niegues a recibirlo en Erewile House cuando Georgiana esté en casa. Toda cautela es poca cuando se trata del cuidado de una jovencita. Ellas se dejan llevar por la más mínima atención por parte de un caballero experimentado. Confío en que su nueva institutriz la vigile de cerca.

Darcy confirmó la aseveración de lady Catherine con un lacónico «Sí, señora», mientras se levantaba de la silla y se dirigía a la mesita de té. La insistencia de su tía en una posible boda con Anne había despertado en él un sentimiento de rebeldía, exacerbado por el hecho de que, aunque no fuera su prima, de todas formas, tendría que elegir a otra mujer cuya forma de ser le resultaría igualmente decepcionante, pues no estaría a la altura de sus expectativas. Las calumnias de su tía contra Brougham y las instrucciones que le estaba dando sobre la manera de proceder no eran nuevas, pero en ese momento habían servido para alimentar el malestar de Darcy. Tal vez fuera prudente hacer un poco más breve la visita de ese año.

—Eso está bien —le dijo lady Catherine, llamando su atención—. Aunque, si hubieras contratado a la mujer que yo te recomendé, ¡podrías estar seguro de no tener que preocuparte por ese tema! —Todavía de espaldas, Darcy apretó los dientes, dejó la taza sobre la mesa y se inclinó para agarrar la tetera—. Puedes preguntarle a lady Metcalf el buen criterio que tengo para las institutrices. Ella dice que la señorita Pope es «un tesoro» y yo no tengo dudas de que así sea. Lo que las jovencitas necesitan es una instrucción firme y constante, no lo olvides. Hace poco me enteré de una situación asombrosa y estoy segura de que cualquier día habrá una auténtica catástrofe en esa familia. ¡Cinco hijas y nunca han tenido institutriz!

Darcy sintió como si todo a su alrededor se quedara inmóvil, mientras las palabras de su tía resonaban en su cabeza. ¡Cinco hijas! La mano le tembló mientras levantaba la tetera y se servía otra taza de té, lo que hizo que el líquido humeante se derramara sobre el plato. ¿Sería posible que Collins hubiese informado a su señoría de lo que había visto en Hertfordshire?

—¿Nunca han tenido institutriz? ¡Increíble! —comentó Fitzwilliam, como si esas cosas realmente le preocuparan. Darcy sabía que eso era una estrategia destinada a mantener la atención de su tía lejos de él; pero esta vez él tenía tantos deseos de conocer más detalles como su tía de revelárselos.

—¡Así es! —respondió lady Catherine y, mirando a Fitzwilliam, asintió con la cabeza—. Eso mismo dije yo. Pero ése no es el colmo de la locura de esa familia, sobrino. No, por supuesto que no. —Lady Catherine golpeó el suelo con su bastón con empuñadura de plata—. ¡Esas niñas no sólo no han contado con las bondades de la disciplina de una institutriz, sino que todas ellas ya han sido presentadas en sociedad, antes de que las mayores se casen! Desde la mayor hasta la menor, que tiene apenas quince años. Nunca había oído algo tan descabellado, y así se lo dije a la amiga de la señora Collins.

La taza de Darcy se sacudió de tal manera sobre el plato que tuvo que agarrarla con la otra mano. ¿La amiga de la señora Collins? No había ninguna señora Collins cuando él se marchó de Netherfield. ¿Quién era ella y quién era esa amiga de la que hablaba lady Catherine? Darcy respiró hondo, tratando de calmarse, y se volvió hacia sus familiares.

—¿La señora Collins? —preguntó Fitzwilliam. Darcy casi le da las gracias en voz alta.

—Una jovencita modesta y juiciosa con la que mi párroco se ha casado recientemente, después de conocerla durante una visita que yo lo animé a hacer a un pariente lejano de su padre. Regrese con una esposa, señor Collins, le dije, así usted volverá con todo lo que necesita para tener una vida útil. No sé cuántas veces me ha dado las gracias por ese consejo. Ella es exactamente lo que yo habría elegido para él. Humilde, tranquila y con unos modales agradables, al igual que su padre, sir William Lucas, que vino hace poco a visitarlos. Me han informado de que tú los conoces, Darcy.

¡Lucas! Darcy buscó el nombre en su memoria. ¡Charlotte… la señorita Charlotte Lucas, la amiga íntima y confidente de Elizabeth! ¿Cuántas veces las había observado mientras conversaban privadamente? ¿La señorita Lucas se había casado con Collins? Eso sólo podía significar que… Darcy se llevó enseguida la mano al bolsillo del chaleco, pero no encontró nada. ¿Dónde…? ¡Claro, los había dejado caer en el camino! Al levantar la vista, vio que Richard lo estaba mirando con curiosidad y una ceja levantada, al ver la posición de su mano. Darcy se arregló el chaleco con un gesto deliberado y aventuró una respuesta.

—Sí, señora. Los conocí en noviembre pasado en Hertfordshire. Yo… yo estaba acompañando a un amigo que estaba buscando una propiedad en ese condado. Durante la estancia, conocí a sir William y a su familia.

¿Acaso el destino estaba a punto de traer a su vida la realidad de la cual aquellos hilos eran sólo una sombra? Darcy estaba ansioso por saber, por asegurarse de quién podía ser esa amiga y, sin embargo, si se trataba de Elizabeth, ¿cómo debería proceder?

—He sido informada de que también conociste a la amiga de la señora Collins, la señorita Elizabeth Bennet. Es bastante molesto que yo no pueda tener el placer de hacer la presentación, Darcy.

¡Elizabeth! ¡Sí, era Elizabeth! El corazón del caballero comenzó a palpitar aceleradamente. Las manos se le helaron. ¿Cómo debería comportarse cuando se reencontraran? ¿Como un simple conocido? ¿Como viejos rivales? ¿Acaso ella ya habría terminado de descifrar su carácter o se habría abstenido de hacerlo, tal como él le había pedido? ¡Y Wickham! ¿Qué otras falsedades le habría contado a Elizabeth una vez que se había marchado?

—¿Darcy? —La voz de lady Catherine lo volvió a traer al presente—. Estaba diciendo que me siento muy contrariada por no tener el placer de presentaros, pues la señorita Bennet me aseguró que vosotros os conocíais bien. Me parece que es una muchacha un poco impertinente a veces, lo cual puede hacerla exagerar la realidad. ¿Es cierto que os conocéis?

—Muy cierto, señora. Hertfordshire es pequeño y nos encontrábamos con bastante frecuencia —confesó Darcy.

—¿Ah, sí? —Richard apretó los labios, y los ojos le brillaron con malicia—. Entonces tal vez mañana deberíamos hacerles una visita al señor y la señora Collins y a la amiga de la señora Collins. ¿Qué dices, Darcy?

Darcy se estremeció, alarmado. ¿Mañana? Estaba reuniendo fuerzas para hacer desistir a su primo de semejante plan, pero, de repente, se le ocurrió una idea. ¿No sería mejor que su primer encuentro tuviera lugar lejos de los ojos escrutadores de lady Catherine? Aunque debería tener mucho cuidado con Richard, era la oportunidad perfecta para poner a prueba su autocontrol y ver cómo quería proceder Elizabeth.

—Excelente idea, primo —respondió Darcy—. No sería muy correcto por mi parte retrasar ni un minuto más esa visita y privarte del placer de convertirte en el objeto de la admiración del señor Collins.