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Chapter 155 - Capítulo 155.- La apuesta de un caballero II

Sayre y su esposa se pusieron a la cabeza de la fila y todo el grupo se dirigió hasta la biblioteca detrás de ellos. Darcy levantó la cabeza a modo de silenciosa invitación hacia lady Sylvanie y le ofreció el brazo. La dama lo aceptó con la misma cortesía y los dos ocuparon su lugar. La magnífica procesión comenzó a avanzar con la ayuda de una sola lámpara que llevaba en alto un criado para iluminar el camino a través de los oscuros corredores. Aparte de los dos sirvientes que abrieron las puertas de la biblioteca, Darcy no vio a nadie más.

La biblioteca también se había transformado. Las estanterías vacías servían ahora de sostén a numerosas velas, el fuego chisporroteaba en la chimenea y alrededor del salón habían dispuesto mesas y sillas para las damas. La mesa que había a un lado, que normalmente sólo contenía bebidas fuertes, ostentaba ahora licores más suaves, de los que les gustaban a las damas, así como los más fuertes que necesitaban los hombres. También se habían añadido varias bandejas con pan y carnes frías, además de ensalada de pollo y frutas, que competían con las botellas amarillas y verdes para atraer la atención de los asistentes. Pero lo más llamativo era la forma en que habían dispuesto la mesa de juego. Ocupaba el centro del salón, y todo lo demás estaba organizado alrededor en círculos concéntricos. Los asientos de los caballeros ya estaban preparados y en cada sitio había una tarjeta. Un rápido examen confirmó las sospechas de Darcy. La tarjeta con su nombre estaba en un lugar que miraba hacia la ventana más cercana. Se giró hacia la mujer que llevaba del brazo, que le devolvió una sonrisa. Pero mientras Darcy asentía para mostrar que había entendido, de repente, la sonrisa desapareció del rostro de lady Sylvanie y la mano que reposaba sobre el brazo del caballero sufrió un estremecimiento. La dama miraba fijamente algo que estaba detrás del caballero.

—Buenas noches, señor… milady. —La voz de Fletcher llegó desde la espalda de su patrón.

¡Gracias a Dios! Darcy exhaló con fuerza, intentando que la tensión causada por la velada cediese un poco. Luego se giró para saludar a su fiel aliado.

—¿Fletcher?

—Señor Darcy. —Fletcher hizo una pronunciada reverencia—. Todo está listo, señor. —Se levantó y sus ojos se cruzaron brevemente con los de su patrón, antes de agregar con un tono revelador—: Yo mismo me he encargado de todo. —Darcy comprendió perfectamente lo que su ayuda de cámara quería decirle. Aquello significaba que había examinado las mesas y las sillas en busca de compartimentos ocultos y se había asegurado de que los mazos de cartas que reposaban en las cajas estuviesen debidamente sellados.

—Muy bien. —Darcy asintió con la cabeza.

—¿Puedo prepararle un plato con algo de comer, señor? ¿O a la señora? —La mirada de Fletcher pasó de manera impasible de Darcy a lady Sylvanie—. ¿Una copa de vino, tal vez?

—¿Milady? —preguntó Darcy, bajando la vista para mirar el rostro de Sylvanie. La dama tenía los ojos entrecerrados y miraba a Fletcher con odio, mientras su mano seguía firmemente agarrada del brazo de Darcy. Ni en el rostro ni en la actitud de Fletcher apareció indicio alguno de que se diera cuenta de la animadversión de la dama. Y tampoco se mostró amedrentado ni renunció a su propósito, porque se quedó inmóvil, esperando una respuesta, en medio de un silencio respetuoso e indiferente.

La tensión de la dama pareció disminuir y, después de lanzarle una mirada fugaz a Darcy, contestó:

—Una copa de vino es todo lo que necesitaré durante la velada.

—Muy bien, milady. —Fletcher se dirigió a su patrón—: Señor, lord Sayre ha ordenado abrir una botella que ha despertado cierto interés entre los caballeros. ¿Le gustaría examinarla antes de que le sirva un vaso? —Aunque Fletcher todavía mantenía la expresión de amable desinterés con que se había dirigido a lady Sylvanie, Darcy no necesitó otra señal, a pesar de que los dos eran nuevos en esta clase de juego.

—Milady —le dijo Darcy, solícito, a lady Sylvanie—, ¿puedo acompañarla a su silla antes de ir a ver esa famosa botella?

—Por supuesto —respondió ella con suavidad y señaló una silla que estaba detrás y a la derecha de la que le había sido asignada a él en la mesa—. Aquí estaré muy cómoda. Los dos lo estaremos, ya verá usted. —Lady Sylvanie acarició suavemente el amuleto que le había puesto a Darcy en el pecho y luego, con una sonrisa discreta, le permitió acompañarla hasta su sitio. El caballero contuvo el escalofrío que le produjo el carácter conspirador y complaciente de las palabras de la dama, la ayudó a sentarse y luego se dirigió directamente hacia donde estaba Fletcher, junto a la mesa.

—¿Sí? —siseó, agarrando la botella que Fletcher le entregó y fingiendo contemplar atentamente la etiqueta.

—Algo está pasando, señor. La vieja tiene a todo el mundo alborotado con los preparativos para este juego. ¿No es poco habitual que las damas estén presentes, señor?

—Sí, al menos en lo que respecta a mi experiencia. Aunque he oído… Pero eso no viene al caso. ¿Dice usted que los criados están alterados?

—Sí, señor Darcy, pero no sólo debido al repentino cambio de planes. Hace algunas horas dejó de nevar y finalmente pudieron regresar al castillo algunos criados que se habían quedado atrapados en Chipping Norton, debido a la tormenta. Y lo que tiene a toda la servidumbre en estado de agitación es el rumor que ellos contaron, señor. —Fletcher hizo una pausa y sus ojos se posaron en el amuleto de lady Sylvanie—. ¿Qué es eso, señor? —susurró horrorizado.

—Un amuleto que me dio lady Sylvanie para tener buena suerte esta noche en la mesa de juego. Pero ¡olvídelo, hombre! ¿Qué rumor trajeron los criados? —El esfuerzo que Darcy estaba haciendo para evitar que su voz y su cuerpo manifestaran la agitación que sentía estaba a punto de estrangularlo.

Con la vista todavía fija en el amuleto, Fletcher dijo de manera temblorosa:

—El rumor, señor, es que se ha perdido un niño, el hijo de uno de los arrendatarios más pobres de lord Sayre. Un bebé, en realidad, que todavía no tiene edad para caminar.

—¿Qué? —siseó Darcy, girando miró involuntariamente a lady Sylvanie. La dama ladeó la cabeza a modo de pregunta y, de paso, mostrando a Darcy que se le estaba agotando la paciencia por aquella conversación con el ayuda de cámara. ¡Un niño perdido! ¡Por Dios! Darcy sintió que el estómago se le revolvía, mientras combatía el creciente temor de que la escena que había visto en las piedras estuviese a punto de ocurrir realmente. Si era así, el peligro de la situación se había multiplicado, pero él no se podía multiplicar ni enviar a Fletcher a que revisara todo el castillo solo. Tampoco podía apelar a Sayre. ¿Qué prueba tenía además de sus sospechas y un rumor de los criados? Se dio cuenta de sólo tenía una posibilidad y la puso en marcha—. Debo tomar asiento y usted debe ayudarme; pero lo enviaré a hacer varios «encargos» durante el juego. Vea qué puede averiguar. Pero, por amor de Dios, Fletcher, ¡tenga cuidado!

—Sí, señor. —El ayuda de cámara respiró profundamente y asintió con la cabeza, luego señaló la botella—. ¿Desea tomar algo, señor?

—¡Pero no eso! —Darcy descartó la idea de probar aquella vieja botella de whisky escocés—. Un poco de oporto será suficiente por ahora. Sus noticias… —Dejó la frase sin terminar, despachó a Fletcher para que trajera el vino y el oporto y se giró hacia el salón.